Info|krisis.- El resultado del referéndum escocés ha conmovido al nacionalismo
catalán que ha visto como su posición se ha precarizado. El partido querido por
la Generalitat de Cataluña contra el Estado Español registra en estos momentos
un 1 a 2 como resultado provisional. La Ley de Consultas aprobada por el
Parlament de Cataluña supondría un nuevo tanto para la Generalitat, pero el
Tribunal Constitucional se encargará de anularlo. Por lo tanto, el marcador
registra un “gol” a favor de la Generalitat (la manifestación del 11–S) y dos a
favor del Estado (la salida a la superficie del Caso Pujol y la derrota de los
independentistas escoceses). ¿Cuál es la situación del conflicto a 22 de
septiembre?
Era evidente que si el referéndum
escocés daba un sí a la independencia, en torno a 150 regiones europeas
intentarían seguir el camino y encontrar jurisprudencia que avalara esa misma
petición. Cataluña era la primera en la lista de espera, pero tras Cataluña
vendrían Bretaña, Auvernia, Padania, Normandía, Gales, Baviera, y así
sucesivamente. Si ya hoy la Unión Europea tiene dificultades en coordinar a 28
Estados, mucho más absurdo supone el que alguien esté interesado en fragmentar aún
más al viejo continente en nombre de “identidades” que ignoran cuál es su lugar
(el más bajo y limitado de todos los niveles de identidad) y pretenden
absolutizar sus componentes antropológicas situándolas por encima de la conciencia
nacional y de la conciencia europea.
Lo que sirve en Sudán del Sur, ¿sirve en Cataluña?
Muchos en Europa han respirado al
conocer los resultados inapelables del referéndum escocés. No es la primera vez
que, situados ante el abismo, incluso países como Canadá compuestos por
identidades muy diferentes y que hasta hace 150 años se encontraban en estado
de guerra, rechazan la independencia al tener la posibilidad de expresarse en
las urnas. Es más, insistir desde hace casi 40 años en este tipo de consultas es
lo que ha hundido literalmente al Partido Nacionalista de Quebec en las últimas
elecciones.
En Escocia los resultados han
sido relativamente apretados: el SI ha cosechado 1.617.989 votos y el NO un
total de 2.001.925, es decir, un 44,7% frente a un 55,3%. Lo primero que
subyace es que las fuerzas están bastante igualadas y, desde luego, con el
apoyo de la mitad del electorado es imposible pensar en la creación de una
nación nueva. Es precisamente en este resultado en donde se percibe el absurdo
del referéndum para resolver una cuestión de este tipo: dista mucho de haber
unanimidad y el nacionalismo solamente ha debido su ascenso a la crisis
económica. Así, por tanto, el resultado del referéndum ha estado lastrado por
la crisis, de no existir, los votos cosechados por el SI hubieran sido mucho
menores. Lo que demuestra que el electorado está más pendiente de su bolsillo
que de la creación de un nuevo Estado. Si apoya a los independentistas no es
por “conciencia histórica”, sino por identificar al “gobierno central” con los
errores a la hora de afrontar la crisis.
No es, desde luego, ningún
desdoro para los independentismos europeos pensar que Sudán del Sur y Eritrea
han sido las últimas naciones en acceder a la independencia a través de un
referéndum, pero sí dice mucho sobre lo tercermundista del sistema. Un
referéndum no resuelve gran cosa, especialmente cuando, como ocurre en
Cataluña, detrás del “derecho a decidir” lo que se esconden es intenciones muy
diferentes: independentismo de un lado, miedo a las medidas judiciales que el
Estado pueda adoptar a partir del imparable proceso al gang Pujol y engañar
pura y simplemente al electorado mediante una pregunta ambigua como la
propuesta por Artur Mas.
