Como era de esperar, las derrotas
han pasado factura a sus protagonistas. Podemos, Ciudadanos y PSOE, son hoy un
valle de lágrimas, mientras el liderazgo de Rajoy se ha afianzado. Incluso
Iñaki Gabilondo desde su púlpito de la SER y desde su condición de Gran Pope de
la progresía, ha reconocido que el único que tiene derecho a gobernar es Rajoy.
Si tenemos en cuenta que esta es la opinión más extendida y que, en caso de que
todos los partidos mantengan las posiciones que mantuvieron desde el 20-D,
iríamos a nuevas elecciones que, seguramente, entrañarían una profundización en
los mismos resultados. Por ello es previsible, o bien que el PP forme gobierno en minoría después de su
comité federal, o bien que allí decidan formar la “gran coalición”.
No es fácil el papelito que le
queda por representar al PSOE: si opta por la “gran coalición” corre el riesgo
de que el PP le propine el consabido “abrazo del oso” que siempre, en
andamiajes de este estilo tiende a producirse: la fuerza menor presta su apoyo
para reforzar a la mayor, pero obtiene poco a cambio, como máximo un desgaste
de sus propios efectivos.
En la segunda posibilidad,
abstenerse en la votación parlamentaria que daría la mayoría a Rajoy, el
problema es que el PSOE quedaría completamente al margen del reparto de poder y
le esperarían cuatro años sin poder mejorar posiciones: para el “pesebre” que siempre ha sido el PSOE,
ocho años son muchos para no tocar poder. Habría que excluir la
posibilidad de un acuerdo a tres bandas PP+Cs+PSOE que propugna Rivera:
demasiadas partes para poner de acuerdo.
Peor lo tiene Podemos, no sólo por el futuro de su
coalición con IU, sino por los distintos análisis sobre el por qué las cosas le
han ido a peor y se encuentra en una situación parecida a la descrita por
Woodie Guthrie, el folksinger
norteamericano, cuando cantaba a aquello “que
ha muerto y apenas sí acaba de nacer”. ¡Y pensar que hace solamente dos
años los círculos de Podemos no daban abasto para recibir a los nuevos miembros!
¡Pensar que hubo unos momentos en los que nosotros mismos elogiamos a aquella
izquierda que parecía nacer sin los compromisos y tópicos de la vieja (salvo en
inmigración, por supuesto)!
Esa “nueva izquierda”, por unos votos de más, dejó
de ser tal para convertirse en “socialdemócrata”, “socialista”, o “comunista”,
en días alternos. De
repente se encontraron con banderas republicanas y comunistas, a ellos que, a
fin de cuentas, habían querido seguir un tercerismo bolivariano. Los
profesionales de la “memoria histórica” que llegaron con IU les metieron con
vaselina sus temas, lo cual, unido al fracaso de los “ayuntamientos del cambio” y a su bisoñez de
recién llegados al circo de la política, determinó su hundimiento y la pérdida
de virginidad. Y no, contrariamente a lo que opina el pobre Echenique, la derrota no fue un producto
de la “ofensiva de la derecha”,
porque esa ofensiva alcanzaba solamente a la propia parroquia de la derecha, no
a los votantes podemitas.
El que resulta difícil que
levante cabeza es otro iluso, Albert Rivera que ayer seguía sin entender lo que
había ocurrido: ha ocurrido que el PP ha vencido. Y el PP tiene un rostro:
Rajoy. Eso, unido a que Cs se ha contraído convirtiéndose en otro recién nacido
agónico, hace imposible que alguien, empezando por la propia dirección de
Ciudadanos, tome en serio las palabras de Rivera: “Podemos
entendernos con el PP, si se va Rajoy”. Rajoy ha ganado y nunca como
hoy el PP está unido detrás de él. Hay más posibilidades de que se produzca una
revuelta palaciega en el interior de Cs (sus “baronías” están poco atados) a
que Rajoy pase a segundo plano en el PP.
Siempre hemos dicho que Rivera no debía de haber salido
nunca de la política catalana: si se hubiera atrincherado en Cataluña,
al menos habría podido jugar la opción de absorber a la rama catalana de este
partido, hacerlo desaparecer en el Principat, y a partir de ahí tratar de jugar
un papel de valedor del centro-derecha catalán en Madrid. Pero la ambición y
los malos consejos, lo han matado. Incluso en Cataluña pierde (¡y de qué
manera!) y todo induce a pensar que, de persistir en los próximos días en la
misma línea que prometía ayer, pronto tendrá problemas internos y en las
siguientes elecciones es
más que posible que siga el camino marcado por UPyD.
Sin olvidar que
Fainé acaba de ser sustituido por Gual al frente de La Caixa y que éste último
no parece muy dispuestos a realizar malas inversiones. Y tal como ha quedado
Cs, es una inversión de beneficios improbables (aparte de que el “procés” soberanista
ya está liquidado, aunque alguno de sus promotores se niegue a reconocerlo).
No soplan vientos favorables para ninguna de estas tres
fuerzas políticas. Si el realismo les asiste y el oportunismo les guía, deberán
reconocer unos que les va a ser imposible jugar un papel de primera magnitud
(Podemos) y a los otros dos que van a tener que entenderse necesariamente con
el PP (Cs y PSOE), juntos o por separado. Y parece claro que, puestos a
entenderse, Rajoy prefiere entenderse con lo que quede de los socialistas
después del próximo comité nacional. Solamente, si estos tres perdedores se
enrocan en sus posiciones, volvería a producirse la improbable “tercera vuelta”
electoral.