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Elecciones del 26 de junio
No con mi voto - No con mis esperanzas - No a mi costa
Desearíamos votar el 26 de junio. Desearíamos entregar nuestro voto a
algún partido que pudiéramos apoyar sin ningún tipo de reservas mentales, por
cuyos dirigentes y programas pudiéramos poner la mano en el fuego. Pero
también desearíamos creer que los Reyes Magos existen, que la enfermedad no nos
afectará, que el sistema político español nos conduce al Estado del Bienestar o
que votar un promedio de una vez al año en las últimas décadas ha servido para
algo.
Mirando atrás podemos comprobar
que votar en tantas y tantas ocasiones, perder el tiempo escuchando chácharas
estereotipadas de todos los políticos que buscan un lugar bajo el sol de la
democracia y al calor de los dineros públicos o en pos de buenos negocios a la
sombra del poder, no nos han reportado nada. ¿O es que algún político ha hecho algo por ti? Siempre, lo que tenemos
lo hemos conseguido con nuestro propio esfuerzo y a pesar de la clase política.
1. Ejercer tu derecho al voto ¿te ha servido para algo?
Si miramos a nuestro entorno y al
pasado, podemos ver para qué ha servido nuestro voto:
— Para que Felipe González fuera presidente 13 años: el hombre que
firmó un nefasto tratado de adhesión a la UE, que permitió de la generalización
de la corrupción y de la impunidad, el padre del GAL y del “pelotazo”.
— Para que José María Aznar fuera presidente: el creador de un modelo
económico suicida, que abrió las puertas a la inmigración y nos metió en el
furgón de cola de las aventuras coloniales de los EEUU.
— Para que José Luis Rodríguez Zapatero fuera presidente y abordara
su proyecto de ingeniería social, qué inició la crisis de la deuda pública, el
salvador de la Banca, y el de la regularización masiva de ilegales.
— Para que Mariano Rajoy fuera presidente y mintiera sobre la salud
de nuestra economía, que careciera de carácter para introducir las reformas que
precisa la sociedad y con el que se han enquistado la crisis.
De los cuatro presidentes de la
democracia, ni uno practicó una política aceptable que mejorase las condiciones
de vida de la sociedad. Ni uno ha aumentado la cohesión social. Ni uno ha
abordado el problema de la vertebración del país con sentido de Estado. Ni uno
ha puesto fin al despilfarro. Ni uno ha abordado la lucha decidida contra la
corrupción. Ni uno ha salido en defensa de la mayoría de la sociedad. Todos, en
cambio, absolutamente todos, han cubierto las vergüenzas de la clase política
que son, a fin de cuentas, las suyas propias.
Todo ellos han aumentado la
presión fiscal sobre las clases medias y han mirado a otro lado ante la
ingeniería financiera de los poderosos. Todos, sin excepción, han permanecido
mudos ante la pérdida de peso internacional de España, ante la globalización y
ante la llegada de 8.000.000 de inmigrantes innecesarios. Y todos,
absolutamente todos, se han desinteresado por aplicar las reformas necesarias
tanto en la Constitución, como en la economía, como en educación, como en
sanidad, en políticas sociales y autonómicas.
El resultado final ha sido la muerte del Estado del Bienestar (que
garantizaba al ciudadano un sistema de asistencia y previsión social, de
sanidad y educación, de cultura y ética, de políticas de racionalización de las
inversiones y planificación del futuro) del que nuestra comunidad nacional
pudiera sentirse orgullosa y tener la sensación de que el futuro está
garantizado para las generaciones que vendrán.
En lugar de esto, hoy, después de
haber votado en decenas de ocasiones, tenemos la seguridad de que el Estado del
Bienestar ha quedado demolido y que los próximos gobiernos terminarán de abatir
sus restos, sustituyéndolos por el “Estado de la Supervivencia” en el que todos
figuraremos en un entorno económico inseguro, socialmente desintegrado, sin
estructuras de referencia, en la que lo único que quede garantizado sea apenas
la supervivencia y el riesgo de empobrecimiento ante las crisis que se prevén
cada vez con más frecuencia en el horizonte pase a ser una seguridad
ineludible.
