Info|krisis.- La “crisis catalana” ha llegado a su última fase. Artur Mas ha
demostrado ser el típico político suicida capaz de llegar hasta el final de su
insensata aventura por el mero interés en destruirse y destruir a su partido.
En esta recta final del drama soberanista vale la pena apuntar algunos
elementos que apenas han sido mencionados o que, simplemente, se han ignorado
desde el inicio de la crisis. Así pues vamos a “analizar a martillazos” lo que
está pasando en Cataluña, recordando algunos elementos puntuales –pero no por ello menos importantes–
difíciles de integrar en análisis orgánicos, que esperamos ayuden a comprender
lo que ha pasado en Cataluña y lo que va a pasar. Creemos que estos apuntes de
síntesis pueden servir para interpretar lo que está ocurriendo en Cataluña y
determinar un poco mejor las responsabilidades.
1. Derecho de autodeterminación, derecho a decidir, no son aplicables
al “proceso catalán”.
Tales son las dos
reivindicaciones centrales del nacionalismo soberanista: el derecho a decidir y
el derecho de autodeterminación. Tienen razón los “estatalistas” cuando dicen
que Cataluña ya ejerció su derecho de autodeterminación cuando votó la
constitución de 1978 y tienen razón también cuando dicen que “la soberanía
reside en el pueblo español”… Claro, pero esta argumentación parece
excesivamente leguleya: no se puede defender la unidad de una nación y lo que
implica (su destino, su misión histórica, su proyecto) con argumentos de este
tipo: “España” está muy por encima, de la “constitución”; a fin de cuentas,
España ha tenido todas las constituciones, leyes fundamentales y “ordeno y
mando”, que se han ido sustituyendo una tras otra. Presentadas todas como
“eternas e inalterables”, apenas han durado unas décadas o incluso unos meses. España
como reino dura desde el período visigodo. Hispaniae, como unidad geopolítica
es anterior incluso. Así pues, podría ocurrir que lo que se votó en 1978… hoy,
fuera algo muerto, en estado de putrefacción o agónico en el mejor de los
casos. Y este es el problema: que la constitución española, cerrada en falso en
1978, quedó pronto avejentada en los años 80, se mantuvo porque los dos pilares
políticos en los que se sostenía (centro–derecha y centro–izquierda) gozaron de
buena salud. Pero hoy, tanto PP como PSOE han iniciado una fase descendente que
permite augurar que difícilmente sobrevivirá un sistema ideado para el bipartidismo
imperfecto en una nueva situación de fragmentación de las opciones políticas y
entrada de varias más en el parlamento. El “derecho a decidir” en tales
condiciones habría que enunciar de otra manera: “derecho a decidir… de nuevo”.
Y en esta reformulación se percibe tanto la debilidad de las posiciones
constitucionalistas a ultranza (Rajoy e incluso la de los nuevos
constitucionalistas al estilo de Ciutadans) como la de los soberanistas.
2. El nacionalismo no tiene
más base que la que él mismo ha pre–fabricado
El “derecho de autodeterminación”
hoy vinculado a aquellos pueblos que hace entre 50 y 70 años accedieron a la
independencia después del período de colonización europea iniciado en el XIX y
concluido a mediados del siglo XX…, no parece que sea el concepto que mejor
encaja con una región como Cataluña que ha gozado de un alto grado de autonomía
y de descentralización administrativa y que, por lo demás, nunca ha sido una
zona colonizada, ni tampoco una entidad independiente. El territorio geográfico
sobre el cual están hoy asentadas las cuatro provincias catalanes, fue el de la
Hispania Citerior, a la Tarraconense, al Reino Visigodo de Toledo, a la Marca
Hispánica, a condados catalanes feudatarios del Imperio Carolingio o de la
Corona de Aragón, a la Corona de Aragón, a las Españas, a la España unitaria de
los borbones, y así sucesivamente… Ni ha sido una “nación” (concepto que
aparece en las postrimerías del siglo XVIII, sustituyendo al “reino”), ni ha
formado parte de una “federación catalano aragonesa” (que solamente ha existido
en la “historia imaginativa” de Cataluña ideada por la Generalitat y por las
mentes calenturientas de los nacionalistas), ni ha sido independiente jamás (la
autonomía de los condados catalanes era relativa en tanto que eran feudatarios
de otras entidades y no puede ser equivalente a ningún concepto moderno),
incluso tiene problemas de definición (los Països Catalans son otra ficción
geopolítica en la que el “centro” catalán nunca ha preguntado a las “partes” lo
que opinaban y la “nación” de Salses a Guardamar y de Fraga a Mahón, genera
carcajadas de conmiseración). Lo catalán es, como máximo, una “nacionalidad”,
solamente si atribuimos a esta palabra un contenido concreto: nacionalidades
eran en el medievo las distintas partes de las que se componía un reino, dotadas
de algunos rasgos característicos propios. En Cataluña el único “rasgo”
diferencial es el idioma. El resto ha sido construido por el nacionalismo desde
el último tercio del siglo XIX. Incluso, lingüísticamente, está unánimemente
aceptado que el catalán es una lengua “hispano–romance”, en absoluto “galo–romance”
como pretendían los primeros doctrinarios nacionalistas, con todo lo que ello
implica. En cuanto a la “raza catalana”, nuevamente suscita sonrisas. En cuanto
a los elementos de la cultura catalana, si excluimos a los que fueron creados ad hoc por los Maragall y los Verdaguer
en el XIX, los encargos que el Conde de Güell pagó para que le construyeran una
“cultureta” a medida, y algunas huellas residuales de carácter antropológico
(la misma barretina no era sino el gorro de los marineros de toda la cuenca
mediterránea, utilizada hoy incluso en Portugal), lo que queda no está muy
diferenciado de la cultura castellana. La Cataluña de la Generalitat, con su
historia, su folklore, incluso con su lengua, es una construcción nacionalista
inexistente que se ha asentado sobre un “hecho diferencial” construido por los
teóricos nacionalistas y elevado a dogma mediante 36 años de ejercicio del
control sobre la educación, los medios de comunicación, la sociedad civil,
realizada por el nacionalismo a través del entramado de la Generalitat.
