Querido Diario:
Albert Rivera debería de anunciar
hoy en Cádiz su proyecto de reforma constitucional que está envuelto en el
máximo de expectación. No sé por qué, pero me temo que ese proyecto va a ser insuficiente y, en
cualquier caso se tratará de una obra menor. Ciertamente Rivera
incorporará algún elemento necesario en el terreno autonómico, pero está
unánimemente aceptado que esta parte siempre ha sido la más manifiestamente
mejorable. El soberanismo catalán ha demostrado lo peligroso que es no dejar
bien atado el límite de los procesos autonómicos y la necesidad de que el Estado
recupere algunas competencias especialmente en materia de educación y sanidad
so pena de convertir España en un mosaico ingobernable. Pero hay un par de elementos que
Rivera no abordará y que nos parece el más importante de una reforma
constitucional: la disminución del poder de los partidos políticos y la reforma
corporativa del senado.
Nos explicamos: nunca una estructuras con tan
poca militancia y tan corruptas han tenido tanto poder. Si existe corrupción en
España es porque todo el poder, absolutamente todo, está en manos de los partidos
que actúan sin contrapeso alguno. La inexistencia de una división de
poderes efectiva hace el resto. Desde Platón se sabe que los políticos nunca
abordan iniciativas que puedan perjudicarles. No hay que perder de vista en lo
que se han convertido los partidos: ya no son bloques ideológicos, sino que han
pasado a ser agregados de intereses, ya no les une un programa, un liderazgo o
una doctrina, sino la mera posibilidad de gestionar en beneficio propio áreas más
o menos grandes de poder. Si
hay dos instituciones desprestigiadas en este país, una es sin duda los
partidos políticos, la otra, por supuesto, los sindicatos. Ambas, por cierto,
figuran entre las más y mejor subvencionadas.
Y luego está la reforma del senado: institución inútil e
innecesaria parece como si en lugar de liquidarla de una vez por todas,
existiera un común interés en atribuirle la quimérica misión de “cámara de las
autonomías” o “cámara territorial”. Tiene gracias que esta propuesta sea
compartida incluso por las derechas. Esperanza Aguirre, sin ir más lejos, la defendió
en su momento. Ahora es Rivera el que tomará el relevo. Pero un Senado
convertido de “cámara de la nada” a “cámara de las autonomías” es una
modificación tan pobre y tan inoportuna que produce escozor. En primer lugar,
se trata tanto de certificar la inutilidad del senado en su actual
configuración como del Estado de las Autonomías (el gran fracaso de la
constitución del 78). No se puede actuar como si nada y como si los estatutos
catalán, vasco, gallego y andaluz, más el café para todos que siguió,
constituyeran algo irrenunciable y vital, sin la cual se desnaturalizaría la
democracia. O se está en
contra del Estado de las Autonomías y a favor del Estado del Bienestar, este es
el verdadero problema a la vista de que ambos, económicamente son incompatibles
como ha demostrado 38 años de práctica constitucional.
No hay que olvidar, además, que los diputados presentes en el
congreso de los diputados, son elegidos por circunscripciones territoriales,
así pues representan a “territorios”, de tal manera que convertir al senado en
una “cámara de las autonomías” es una tautología. Y, sin embargo, es
rigurosamente cierto que se impone la desaparición del senado o bien su
transformación en una
cámara de la sociedad o “cámara corporativa”.
Una reforma constitucional de
altura implicaría una disminución del poder de los partidos y una efectiva separación
de poderes. Sean cuales fueren las intenciones originarias de los “padres de la
constitución”, lo cierto es que en el congreso el ciudadano está representado a
través de esos intermediarios devaluados que son los partidos políticos. El
senado actual es hoy un “bis” de esta representación y no cambiaría mucho si el
senador en lugar de representar a una provincia, representara a una autonomía.
