Existe una total unanimidad en reconocer al futurismo un
carácter “revolucionario” aunque no esté claro exactamente que se quiere
afirmar con ello. Para unos, el futurismo sería “revolucionario” en la medida
en que rompería con los esquemas de expresión artísticas vigentes hasta ese
momento y, en este sentido sería una de las vanguardias aparecidas en las
primeras décadas del siglo XX. El futurismo fue, en efecto, una corriente
artística pero, como posteriormente ocurrió con el surrealismo, sus miembros participaron
políticamente y a diferencia de esta corriente mayoritariamente ganada por el
marxismo, los futuristas –especialmente sus máximos exponentes– se
identificaron con el fascismo.
El camino hacia el futurismo
Para otros, “lo revolucionario” en el futurismo serían todas
aquellas connotaciones destructivas y provocativas que se incluyeron en sus
manifiestos. Así pues, el futurismo sería “revolucionario” porque exaltaría la
violencia, la máquina, el desenfreno tecnológico y la guerra. Hay en el futurismo
un evidente “signo de los tiempos” que remite a tres influencias perfectamente
identificadas: de un lado la filosofía de Nietzsche en interpretación libre, de
otro una reacción neorromántica que en lugar de tender hacia el medievalismo
como fue usual en esta corriente decimonónica se orientó hacia una especie de
culto al progreso, el maquinismo y la velocidad; y, finalmente, un estilo de
vida exaltado, libre y aventurero que conducía directamente a excesos.
El movimiento arranca oficialmente con la publicación del
Manifiesto Futurista de 1909 y se transforma en partido político en las últimas
semanas de la I Guerra Mundial. El propio fundador del movimiento, Filippo
Tommaso Marinetti será uno de los “sansepolcristas” que participaron en la
reunión de la plaza del San Sepolcro el 23 de marzo de 1919 en donde se
fundaron los Fasci di Combattimento (1). Cuando eso ocurría, el movimiento
futurista hacía seis meses que había cristalizado en la formación del efímero
Partido Político Futurista (2). Sin embargo, cuando los Fasci resultan
derrotados en las elecciones de 1919, Marinetti pareció desinteresarse de la
vida partidaria y retornó a sus experiencias artísticas denotando cierto
desencanto por la política. A pesar de la brevedad en el tiempo de la existencia
del Partido Futurista, lo incuestionable es que lo esencial de sus
representantes confluyó con el fascismo (3) constituyendo otra de sus
componentes originarias.
El caldo de cultivo futurista
En el clima cultural italiano de principios de siglo apareció
lo que se ha llamado una “reacción antipositivista” de la mano de Benedetto
Croce (4) que fue asumida por los redactores del periódico de Giovanni Papini y
Prezzolini, La Voce (5), de orientación nacionalista. A través de esta revista
fueron conocidos en Italia algunos pensadores franceses de carácter
revolucionario que lograron interesar a intelectuales italianos. Uno de ellos
fue Alfredo Oriani.
Oriani, novelista de poco éxito fallecido en 1907, escribió
algunos ensayos políticos en los que tocó temas propios de los nacionalistas
hasta el punto de ser considerado como uno de sus precursores. Mussolini lo
premió prorrogando su obra completa durante el Ventennio. Oriani consideraba
que el Risorgimento había sido una “revolución inacabada” y lo consideraba como
una excrecencia de la burguesía italiana de la que la mayoría de la población
había estado completamente ausente. Apelaba a que “el pueblo” continuara la
tarea iniciada por Mazzini y Garibaldi. Mussolini quien recogió el guante.
Oriani concebía esta continuación del Risorgimento como una tarea heroica,
violenta, liberadora y radical que prefigura algunos de los elementos que
veinte años después serán habituales en la literatura futurista.
Otros poetas como Gabriele D’Annunzio y Giovanni Pascoli
transitaron por la misma senda. Pascoli, aun sosteniendo un “socialismo
nacional”, se adhirió al nacionalismo italiano mientras que D’Annunzio asumió
pronto en su poesía las ideas las ideas de quienes añoraban una “Italia
Imperial”. Fue él quien rescató el viejo lema de las ciudades hanseáticas que
luego inspiraría un famoso artículo de Mussolini (6): “Navigare necesse est,
Vivere non est necesse”.