Votar en las elecciones
autonómicas o en los ayuntamientos no ha ido mejor. España ha progresado porque, a lo largo de
estos últimos 33 años, el desarrollo de la economía y la elevación de las
cargas fiscales lo han posibilitado. No, desde luego, porque la clase política
haya demostrado su eficiencia. Con todos los recursos que han recaudado
Hacienda, los Ayuntamientos y las CCAA ¡¡faltaría
más que el país no hubiera registrado mejoras!! Pero no hay que olvidar
que, con demasiada frecuencia, estas “mejoras” se han hecho, no por su
importancia, ni su interés público, sino porque generaban suculentas comisiones
a repartir.
De ahí que podamos establecer,
sin sombra de dudas y a la vista del repaso a los 33 últimos años de nuestra
historia, que:
— Las “élites” políticas que han resultado elegidas con nuestros votos,
una vez en el cargo se han preocupado de sus intereses personales y de
camarilla: no del interés del país, ni del bienestar de la sociedad.
— Con frecuencia, ni siquiera estas “élites” han tenido capacidad de
gestión del poder. Demasiado habitualmente los gobiernos han nombrado a
ministros que lo ignoraban todo de sus departamentos y que ni siquiera había
dirigido jamás un negociado. Al rodearse de “asesores” (salidos de su entorno
social o familiar), lo único que hacían era aumentar el número de parásitos que
viven a costa del contribuyente.
— La prueba del nueve de esto es que, a día de hoy, la clase política se
encuentra en una situación desahogada, pero la sociedad está mal, cada vez
con más ciudadanos próximos al umbral de la pobreza o con miedo a perder lo que
han ganado con el fruto de su trabajo.
¡Para legitimar todo esto ha servido tu voto!
Si no hubiéramos votado, hoy
estaríamos exactamente igual que estamos, pero, al menos, la clase política
estaría deslegitimada y el votante se hubiera ahorrado esa extraña sensación de
complicidad y de haberse equivocado una y otra vez, o la no menos frustrante de
acudir a la urna electoral apoyando al “mal menor”.
Tu voto, lo que ha hecho hasta ahora, ha sido apuntalar a la clase
política. Tu voto es lo que permite a la clase política afirmar que estamos
en un “Estado de Derecho”, a pesar de que las noticias publicadas cada día nos
recuerden que el país está dirigido por
salteadores de caminos y confirman que la clase política seguirá
actuando con impunidad (la legislación garantista no se ha elaborado para
juzgar y condenar a los robagallinas) y que todo esto será así por siempre
jamás.
2. ¿Te has enterado que eres
víctima de una estafa?
Te están ocultando lo que está
pasando y lo que va a pasar en los próximos años. Y te lo están ocultando todos
los partidos, desde el Partido Popular hasta Podemos. La “tormenta perfecta” en
la que nos han instalado y sobre la que la clase política calla tiene unos
rasgos demasiado acusados como para que no resulte escandaloso y elocuente ese
silencio:
— Te dicen que habrá trabajo y crecimiento económico: te están mintiendo.
Lo que está aumentando es la economía especulativa, la actividad de los fondos
buitre y los movimientos del capital especulativo, nada más.
— Te dicen que un mundo globalizado es un mundo feliz: te están mintiendo.
Debes competir con los salarios chinos de 338 euros/mes. Cuando la “élite
política” dice que hay que “ganar competitividad” lo que te están diciendo es
que tu salario debe aproximarse al chino.
— Te dicen que el paro se está reduciendo: te están mintiendo. El
paro estructural nunca estará por debajo de entre el 17 y el 20% por la
sencilla razón de que si bajara, los salarios aumentarían por la ley de la
oferta y la demanda y eso es precisamente lo que nos haría “perder
competitividad” dentro de la globalización.
— Te dicen que es bueno que vengan inmigrantes a España: te están
mintiendo. La inmigración es, no solamente un factor de pérdida de cohesión
social y de identidad de una sociedad, sino el principal motivo por de que los
salarios bajen. ¿O por qué crees que en Europa se permite la inmigración
masiva?