Referéndums en tiempo de crisis
Solamente algunos ingenuos
habitualmente miembros del PSC, entienden el referéndum propuesto por la
Generalitat como un “derecho a decidir”. Se trata, en realidad, de un
maquillaje adoptado por los independentistas para hacer más digerible su
“proceso”. Tal maquillaje es más grotesco si atendemos a las preguntas
propuestas por Mas: “¿Quiere que Cataluña
se convierta en Estado?” SI o NO, seguida de “En caso afirmativo, ¿quiere que este Estado sea independiente?”…
hubiera bastado con una sola: “¿Quiere
que Cataluña se independice del Estado Español?” sin necesidad de
introducir ese elemento de confusión que implica el recurrir a una tautología,
porque todo “Estado”, por el hecho de serlo (o debería serlo), es soberano y,
en tanto que tal, independiente. Lo que ocurre es que, inicialmente esa segunda
pregunta había revestido otra forma: “¿Quiere
una Cataluña independiente miembro de la Unión Europea?” que, tras las
declaraciones de la propia UE, dejó pronto de tener sentido y que, desde el
primer momento tuvo su punto grotesco.
En Cataluña, como en Escocia, la
crisis económica es lo que ha precipitado a los nacionalistas por la vía del
referéndum: “ahora o nunca”, pensaron. Si se tratara solamente de ejercer el
“derecho a decidir” parece claro que en Cataluña la derrota independentista
sería todavía más abultada que en Escocia. A fin de cuentas el Partido
Nacionalista Escocés no se ha visto salpicado de escándalos como CiU y, por lo
demás, la “mayoría silenciosa” en Cataluña es mucho más silenciosa que en
Escocia.
Hace solamente tres años, el
independentismo apenas alcanzada a un 19% del electorado. Si ha progresado ha
sido por aportar una explicación simple a un problema complejo (“Madrid” tiene
la culpa de los problemas de “Cataluña” y “solos saldríamos antes de la
crisis”…), y sobre todo ha progresado porque apenas ha habido propaganda ni
argumentos en contra. Los medios de comunicación catalanes, obviamente
subvencionados por la Generalitat llevan haciendo campaña en favor del
referéndum soberanista desde hace tres años, e incluso los dependientes
directamente de la Generalitat de Cataluña constituyen un “ball de la patacada mediática” que no tiene nada que envidiar a la
propaganda estalinista. Así pues, hay que pensar que sin campaña publicitaria
contraria al referéndum, si las encuestas están igualadas, en caso de llevarse
a cabo el referéndum los resultados del NO serían bastante más abultados.
Las próximas bazas hasta el 9-N
De hecho es probable que el
escenario previsto por Mas fuera éste: contentar al electorado nacionalista con
un referéndum, para quedar con un 40% de votos a favor del SI y un 60% a favor
del NO y, a partir de ahí, arrancar algunas ventajas especialmente económicas
(el concierto económico). Lo que está claro es que Mas (y por extensión el
nacionalismo y el independentismo) no pueden prolongar mucho la situación:
empieza a haber hastío en la calle por este soberanismo omnipresente y que, a
fin de cuentas, tampoco gestiona bien la res
publica, y para colmo aparece enfangado en casos de corrupción… esta
situación de tensión no podrá prolongarse eternamente. Alguien, incluso entre
las filas nacionalistas, pedirá eficacia en la gestión y depuración de
corruptos.
Pero, como decían los latinos, tempus fugit… y sea lo que fuere lo que
tenía en mente Artur Mas hace tres años, es evidente que hoy ha variado
completamente. La partida va, como hemos dicho, 2 a 1 a favor del Estado. En
esta semana y en la siguiente, el tanto que finge creer haber marcado la
Generalitat (la Ley de Consultas) será anulado por el recurso ante el Tribunal
Constitucional. Y en las próximas semanas vamos a asistir a un desfile de altos
cargos de la Generalitat pasar a declarar por la Audiencia Nacional, de la
misma forma que hay cola de empresarios extorsionados para ajustar cuentas con
la institución que les obligó a pagar por trabajar en Cataluña.
Es muy posible que, especialmente
en las últimas semanas, Artur Mas (“yo
soy póker”…) no abandone su cara de monolito impasible, simplemente para
evitar la prisión para él y para muchos de los suyos. De momento, los dos
hermanos de Felip Puig, sin duda el conseller
más prepotente, soberanista y desagradable, ya tiene a dos hermanos imputados,
paso previo a imputarle a él mismo. Los propios consuegros de Pujol también han
aparecido como implicados en otro pelotazo urbanístico. Y, como se sabe, la
justicia –especialmente la española– es lenta, pero llega siempre al final del
camino.