D’Annunzio se había ubicado a finales del XIX en el
nacionalismo y en el imperialismo que alternaba con poesías inflamadas
(especialmente durante la guerra de Libia en 1910-12), lances de amor más o
menos escandalosos y gestas militares heroicas (7). La experiencia bélica
radicalizó sus convicciones nacionalistas y la cesión de Fiume a Yugoslavia
pactada en la Conferencia de París de 1919, fue mucho más de lo que estaba
dispuesto a soportar pasando a la acción y ocupando la ciudad. D’Annunzio no
fue futurista, pero su comportamiento si influyó decididamente en el movimiento
fundado por Marinetti (8) y especialmente sus “gestos” fueron recogidos por los
futuristas que los revalidaron e incorporaron a su poesía y a sus manifiestos.
Algunos autores han destacado que D’Annunzio prodigaba
gestos escénicos, dramáticos y espectaculares de los que luego Mussolini usó y
abusó: “El culto a D’Annunzio fue el anunciador innegable del culto de que
Mussolini intentaría rodearse” (9).
Sobre estas bases, a las que debe unirse por supuesto la
eclosión de las vanguardias de principios del siglo XX (10) nacería el
futurismo que, en honor a la verdad sería la “primera vanguardia italiana del
novecento”.
Filippo Tommaso Marinetti
La biografía literaria de Marinetti no fue en absoluto
brillante, sino más bien discreta, hasta la aparición de los llamados
manifiestos futuristas a partir de 1908. Tales documentos, siempre exaltados,
paradójicos, sorprendentes y extremadamente radicales y violentos le valdrán el
ser llamado “la cafeína de Europa” (11). El primer manifiesto futurista fue
publicado en el diario francés Le Figaro el 20 de febrero de 1909 firmado por
Giovanni Papini, Aldo Palazzeschi, Corrado Govoni, “Luciano Folgore” (Omero
Vecchi) y el propio Marinetti. El manifiesto incluía algunas intuiciones
geniales:
“(…) Un inmenso orgullo henchía
nuestros pechos, pues nos sentíamos los únicos, en esa hora, que estaban
despiertos y erguidos como faros soberbios y como centinelas avanzados, frente
al ejército de las estrellas enemigas que nos observaban desde sus celestes
campamentos. Solos con los fogoneros que se agitan ante los hornos infernales
de los grandes barcos, solos con los negros fantasmas que hurgan en las panzas
candentes de las locomotoras lanzadas en loca carrera, solos con los borrachos
trastabilleantes con un inseguro batir de alas a lo largo de los muros.
De repente, nos sobresaltamos al
oír el ruido formidable de los enormes tranvías de dos pisos, que pasaban
brincando, resplandecientes de luces multicolores, como los pueblos en fiesta
que el Po desbordado sacude y desarraiga de repente para arrastrarlos hasta el
mar sobre las cascadas y a través de los remolinos de un diluvio. (…)
«¡Vamos! -dije yo-. ¡Vamos,
amigos! Finalmente, la mitología y el ideal místico han sido superados. Estamos
a punto de asistir al nacimiento del Centauro y pronto veremos volar a los
primeros Ángeles!.. ¡Habrá que sacudir las puertas de la vida para probar sus
goznes y sus cerrojos!... ¡Partamos! ¡He aquí, sobre la tierra, la primerísima
aurora! ¡No hay nada que iguale el esplendor de la roja espada del sol que
brilla por primera vez en nuestras tinieblas milenarias!».
Nos acercamos a las tres fieras resoplantes para palpar amorosamente sus tórridos pechos. Yo me recosté en mi automóvil como un cadáver en el ataúd, pero en seguida resucité bajo el volante, hoja de guillotina que amenazaba mi estómago.
La furibunda escoba de la locura
nos arrancó de nosotros mismos y nos lanzó a través de las calles, escarpadas y
profundas como lechos de torrentes. Aquí y allá, una lámpara enferma tras los
cristales de una ventana nos enseñaba a despreciar la falaz matemática de
nuestros ojos perecederos.
(…) Y nosotros, como jóvenes
leones, seguíamos a la Muerte de pelaje negro y manchado de pálidas cruces que
corría por el vasto cielo violáceo, vivo y palpitante.
Y, sin embargo, no teníamos una
Amante ideal que irguiera hasta las nubes su sublime figura, ni una Reina cruel
a la que ofrendar nuestros despojos, retorcidos a guisa de anillos bizantinos.
Nada para querer morir, sino el deseo de liberarnos finalmente de nuestro valor
demasiado pesado. (…)
Entonces, con el rostro cubierto
del buen fango de los talleres empaste de escorias metálicas, de sudores
inútiles, de hollines celestes-, nosotros, contusos y con los brazos vendados,
dictamos nuestras primeras voluntades a todos los hombres hijos de la tierra:
1. Nosotros queremos cantar el
amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad.
2. El valor, la audacia, la
rebelión serán elementos esenciales de nuestra poesía.