— Te dicen que la “economía va bien”: te están mintiendo. En los últimos
30 años, España se ha convertido de “nación industrial” a “país con una
economía basada en el turismo”. El mal acuerdo cerrado con la UE sacrificó
nuestra industria pesada, nuestros astilleros, nuestra minería. El “ladrillo”
se hundió en 2007 y no volverá, víctima de sus propios excesos. España es hoy
una reserva temática para turistas.
— Te dicen que la UE es una “buena opción”: te están mintiendo.
Olvidan decirte que la UE es culpable de habernos relegado a la periferia de
Europa y que la UE ha aceptado silenciosa la globalización económica que le
perjudicaba más que a cualquier otra zona del planeta. Y ahora mismo, la propia
UE es víctima de la globalización.
— Te dicen que estamos alcanzando un mejor sistema de distribución de la
riqueza: te están mintiendo. Solamente los que viven de una nómina, los
autónomos y las pequeñas y medianas empresas, están sosteniendo con cargas
fiscales abusivas el mantenimiento del país. Los privilegiados, las grandes
fortunas, los especuladores, los corruptos, las mafias del narcotráfico, están
a salvo de la rapacidad de Hacienda. Y lo peor es que las reformas fiscales de
los “nuevos partidos” no permiten pensar que esta tendencia va a invertirse.
— Te dicen que tenemos la mejor sanidad del mundo: te están mintiendo.
Cada vez con menores prestaciones, con más listas de espera, con una lista de
fármacos subvencionados más reducida, con una población que ha llegado del
Tercer Mundo con todo tipo de problemas sanitarios generando el repunte de
enfermedades que habían sido desterradas de nuestro país hace décadas. En el
siglo XXI, la sanidad va a ser el gran negocio privado por el que apuestan
fondos de inversión y especuladores: por eso la clase política se despreocupa
de la sanidad pública y rinde culto a la palabra fetiche de la modernidad:
“privatización”.
— Te dicen que la corrupción afecta a unos pocos: te están mintiendo.
Eso es lo que vienen repitiendo desde los años 80 cuando empezaron a aparecer
los primeros casos de corrupción. Ya entonces era evidente que la corrupción,
estaba muy extendida y que era una carcoma mortal para el régimen: pero no se
hizo nada para atajarla y hoy ya es un mal que se ha extendido a toda la
sociedad.
— Te dicen que el Estado de las Autonomías es el gran logro de la
democracia: te están mintiendo. El Estado de las Autonomías, en lugar de
racionalizar la administración, ha servido para crear otra, paralela y lo que
es peor, para generar otro nivel administrativo en el que la corrupción, la
incompetencia y el caos, arraigaron inmediatamente.
— Te dicen que la inmigración ha resuelto el problema de la caída
demográfica: te están mintiendo. Desde 1997 el impacto de la inmigración
sobre la natalidad ha sido extraordinario: de cada cuatro nacidos en España uno
es hijo de inmigrantes. La natalidad española sigue siendo una de las más bajas
del mundo y sus efectos no se pondrán de manifiesto inmediatamente sino a la
vuelta de veinte años.
— Te dicen que el sistema educativo funciona bien: te están mintiendo.
Hace más de veinte años que la educación en España está en quiebra y que
nuestro país es el farolillo rojo de la educación en Europa. Las sucesivas
reformas de la educación no han hecho otra cosa que agravar el fenómeno. Hoy
podemos hablar de quiebra del sistema educativo, con el consiguiente efecto que
tendrá en décadas sucesivas y las consecuencias inmediatas en la juventud.
— Te dicen que nuestra sociedad es más libre que nunca: te están
mintiendo. Una sociedad es libre cuando es segura. La seguridad es el
primer derecho humano, porque sin seguridad no pueden ejercerse ningún otro.
Tenemos un máximo histórico de ocupación en cárceles y de comisión de delitos y
faltas.
— Te dicen que el riesgo yihadista está “controlado”: te están mintiendo.
