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domingo, 23 de febrero de 2014

La CIA que precedió a la CIA


Infokrisis.- En el mes de agosto de 2010 se desclasificaron los documentos albergados en los archivos de Washington sobre una red de espionaje de carácter privado que operó en los EEUU en los años 40 y 50. Estaba dirigido por John Grombach y sus “hazañas” han pasado al cine en varias películas (El Sastre de Panamá, Misión en Berlín, El buen pastor). Algunos de los misterios de la II Guerra Mundial pasan a través esta red conocida como La Charca, pero también pasan algunos escándalos aun no explicados suficientemente.
En la fría noche húngara de noviembre de 1947, un matrimonio y su hija de apenas cinco años, se encierran en cajas y abandonan el país en dirección a los EEUU. Se trataba de Zoltan Pfeiffer y su familia, un destacado líder de la oposición anticomunista. Habían sido sacados del país por una extraña red de inteligencia operativa, no oficial, completamente clandestina y de la que ni siquiera se conocía el nombre, pero de la que se sabía en los ambientes de la “comunidad de inteligencia” que recibía el nombre de “La Charca” (luego, siguiendo la misma tónica, la CIA sería llamada “La Bahía” y el Departamento de Estado “El Zoo”).
Durante casi 50 años se discutió sobre si la existencia de esta red era real o el producto de la imaginación calenturienta de quien se había reconocido a través de varios libros, como su jefe, el general de la Guardia Nacional, John Abraham Grombach. Pero en 2001 se descubrieron los archivos de la organización en Colpeper, Virginia, compuestos por miles y miles de archivadores y cajas conteniendo millones de folios y documentos de inteligencia. Las varias toneladas de material fueron enviados a Washington para ser revisados por la CIA, siendo clasificados en los Archivos Nacionales en 2008 y se han ido liberando progresivamente hasta agosto de 2010 cuando se conoció la totalidad del material incluido.
“Frenchy” y su red secreta…
La red había sido creada por John Grombach ("Frenchy", en el argot de la red), desde su juventud un tipo polifacético atraído de manera innata por la “información” y la recopilación de datos sobre cualquier tema. Había nacido cuando su padre era cónsul francés en Nueva Orleans y él mismo ostentó la nacionalidad francesa hasta los 18 años cuando intentó ingresar en la elitista escuela de West Point del ejército de los EEUU. No consiguió terminar sus estudios; sus compañeros veían mal que fuera judío y su comportamiento altanero logró el rechazo de sus superiores. Participó en el equipo olímpico norteamericano en las Olimpiadas de París en 1924 y más tarde ingresaría en la Guardia Nacional, alternando este trabajo con el de productor de radio y empresario. A partir de 1937 trabajó para el Departamento de Estado norteamericano gracias a sus conocimientos sobre la utilización de la radio para transmitir mensajes cifrados y órdenes de manera secreta. Su primer trabajo de inteligencia fue en el Canal de Panamá y cuando estalló la guerra, en 1941 se le destinó como capitán y “Oficial de Moral”. Poco después fue trasladado a Washington y sirvió en la Sección Segunda del Ejército, información.
La Charca fue, inicialmente, una emanación de la inteligencia militar de los EEUU para contrarrestar la influencia creciente de la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos). La estrategia de trabajo de La Charda podía resumirse en dos palabras: “seguridad y secreto”. Grombach juzgaba que por su forma de actuar, el OSS tenía siempre el riesgo de infiltración por parte de agentes enemigos o procedentes de los aliados occidentales y, por supuesto, de los soviéticos. Inicialmente, La Charca fue conocida como Sección Especial de Servicio y más tarde como Subdivisión de Adoctrinamiento. Sin embargo, lo que Grombach contemplaba era la creación de una red secreta, sin nombre y que actuara independientemente de cualquier otro organismo.
