Info|krisis.- Hace un año Podemos se presentaba como la más sólida respuesta al PP y al PSOE. Hace seis meses, Ciudadanos era la mejor alternativa de centro para los decepcionados del PP. Los analistas políticos observaban a Pablo Iglesias y a Albert Rivera con la curiosidad propia de quienes están llamados a desempeñar un papel histórico en la renovación de la lánguida y triste democracia española. Han bastado apenas dos semanas para que entre el electorado se levantaran las más serias dudas sobre la viabilidad de las “nuevas opciones”. Para muchos, el carpetovetónico “más vale malo conocido que bueno por conocer”, se vuelve a convertir en la opción más aceptable… Lo que no deja de ser triste.
Podemos y Ciudadanos han
perdido definitivamente la virginidad. Y en política, la virginidad no es algo
que se pueda reconstruir mediante un simple pase por el quirófano. La
constitución de los nuevos ayuntamientos y de los gobiernos autonómicos ha
demostrado muchas cosas en un espacio de tiempo excepcionalmente breve.
En primer lugar se ha observado
la falta de criterios sólidos para argumentar los pactos suscritos: Ciudadanos, por ejemplo, no ha tenido el
más mínimo empacho en pactar con el partido de la corrupción institucionalizada
en Andalucía y sin pedir mucho a cambio. ¿Qué ha ocurrido? Que su dirigente en
aquella región tenía hambre atrasada. Sabe que difícilmente revalidará alguna
vez los votos que logró acaparar sorprendentemente hace dos meses y que todo lo
que no obtenga hoy, le estará vedado para siempre. Es de los que se venden
barato. Porque Antonio Marín no es un hombre de partido, el partido, para él –como
para tantos otros, para todos los políticos democráticos nos atreveríamos a
decir– no es más que el vehículo para satisfacer sus ambiciones personales.
Rivera ya tuvo problemas a poco de saberse el resultado de las elecciones para
ocultar que la opción de “su hombre en Andalucía” no era otra que la de apoyar
al partido de la corrupción institucionalizada. Consiguió, apenas, retrasar la
formalización del acuerdo hasta pasadas las elecciones municipales. Pero, poco
importa cuando se pierde la virginidad: se pierde, eso es todo, y la misma
falta de virginidad tiene una muchacha desflorada accidentalmente que un putón
desorejado y sesentón.
En segundo lugar se han producido
pactos contradictorios: Ciudadanos
pactando con el PSOE en algunas comunidades y con el PP en otras, Podemos formando gobiernos de izquierda
aquí, pero negándose a ello en otras circunscripciones, e incluso tratando de
pactar –maravilla de maravillas– en algunos ayuntamientos como Villena (dando
lugar al primer tránsfuga de la legislatura), PP y PSOE mirándose a sí mismos y
comprendiendo que la “gran coalición” también es una opción si de lo que se
trata es de permanecer en el machito una legislatura más… Estos pactos
contradictorios indican que para las direcciones de estos partidos no existe
nada parecido a una “estrategia nacional”, sino que todo en ellos está al albur
de los pequeños dirigentes locales, la mayoría de los cuales nadie sabe ni de
donde han venido ni siquiera poseen un pasado político previo.
Y luego viene lo peor: la
solvencia moral y el “estilo” de buena parte de los cargos electos. La
democracia española despenalizó en 1983 el consumo de drogas… pero sus efectos en
política solamente han empezado a notarse 33 años después, cuando aquellos
niños que nacieron asumiendo que podían consumir cualquier sustancia, empiezan
a representar un porcentaje notable de la sociedad, suficiente, no solo para
ser considerados como “grupo de presión” sino para aspirar (y nunca mejor
dicho) a ser ellos mismos electos. De la
misma forma que en Bolivia, país de mayoría indígena, jamás volverá a haber un
presidente que no proceda de cualquiera de las etnias andinas, en esta nuestra
pobre España, será difícil que en las instancias representativas se sienten
cargos con la lucidez y la claridad mental suficientes que da el no alterar la
química del cerebro con cualquier alcaloide. Han sorprendido algunas fotos,
declaraciones, tuits y algunos gestos de los primeros electos de Podemos. No hay duda: si no iban colocados es que en su tejido adiposo
todavía albergaban demasiados restos de THC como para poder actuar como alguien
no alienado por este alcaloide.
