Reflexiones sobre la
crisis de España - Ernesto Milá - E–Book.- Desde hace ya unos meses circula en las
plataformas digitales de e–Book un libro de Ernesto Milá dedicado a la crisis
histórica de España y a sus posibilidades de superación (para adquirirlo
pulsar: http://amzn.to/18rxF7W). Para saber algo más sobre las tesis contenidas
en esta obra hemos entrevistado a Milá
– ¿Tu crees que a
estas alturas la crisis de España le interesa a alguien?
– A veces tengo mis dudas. Lo normal sería que
la crisis de España interesara… a los españoles. Pero no es del todo evidente a
la vista de que la inmensa mayoría de los españoles están visiblemente vueltos
de espaldas al futuro de su país y desinteresados por él. España tiene un
déficit histórico de despreocupación de los españoles por su propio destino.
– ¿Cuándo se inicia
esa despreocupación?
– Una de las tesis que defiendo en este libro
es que la crisis de España empezó en el siglo XVI cuando, recién terminaba la
Reconquista, lo normal hubiera sido que se concentraran esfuerzos en mejorar
las condiciones de vida de los españoles y que se hubiera sistematizado la
conquista de América y la explotación de recursos. La Reconquista había sido un
proceso duro de ocho siglos de estado de guerra permanente. Nuestro país
precisaba en 1492 un respiro y dedicarse a la reconstrucción interior. El
descubrimiento de América fue providencial. Se hubiera podido aprovechar para
concentrar esfuerzos en la formación de una flota que garantizara la seguridad
del Atlántico y se sistematizara la explotación de recursos. Pero, poco después
ya estábamos implicados en guerras europeas que nos fueron desgastando a lo
largo de los dos siglos siguientes. El pueblo español demostró su fidelidad a
los Habsburgo y luchó por su causa, aun cuando no le interesara mucho ni lo que
ocurría en el Franco Condado, ni en Italia, ni en Flandes. La producción
novelística de nuestro Siglo de Oro demuestra que ya entonces existía una
ruptura entre la “España oficial” y la “España real” y que ésta se iba
desinteresando progresivamente de las decisiones de la primera…
– ¿Cuál fue el mayor
error de aquella época? ¿No fue nuestro mejor momento histórico?
– Sí, en cierto sentido el Imperio fue eso,
pero en su interior existían gérmenes de impotencia y de futura disgregación.
El mayor error fue, sin duda, el que jamás fuera capaz de definir si nuestro
país era una “potencia terrestre” (y si lo era, había concentrar esfuerzos en
Flandes y en Europa) o si era una “potencia naval” (en cuyo caso había que
priorizar la construcción de una flota que garantizara la seguridad de la ruta
marítima con América). Ningún país, jamás en la historia, ha logrado luchar en
dos frentes a la vez y vencer a sus enemigos. España no fue una excepción.
– Mencionas la idea de
Machado del “macizo de la raza”. ¿Qué significa tal concepto?
–
Antonio Machado sostenía, con razón, que existía un “macizo de la raza”,
es decir, un tronco central que constituía la esencia de la personalidad del
pueblo español. Y que este macizo estaba formado a partes iguales por
individualismo, apatía, desinterés, desvinculación con la tarea de gobierno,
insolidaridad con la decisión de las autoridades y todo lo que hoy llamaríamos
de manera pedestre “pasotismo”. Hoy ese desinterés es, seguramente, más grande
que nunca, pero siempre ha existido a partir del siglo XVI. Basta leer los
textos de nuestra literatura costumbrista para advertirlo con facilidad. Se
trata, en definitiva, de una actitud, fundamentalmente psicológica de divorcio
y escepticismo hacia la tarea de las élites de gobierno y de permanecer de
espaldas a la tarea de gobierno. Creo que históricamente aparece cuando llega
Carlos I con su corte de asesores flamencos, alcanza su clímax histórico con la
llegada de la siguiente dinastía, los borbones franceses y se exaspera en los
dos siglos siguientes, para alcanzar un punto crítico en los últimos 40 años,
cuando el régimen que llegó prometiendo progreso, democracia, libertad, terminó
trayendo burbujas especulativas, corrupción generalizada, partidocracia,
libertad para aceptar salarios de miseria o para figurar en la cola del paro,
etc.