Lo que no te dicen es que, si bien es cierto, que España no es el país más
expuesto, sí que es cierto que es el más débil y el que tienen una menor
capacidad de resistencia ante el yihadismo (por la debilidad de su sociedad) y
una presencia islámica mayor (por tanto, mayor capacidad de contagio). Por lo
demás, el yihadismo no aparece por casualidad en Europa: viene de la mano de
pequeños delincuentes, jóvenes, inmigrantes de segunda generación, bruscamente
pasados al fundamentalismo.
— Te dicen que el analfabetismo ha desaparecido de nuestra sociedad: te
están mintiendo. Nunca como hoy, la sociedad española ha manifestado un
desprecio tan alto hacia la cultura, se ha alejado tanto de la Cultura y vive
de productos culturales “basura”. Si estos últimos 33 años indican algo es que
una sociedad ignorante puede ser más fácilmente manipulada que una sociedad con
capacidad crítica.
— Te dicen que nunca como hoy ha existido representatividad y libertad:
te están mintiendo. Si aluden a los “sindicatos”, hoy está demasiado claro que
unos sindicatos subvencionados y subsidiados no son más que comparsas que
firman lo que la patronal y el gobierno les ponen delante. Y si se alude a la
“sociedad civil”, lleva desintegrada desde el felipismo. La participación de
los españoles en círculos culturales, ateneos, asociacionismo de cualquier tipo
está en mínimos históricos.
— Te dicen que habrá una reforma constitucional: te están mintiendo.
La única reforma constitucional que podía haber era cuando PP y PSOE tenían 2/3
de los votos en el Congreso. Pero esta situación ya no se repetirá nunca más.
Las nuevas simetrías electorales alejan esa posibilidad. Y si la “reforma” se
realiza por consenso, está claro que la actual clase política no va a ceder en
sus privilegios porque la historia, nunca hasta ahora, ha registrado el caso de
un grupo social que se ampute a sí mismo prebendas.
— Te dicen que España está en el pelotón de cabeza de ciencia y
tecnología: te están mintiendo. Las consecuencias de la quiebra del sistema
educativo, alcanzan también a la Universidad. Ni una sola Universidad española
figura entre las cien más prestigiosas del mundo y, por lo demás, España tiene
una hemorragia de técnicos y científicos. Las mentes más brillantes de nuestro
país se ven abandonadas y abocadas a sueldos simbólicos como becarios, al paro,
o a emigrar a otros países.
Este es el panorama al que han
llevado 33 años de votar una y otra vez. Y este camino hacia el abismo, esta
“tormenta perfecta”, no era necesario recorrerlo: hubiera podido ser previsto,
hubiera podido ser evitado, solamente si hubiéramos tenido una clase política
capaz, eficiente, digna, honesta y responsable. A una clase política así si
hubiera valido la pena votarle, y si valdría la pena distinguir entre sus
distintos enfoques para apoyar a tal o cual sigla.
Votar es solamente una obligación
moral cuando existen siglas y candidatos dignos de ser votados, no cuando las
siglas siguen siendo las de siempre o las nuevas siglas, simplemente, llegan
con hambre atrasada y atraídas por los privilegios de los políticos.
— No podemos votar al PP aunque nos digan que es el “mal menor”
porque el PP tratará de pactar con el PSOE y porque el PP no es la solución
sino el problema.
— No podemos votar al PSOE porque recordamos todavía los desmanes del
felipismo y la estupidez del zapaterismo.
— No podemos votar a Podemos porque, como muestra su pacto con IU,
une a los resabiados de otros tiempos. Lo que fracasa en Grecia no triunfará
aquí,
— No podemos votar a Ciudadanos porque, los que vivimos la transición
ya tuvimos suficiente centrismo y ambigüedad.
— No podemos votar a los nacionalismos porque su estrecho horizonte
mental es propio de la rana de la charca y lo que hoy precisamos son punto de
vista integradores y ambiciosos.
— No podemos votar a las pequeñas opciones porque ni sus programas
están claros, ni disponen de clase política, ni tienen detrás sectores sociales
entusiastas que los apoyen.