Es normal, no solamente que las
expresiones de júbilo de algunos de los nuevos cargos electos haya evidenciado
consumos que nublan el cerebro, como normal es que muy pronto se haya
evidenciado que otros tienen una irreprimible tendencia por los menores y
otros, pura y simplemente, se ganan la vida trapicheando
con drogas. Es evidente que Podemos
es algo más que estas anécdotas resaltadas por la derecha, pero también es
evidente que el clima de permisividad, de relativismo moral, de ausencia de una
ética definida y de pasotismo ante lo
que el zapaterismo llamaba “ingeniería social”, no figura precisamente entre
los mejores activos de Podemos, sino
entre lo más problemático que viaja en sus alforjas… algo de lo que esta
formación no tienen ni la más remota posibilidad de liberarse.
Y luego está la aceptación a la
corrección política más conformista. Ciudadanos
ya se identificó como el mejor “cazador de brujas” de la democracia, expulsando
de sus listas a una docena de antiguos miembros de formaciones de
extrema-derecha (ninguno de los cuales, por lo demás, había ocupado
responsabilidades relevantes, sino que en su mayoría eran nombres de relleno
que suelen colocarse en las formaciones de extrema-derecha para completar listas).
Pero el problema es que en esas mismas listas figuraban otros nombres que, a
diferencia de los ultras, procedían de partidos que han ido gobernando en estos
últimos años en este país y generando directamente todos los problemas –la corrupción
el primero de todos ellos– contra los que Ciudadanos
dice combatir. Ninguna medida punitiva se ha tomado contra ellos… evidenciando
que las “marcas blancas” del régimen tienen los mismos comportamientos que la “vieja
banda de los cuatro” y que la “lucha contra la corrupción” es sobre todo un
eslogan electoral.
En Podemos, tal aceptación de la corrección política es todavía más
peligrosa. La vieja idea habitual entre la izquierda de que alguien que está
preso es, en principio, una “víctima del sistema” más que un criminal, sigue
vigente como en aquel PSOE de los primeros tiempos de la democracia cuando
impuso que desapareciera la “cadena perpetua” de la constitución. Hoy, para Pablo
Iglesias, un chalado detenido en plena calle con explosivos, con antecedentes
por violencia, se convierte en un “preso político”, aprovechando, de paso, para
elevar a la categoría de “presos de conciencia” a los 500 matarifes de ETA que
purgan por casi un millar de asesinatos. No es raro que Manuela Carmena fuera
la jueza más tolerante con el fenómeno etarra mientras estuvo en ejercicio.
En realidad, la Carmena poco
después de ser investida ya “revisó” su programa de gobierno y explicitó que
buena parte del mismo no podría llevarse a cabo. Esta nueva situación se ha
evidenciado en todos los ayuntamientos en los que gobierna gente del entorno de
Podemos, mediante el cambio de la
bicicleta por el coche oficial en apenas 48 horas, perífrasis simbólica de una “metanoia”
(cambio radical de conciencia) realizado con apenas jurar el cargo.
Mucho más importante que todo esto,
incluso, es la experiencia de los nuevos cargos electos y su capacidad de
gestión al frente de ayuntamientos que manejan en ocasiones cientos de millones
de euros. No nos engañemos: es nula. Y lo peor: nada en su historial
profesional hace presagiar algo bueno. Incluso los que tienen una titulación
universitaria, apenas han ejercido sus profesiones. Y muchos son producto
directo de la quiebra del sistema educativo. Incluso de la haraganería pura y
simple. Inevitable referirse al “Kichy”, flamante
alcalde de Cádiz del que no dudamos que dará mucho que hablar y ofrecerá
suculentos titulares a la derecha. No es
el único.