– Así pues, a la “gran
pirámide de fracasos” de la que nos hablara Ramiro Ledesma en su Discurso a las juventudes de España, hay
que aplicar un añadido…
– Efectivamente, la enumeración de desastres
históricos que realiza Ledesma termina con la II República. Desde entonces se
han sucedido otros dos ciclos históricos. No puede decirse que el franquismo
consiguiera algo más que un interregno de apenas 36 años en los que se
sacrificaron las libertades políticas para conseguir el desarrollo económico.
El propio franquismo generó en su interior las fuerzas que finalmente
terminarían propiciando la transición desde el mismo día en el que Franco había
expirado, sino desde 1972. En aquella época, una parte sustancial de la
sociedad española consideraba que ya había progreso económico suficiente como
para que pudieran restablecerse las libertades democráticas. Así nació el
régimen de 1978 que hoy casi tiene la misma edad que alcanzó el franquismo.
Pero este régimen envejeció prematuramente. En 1986 era evidente que la
corrupción se estaba enseñoreando de todas las instancias del régimen, que la
clase política estaba gobernando mal o muy mal, que la articulación autonómica
del Estado iba a ser el germen de futuras discordias, que los dos grandes
partidos eran parecidos y que, para colmo, existía un terrorismo más fuerte y
agresivo que nunca. El franquismo fracasó en un momento históricamente muy
difícil para España, pero el régimen de 1978 ha fracaso simplemente porque el
“macizo de la raza” ya no está solamente entre las clases populares sino en las
esferas de gobierno. Tenemos un gobierno de mediocres para un pueblo de
apáticos. Así que, efectivamente, la “pirámide de fracasos” tiene ya su
“guinda”: el régimen de 1978.
– Antes has mencionado
un tema del que no se suele hablar: España “potencia naval” o España “potencia
marítima”. ¿Por qué te interesa este tema? ¿En qué reside su importancia? ¿Nos
puedes aclarar este punto?
– En España no ha habido buenos geopolíticos. Y
la geopolítica es una ciencia imprescindible en la tarea de gobierno. Alejandro
Magno la desconocía por completo y prolongó su imperio hasta las fronteras de
la India, dilatando sus líneas excesivamente, saliendo de su “marco
geopolítico”, construyendo una estructura que al faltar él se derrumbó
inmediatamente. Julio César, en cambio, tenía un fino olfato geopolítico que le
hizo construir un imperio mediterráneo que se prolongó durante siglos al
reconocer que su “marco geopolítico” eran los contornos del Mare Nostrum y los
terrenos contiguos. La geopolítica es, sobre todo, una ciencia que deben
conocer los gobernantes: no es que la geografía condicione pero sí que
determina. Pasarán los pueblos y pasaran los tiempos, pero un estrecho o una
cadena montañosa siempre estarán allí. Pues bien, hay un concepto geopolítico
que es básico y ante el que cada país debe definirse: si tiene una vocación
marítima o una vocación terrestre. Atenas, Cartago, el Reino Unido, EEUU, fueron
o son potencias marítimas y en todas ellas se han dado los mismos rasgos:
interés por el comercio, estructura liberal del Estado, imperialismo de base
económico–comercial. Por otra parte, las potencias terrestres como Esparta,
Roma, Alemania, Rusia, siempre han tenido los mismos rasgos históricos:
especialmente se han configurado como estados fuertes que dominan amplias
plataformas territoriales. España no ha sabido nunca definirse ni como potencia
oceánica ni como potencia terrestre y de ahí que hoy se encuentra en una
posición muy secundaria en el concierto de las naciones.
– ¿Qué puede hacerse
hoy con España?
– En primer lugar reconocer que España es una
nación en crisis. En segundo lugar atribuir la fase actual de la crisis al
régimen de 1978, sin olvidar que no estamos solamente ante un problema
reciente, sino histórico. En tercer lugar afrontar de una vez los problemas
históricos de España y ser conscientes de si tienen o no tienen solución. Por
que hay problemas que España solamente no va a poder solucionar y que afectan a
otros países vecinos, de ahí que sea necesario algún tipo de cooperación
Europea porque en la época de la globalización hay problemas que ya no pueden
solucionarse en una “dimensión nacional”.