El camino hacia la mazmorra fría…
La trayectoria de la Generalitat
de Cataluña en estos treinta y pico últimos años es un camino que conduce
directamente a la prisión para los que desde la Plaza de Sant Jaume han
saqueado el país y extorsionado a los empresarios. En estos momentos,
especialmente Jordi Pujol tiene perfecta conciencia de lo que se le viene
encima y de que solamente en una “Catalunya
independent” puede evitar el celebrar su sesenta aniversario de matrimonio
con su cómplice, fuera de prisión.
Si en otro tiempo estas
situaciones se han evitado era porque CiU, era evidente, se mantendría durante
mucho en el poder dispuesto a apuntalar al PP o al PSOE. Hoy CiU puede romperse
en cualquier momento, ERC ya va por delante de la coalición nacionalista, y el
PSC está en fase gropuscularización. La nueva correlación de fuerzas que nacerá
en Cataluña después de las próximas elecciones autonómicas no tendrá nada que
ver con la anterior y no será, desde luego, la más favorable para evitar que
los Pujol y sus cómplices se sienten en el banquillo de los acusados.
A lo largo del mes de octubre
vamos a ver como el soberanismo de CiU se modera extraordinariamente, como
incluso ERC da marcha atrás e intenta jugar la carta del “seny” (la sensatez), junto a la de la firmeza (la “rauxa”) que, finalmente, quedará
reducida a la ANC y a la pobre “senyoreta
Forcadell” que quedará como la mala de la película (y mejor que nadie le realice
una auditoría, so pena de preguntarse a dónde han ido a parar todos los fondos
entregados por Mas y por los 50.000 ingenuos cotizantes que parecen haber
olvidado aquella conocida frase del jurista Johnson según la cual el “patriotismo es la última trinchera de los
bribones”).
9-N inviable, elecciones anticipadas, única solución
Sea cual sea el escenario, todo
induce a pensar que Mas tirará la toalla y cambiará su rostro de póker por el rictus de la decepción, el
miedo y el fracaso. Porque éste ha sido casi en exclusiva un fracaso de Mas y
de CiU: no se pueden emprender aventuras cuando uno no tiene la intención de
llegar hasta el final. De momento, Mas calcula que su simulacro de firmeza
evitará el hundimiento electoral de CiU (se equivoca; cualquier cosa que no sea
la independencia será considerada como un fracaso por ese mismo electorado). Y
que, en cualquier caso, in extremis,
puede negociar, no ya concierto económico a cambio de cesar la presión
soberanista (como antes del verano), sino simplemente no llegar al final de las
investigaciones por corrupción a cambio de desactivar la bomba independentista.
Es natural que Mas haya esperado
a ver lo que ocurría en Escocia. El resultado, le deja muy pocas opciones. Las
elecciones anticipadas seguramente son la salida menos gravosa desde el punto
de vista personal… a condición de asegurarse que la Audiencia Nacional no irá
más allá de unas cuántas declaraciones ante el juzgado y cesará en su
pretensión de que desfilen por los Juzgados de Plaza de Castilla, la cohorte de
consellers, además de toda la familia
Pujol, consuegros incluidos.
La explicación que Pujol dará
ante el Parlament de Cataluña será la escenificación del drama de un bucanero
que apelará al patriotismo, a su inocencia, a su buen nombre y al de su
familia, a la dignidad de su cargo de “President”, para negar todas las
acusaciones. El hecho de que Artur Mas ya negase públicamente que el big–boss del gang no es un corrupto, indica a las claras por donde va a apuntar
la defensa de Pujol. Parece difícil que a estas alturas, Pujol puede reeditar
el “me atacan para atacar a Cataluña” y ser creídas por las masas e incluso que
haya periodistas que se atrevan a reproducir sin sonrojarse este mensaje propio
de una época que ya ha concluido.
En cuanto a Rajoy, el ejercicio
de Don Tancredo le ha ido bien no por méritos propios, sino por el azar de las
circunstancias internacionales. De haberse producido la victoria del SI en
Escocia, el 2 a 1 a favor de la Generalitat pudiera ser un resultado definitivo,
previa a la secesión o al envío de los tanques. Si esta es toda la resistencia
que puede oponer el Estado a un proceso separatista es que el Estado Español es
muy débil y apenas tiene capacidad de reacción. Y de toda esta crisis, esta es,
sin duda, la enseñanza más preocupante.
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