Tampoco es que veamos mucha
profundidad crítica en toda esta fauna. ¿Se sabe algo más de Ada Colau aparte
de que se opone a los desahucios? ¿Hay algo que indique que es consciente de
los mecanismos de la globalización más allá de cuatro ideas sacadas malamente
de documentales de Naomi Klein o de Michael Moore y muy poco elaboradas? ¿Puede
estar tranquilo el ciudadano barcelonés en que después de los sucesivos
destrozos ininterrumpidos en los últimos 25 años de ayuntamientos socialistas y
convergentes, Ada Colau (socia por lo demás de ERC, co-responsable de haber
convertido BCN en un estercolero) logrará otra cosa que no sea convertir a BCN
en la capital europea del porro y de los clubs del cannabis, meca de okupas y
polo de atracción de inmigrantes y carteristas? ¿Alguien duda que la decisión
más importante de la Colau en los años venideros será el jactarse de haber
construido en la otrora Ciudad Condal, la mezquita más grande de Europa? A la
Colau solamente le quedan ahora cuatro años para sorprender a los últimos
barceloneses que quedan en la ciudad y decepcionar a su afición. Y no dudamos
que conseguirá ambas cosas utilizando solamente su espontaneidad característica
y sin mucho esfuerzo. Sus socios de gobierno pondrán el resto. Carmena, por su
parte, es de otra pasta, de aquella vieja izquierda resentida que volverá a
estimular el tema de la memoria histórica hemipléjica, mientras llena el
ayuntamiento de enchufados y consabidos nipotes. De momento, lo menos que puede
decirse, es que ya ha empezado a recorrer esta senda.
La culpa no es de ellos, ni
siquiera del electorado que, a fin de cuentas, ha creído votar a las mejores
opciones harto de que “los de siempre”
sigan haciendo “lo de siempre”. El
electorado, siempre es el perpetuo engañado, el convidado de piedra cuya
función es votar, callar y soportar las consecuencias de su voto. Nada ha
cambiado, pues. Los verdaderos culpables de que se haya producido un vuelco
electoral y la decantación del voto hacia opciones dirigidas por insolventes
que han colocado a “presuntos inútiles” en puestos clave, son los partidos que
han gobernado de manera desastrosa el país durante los últimos 38 años
(centro-derecha y centro-izquierda), ninguno es más inocente que el otro, ambos
son culpables solidarios del desastre educativo, de la desintegración social,
de la decadencia de las costumbres, de la falta de cohesión de nuestra
sociedad, de la centrifugación nacional. ¿Qué se le puede reprochar al
electorado que, en el fondo, es víctima y que no es más que aquellos en lo que
lo han convertido PP y PSOE?
Venimos repitiendo desde hace
meses que lo que se ha instalado en la política española es la inestabilidad y
la atomización. La constitución de los nuevos ayuntamientos y la formación de
los gobiernos en las comunidades autónomas, confirma que teníamos razón: no es
que las nuevas opciones estén aquí para reparar los destrozos generados por las
antiguas, sino que a las ya existentes se van a sumar el producto de la falta
de experiencia, el utopismo de baja estofa, el relativismo a veces enmascarado
con aires de pedantería intelectual, y el resultado de aplicar las “nuevas
ideas” de ingeniería social. Estaremos, en definitiva, un poco más cerca del
caos.
Cabría decir aquello que ya
estableció Lenin: “cuanto peor, mejor”.
Pero no. La frase de Lenin podría tomarse en consideración solamente cuando
existían élites o soluciones de reemplazo. No ahora, en una situación como la
española, en la que cabría decir, parafraseando al apergaminado bolchevique: “cuando peor, más directos al caos”.
Porque, de momento, reconozcámoslo, no hay alternativa.
© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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