Me gustaría saber la diferencia entre un diputado por las provincias de Logroño,
Murcia, Asturias o Cantabría y un senador representante de las comunidades
autónomas de Logroño, Murcia, Asturias o Cantabria.
Hemos dicho que la clave es quitar
peso a los partidos políticos. La forma más racional sería aboliendo la representación partidocrática
en el Senado y creando en esta institución un contrapeso a los partidos. ¿Cuál
es ese contrapeso? Obviamente, la sociedad: la sociedad está compuesta con
municipios, universidades, mundo de la cultura, ONGs, confesiones religiosas,
sindicatos, patronales, fuerzas armadas, colegios profesionales, organizaciones
juveniles, círculos culturales, fundaciones, asociaciones familiares,
movimientos sociales, etc, etc. Es a todo este universo en el que se divide la
sociedad para cumplir sus finalidades, el que debe de estar presente de manera
corporativa en el senado. Eso y no otra cosa: ¿Quién va a saber mejor
que el recto de una universidad las necesidades de la enseñanza superior? ¿Y
quién va a poder conoce mejor los problemas del mundo laboral que los
sindicalistas? ¿Qué mejor representante que un militar para plantear problemas
y necesidades de la defensa nacional? Y así sucesivamente. Ahora, cada uno de
estos estamentos cede a los partidos políticos la mejor o peor defensa de sus
intereses (ahora sabemos, después de 38 años de democracia) que los partidos
políticos lo mejor que representan son los intereses de sus clases dirigentes,
pero en absoluto los de la sociedad. Hace falta volver la mirada a la sociedad
y empezar a considerar que los partidos políticos no son el único canal de
representatividad en una democracia.
Y mucho nos tememos que la
reforma que propondrá Rivera será incolora, inodora, insípida y, seguramente,
estúpida. Un canto a la corrección político y un reclamo para su sigla que
aportará poco lustre a su sigla.
HAY UNA IZQUIERDA QUE CREE EN LOS EXTRATERRESTRES Y OTRA QUE FORMA
PARTE DEL FRENTE DE LIBERACION DE JUDEA DE LOS MONTY PITON
El espacio de izquierdas debería
ser, como mínimo, un tercio del espacio político, siendo los otros dos tercios
de titularidad del centro y de la derecha. Cada uno de estos espacios será más
o menos grande, pero la existencia de estos tres hace imposible que existen
otros más. Los únicos matices comprensibles estarían en los extremos del arco y
poco más. La derecha como la izquierda tienen una componente radical en sus
extremos. Eso es todo. Pero luego resulta que las cosas no son así.
La falta de una doctrina clara propicia el que en cada
uno de estos sectores existan distintos núcleos de intereses que, para
justificar su existencia y dignificarla, deben recurrir a sutiles
diferenciaciones. Entre una derecha conservadora y una derecha liberal y
entre una derecha progresista y una derecha democristiana, puede haber algún
matiz, pero no hasta el extremo de romper un partido en defensa de la propia
especificidad. Esto se ve perfectamente en el PP en el que matices de estos,
haberlos haylos, normal para un partido que aspira a cubrir el centro, la
derecha y la extrema derecha en una sola sigla.