En 1942 trabajó con la Oficina de Coordinación de Información (COI) fundada por el Coronel William Donovan que durante el conflicto pasaría a ser la OSS. Grombach fue uno de los puntales del COI, sin embargo en los meses siguientes, los celos y las desconfianzas entre distintas oficinas federales y sectores de las fuerzas armadas causarían tensiones en esta organización e intentarían disolver el COI y repartir sus efectivos entre otros servicios de información. Detrás de estas maniobras se encontraban los intereses el General George Strong, jefe de la Sección Segunda del Estado Mayor y enemigo declarado de Donovan. Strong trabajaría en comandita con el Departamento de Estado, tratando de socavar las actividades del COI, pero dado que esta resistió bien los ataques y mostró ser un hueso duro de roer, el General Hayes Kroner, jefe de la Inteligencia Militar del Departamento de Guerra, recibió la orden de su superior, el General Strong, la orden de crear una “organización de inteligencia secreta” que terminaría siendo rival del OSS.
Grombach fue elegido por el general Kroner para dirigir esta organización a causa de su capacidad organizativa y de su capacidad para las operaciones secretas. Y para mantener esta organización en el más absoluto secreto, Grombach prefirió que no tuviera nombre en los 13 años que se mantuvo en activo e inalterable entre 1942 y 1955. Sin embargo, a partir de 1946 se la empezó a conocer en “la comunidad de inteligencia” como “La Charca” (The Pond) y no está claro el motivo.
Éxitos y coberturas en la II Guerra Mundial
Seis meses antes del final de la II Guerra Mundial, agentes de La Charca lograron tramitar un primer intento de negociación entre Alemania y los aliados occidentales protagonizada por Hermann Goering. También a esta red se debe el reclutamiento de Lucky Luciano para que buscara la colaboración de la magia en el desembarco aliado en Sicilia y para planear un atentado contra Mussolini.
Durante la II Guerra Mundial, La Charca actuó en varios países pero solamente en Hungría su colaboración fue decisiva gracias a los buenos contactos de Grombach con la administración del Almirante von Horthy, aparentemente aliado de los alemanes. Es interesante este hecho porque se ha constatado que la información que extraía la red de Hungría, llegaba a los EEUU a través de Madrid y Lisboa. La información era importante porque, gracias a los militares húngaros, La Charca pudo enterarse del despliegue de tropas alemanas en el frente del Este. Cuando se produjo la ocupación de Hungría por parte de los soviéticos, Grombach envió a uno de sus agentes de confianza, McCargar, pero los contactos que antes habían tenido –con la aristocracia húngara- los miembros de la red, ya eran completamente inútiles para informar sobre los movimientos de los comunistas. Dichos contactos estaban mucho más interesados en salir para EEUU o en conocer cómo pensaban apoyarlos. Así que McCargar debió crear, a partir de cero, una nueva red compuesta por sindicalistas y militantes de partido de la izquierda comunista. No es extraño que en otoño de 1946, McCargar ya no tuviera dudas sobre la subida al poder del comunismo húngaro y Grombach fue el primero en proponer la creación de una red e resistencia clandestina que pudiera opera en una Hungría comunista. Propuso también algo que luego la CIA adoptaría: la creación de emisoras de radio que apoyaran a los partidos anticomunistas desde fuera de Hungría. Cuando los comunistas llegaron al poder en Budapest, la red puesta en marcha por McCargar estaba compuesta por 75 húngaros.
Para enmascarar su red, Grombach abrió la firma “Universal Service Corporation”, instalada en Nueva York. El secreto consiguió ser mantenido durante varias décadas y fue total durante el tiempo en que estuvo operando. El general Kroner declaró después de la guerra sólo el Departamento de Guerra, el Departamento de Estado, la Oficina del Presidente, y el propio Presidente, conocían su existencia. Incluso dentro del Ejército de los EEUU, la existencia de La Charca se ocultó a la marina. En 1947, algunos agentes del FBI tuvieron conocimiento de la existencia de la red a raíz de un informe que elaboró sobre la seguridad nacional y que puso al FBI en la pista de quién lo habría elaborado. En cuanto a los agentes destacados en el extranjero, tenían cobertura del Departamento de Estado y figuraban como personal diplomático.
