Marruecos fue el único país del
Magreb al que no llegaron las “revoluciones verdes” de principios de la década.
En efecto, mientras los regímenes tunecino, libio y egipcio caían como un castillo
de naipes y en Argelia se recrudecía el fundamentalismo islámico, en Marruecos
no ocurría nada. Marruecos, a modo de vacuna, se contagia con el islamismo “moderado”
para conjurar la epidemia del yihadismo radical. Estrategia peligrosa y de
dudosa rentabilidad.
¿Por qué? Hay tres causas: la
primera y más importante es que Marruecos es el portaviones avanzado de EEUU en
África. Nadie hunde al aliado más seguro: sí, porque si las “revoluciones
verdes” se desataron fue a iniciativa de los servicios de seguridad
occidentales que aportaron la cobertura propagandística (y las armas en el caso
libio, seguidas de bombardeos selectivos cuando esto no bastó). En segundo
lugar porque desde el inicio de su reinado, Mohamed VI ha permanecido muy
vigilante en relación al wahabismo marroquí al que, frecuentemente ha golpeado
con extrema dureza y a la utilización de operaciones preelectorales “false flag”
como los atentados de Casablanca que costaron pérdidas electorales momentáneas
al partido Justicia y Desarrollo de carácter islamista. Finalmente porque el
rey de Marruecos es, al mismo tiempo, “jefe religioso” del país (“emir de los
creyentes”) suníes de rito malekita dado que en su genealogía estaría
emparentado con… Mahoma. Sin embargo, la pregunta es ¿hasta cuánto tiempo
Marruecos logrará contener al islamismo radical?
La política de migración de
Marruecos ha sido sabia: no pone ningún obstáculo a la salida de los
fundamentalistas radicales que van a propagar el islam a Europa y evitan
propagar su versión radical en el Magreb. No es por casualidad que la mayoría
de atentados yihadistas que se han cometido en Europa desde el asesinato del
cineasta Theo Van Gogh en Holanda en 2004, hayan tenido a numerosos marroquíes
implicados. Sin olvidar que los servicios secretos marroquíes siguen muy de
cerca a todos estos grupos, no tanto por su interés en la lucha antiterrorista,
como para luego intercambiar con los Estados Europeos información a cambio de
envíos de fondos.
La red de mezquitas wahabitas subvencionadas
desde Arabia Saudí, que entraban en conflicto con el islam dirigido por Mohamed
VI, ha recibido todo tipo de obstáculos para su implantación. Pero la acción
más inteligente de la monarquía marroquí a consistido en aislar el movimiento Caridad y Justicia dirigido por hija del
jeque Abdeslam Yassin, una ONG que no actúa como partido político pero cuenta
con 40.000 seguidores según la policía marroquía y 200.000 según la propia
organización. Caridad y Justicia es
especialmente fuere en Casablanca y en la universidad. No reconoce a Mohamed VI
como “emir de los creyentes”.
Por su parte, el partido Justicia
y Desarrollo, aprendió la lección de los atentados de 2003: si mantenía una
posición ecléctica ante el yihadismo se vería envuelto en operaciones “bandera
falsa” que le hurtarían la victoria… como ocurrió tras los atentados de 2003. Después
de la reforma constitucional de 2009, Justicia y Desarrollo se asoció con el
poder, mostró su sumisión a Mohamed VI y en la actualidad mantiene una posición
similar al partido de Tayip Erdogan en Turquía con el que además de coincidencia
en el nombre, tiene también como rasgo característico el islamismo moderado. Sin
embargo, el gobierno de Justicia y Desarrollo, hasta ahora no ha aplicado las
reformas constitucionales previstas y la presión social interior sigue
subiendo: la demografía explosiva de Marruecos crece a mayor velocidad que la industrialización
y la inmigración es una espita pero… sometida también a la presión demográfica
que sufre del África subsahariana.
El pasado 14 de junio, tuvo lugar
en Fez la constitución del Consejo Superior de la Fundación Mohamed VI de los
Ulemas Africanos, que contó con la presencia de 800 imanes procedentes de Malí,
Guine, Costa de Marfil, Senegal, Túnez y Francia, cuya intención es ampliar la
influencia del islam malekita sobre África negra. Agrupa a ulemas (“doctores de
la fe”) de 31 países y su objetivo declarado es “promover la tolerancia y la
moderación frente al islam integrista y el yihadismo en África”. El objetivo
real, por supuesto, muy diferente: evitar el contagio yihadista –muy avanzado,
por lo demás- en África, ampliar la influencia de Marruecos en África y crear
una especie de “Escuela de las Américas” orientada hacia la lucha contra el
yihadismo.
¿Puede resultar la operación?
Difícilmente. La islamización creciente de la sociedad marroquí tiene un riesgo
que ya ha sido detectado en Casablanca y en otros países de la zona: la
increíble facilidad con la que un islamista “moderado” se convierte en “radical”
mediante la lectura de algunos versículos del Corán. Es cierto que la islamización
de sociedad marroquí garantiza a Mohamed VI tener atados a sus súbditos por un
lazo más fuerte que el político, el religioso… pero también es cierto que la
predicación de Caridad y Justicia negando que Mohamed VI sea el “emir legítimo”,
a causa de las injusticias que permite y de la vida inmoral contraria a los
principios coránicos que lleva, tiene una fuerza extraordinaria en las zonas
más deprimidas del país. ¿Hasta cuándo conseguirá Mohamed VI mantener aislado y
contenido al islam radical? Hasta el infinito no, desde luego. Bastaría un año
de sequía o una mala cosecha para que miles de agricultores emigraran de los
campos a las ciudades, contribuyendo al aumento de la presión social.