DESEARÍAMOS VOTAR, PERO NO TENEMOS OPCIÓN.
3. Hoy sólo un incauto cree que su voto sirve para algo
Estas elecciones, concretamente,
no resolverán nada:
1) Se evidenciará la contradicción entre un sistema constitucional
diseñado para el bipartidismo imperfecto y el pluripartidismo actual.
2) Los resultados electorales harán inevitables las coaliciones. El
tiempo de las mayorías absolutas ha quedado atrás.
3) En España “coalición” equivale a “inestabilidad”. Sin olvidar que
los partidos políticos, no son homogéneos ni coherentes, sino que en su
interior están compuestos por fracciones e intereses contrapuestos a poco que
se sientan perjudicados por el reparto de poder.
4) La nueva situación de pluripartidismo redimensiona el papel de los
partidos nacionalistas que ya nunca más volverán a tener la misma
influencia que han tenido hasta ahora en el gobierno de la nación, vendiendo
caro su apoyo al gobierno de turno. Eso les inducirá a aumentar su radicalismo
nacionalista.
5) El gran problema de España es la crisis económica iniciada en 2007 y
reconocida a principios de 2009. Esta crisis se transformó pronto en crisis
social generando 6.000.000 de parados. Finalmente, y al persistir, derivó en la
crisis política que se arrastra hoy y cuya primera manifestación ha sido la
aparición de nuevas fuerzas políticas. Sin olvidar, la crisis cultural que se
arrastra desde los años 80 y la crisis de identidad aparecida a finales de los
90 con la llegada de 8.000.000 de inmigrantes. Por eso, la crisis política no
se puede resolver solamente mediante una reforma constitucional: hace falta
remontar el resto de los frentes de crisis.
6) Cuando nuestra crisis económica, crisis política, crisis social, crisis
cultural y crisis identitaria, coinciden en un momento concreto, a una
situación internacional tensa (estancamiento de la UE, fracaso de la
globalización con deslocalizaciones empresariales de norte a sur y de norte a
este, migraciones masivas de este a oeste y de sur a norte, crisis ecológica), lo que se tiene es una “tormenta perfecta”.
Más vale que el elector se dé cuenta de que ninguno de todos estos
problemas quedará resuelto por el resultado de la próxima votación. Para
resolver una crisis global como la que estamos inmersos hace falta cuatro
factores: estabilidad en el tiempo, planificación, desglobalización y gestores competentes.
4. ¿Qué va a salir de las urnas? Justo lo que te decepcionará
Hay que excluir coaliciones a
tres bandas como el absurdo que intentó Podemos, negociando a un lado con
Ciudadanos y por otro con el PSOE. Este tipo de declaraciones es el producto de
la falta de realismo y de práctica “pactista” de las diferentes fuerzas
políticas.
Hay que excluir también todo lo
declarado por los líderes políticos durante las campañas electorales: su
“optimismo positivo” afirmando que no les cabe la menor duda de que ellos y no
otros “ganarán”; su negativa a reconocer que les va a ser obligatorio pactar y
a revelar con quién; todos ellos saben perfectamente que deberán pactar y que
ninguno obtendrá la mayoría absoluta.
Podemos establecer dos parámetros
que facilitan el pacto: el “factor
contigüidad” (se pacta con la fuerza política situada más próxima) y el “factor generacional” (tendencia a
pactar entre partidos nacidos en las mismas fechas).
Si los partidos tienen en cuenta
el primer factor son posibles tres coaliciones:
a) Coalición de centro-derecha: PP+Cs
b) Coalición de izquierda: PSOE+Podemos
c) Coalición de centro-izquierda: PSOE+Cs
Si se atiende al factor
generacional las dos coaliciones posibles son:
d) La de los viejos partidos: PP+PSOE
e) La de los nuevos partidos: Cs+Podemos
Excluyamos esta última
posibilidad en la medida en que no existe contigüidad entre Cs y Podemos y el
pacto no sería comprendido por los electores de ninguno de los dos partidos,
especialmente por sus posiciones contradictorias y sin posibilidades de acuerdo
en materia de vertebración del Estado. Excluyamos, igualmente, la coalición de
centro-izquierda que carecería de escaños suficientes como para obtener la
mayoría parlamentaria suficiente.