– ¿… y el arranque de
la discusión cuál puede ser?
– Muy sencillo: España está en crisis porque el
régimen de 1978 no ha sabido darle una “misión” y un “destino”. Sin estos dos
elementos –una misión que realizar y un destino que cumplir– no hay factor diferencial
que distinga a unas naciones de otras, ni tampoco posibilidad de que existe una
nación digna de tal nombre: lo que existe entonces es un grupo de individuos
sobre una tierra sin conciencia de pueblo, ni misión histórica, ni destino que
realizar. Esto es lo que ocurre hoy en España. Así pues la superación de
nuestra crisis solamente se producirá cuando los españoles estemos en
condiciones de responder a esta cuestión: ¿cuál va a ser nuestra misión y
nuestro destino en el siglo XXI?
– ¿Estás proponiendo
un nuevo nacionalismo?
– No; lo que propongo es un nuevo patriotismo.
No es lo mismo: el nacionalismo es el individualismo de las naciones (tal como
dijo José Antonio Primo de Rivera). El patriotismo tiene que ver con la tierra
de los padres, con un legado recibido que hay que entregar a las generaciones
venideras, engrandecido. Por otra parte, el nacionalismo aparece con la
Revolución Francesa y está ligado a ese momento histórico. El patriotismo, en
cambio, es algo eterno. Si hay que hacer algún añadido, sin duda, es el de
“social”: el patriotismo del futuro será social o no lo será, pues no en vano,
mientras no haya dignidad, justicia social, bienestar, seguridad y tranquilidad
para todos, el patriotismo estará obligado a mirar a un pasado mítico para
olvidar los problemas del presente. Una patria no es un trozo de tierra, es
también la población que habita sobre él y por eso la sociedad merece justicia
y dignidad.
– En la primera parte
de tu libro aludes a la “convergencia de catástrofes” ¿Qué quieres decir con
eso?
– Nuestro país ha tenido que soportar en unas
ocasiones catástrofes políticas, en otras catástrofes económicas, también
catástrofes sociales dispersas en nuestra historia, de la misma forma que debió
afrontar catástrofes internacionales intermitentes. Pero en el momento actual
se produce una situación única e inédita: nuestro país debe afrontar todas
estas catástrofes al mismo tiempo. Hay cuarenta páginas de mi libro destinadas
a analizar todas estas catástrofes y cómo se manifiestan y el dictamen final es
claro: Todas han coincidido en los 10 años que median entre 2007 y 2017
(que es, como mínimo el tiempo hasta el que se prolongará la crisis económica):
son demasiadas y de demasiada magnitud como para pensar que a partir de 2017 el
sistema podrá superarlos. Es lógico pensar que el sistema no estará en
condiciones de afrontar todos estos problemas en cadena y sucumbirá a lo que
hemos dado en llamar “convergencia de catástrofes”.
– Así pues, ¿eso será el fin de España como Nación?
– Es posible, los movimientos
independentistas que en estos momentos se están sucediendo especialmente en
Cataluña y en el País Vasco fructifican sobre el terreno abonado por treinta
años de nacionalismo. De todas formas, al margen de cómo terminan estos
movimientos separatistas –y eso se verá entre el 214 y el 2016– lo que parece
claro es que las costuras del régimen nacido en 1978 no resistirán las
dimensiones de esta convergencia de catástrofes.
– ¿Vivimos tiempos de fin de régimen?
– Sin duda. Ya he dicho que a
partir de mediados de los años 80, el régimen quedó prematuramente envejecido.