En la izquierda ocurre algo completamente diferente. No
estamos hablando de un solo espacio político sino de un mosaico cada vez más
fragmentado. Y a medida que descendemos hacia sus franjas más radicales, el
mosaico casi parece una perdigonada. Hubiera parecido lógico que Podemos
a Izquierda Unida (que no son más que agregados de pequeños grupos e izquierda)
pactaran. Sin embargo, hemos visto como en donde debería de haber uno hay
cuatro (PSOE, IU, Podemos, Por la
izquierda), con sus baronías, sus confederaciones, sus versos sueltos y la
gente que busca montarse en caballo ganador como la ex secretaria de las
Juventudes Socialistas que después de crear Somos
Izquierda, apoyó a Baltasar Garzón y a Julio Anguita en su Por la Izquierda, para separarse a la
semana siguiente de la creación…
La fragmentación y el mesianismo
eran las características de los trostkystas de otros tiempos (en España
llegaron a coexistir a principios de los 80 hasta cinco formaciones trotskistas
a cual más sectaria y dogmática, cada una con la función preferencial de
excomulgar a las otras. Inevitable recordar el sketch de la Vida de Brian sobre
el Frente de Liberación de Judea y sus escisiones incontables y
desternillantes. En aquellos grupos existían quienes opinaban que había que
actuar dentro del PSOE practicando el entrismo y aquellos otros –los posadistas-
que decían que la guerra nuclear era inevitable y que solamente podíamos
confiar en los extraterrestres que serían, sin duda, posadistas, dado que para
llegar a la tierra tenían que tener una civilización muy avanzada y por ello sólo
podían ser marxistas y, dentro del marxismo, necesariamente serían trotskistas,
para concluir que el posadismo era la interpretación más completa del trotkysmo
y, por tanto, los marcianos serían posadistas.
Por increíble que pueda parecer
esto no es una caricatura sino algo que verdaderamente existió en los años 60. En el paradigma de la
racionalidad más absoluta, se había instalado la locura más galopante. Una vez
más, el sueño de la razón produce monstruos. Monstruosos y desunidos,
tal sería el mejor eslogan para una coalición de izquierdas.
¿CUÁL ES LA NACIONALIDAD DEL ALUNIZADOR DETENIDO? ¿PORQUÉ NO EXISTEN
DELINCUENTES AUTONÓMICOS EN LA “NACIÓN CATALANA”?
Han detenido a un fulano del que La Vanguardia dice que es de “nacionalidad española”… y añade, “vecino
de Barcelona”. Tiene gracia que un diario como La Vanguardia para el que dudar
de la existencia de la “nación catalana” es una muestra de locura y perversión del
pensamiento, solamente se acuerde de la Nación Española cuando alude a un delincuente.
Hubiera sido mucho más coherente con La
Vanguardia decir “se ha tenido a un
alunizador catalán”… sin embargo al delincuente se le atribuye la
nacionalidad cuya existencia se niega en beneficio de la catalana. En el catecismo nacionalista
catalán, todo lo malo ocurre en otro lugar, nunca en el propio e idílico vergel.
Esta es la primera parte de la observación. La segunda es todavía más curiosa.
Normalmente, cuando La
Vanguardia alude a episodios de delincuencia, la nacionalidad del
delincuente o, simplemente, no se cita, o se cita en el último párrafo.
Hace falta leer cuarenta líneas para saber que el delincuente era… marroquí,
pongamos por caso. Y si miráis en el histórico de La Vanguardia veréis que los subterfugios a los que llega este
diario tienen un punto de delirante, todo para eludir el hecho de reconocer que
la mayor parte de la delincuencia que opera en Cataluña pertenece a grupos
étnicos llegados de fuera. En ocasiones se juzga mejor no citar la
nacionalidad, ni tampoco el nombre, pero si las iniciales; en otras, se alude a
que el delincuente es “vecino de Barcelona”… para evitar que pueda ser
reconocido por su grupo étnico o por su nacionalidad de origen. Pero si el delincuente es de “nacionalidad
española”, el dato aparece, inevitablemente en el segundo párrafo.
En estos tiempos en los que el
fenómeno migratorio en nuestro país ya ha cumplido su vigésimo aniversario, y gracias al ius solis, ya hay delincuentes nacidos aquí y, por tanto, con
nacionalidad española, pero de padres llegados de lejos. Esto, al
parecer, también es algo que evita reconocer La Vanguardia siempre.