3. Las naciones no se crean ni se destruyen mediante votaciones
Una nación no nace de una
votación en la que una parte obtiene el 51% de los votos sobre la otra que se
queda con el 49%. Si alguien ha creído que las naciones nacen como quien
fabrica churros tiene un pobre concepto de lo que es una “nación”. Las naciones
son el resultado de procesos históricos muy complejos y prolongados en el
tiempo. Pensar que una generación, en un momento dado de la historia –como es
el caso actual- a causa de una crisis económica, puede votar y “crear” una
“nación”, es una concepción infantil e ingenua de la historia. Es evidente que
los últimos gobiernos españoles han acometido políticas económicas y sociales
desastrosas, que han sido receptáculos de corrupción y de mala gestión… y que
la Generalitat de Catalunya no ha sido, durante este tiempo, nada más que la
fotocopia reducida de lo que ocurría en España. Cataluña ha estado y está a la
cabeza de la corrupción en el Estado Español, si bien es cierto, que en dura
lucha con Andalucía. El nacionalismo catalán en 1978 contribuyó a crear un
régimen de bipartidismo imperfecto en el que se aseguraba un papel decisivo
para él mismo, al margen de su importancia numérica dentro del Estado. Tal
sistema fue aceptado por el centro-derecha (ayer UCD, hoy PP) y por el
centro-izquierda, que se aseguraba el poder gobernar a cambio de transacciones
con los nacionalistas, en caso de no obtener mayorías absolutas. Pero la clase
política catalana no es esencialmente diferente de la del resto del Estado, ni
los niveles de ineficiencia política y corrupción, son inferiores en Cataluña
al resto del Estado. Por otra parte, una nación no puede destruirse por una
votación, esto es por un estado de opinión que comparte en mayor o menor medida
una generación. Una nación, tanto para su construcción como para su
destrucción, es superior al mero cálculo numérico de unos votos que responden
solo a un estado de ánimo en un momento concreto. Nada importante en la
historia se ha hecho votando. En realidad, puede decirse que las mayores
locuras históricas se han hecho, precisamente, a través de los votos. En muchos
casos el “derecho a decidir”, ha implicado la segura elección de la peor de las
opciones posibles (no hay más que constatar que las auténticas catástrofes
políticas de Cataluña –los Pujol, los Maragall, los Montilla- y de España –los
Felipe, los Aznar, los Zapatero, los Rajoy- han sido elegidos en votaciones
irreprochablemente democráticas… como para atribuir un “valor histórico” para
el “derecho a decidir” mediante un voto.
4. La Generalitat de Cataluña ha monopolizado el poder durante 36 años
con el visto bueno de UCD, del PP y del PSOE, corresponsables de la actual
situación
Ha controlado y marcado a los
medios de comunicación social, los ha comprado al peso con su particular
régimen de subvenciones, ha controlado absolutamente toda la vida cultural en
Cataluña utilizando el mismo sistema; ha condicionado absolutamente la
educación instalando una estrafalaria “historia nacional” que abochorna a los
amantes, profesionales y conocedores de la historia, llegando a crear ficciones
históricas como la “federación catalano–aragonesa” para evitar aludir al Reino
de Aragón o considerando que el 11 de septiembre de 1714 murió la “Catalunya
independent”, cuando lo que se dirimió entonces fue un pleito dinástico en
detrimento de los austriacistas y en beneficio de los borbónicos. Ha repartido
subsidios, subvenciones y sobornos para mantener callados a unos y estimular a
los otros… Y eso ¡durante 34 años! Estas condiciones son sólo comparables a las
creadas por Marruecos en el antiguo Sáhara Español… condiciones que impiden que
pueda celebrarse un referéndum en condiciones de igualdad. Si 40 años de
trasvases de población han hecho imposible incluso la elaboración de un censo
en el Sáhara para establecer quién es verdaderamente saharaui, en Cataluña, 34
años de imposiciones de todo tipo por parte de la Generalitat han falseado por
completo el panorama político, social y cultural de Cataluña. Y en tales
condiciones pensar en que puede plantearse un referéndum “equitativo” y “justo”
parece aventurado. Para que pudiera convocarse un referéndum en tal situación
sería preciso que, al menos durante una década, se restableciera la libertad de
educación en Cataluña, se aboliera la inmersión lingüística, y la Generalitat y
sus departamentos subsidiaran por igual a medios de comunicación al margen de
la lengua en la que se elaboraran. Obviamente, la Generalitat nacionalista
jamás aceptaría un referéndum en estas circunstancias.