3. Hasta hoy, la literatura
exaltó la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño. Nosotros queremos
exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso ligero, el salto
mortal, la bofetada y el puñetazo.
4. Nosotros afirmamos que la
magnificencia del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de
la velocidad. Un automóvil de carreras con su capó adornado de gruesos tubos
semejantes a serpientes de aliento explosivo..., un automóvil rugiente que
parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia.
5. Nosotros queremos cantar al
hombre que sujeta el volante, cuya asta ideal atraviesa la Tierra, ella también
lanzada a la carrera, en el circuito de su órbita.
6. Es necesario que el poeta se
prodigue con ardor, con lujo y con magnificencia para aumentar el entusiástico
fervor de los elementos primordiales.
7. Ya no hay belleza si no es en
la lucha. Ninguna obra que no tenga un carácter agresivo puede ser una obra de
arte. La poesía debe concebirse como un violento asalto contra las fuerzas
desconocidas, para obligarlas a arrodillarse ante el hombre.
8. Nos hallamos sobre el último
promontorio de los siglos!... ¿Por qué deberíamos mirar a nuestras espaldas, si
queremos echar abajo las misteriosas puertas de lo Imposible? E1 Tiempo y el
Espacio murieron ayer. Nosotros ya vivimos en lo absoluto, pues hemos creado ya
la eterna velocidad omnipresente.
9. Nosotros queremos glorificar
la guerra -única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto
destructor de los libertarios, las hermosas ideas por las que se muere y el
desprecio por la mujer.
10. Nosotros queremos destruir
los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo, y combatir contra el
moralismo, el feminismo y toda cobardía oportunista o utilitaria.
11. Nosotros cantaremos a las
grandes muchedumbres agitadas por el trabajo, por el placer o la revuelta;
cantaremos a -las marchas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las
capitales modernas; cantaremos el vibrante fervor nocturno de los arsenales y
de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; las estaciones
glotonas, devoradoras de serpientes humeantes; las fábricas colgadas de las
nubes por los retorcidos hilos de sus humos; los puentes semejantes a gimnastas
gigantes que saltan los ríos, relampagueantes al sol con un brillo de
cuchillos; los vapores aventureros que olfatean el horizonte, las locomotoras
de ancho pecho que piafan en los raíles como enormes caballos de acero
embridados con tubos, y el vuelo deslizante de los aeroplanos, cuya hélice
ondea al viento como una bandera y parece aplaudir como una muchedumbre
entusiasta.
Pero nosotros no queremos saber
nada del pasado. ¡Nosotros, los jóvenes fuertes y futuristas! ¡Vengan, pues,
los alegres incendiarios de dedos carbonizados! ¡Aquí están! ¡Aquí están!
¡Vamos! ¡Prended fuego a los estantes de las bibliotecas! ¡Desviad el curso de
los canales para inundar los museos!... ¡Oh, qué alegría ver flotar a la
deriva, desgarradas y desteñidas en esas aguas, las viejas telas gloriosas!...
¡Empuñad los picos, las hachas, los martillos, y destruid destruid sin piedad
las ciudades veneradas!
(…) Los más viejos de nosotros
tienen treinta años; sin embargo, nosotros ya hemos despilfarrado tesoros, mil
tesoros de fuerza, de amor, de audacia, de astucia y de ruda voluntad; los
hemos desperdiciado con impaciencia, con furia, sin contar, sin vacilar jamás,
sin jamás descansar, hasta el último aliento... ¡Mi rad nos! ¡Todavía no
estamos exhaustos! ¡Nuestros corazones no sienten ninguna fatiga porque se
alimentan de fuego, de odio y de velocidad!... ¿Os asombráis?... ¡Es lógico,
porque vosotros ni siquiera os acordáis de haber vivido! ¡Erguidos en la cima
del mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!
(…) ¡Erguidos en la cima del
mundo, nosotros lanzamos, una vez más, nuestro reto a las estrellas!” (12)
Esto es el futurismo: pasión desatada, desafío, esteticismo
dramático, ansia de destrucción, zambullido en la piscina de la modernidad,
arrebato de furia y deseo implícito de quemarse en cualquier aventura. La
“personalidad fascista” debe mucho a estas líneas exaltadas. Drieu la Rochelle y
también André Malraux estuvieron cerca de este estilo de vida y ambos afirmaron
que el fascismo era una forma de “pesimismo activo” (13).