Pero la cobertura ideal para Grombach eran las oficinas comerciales. No sólo creó empresas propias para encubrir sus actividades sino que también pactó con grandes empresas. Tuvo relaciones con American Express, Remington Rand, Inc. y Chase National Bank, de acuerdo con los documentos en los Archivos Nacionales. Pero quien prestó el nombre, los fondos y la tecnología fue la empresa holandesa Philips, fundada en 1891 por Benjamin Frederick David, primo hermano de Carlos Marx y se especializó inicialmente en la fabricación de lámparas incandescentes y equipos de rayos X. La empresa, en 1941 tenía una dimensión multinacional y disponía de sucursales en todo el mundo que Grombach aprovechó como pantallas para instalar su red. Se suele explicar que cuando los alemanes invadieron Holanda y bombardearon las fábricas de Philips, el centro de la empresa se desplazó hasta EEUU para proseguir desde allí la fabricación de elementos eléctricos que habían alcanzado una mayor importancia gracias al conflicto. Un portavoz de Philips reconoció en 2010 que la compañía tuvo contactos de negocios con Grombach entre 1937 y 1970. Añadió que no podía "descartar la existencia de contactos entre Philips y Grombach con la intención de promover el centro de inteligencia de EE.UU. durante la guerra". En realidad, había dirigido las operaciones de La Charla desde una oficina en el edificio de Steinway Hall de Nueva York, con la cobertura de consultor de relaciones públicas de Philips…
Durante los primeros meses de entrada en guerra de los EEUU, Grombach multiplicó los informes sobre la existencia de espías comunistas, algunos de los cuales estarían trabajando para la OSS. Para formular estas acusaciones Grombach se basaba en las declaraciones de un agente de la GPU que había desertado. Sin embargo, Grombach aprendió pronto que esa no era la dirección correcta para trabajar: en efecto, se le recordó que EEUU y la URSS eran, en ese momento, aliados y que más valía no preocuparse por las redes soviéticas en Norteamérica. Sin embargo, Grombach siguió investigando en esa dirección.
En la lucha anticomunista durante la Guerra Fría
Charles Stevenson, director ejecutivo de La Charca fue el encargado de redactar en 1943 un documento sobre los Objetivos de Inteligencia en la Post-Guerra. En ese texto, define a La Charca como "un servicio con licencia perpetua, clarividente y abstraído servicio secreto continuo de inteligencia".  Stevenson sostenía que La charca sería en la post-guerra más necesaria que nunca, ya que la inteligencia militar estaría concentrada en evitar que Alemania y Japón se convirtieran nuevamente en un riesgo y, a pesar de que dado el clima de la época, no menciona a la URSS, es evidente que lo tenía en mente como objetivo de inteligencia cuando escribió que los EEUU debían defenderse de naciones que “mediante la revolución intentan dominar el mundo”.
Para afrontar esta situación Stevenson proponía una figura nueva: “la inteligencia secreta”, se trataba de una red autónoma, independiente de cualquier centro de poder, sin nombre, sin que los presupuestos dieran cuenta de partidas de gastos, que sirviera informes a la cúpula de otros servicios de inteligencia y a la seguridad del Estado. El plan de Stevenson fue rechazado por las principales agencias de inteligencia civiles y militares de aquel momento. Sus detractores se decantaban más bien por crear un organismo central que recopilara la información procedente de los distintos servicios, los coordinara, los valorara y les diera un valor y utilidad. Ganó esta opción, pero una indiscreción cometida en Francia por unos agentes de Grombach fue la justificación para que su grupo quedara excluido de ese organismo central de la inteligencia. A partir de ese momento, La Charca funcionó como red privada de inteligencia que vendía sus informes al mejor postor.
En ese momento, Grombach ya era un notorio anticomunista, sin embargo, algunos de cuyos informadores eran destacados comunistas bien conocidos a nivel internacional y, considerados, incluso en la URSS, como fieles comunistas. La más conocida fue sin duda, Ruth Fischer, dirigente del KPD (Partido Comunista Alemán) y fundadora del Partido Comunista Austríaco. Como la mayoría de agentes de La Charca, de origen judío (como la mayoría de confidentes que tuvo Grombach en Europa), terminó exiliándose en los EEUU, tras la subida de Hitler al poder para, finalmente, sacar a la superficie su verdadera filiación durante la “caza de brujas” emprendido por el senador McCarthy, testificando, entre otro, contra su propio hermano Gerhart Fischer. Ruth Fischer, conocida como “Alice Miller” en La Charca, empezó a trabajar para la red cuando todavía se encontraba en Europa y militaba como comunista. Siguió haciéndolo mientras fue corresponsal del North American Newspaper Alliance y su papel creció durante los años de la guerra fría, cuando pido informar sobre movimientos comunistas de Europa, África y China, pues no en vano también había participado en la dirección de la Internacional Comunista.