5. Uno de los aspectos más hundidos en Cataluña es el sistema educativo.
Gracias a ese sistema quebrado ha sido posible “fabricar” generaciones
predispuestas a aceptar acríticamente al soberanismo.
Y esto a pesar de que la
Generalitat ha tenido las manos libres para decidir el sistema que quería
implantar en las escuelas catalanas, sin ningún tipo de cortapisa. La inmersión
lingüística puesta en marcha a finales de los años 80 ha demostrado a las
claras cuál es el límite de la catalanización: los jóvenes con menos de 23 años
se han educado ya en ese sistema absolutamente discriminatorio, injustificable…
pero que hace tiempo que ha llegado a su límite. En realidad, en los últimos 15
años, los niveles de utilización del catalán, lejos de aumentar, van
disminuyendo. Los que hemos vivido una parte importante de nuestra vida en
Cataluña sabemos que hoy se habla mucho menos catalán que hace 50 años. Incluso
los niveles de utilización del catalán en la enseñanza universitaria van
descendiendo paulatinamente. Apenas el 35% de los habitantes de Cataluña
utilizan regularmente el catalán en sus comunicaciones cotidianas. Hoy el
catalán es una lengua subvencionada y sobreprotegida por la Generalitat. El
nacionalismo ha hecho del catalán la punta de lanza de su política de
catalanización de la región, aspirando a un plano de igualdad con el
castellano. Pero es difícil poder competir con una lengua hablada por más de
400 millones de personas y que en apenas 25 años hablará prácticamente todo el
continente americano. De ahí que la Generalitat haya optado por eliminar y
liquidar el uso del castellano en Cataluña.
6. En Cataluña existen dos identidades que no están necesariamente
enfrentadas.
Quienes se identifican y
comparten la identidad española y quienes se identifican y comparten sólo la
identidad catalana. Lo normal hubiera sido, que a partir de los años 80, los
ciudadanos pudieran elegir el tipo de identidad en el que querían que se
educaran sus hijos. Esto es todavía más necesario en el momento en el que
existe en la actualidad una gran movilidad laboral y es frecuente que alguien
nacido en Cataluña deba por cuestiones laborales desplazarse a otra región
española y viceversa. Pero la Generalitat se ha preocupado de instalar barreras
lingüísticas que dificultan este tipo de prácticas. Para alguien abierto y
tolerante, es evidente que las dos identidades que coexisten en Cataluña (y que
en buena medida están fundidas) son contiguas y no tienen por qué entrar en
conflicto. Pero esta concepción es la que el nacionalismo excluyente no puede
aceptar: para él, Cataluña debe ser, no solamente presentada como antitética
con “España”, sino serlo de manera maniquea. Si aceptara que las dos
identidades pueden convivir, renunciaría por ello mismo al tan cacareado
“factor diferencial” y a la aspiración de todo nacionalismo de aplastar a
cualquier otra muestra de pervivencia de otra nación es su propio territorio…
7) La Generalitat ha generado el conflicto lingüístico intentando
eliminar de la vida pública el castellano y negándose a considerar la realidad
de la existencia de dos comunidades lingüísticas.
La doctrina de la Generalitat
nacionalista implica afirmar que
todo aquel que vive en Cataluña solamente PUEDE tener una identidad lingüística
(y, por tanto una identidad nacional según el “principio de las nacionalidades”
para el que todo grupo humano que tiene una lengua propia es una “nación” y,
por tanto, tiene derecho a la independencia…), única y obligatoria, promovida
desde la administración, la única que tiene cabida en los medios de
comunicación autonómicos e incluso dotada de censores lingüísticos que velan
por su pureza y por su hegemonía absoluta. Es curioso que mientras RTVE
mantiene programación en catalán, RTVC no tenga ni un solo programa en
castellano en los distintos canales de radio y de televisión (a menudo ultra
deficitarios) y que incluso se negase a que la señal de la TV valenciana,
mientras existió llegara a Cataluña en la medida en que, aun teniendo
programación en valenciano no podía estar controlada políticamente por el
nacionalismo catalán… Todo esto indica que el nacionalismo catalán excluye
completamente la idea de coexistencia de las dos identidades y aspira, pura y
simplemente, a que la catalana haga desaparecer a cualquier otra.
8. La inmigración masiva islamista contribuye todavía más a embrollar
el “problema catalán” o, mejor dicho, el problema generado por el nacionalismo.