Cuando en 1912 Marinetti y sus amigos ya habían lanzado el
Manifiesto de la Pintura Futurista, el Manifiesto de la Mujer Futurista, el
Manifiesto de la Escultura Futurista y otros documentos similares, empezó a
calibrar la posibilidad de dedicarse a la política. Sus primeros contactos
fueron en dirección de los sindicalistas revolucionarios (14) en un momento en el que este sector (como veremos en el
próximo capítulo) y los nacionalistas de la ANI vivían en plena efervescencia.
Marinetti en este período hace guiños a unos y a otros y alude frecuentemente a
“nuestros enemigos comunes” (15). En ese momento ya está convencido de que “el
sindicalismo revolucionario y el nacionalismo son las dos únicas fuerzas
realmente subversivas de la Europa Latina” (16)
Es poco después, cuando tiene lugar la guerra de Libia a la
que es enviado como corresponsal, Marinetti vive su mejor momento: publica su
novela más famosa –Mafarka (17) de “inspiración africana”– y vive de cerca por
primera vez la experiencia de la guerra que en él, como en Ernst Jünger unos
años después, tendrá una virtud transfiguradora. A partir de ese momento, para
Marinetti, la guerra pasa a ser “la única higiene del mundo” (18).
Futuristas y política
Poco antes del inicio de la Primer Guerra Mundial, los
futuristas publicaron su primer Manifiesto Político que insistirá en los temas
propios que habían dado vida al movimiento artístico: antisocial y
anticlerical, imperialista (proponía una “política exterior agresiva, astuta,
cínica”, exigía la “Restauración de la Roma Imperial”. Intervencionista como
Mussolini, D’Annunzio o los nacionalistas, el propio Marinetti en septiembre de
1914 organizó en Milán las primeras manifestaciones contra Austria (19).
Sus dos escritos políticos más relevantes serán Democracia Futurista publicado en 1919 y Más allá del comunismo aparecido el año siguiente. Su lectura permite advertir con facilidad lo que le uniría y le separaría del fascismo: el “posibilismo” (20). Lo que para Mussolini era “estrategia” móvil, cambiante, según soplaran los vientos y le aproximara en las más diversas circunstancias al gobierno de la nación, no dejaba de repugnar a Marinetti, poco pragmático y de escasa visión política, refugiado en el “purismo” y, por tanto, en buena medida en la esterilidad política. El Marinetti republicano y anticatólico difícilmente podría entenderse durante mucho tiempo con el Mussolini convertido en aliado de la monarquía y firmante del Concordato con la Santa Sede. Ambos, apasionados de la italianidad, terminaron siendo antisocialistas y anticomunistas y rechazaban cualquier forma de cosmopolitismo. Ambos soñaban con una revolución, pero la de Mussolini era de “masas” y la de Marinetti de “élites intelectuales”. Esto explica que tanto antes como después de la Marcha sobre Roma, menudearan las rupturas y las reconciliaciones. Solamente cuando Mussolini rompió –forzosamente, hay que decirlo– con la monarquía en 1943 y fundó la República de Saló, Marinetti apreció el reverdecimiento del Mussolini revolucionario y se adhirió sin fisuras.
Durante la Primera Guerra Mundial, los futuristas se
presentaron voluntarios a las unidades de élite, los llamados “Exploradores de
la Muerte” que fue la médula de los famosos Arditi (21). Algunos mueren en
combate como el arquitecto futurista Sant’Elia y el pinto Boccioni, otros
muchos fueron condecorados por acciones de guerra demostrando que los principios
futuristas no eran una simple pose o un mero gesto, sino que afectaba al núcleo
de su personalidad. Marinetti, por supuesto, se alistó también y otro tanto
hizo Mario Carli el futuro director de L’Impero y, especialmente, de Roma
Futurista.
El 20 de septiembre de 1918 aparece el primer número de Roma
Futurista subtitulada Periódico del Partido Futurista que llamaba a “todos los
italianos” que terminaría constituyendo el núcleo del Partido Político
Futurista. En esta publicación aparecen algunos de los temas que el fascismo
incorporaría (la estructura corporativa del Estado) y otros que encontraron el
rechazo del “posibilista” Mussolini (el anticlericalismo, la socialización de
la tierra y otros temas propios de la izquierda como el sufragio femenino).