Logró mantenerse en vida latente gracias a los fondos estructurales de la Unión
Europea y al modelo económico de Aznar que tuvieron como resultado la formación
de una burbuja inmobiliaria que, al estallar en 2008, generó la mayor crisis
económica que haya conocido nuestro país, insertada en una crisis de la Unión
Europea y del conjunto de la economía mundial, la que podemos calificar como
“primera crisis de la globalización”. En 2007 pensábamos que si se prolongaba
la crisis económica, antes o después, se produciría un aumento del paro, a lo
que se unían 7.000.000 de inmigrantes llegados en aluvión en pocos años. En
consecuencia, lo que hasta entonces era sólo crisis económica, pasaría a ser
crisis social. Desde 2011 estamos inmensos en esa crisis social, sin que la
crisis económica se haya resuelto. Pero aún faltaba una tercera etapa por
cubrir: cuando la crisis social se prolonga y se han agotado las soluciones
políticas habituales de centro–izquierda y de centro–derecha, lo que se abre es
el camino para una crisis política especialmente porque el régimen de 1978 se
basa en que estas dos formas de “centralidad política” se reparten
indefinidamente el poder. El caso Urdangarín con el consiguiente descrédito de
la monarquía, los procesos independentistas, la corrupción generalizada, el
fracaso ostentoso del “Estado de las Autonomías” que ha ido engullendo cada vez
más parcelas del “Estado del Bienestar”, todo ello constituyen, junto a los
altos niveles de abstención, el descrédito de la clase política, los estallidos
puntuales de protesta y la falta absoluta de confianza en que las instituciones
del régimen sirvan para algo ante esta coyuntura, son motivos que nos confirman
en que hemos entrado en la etapa final desintegradores del régimen de 1978: la
crisis política, cuya fase más aguda se iniciará con el intento secesionista
catalán que se prevé para 2014.
– ¿Qué has pretendido demostrar en las páginas de tu libro Reflexiones sobre la crisis de España?
Lo primero de todo que hace falta
“pensar” en España y los orígenes de esta crisis histórica, así como en las
salidas. Bienvenidas sean las crisis, si constituyen electroshocks en la
conciencia nacional que nos obligan a plantearnos temas que hasta ahora han
estado ausentes de nuestra cotidianeidad. En nuestro país –y no es el único–
afrontamos una caída en picado de la capacidad crítica y del nivel cultural de
nuestro pueblo. Y no es por casualidad que los gobiernos de las últimas décadas
han permanecido impasibles ante este fenómeno, demostrando una vez más que un
pueblo de analfabetos estructurales es más fácilmente controlable que un pueblo
dotado de un gran espíritu crítico. Abomino de los que nos han dado pan y circo
en las últimas décadas porque lo han hecho conscientes de que estaban generando
una narcosis social. Pues bien, es preciso despertar de una vez por todas,
ponerse en pie y empezar, primero a pensar sobre cómo hemos llegado hasta aquí,
en segundo lugar, qué se puede proponer para salir de la crisis y en tercer
lugar cómo salir concretamente. En las páginas de este libro (compuesto en su
mayoría por artículos publicados anteriormente, dotados todos de un hijo de
continuidad y de coherencia y convenientemente ordenados y completados), se apunta
algo de todo esto para alimentar el inicio del debate. Debemos de ser muchos
los que nos acabemos planteando estos temas u otros similares si queremos que
nuestro país supere este bache histórico.
– ¿Lo distribuye EMInves?
– No, el libro está publicado en edición
digital. ¿Por qué? Porque hay que adaptarse a las nuevas tecnologías y a los
nuevos instrumentos culturales. Y el e–Book es uno de ellos. Se vende a través
de la plataforma Amazon Kindle al precio de 9,00 euros. La url de enlace, para
los que puedan estar interesados es http://amzn.to/18rxF7W.
– ¿Algo más que
añadir?
– Sí, el problema de España es extremadamente
complejo y con esta obra no hemos pretendido responder a todos los
interrogantes que nos plantea. Simplemente hemos pretendido hacer una génesis
histórica de su origen y en segundo lugar demostrar que esta crisis no es como
cualquier otra que hayamos tenido anteriormente sino que es mucho más profunda.
En la segunda parte de la obra apuntamos algunas orientaciones geopolíticas y
algunos modelos políticos, económicos y sociales, así como niveles de
cooperación intereuropea, que nos parecen importantes para una reconstrucción
nacional de España. Porque a fin de cuentas de eso se trata: de regeneración político-social
y de reconstrucción nacional.
© Ernesto Milá – infokrisis –
ernesto.mila.rodri@gmail.com