La idea de Pujol era que si
llegaba a Cataluña inmigración andina no se esforzarían en hablar catalán
porque podrían comunicarse perfectamente en castellano, pero, en cambio, si
llegaba inmigración magrebí, aprenderían catalán para comunicarse… El resultado
ha sido, no solamente la llegada masiva de magrebíes, sino también de
paquistaníes y subsaharianos, haciendo de Cataluña la región de España en la
que existe una comunidad islamista más densa. Un vistazo rápido por las calles
de las ciudades catalanas indica que la optimista previsión de la Generalitat
se ha demostrado falsa: los recién
llegados y sus miles de hijos que van naciendo en Cataluña, lejos de integrarse,
refuerzan cada vez más sus lazos identitarios. Ni existe, ni se espera un
“islam catalán” como creía Carod Rovira y los espíritus ingenuos del
“tripartito”: no ha aparecido ni un solo islamista que abandonara el árabe en
beneficio del catalán. El árabe es la lengua sagrada hablada por Dios en la que
está escrito el Corán… el catalán es una lengua ocasional que se habla
especialmente para decir un subsidio, una subvención, una beca de comedor, o
para acudir a la seguridad o a la asistencia social. Fatalmente, quienes se
erigían en defensores de la “identidad catalana”, desde el nacionalismo
soberanista, han terminado siendo los que han deteriorado más gravemente tal
identidad, en un acto criminal que no ha tenido parangón en lugar alguno de
Europa: a diferencia de en Europa en donde los islamistas han llegado por
iniciativa propia, en Cataluña ¡han sido invitados a instalarse masivamente!
Para ello, Pujol envió a Ángel Colom i Colom, ex-ERC, como “embajador” de la
Generalitat a Rabat para canalizar tales
flujos…
9. Hoy, existe un Islam en Cataluña (no un “Islam catalán”) que se
configura como tercera “identidad” presente en aquella región
Pero esta identidad es
completamente diferente a las otras dos: mientras la identidad catalana y la
española son identidades “contiguas”, mientras son lenguas hispano–romances
(como admiten todos los especialistas), y mientras no existen más tensiones
entre Cataluña y el resto de España que las creadas por el nacionalismo… en
cambio, la identidad catalana y la identidad islámica están separadas por una
brecha antropológica, religiosa y cultural insalvable. En Cataluña,
desengáñense nacionalistas y soberanistas, no se va a lograr lo que no se ha
podido alcanzar en lugar alguno de Europa: la integración de la masa islámica
en la sociedad regional, por mucho que se la alabe, que se la subsidie o que se
ceda ante ella. Tales actitudes –las asumidas en Cataluña por la Generalitat–
son la muestra para los islamistas de que se pueden presionar más. Ante el
islamismo, ceder un poco es capitular mucho. Esta “tercera identidad”, amenaza
a las otras dos: porque, no sólo la identidad catalana, sino también la
castellana, están separadas por el mismo abismo insalvable de la islamista. El
gran error de la Generalitat es considerar que los islamistas se van a integrar
con la misma facilidad que se integraron en la sociedad regional andaluces,
extremeños, gallegos, etc, procedentes de regiones del Estado Español. El gran
error de la Generalitat nacionalista ha sido no distinguir entre “grupos
sociales contiguos” y “grupos étnicos con los que existen abismos
antropológicos y culturales”. El mismo énfasis puesto en que la inmigración
islamista votara en el non nato
referéndum del 9-N indica el error de perspectiva, la ignorancia de la realidad
de lo que es la inmigración y de cuál es la integrable y la no integrable y la
mano tendida hacia los que no tienen más interés que islamizar Cataluña y
aplicar la sharia en el plazo más breve posible.
10. Por cada nacimiento de un autóctono en Cataluña, nacen algo más de
tres hijos de inmigrantes.
En las actuales circunstancias y
no digamos dentro de 10 años, la independencia de Cataluña es completamente
imposible porque la sociedad catalana (y muy específicamente, el grupo
lingüístico específicamente catalano–parlante) tiene unas tasas de natalidad
que apenas llegan a 1 (mientras la tasa mínima de reposición es 2,2). Desde
1999 cada 1 de enero, los medios reconocen que el “primer bautizado” en las
cuatro provincias catalanas, es siempre, inevitablemente, hijo de inmigrantes.
Para colmo, Cataluña, además, carece de defensa contra una revuelta de la
inmigración islámica. El propio ayuntamiento de Barcelona no pudo hacer frente
a disturbios organizados en el Barro de Sans por una santa alianza de okupas de Can Víes y magrebíes
residentes en aquel barrio, cediendo bochornosamente a las presiones y
violencias. Podemos imaginar lo que ocurriría en caso de revuelta generalizada
de la comunidad islámica. Una Cataluña independiente tendría muchas más
posibilidades de integrarse en la Liga Árabe que en la Unión Europea. La
diferencial demográfica es la peor pesadilla de una Cataluña independiente y
determina el futuro de esa comunidad autónoma, tanto si sigue vinculada al
Estado Español, como si realiza el proyecto soberanista. La diferencia entre
una y otra situación es que Cataluña independiente no contaría con nadie más
que con los Mossos d’Esquadra para
contener a un islamismo insurgente. Vinculada al Estado Español este riesgo quedaría
conjurado de partida. A no olvidar que en 1909, durante la Semana Trágica, la
alta burguesía catalana que espoleaba el independentismo, tuvo que dar marcha
atrás cuando percibió que la clase obrera estaba en otras posiciones y su única
defensa era el Ejército Español. Algo más de cien años después, la situación se
repite: ya no hay “clase obrera española”… pero sí hay inmigración masiva.