Quedan solamente tres fórmulas:
la “gran coalición” querida por el PP desde el mes de diciembre y vista con
simpatía por la mayoría de barones del PSOE, la coalición de centro-derecha
cuyo único impedimento para Cs es la presencia de Rajoy y la coalición de
izquierda que llevaría al PSOE al borde de la ruptura interior.
No hay más. Así que ya sabes lo que se hará con tu voto.
5. ¿Para qué votar si ya sabes lo que espera?
Así pues, el elector, vote a quien vote, está obligado a tener que
soportar coaliciones con la presencia en el gobierno de aquel a quien no ha
votado, o mejor, aún, contra el que ha votado. Pero esto no es lo peor, el
elector tendrá, como resultado de su voto, consecuencias todavía peores:
a. Los programas del PP, PSOE y Cs, contienen elementos inequívocos que
conducen a profundizar en la línea emprendida desde principios de los 90:
liberalismo salvaje, privatizaciones y liquidación de los restos del Estado del
Bienestar. A esto se une, además, el programa económico de naturaleza errática
de Cs, probablemente su frente más débil.
b. Ningún programa de ningún partido propone una revisión necesaria del
Tratado de Adhesión a la UE, madre de todos los problemas de nuestra
economía, ni cuestiona, menos aún, la globalización. Y con estos dos factores
inalterados, nada, absolutamente nada, puede cambiar ni va a cambiar: el paro
estructural se eternizará y España seguirá siendo un país periférico y cuya
economía la mueva únicamente el sector turístico y los servicios.
c. Ningún partido propone una reforma constitucional que vaya más allá
de la absurda transformación del senado en cámara autonómica (cómo si cada
diputado o senador no representara
d. Ningún partido propone medidas concretas para superar la crisis
cultural (especialmente en materia educativa, en políticas de investigación
o en reordenamiento de la formación profesional, políticas de lucha contra las
toxicomanías, el revitalizar a la sociedad civil), o para superar la crisis identitaria (mayores exigencias para
conceder la nacionalidad a inmigrantes, posibilidad de privar de nacionalidad a
los que la hayan obtenido y luego vulneren sistemáticamente la ley, prioridad
nacional en todos los terrenos, estímulo a las parejas jóvenes para que formen
familias, estímulos fiscales a la natalidad, creación de un marco
socio-cultural favorable para la educación de las nuevas generaciones).
e. Ningún partido propone medidas radicales concretas para actuar
radicalmente contra la corrupción, contra los paraísos fiscales, lo que
implicaría también un cambio del paradigma judicial: lo que hace pensar que
ningún partido tiene, más allá de las declaraciones electorales, un verdadero
interés por acabar con los enriquecimientos ilícitos y con las sempiternas
comisiones ilegales por cualquier actividad de los organismos de la
administración que impliquen movimiento económico: trabajos públicos,
subvenciones, ayudas al desarrollo, etc.
f. Ningún partido dice en voz bien alta y clara que es preciso contener
de una vez por todas las migraciones que generan en toda Europa tensiones
étnicas, sociales y religiosas, y mucho más en un momento en el que el
mercado de trabajo no puede absorber a 4.000.000 de inmigrantes que
constituyen, en la actualidad, el mayor grupo subsidiado y el mayor lastre para
nuestra economía junto a la deuda pública. El yihadismo es un riesgo extremo
llegado con la inmigración masiva, pero no es el único riesgo.
Todos los partidos, sin
excepción, callan ante todos estos problemas. Su silencio no ayuda a la
sociedad. Decir algo contra las privatizaciones, contra el “papeles para
todos”, a favor de la familia o de la natalidad, expresarse contra la
globalización o contra el Tratado de Libre Comercio, todo esto constituye una
“vulneración de lo políticamente correcto”. Quien lo diga, no se verá
favorecido ni por los grandes consorcios mediáticos, ni por las subvenciones de
la banca. Sin embargo, es lo que precisa la sociedad.