Jugando con el macarthysmo
Sin embargo, el 80% de los informes de La Charca elevados por Grombach al Departamento de Estado, durante la Guerra Fría se perdieron o fueron desconsiderados. Grombach atribuyó esta ignorancia de sus informes a la figura del coronel Alfred McCormack, director de Inteligencia del Estado Mayor, pero no parece que se tratara de un “pro-comunista” sino que eliminó muchos de los informes a causa de su inutilidad. Para Grombach esto se debía a que existían complicidades comunistas en la administración norteamericana de la época, sin embargo, otros opinan que los informes de Grombach se habían vuelto cada vez más increíbles e incluso erráticos, o simplemente, eran material inservible en donde se recogían apenas chismes de poco interés e incluso de escasa fiabilidad. El “negocio de la información” es negocio… aunque no haya nada que vender, ni información contrastable.
En 1946 Grombach envió los informes al FBI. A pesar de que, algunos de los nombres que aparecían en las monografías que envió al FBI correspondían a verdaderos comunistas –como Alger Hiss-, Grombach cometió el error de intentar saldar sus cuentas con McCormack acusando a dos de sus colaboradores más próximos de ser “comunistas”. Fue acusado de desacreditar a un oficial de la Inteligencia Militar.
Cuando el presidente Truman disolvió el OSS y transfirió su estructura al Departamento de Estado, McCormack fue nombrado director del Departamento de Investigación e Inteligencia. Grombach, resentido con él pasó a la Comisión de Asuntos Militares los nombres de otros 15 agentes que habían colaborado con la inteligencia militar y sobre los que sospechaba que se trataba de comunistas. Tras la investigación McCormack presentó su dimisión. Más adelante, la formación de la CIA modificó la composición de toda la inteligencia norteamericana y entraño un progresivo apartamiento de la red de Grombach.
En 1947 Grombach debió soportar presiones para que disolviera su red, especialmente procedentes del Estado Mayor. La aparición de la CIA en 1947 alteró definitivamente todo este planteamiento. En efecto, el 18 de septiembre de 1947, el presidente Harry Truman, disolvió a la Oficina de Servicios Estratégicos y la transforma en Agencia Central de Inteligencia (CIA), en el argot de la época “Campus” (dado que la mayoría de los miembros de su primera promoción había salido de la Universidad de Yale). En 1947, La Charca solamente recibió una dotación secreta de 100.000 dólares para financiar sus actividades. Sin embargo, la red siguió elaborando informes, especialmente sobre la infiltración comunista en los EEUU. En otoño de 1950, Grombach debió responder a acusaciones de malversación de fondos y poco después de aproximó al Estado Mayor para proponer su colaboración con el G-2 (Inteligencia) a cambio de 20.000 dólares al mes. Lo más atractivo de su propuesta era que, de no aceptarla el G-2 realizaría la misma oferta a la CIA. Sin embargo, antes de firmar el acuerdo, se evaluaron algunos dossiers de La Charca uno de los analistas se limitó a decir: “lo puedo describir con una sola palabra: mierda”…  Poco después llamaría a la puerta de la CIA, terminando contratado por el Departamento de Estado en marzo de 1951.
En esa época sus informes son habitualmente desconsiderados por la CIA que alega que siempre es imposible evaluarlos sobre datos objetivos. Sistemáticamente, la CIA le pedía el nombre de su fuente, a lo que él se negaba. Grombach desfiguraba incluso la información para hacer imposible localizar a la fuente, temiendo que la CIA se apropiara de sectores enteros de su red. A partir de 1949, La Charca se había convertido en una más de las muchas redes de inteligencia que contaban con algunos agentes en el Este europeo y trataban de vender dossiers de información a los servicios americanos. Muchas de estas informaciones eran falsas o simplemente estaban exageradas, así que pronto la CIA se vio obligada a establecer un “control de calidad” que valorase cualquier información. Este no era el concepto que Grombach alegaba como “inteligencia” que, para él, era la colección de informaciones de cualquier tipo que luego se confirmarían o no… y había que pagar por cualquier dato, fuera cual fuera. La CIA, en cambio, partía de otro concepto: comprar algunos informes y si el material era interesante comprar la red. En 1953, la CIA ya había desechado completamente los informes procedentes de La charca.