Cataluña está indefensa ante una intifada similar a la que ocurrió en Francia
en noviembre de 2005.
11. La lengua catalana corre el riesgo de desaparecer.
De hecho, si hoy dejara de estar
subsidiada, si el nacionalismo debiera abandonar un día el Palau de la
Generalitat, si la legislación sobreprotectora del catalán quedaba desechada,
el catalán correría el riesgo de desaparecer en apenas una generación. El
catalán sobrevivió a cuarenta años de franquismo y en determinadas zonas se
hablaba más catalán entonces que ahora: sobre vivió porque era una lengua
propia de determinadas zonas y grupos de población. Y conste que nunca estuvo
prohibido, sino simplemente que no fue lengua oficial. Se imprimieron libros en
catalán desde 1940, hubo semanarios en catalán desde mediados de los años 60.
Lo que no estaba era subvencionada. El nacionalismo lo que ha hecho ha sido,
justo lo contrario: intentar liquidar la utilización del castellano, cuando lo
normal hubiera sido ofrecer a la ciudadanía la posibilidad de elegir entre dos
líneas de enseñanza: en catalán y en castellano, que dependen mucho del
proyecto de vida que se forje cada familia. Pero la lógica y el sentido común
tienen poco que ver con el nacionalismo siempre excluyente. No se puede forzar
a los pueblos a adoptar aquello que no desean, mediante simples estímulos
económicos (subvencionar sólo lo hecho, publicado, escrito y difundido en
catalán), prohibiciones (prohibición de rotular y etiquetar en castellano en
Cataluña) o castigos (multas lingüísticas y censores lingüísticos en medios de
comunicación). La lengua es una de aquellos elementos en los que la sociedad
manifiesta sus preferencias y una administración ni puede, ni tiene el derecho,
ni debería permitirse que falseara la “libre concurrencia” lingüística.
12. El concepto de co-oficialidad lingüística que mantienen nacionalistas
y soberanistas es uno de los aspectos más grotescos del soberanismo.
Como se sabe la “co-oficialidad”
lingüística solamente rige “más allá del Ebro”, no en Cataluña en donde la
única lengua a utilizar por la administración autonómica es el catalán. Algunos
portavoces del nacionalismo y del soberanismo han sorprendido diciendo que en
Madrid es donde debe practicarse “co-oficialidad”; no en Cataluña. Se han
quejado de que en Canarias o en Sabiñánigo no haya impresos a disposición del
público para poder realizar quejas… en catalán. Este simple hecho demuestra que
la “descentralización” y el “Estado de las Autonomías” han sido abordados de
manera muy diferente por los nacionalistas catalanes y por los partidos
estatalistas. Mientras que estos últimos, a finales de los 70 y principios de
los 80, se hacían eco de una exigencia muy extendida de descentralización de la
administración estatal en las regiones, los nacionalistas consideraban que tal
descentralización suponía la posibilidad de abolir el peso, el poder y la
presencia del Estado en Cataluña, creando una administración paralela. No
existía de ninguna manera el concepto de “jerarquía” (el todo, el Estado, es
superior a sus partes, las Autonomías) y ni PP, ni PSOE se preocuparon nunca de
recordárselo al nacionalismo ni al soberanismo. Aquellas aguas, hechas de
ambigüedad y medias tintas, han terminado trayendo los lodos soberanistas del
presente.
14. El Estado de las Autonomías se come al Estado del Bienestar
Este problema no solamente existe
en Cataluña sino en cualquiera de las partes del Estado de las Autonomías.
Desde 1978 la carrera para crear barreras interiores entre 17 comunidades
autónomas, ha ido pareja con la pérdida de prestigio y de poder del Estado
central, cuya gobernación ha dejado en todo momento mucho, muchísimo que
desear. La adhesión de España a la UE (firmada por Felipe González) que
ocasionó el desmantelamiento de nuestra industria pesada y nos confirmó como
país periférico y de servicios dentro de la UE, a cambio de unos “fondos de
cohesión” que se agotaron pronto, seguido del modelo económico generado por
José María Aznar basado en el desarrollo hipertrófico del turismo y de la
construcción, con sus límites, sus riesgos y su escaso valor añadió, tuvo su
colofón en un Zapatero que nunca entendió por qué crecía el PIB y por qué
empezó a decrecer en 2008… Era fácil, desde esos centros alternativos de poder
que eran las autonomías, atribuir la responsabilidad de todas las desgracias a
la Moncloa y a quien ahí se sentara. En España a partir de 1980, dejó de haber
un “centro de imputación” claro: la multiplicidad de centros de poder ha hecho
que cada uno de ellos asumiera como propio cualquier éxito e inauguración y
atribuyera a los otros sus propios fracasos. El resultado ha sido un “Estado de
las Autonomías”, desmesurado, gigante, burocratizado, con unas clases políticas
que siempre han querido tener a su disposición más y más recursos económicos,
han gobernado faraónicamente… hasta que la llegada de la crisis económica y la
afirmación de la globalización como “estado de crisis permanente”, ha vuelto
incompatible el Estado del Bienestar con el Estado de las Autonomías. Hoy el
drama de nuestro país es que tiene, de una vez y para siempre, que elegir entre
uno y otro, a la vista de que nunca como hoy y nunca a partir de ahora, ha sido
tan evidente que el Estado de las Autonomías, para mantenerse, se come,
inevitablemente, al Estado del Bienestar. Hay, pues, que elegir entre uno y
otro.