6. Abstenerse es un derecho cuando votar es inútil
De esta contradicción entre lo que la sociedad precisa y lo que los
partidos políticos ofrecen, nace nuestro derecho a no votar.
No podemos ser por más tiempo
comparsas activos en la irresponsabilidad y en los fracasos sucesivos de la
clase política: si no hay políticos dignos de recibir nuestro voto, por los que
pueda ponerse la mano en el fuego y apoyarse sin ningún tipo de reservas
mentales, no acudamos a las urnas.
La hora o la hora y media que nos
puede llevar ir a votar, nos resultará más gratificante si la disfrutamos en un
bar con los amigos, con nuestra familia, meditando, leyendo un libro, yendo al
cine o disfrutando del verano recién iniciado en la playa o en la montaña. Y,
ante estas alternativas, ir a votar, es, sin duda, la actividad más inútil y
desprovista de sentido de todas las que podemos realizar el domingo 26 de
junio.
Lo hemos dicho al principio: QUEREMOS VOTAR, PERO NO TENEMOS A QUIÉN
VOTAR. Esperamos que esta sea la última vez que tengamos que afrontar esta
situación. Esperamos que un partido de carácter patriótico, social e
identitario irrumpa en España, como ha irrumpido en toda Europa. Mientras: LA ABSTENCIÓN ES LA ÚNICA OPCIÓN. No
puedes ser cómplice por más tiempo.
Si quieres apoyar a pequeñas opciones, debes de ser consciente de que
no sirve para nada: vas a perder hora u hora y media de tu vida, sin
recibir a cambio ninguna satisfacción.
Si quieres votar a los de siempre tendrás lo que siempre hasta ahora
has obtenido: decepción tras decepción, frustración tras frustración y ver
como tú sigues esforzándote y ganando el pan con el sudor de tu frente y la
clase política hace exactamente lo mismo: esforzarse en enriquecerse y vivir
con… el sudor de tu frente, no de la suya.
Si quienes votar a las nuevas opciones, mira lo que han protagonizado
en los dos últimos años: verás que no hay nuevo en ellas, nada salvo las
siglas y los rostros, el espíritu es el mismo que el de las viejas siglas, como
si la maldición del régimen de 1978 fuera ser corrupto y corruptor.
Si te abstienes harás algo para ti (destinar una hora de tu tiempo a lo
que te resulte más agradable). De ti depende mirar por ti y por los tuyos o
aupar a una clase política que nunca ha pensado en ti más allá de tu voto: para
ellos, no eres una persona, eres un simple voto que hay que capturar como se
capturan pececillos en una red.
Te dirán que no votar no sirve para nada, que quien calla otorga: una
vez más te están mintiendo. Cuanto más alto sean los niveles de abstención
menos legitimidad tendrán los gobiernos que surjan. Habrá políticos calentando
poltronas y repartiéndose el poder como hasta ahora: pero con menos apoyo
popular. Ya es bastante más de lo que hay hoy.
No votar hoy, supone hacer un alto en el camino: reconocer que las
cosas no están yendo bien en nuestro país. No es desinterés por lo que está
ocurriendo, sino denuncia y distanciamiento. Supone no querer ser cómplice.
Negarse a serlo una vez más. Supone, en definitiva, hacer lo que hace el tigre
en la selva: pararse y retroceder para saltar mejor. Porque eso, a fin de
cuentas, es de lo que se trata: pararse ante unas elecciones en las que se vote
a quien se vote, el ciudadano pierde, meditar y ganar tiempo para obtener las
mejores condiciones para crear un formidable movimiento patriótico, social,
identitario y euroescéptico al que poder apoyar en el futuro.
Tú decides, si perder el tiempo o
aprovecharlo el 26 de junio de 2016. Votar es una pérdida de tiempo, ser
cómplice, entregar tu voto a los que han destrozado a tu país y a tu sociedad. Abstenerse es decir ¡BASTA!
Barcelona, 16.05.2016