Todo esto nos sume en la duda más
absoluta. Si la norma
básica del periodismo es exponer una noticia definiendo el “qué”, “cómo”, “cuándo”, “quién” y “por qué”, La Vanguardia o elude el “quién” o lo enmascara como puede
(pobremente en la mayoría de los caos). No se crea que esto afecta solamente al
que en otro tiempo fuera el “diario bienpensante de la burguesía catalana” y luego
se convirtió en el boletín interno de CDC: es una práctica habitual en la
prensa española. La misma noticia del alunizador detenido la da El Periódico
añadiendo un dato interesante, el alias del detenido es “El Niño”… El ABC
añade que es un “delincuente multirreincidente”, sin añadir el nombre, y dice
que ha sido detenido solamente este año en 28 ocasiones. Si, veintiocho.
Y es mayor de edad: por lo que el nombre y la foto ayudaría mucho a entender la
noticia y las motivaciones del muchacho… El
Pais, va un poco más allá, después de redactar la noticia en los mismos
términos que La Vanguardia, añade el
nombre “Ricardo” y las iniciales “J.S.”…
Después de leer la noticia en
varios medios, todavía no tengo una idea muy clara de la personalidad del
detenido: me sorprende que se insista en su “nacionalidad española” y incluso
existen posibilidades de que sea español, aunque menos que sea hijo de
españoles. Paradójicamente, cuando
sí que no existen dudas sobre la procedencia del delincuente es cuando no se
añade este detalle, ni se dice nada de
su procedencia: entonces sí sabemos que es un delincuente de aluvión, llegado
con la inmigración masiva y descontrolada. En el “nuevo periodismo” la
redacción depende del Ministerio de la Verdad orwelliano.
EL PSOE PACTARÁ LA REFORMA LABORAL CON LOS SINDICATOS… COMO SI LOS
SINDICATOS FUERAN HOY POR HOY ASOCIACIONES QUE REPRESENTAN ALGO
Jordi Sevilla, “cerebro económico”
de Zapatero y el hombre que le enseñó las “cuatro reglas” de economía al
anterior presidente de gobierno, ha regresado de entre los muertos y vuelve a
cabalgar en la campaña electoral socialista. En una entrevista concedida a TVE1
fue claro: “Vamos a abolir la reforma laboral del PP. Toda”. Es como para echarse a temblar
porque existen posibilidades de que la reforma propuesta por socialistas decepciones,
no solamente a la patronal, sino también a los trabajadores. Se ve que
el tema es el “plato fuerte” del programa socialista.
Para demostrarlo, apenas
veinticuatro horas después de la declaración de Sevilla, Pedro Sánchez ha
anunciado que cualquier pacto que se haga se realizará pactándolo con los
sindicatos, que es como decir que la firma de los sindicatos va a costar tantos
millones en subvenciones y cursos de formación impresentables. ¿O es que a estas alturas
todavía hay alguien que tenga dudas en este país de que la carne de
sindicalista va barata?
Es grotesco que el PSOE siga sin atender a la
realidad: los sindicatos figuran entre las instituciones más desprestigiadas de
la nación, tiene menos credibilidad que la familia Pujol recibiendo un premio a
la honestidad. Pero, de entre todos los sindicatos, seguramente el que
se beneficia de una mayor aura de corruptelas es la UGT que en otro tiempo
fuera “sindicato socialista” (y que, por cierto, está próximo a su congreso).
El otro día cuando explicaba en
Costa Rica que la UGT y CCOO son sindicatos subvencionados por el poder, no se
lo creían: “quien paga, manda”. Los sindicatos españoles han firmado en los últimos 35 años los
acuerdos y resoluciones más antiobreras que les han puesto en las narices a
cambio de vender su alma al gobierno de turno. Salir ahora con una nueva
reforma laboral pactada con los sindicatos podía tener tirón electoral en un
tiempo en el que los sindicatos no estaban tan identificados como instrumento
mínimamente representativo (el número de afiliados a los sindicatos hoy es
menor que en 1936 para una población laboral varias veces mayor), pero hoy es
apenas una mala broma de monologuista de pocas luces.