15. La clase política catalana, ante la situación de crisis económica,
atribuye toda la responsabilidad a “Madrid” e intenta hacerse con la totalidad
de los recursos económicos generados por Cataluña, adoptando una deriva
soberanista.
No hay que olvidar que quienes
han estimulado en última instancia el proceso soberanista (CiU) ha sido la
coalición que con más frecuencia ha ido apareciendo vinculada a escándalos de
corrupción, haciendo una vez más patente aquello de que “el patriotismo es la última trinchera de los bribones”. Durante
tres décadas se ha visto perfectamente que la característica de todo
nacionalismo es “siempre más”, pedir “siempre más y más y mucho más”… hasta el
límite extremo de ese “más”: la independencia. Porque no hay proyecto
nacionalista que, en última instancia, no aspire a la independencia; no hay
nacionalismo sin proyecto de construir una nación. Y no hay “nueva nación” en
Europa sin que se destruya a una pre–existente. Olvidar esto es lo que ha dado
alas al nacionalismo catalán.
16. Se equivocan quienes creen que el día 10 de noviembre dejará de
hablarse del referéndum soberanista y que todo quedará olvidado.
El hecho de que Artur Mas camine
a paso acelerado hacia el pudridero y que ya hoy sea un cadáver político
irrecuperable, el hecho de que CiU ni siquiera se haya preocupado de crear un
líder alternativo a Mas que presentar como mascarón y pasmarote ante las
próximas elecciones, indica que ha terminado, entre el sainete y la
astracanada, un ciclo político en Cataluña. CiU difícilmente llegará a las
próximas elecciones generales, especialmente después del varapalo que le espera
en las municipales de 2015 y en unas elecciones autonómicas anticipadas e
inevitablemente (y otro tanto puede decirse del PSC). ERC es ya hoy la fuerza
hegemónica del nacionalismo, con la tentación del Ómnium y de la ANC de convertirse en un “podemos” independentista.
Rajoy se equivoca si cree que ha vencido simplemente porque el 9–N no haya
habido ni rastro de referéndum, sino apenas una consulta de chichinabo,
completamente impresentable y grotesca. Apelar a la “legislación” y al
“cúmplase la constitución” sirve de poco y es poco realista, especialmente
porque la constitución de 1978 está muerta y enterrada. Las heridas que dejará
la actual crisis, tardarán generaciones en cicatrizar (si es que alguna vez lo
hacen) y si tenemos en cuenta que el nacionalismo está especializado en recoger
y asumir fracasos históricos y derrotas. Esta del 9–N será la guinda que
coronará un pastel excepcionalmente abundante y sin parangón en región alguna
de Europa.
17. La
crisis generada por el soberanismo catalán es, simplemente, un efecto
secundario, un daño colateral entre otros muchos, de la crisis económica
iniciada en 2007. Nada más.
Aquella crisis económica, se
transformó pronto en crisis social, cuando el número de parados alcanzó los
6.000.000 millones (a lo largo de 2012). A partir de ese momento, era imposible
disimular la ineficiencia del Estado constitucional para resolver los grandes
problemas que había ido acumulando nuestro país desde los años 80 y que se
habían agravado con las políticas de Felipe González, Aznar y Zapatero. La
aparición del soberanismo se realiza sobre el trasfondo inquietante de un país
paralizado por la crisis, aterrorizado por el futuro y al que cada vez se le
van oscureciendo las expectativas y las esperanzas, a una población que ya ha
dejado de creer en que tal o cual sigla habitual resuelva sus problemas y en
las promesas de una clase política corrupta e ineficiente. Así está España. Así
está Cataluña. Porque Cataluña, mal que le pese al soberanismo, es España. La
crisis soberanista aparece en un momento en el que la monarquía evidencia
también sus problemas y ha debido renovar su rostro; donde la corrupción se
enseñorea de cualquier actividad pública en todos los niveles de la
administración y cuando ya se ha convertido en el rasgo característico de este
ciclo histórico (como el caciquismo lo fue de la restauración y el “morbus gothorum” del Reino Visigodo de
Toledo)… El hecho de que entre el 55% y el 35% de los electores se abstengan
sistemáticamente, voten nulo o en blanco en cualquier competición electoral; el
hecho de que ninguna institución del Estado sobreviva a las críticas; el hecho
de que los partidos mayoritarios (sin excepción) estén heridos de mayor o menor
gravedad, pero todos desprestigiados ante las masas; el hecho de que los
portavoces del régimen y de la oposición sean cada vez más contestados y carezcan
de credibilidad; el hecho de que aparezcan nuevas opciones políticas, cuando
todos los partidos enarbolan programas en los que ya nadie cree y que, incluso,
aplicándose, no resolverían absolutamente ningún problema; el hecho de que los
grupos mediáticos que apoyaron la transición en 1975–1980 estén hoy en vías de
liquidación o simplemente hayan desaparecido… todo eso, junto, absolutamente
todos estos elementos, son distintos aspectos de la crisis económica
transformada en última instancia en crisis política.