John Le Carré, que había estudiado esa época, transcribió en su novela El sastre de Panamá el clima de la inteligencia de aquellos años en un episodio que remeda la información que decía obtener La Charca de su antena en Uruguay. En aquel país, Grombach decía tener una red estructurada que, sin embargo, se limitó a dar datos sobre la infiltración comunista, datos exagerados en un caso e improvisados a partir de recortes de prensa en otros, entre ellos se filtró el nombre de un alto oficial, “comunista” al decir de Grombach. La CIA pudo demostrar la falsedad y frivolidad de esa imputación. Puede observarse el paralelismo con el relato de Le Carré y con la película del mismo nombre.
Intoxicación entre servicios de inteligencia
Cuando la colaboración de Grombach con la CIA y con Allen Dulles, jefe del Departamento de Estado, se habían hecho imposibles, y viendo que su estrella declinaba, se decidió a jugar una nueva carta: fue entonces cuando, con el maletín de dossiers bajo el brazo llamó a la puerta del senador Joseph McCarthy en 1954. Poco después McCarthy llamó a Allen Dulles al Capitolio y le entregó una lista de 12 agentes de la CIA que eran “comunistas”. Una vez entregada la lista a los analistas no quedó la menor duda de que había sido entregada por Grombach. Más tarde haría llegar al senador que protagonizó la “caza de brujas”, dossiers similares sobre la influencia comunista en el Estado Mayor y en el G-2. La CIA, a partir de aquí, hizo esfuerzos por destruir la red de Grombach.
Para ello James Angleton, especialista de la CIA en operaciones en Europa, logró hacer llegar a la red de Grombach en Hungría, informaciones manifiestamente falsas sobre comunistas norteamericanos, esperando que los pasara a McCarthy quien los utilizaría dándolos por buenos. La intención era desacreditar tanto a Grombach como a McCarthy. Acabada la operación, Allen Dulles felicitó efusivamente a Angleton (cuya figura ha sido objeto de una película: El buen pastor).
En 1955 la CIA cortó relaciones con Grombach. Antes de retirarse, éste intentó vender la red pero no encontró compradores. Ese mismo año se retiró viviendo de su pensión como General de la Guardia Nacional. Se dedicó entonces a escribir varios volúmenes de memorias que fueron considerados por la CIA como “imaginativos”. Lo cierto es que su hora había pasado: Grombach había construido una importante red de inteligencia en Europa durante se II Guerra Mundial utilizando especialmente a judíos a la vista de su oposición a las potencias del Eje. Parte de esas redes que sobrevivieron a la guerra, fueron recicladas luego en la lucha anticomunista. Pero su hora había pasado. A medida que la guerra fría avanzaba, los informes de Grombach perdían interés y credibilidad. Finalmente, resultaba evidente que la mayor parte de informes entraban dentro de la guerra entre servicios, las campañas de intoxicación, las vendettas por viejas querellas, etc, o bien, simplemente que eran excusas para que sus agentes recibieran sobres de dólares a cambio de informaciones exageradas, improvisadas o simplemente falsas.
John Grombach falleció en 1982, a la edad de 81 años.
La posición oficial de la CIA fue considerar todo los datos que Grombach incluyó en sus escritos como dudosos e incluso favoreció el que se negara la existencia misma de La Charca. Sin embargo, en agosto de 2010 se desclasificaron documentos secretos en Washington que avalaron la existencia de la red y los escritos de Grombach. Gracias a estos documentos quedó confirmada que Ruth Fischer o el doctor Petiot habían sido miembros de La Charca. Se supo que la red había tenido varios nombres a través de su historia y que había llegado a tener 600 agentes operativos en 32 países. Trabajaba solamente para los EEUU, no para sus aliados durante la II Guerra Mundial o en la postguerra.
© Ernest Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com – http://info-krisis.blogspot. Com – Prohibida la reproducción de este texto sin indicar origen.