18. El nacionalismo soberanista considera que se ha llegado al “ahora o
nunca”.
Si en unas circunstancias como estas, extremadamente favorables
para dar una explicación sencilla (“Cataluña
está en crisis porque no es dueña de su autogobierno”) y establecer un nexo
causal (“crisis en Cataluña = ineficacia
del gobierno español”), el nacionalismo no daba el paso decisivo, jamás lo
daría. De ahí el drama catalán y la aparición de personajillos, a cual más
insolvente (la sonrisa forzada de Artur Mas, las comadres del Omnium y la ANC, las lágrimas de Junqueras,
las chanclas de la CUP…) que tienen enfrente suyo a otras ilustres nulidades
(Rajoy y su tancredismo, Pedro Sánchez y su vacuidad afectada…), dando como
resultado el escenario actual de la crisis soberanista y de crisis generalizada
del Estado. A no olvidar que los nacionalismos no son más que el resultado del
interés de las altas burguesías locales en controlar los recursos económicos
regionales para conseguir que sus negocios prosperasen más rápidamente. Para
ello precisaron crear factores emotivos y sentimentales sobre los que asentar
algo que era solamente una ambición económico que para satisfacerse precisaba
obtener hegemonía política. Hoy las altas burguesías regionales han
desaparecido como tales, ya no invierten en sus regiones, sino en los
escenarios mundiales de la globalización, frecuentemente alejados de sus
lugares de origen. Esto hace que el nacionalismo regionalista se vaya
deshinchando medida que la alta
burguesía local lo ha abandonado. De hecho, en Cataluña, la alta burguesía
hasta hace poco industrial, ha pasado al sector inmobiliario, luego al sector
hostelero y de manera creciente orienta sus inversiones hacia el sector
hostelero en el Caribe o en escenarios bursátiles. La novedad del “proceso
soberanista” catalán en su actual fase es que Artur Mas y el nacionalismo
moderado se han visto arrastrados, no por la alta burguesía catalana, sino por
sectores sociales marginales (borrokas de CUP, eco-rositas de ICV, procedentes
de la “Cataluña profunda”, ERC), generándose un desfase entre lo que es
puramente emotivo y sentimental y lo que es frío y razonado, entre la “rauxa” y
el “seny”, entre los intereses de grupos sociales periféricos y los intereses
de la alta burguesía.
19. El órdago soberanista es difícilmente sostenible.
Cualquier especialista sabe
perfectamente que la secesión catalán implicaría una caída en picado del PIB
catalán, un situarse al margen de la zona euro con todo lo que ello implica
especialmente en caída de las exportaciones, con una deuda insoportable y con
un lastre de partida (el pago de la parte alícuota de la deuda española, el
pago de las infraestructuras dejadas por el Estado en Cataluña), sin olvidar
que el bono catalán, a un paso del bono–basura en este momento, caería aún más
bajo, compitiendo en insolvencia con el de Kosovo… La independencia catalana,
no es que no sea deseable… es que no es viable. Sin olvidar que muchos
catalanes abandonarían Cataluña, que otros no aceptarían ni la doble
nacionalidad que ofrece “generosamente” la Generalitat, y optarían, simplemente
por irse, acelerando aún más el fenómeno de llegada de inmigrantes islamistas
atraídos por un “nuevo Estado” que accede a sus exigencias, les mira con buenos
ojos y les acoge calurosamente para cubrir los huecos dejados por la población
española. También harían bien los nacionalistas y soberanistas en recordar que
la secesión catalana excluiría, al menos de partida, la venta de productos
catalanes en lo que quedara del Estado Español, que miles de firmas seguirían a
las que ya hoy están abandonando Cataluña en un nuevo “cruce del Ebro” que
solamente en los dos últimos años ha llevado a 6.000 empresas a desplazar a
otras regiones su sede social. Cataluña nunca entraría en la UE, no solamente
porque España se opondría sistemáticamente, sino porque ni Francia ni Alemania
quieren que se generen en sus territorios fenómenos similares. Así pues, el
drama del soberanismo es que siempre, adopte la vía que adopte, conduce a un
callejón sin salida. Es una vía muerta.
20. Restaurar la autoridad y el prestigio del Estado. Descentralizar,
pero no descoyuntar al Estado. España
es algo más que un Estado-Nación.
El Estado es hoy la única
barricada contra la globalización. Si no existieran las legislaciones
nacionales, si no existieran los parlamentos y las fuerzas de seguridad de los
Estados, sino existieran instituciones nacionales… la globalización ya habría
impuesto en todo el mundo su rodillo. Así pues, quien está en contra de la
globalización, no puede sino defender a los Estados Nacionales. Tanto más un
Estado es fuerte, tanto mejor contiene a la globalización y le impide avanzar.
Cuando más pequeño es un Estado, cuando más débil es, cuándo más lastres tiene,
más vulnerable es a los “señores del dinero”. De ahí que la defensa del Estado
Español sea una necesidad urgente que debe plantearse toda la sociedad,
incluida la sociedad catalana. España es una cultura, es una tradición común,
es un proceso histórico que arranca desde la más remota antigüedad y cuya
legitimidad deriva a la vez de la geopolítica, de la historia, de los enemigos
comunes, de una lengua vehicular y de unas lenguas como el catalán con el mismo
origen que el castellano y que es, cualquier cosa, menos una tierra fracturada
por identidades irreconciliables. Esto no es Canadá en donde existen dos
lenguas de distinta raíz cuyas comunidades hasta hace 150 años se iban
combatiendo entre sí, o Bélgica, Estado–tampón con el mismo problema
lingüístico, esto no es Yugoslavia en donde distintos grupos étnicos y
religiosos fueron aprovechados por Alemania, por el Vaticano y por los EEUU
para hacer estallar un Estado, generar tres guerras balcánicas en los años 80–90
y dar lugar a media docena de Estados en donde antes sólo había uno,
simplemente para inhabilitar a un aliado eslavo de Rusia. Esto es España, o si
se quiere, “Las Españas” según la concepción de los Austrias a la que, debería
volverse. Está claro que todos somos hijos de una tierra, la tierra natal, la
patria carnal con la que nos identificamos.
Somos hijos de una historia que no
tenemos más remedio, nos guste o no, que asumir, pero que no podemos ni
reinventar, ni falsear. Somos hijos de una cultura que tiene sus orígenes en
Grecia y Roma. Somos europeos. Es inevitable que nos sintamos miembros de tres
niveles de identidad: la tierra natal (la patria chica en la que hemos nacido),
él Estado–Nación, España, construido por las generaciones que nos han precedido
como producto de una voluntad y de un impulso histórico y, finalmente, esa
Europa a la que pertenece nuestra
cultura y que, por sí misma, constituye un “gran espacio económico” que es
preciso desenganchar lo antes posible de la globalización y convertir en una
“zona libre de mundialismo”. Ante esto, me parece que el soberanismo catalán
(que no es nada más que la hipertrofia del primer nivel de identidad y su absolutización)
apenas hace otra cosa que explotar la emotividad y el sentimentalismo de un
pueblo para crear falsos mitos en los que basar una aberración histórica.
Adenda...
... et corrigenda post 9-N
La consulta del 9-N ha demostrado a las claras -pero muy a las claras- que el soberanismo, aun recurriendo al voto de menores de edad, de inmigrantes, y recurriendo a trucos de baja estofa, dista mucho de haber obtenido un "récord" de participación. La participación ha sido baja y solamente ha atraído a los independentistas: ahora sabemos cuántos son. Y este es su mejor momento. Ahora les toca decrecer. Una nación-Estado no se puede constituir con el 51% de los votos. Para hacerlo hacen falta consensos mucho más amplios y, sobre todo, PROYECTO... y aquí todo el proyecto soberanista se agota en la independencia. El mañana es tan negro que importa poco explicar cómo se afrontará. Pero la participación ha sido mucho más baja de lo esperada, decepcionante para lo que se pretendía. En torno a la cuarta parte y a un tercio de los ciudadanos de Cataluña, quieren ser independientes... Así pues, hay que pensar que al resto, literalmente, o no les importa un pito la independencia o están de acuerdo en ser españoles. O ambas cosas. De haber habido un referéndum legal con propaganda en contra, los resultados del nacionalismo hubieran sido aún menores (los medios de comunicación de la Generalitat, propios y subvencionados, han derramado desde hace meses y meses propaganda a favor de la participación en la consulta y a favor del SíoSi, sin propaganda en contra, sin explicar la hecatombe que supondría para Cataluña cortar con España y con la UE. Lo que no es obstáculo para que grupos como Ómnium Cultural declaren a una semana de los resultados que el próximo 11-S "será constituyente"... coherente propuesta con el desaguisado que le ha precedido el 9-N y del que Ómnium es uno de los autores. El fantasma del soberanismo está deshinchado, sólo que ellos mismos no lo asumen. Todo lo que no haya movilizado el 9-N no lo movilizará jamás. Ahora, lo que sería de agradecer, caído en el ridículo el fantasma este del 9-N sería cuestión a "ir a lo serio" y que los múltiples y multiformes procesos por corrupción que hay abiertos o en vías de abrirse en Cataluña (estamos hablando de Cataluña, pero otro tanto puede decirse del resto del Estado, de la Andalucía socialista, a la Valencia pepera, de la Cataluña nacionalista a cualquier rincón de España) SE ACELEREN, SE SUSTANCIEN, Y SE DEMUESTRE POR QUÉ ESTE CICLO HISTÓRICO INICIADO EN 1978 ESTÁ AGONIZANDO...
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