En la postguerra, los Arditi, una vez desmovilizados, se
reagruparon en la Associazione Nazionale d’Arditi d’Italia fundada por Mario
Carli. Este había sido inicialmente relegado a trabajos administrativos a causa
de su miopía, pero insistiendo logró enrolarse en la 18ª Compañía de Asalto de
los Arditi alcanzando pronto el grado de capitán por méritos de guerra y varias
condecoraciones al valor. Próximo a la paz, junto con Marinetti fundó la
revista Roma Futurista, que sería la tribuna de los Arditi futuristas. Su
símbolo era la llama negra propia de estas tropas de asalto. Carli había
escrito: “El Ardito y el futurista de guerra, la vanguardia despeinada y
dispuesta a todo, la fuerza y la agilidad de los años veinte, el joven que
lanza bombas silbando recuerdos de la variedad” (22). El 10 de diciembre de
1918 se constituyó la ANAI cuando en varias ciudades italianas se constituían
“fasci futuristi”. Muchos Arditi seguían en activo en el ejército que veía con
cierta hostilidad su creciente compromiso político y en especial la difusión en
los cuarteles de la revista L’Ardito. A la prohibición y a las sanciones que se
lanzaron para que los futuristas cesaran de hacer política en los cuarteles,
Carli contestó con un famoso artículo titulado: “Arditis, no gendarmes”,
indicando que no serían ellos quienes salvaran al régimen. Luego siguió la
aventura de D’Annunzio en Fiume protagonizada mayoritariamente por Arditi.
Futurismo y fascismo
Ya, por entonces, los futuristas se habían aproximado al
proyecto mussoliniano de convocar una Constituyente del intervencionismo que
aproximó a Marinetti y a Mussolini y los unió en un acto convocado en la Scala
de Milán donde boicotearon a los intervencionistas de izquierda.
Un año después, Marinetti participó en la reunión de los
“sansepolcristas” reunidos en la plaza del mismo nombre. El primer programa de
los Fasci di Combatimento incluye algunas de las propuestas futuristas: en lo
relativo al Estado (“El Estado es soberano, y esta soberanía no puede ni debe
ser limitada o disminuida por la Iglesia”), a las Corporaciones (“Las
corporaciones deben ser promovidas según dos direcciones fundamentales: como
expresión de la solidaridad nacional y como medio de desarrollo de la
producción”), a los Principios de política exterior (“Italia debe reafirmar su
derecho a realizar su plena unidad histórica y geográfica, incluso allí donde
aún no la ha realizado”), etc. Esto ocurría el 23 de marzo de 1919. Pocos días
después, Mussolini y Marinetti lanzan a los Arditi contra el diario socialista
Avante! cuya redacción resulta completamente saqueada. A pesar de que Mussolini
asumiera la responsabilidad del asalto, la mayoría de participantes eran Arditi
y buena parte de estos eran futuristas (23).
A partir de ese momento, las relaciones entre el fascismo y
los futuristas se van estrechando especialmente en Milán en donde Marinetti era
miembro del Fasci de esa ciudad. Sin embargo, cuanto tuvo lugar el segundo
congreso de los Fasci se produce la primera tensión notable: Marinetti percibe
una atenuación de la tensión ideal del fascismo y una aproximación al Vaticano
cuya “soberanía espiritual” se reconoce. A pesar de que Marinetti dimitiera del
movimiento, en ese momento, el futurismo ya estaba roto como unidad política:
Carli había pasado a publicar un semanario ultramonárquico (Il Principe) que no
dudaba en proponer para horror de Marinetti que “la monarquía absoluta es el
régimen más perfecto”. Después de sucesivas transformaciones, la revista pasó a
llamarse primero L’Impero y luego L’Impero Fascista.
En cuanto a la ANAI fue disuelta por Mussolini al
considerarla “poco fiable para el fascismo”. La mayoría de Arditi se adhirieron
al fascismo y solamente un grupo de Arditi romanos –los llamados Arditi del
Popolo, esencialmente romanos– rechazaron esta aproximación. Para sustituir a
la ANAI se fundó la Federazione Nazionale Arditi D’Italia el 22 de octubre de
1922. Los Arditi del Popolo desde el principio se configuraron como una fuerza
activista antifascista que contó entre sus militantes con anarquistas,
socialistas y comunistas (que pronto fueron mayoritarios).
Las esperanzas de Marinetti de que después de la Primera
Guerra Mundial estallara una “revolución” se vieron pronto decepcionadas y él
mismo fue el primero en hablar de la “vitoria mutilada”. La aventura de Fiume
le dio solamente una breve esperanza. Pronto rompió con D’Annunzio y fue de los
primeros en invitarle a abandonar la ciudad. La existencia del Partido Político
Futurista fue breve (apenas dos años, desde la creación de los primeros Fasci
Futuristi en 1917 hasta la reunión de la plaza del San Sepolcro en 1919) y
tenue. Con la fusión entre fascistas y futuristas los Arditi se convierten en
un sector de los camisas negras mussolinianos de los que constituyen su tropa
de asalto tal como demuestra el saqueo de la redacción del Avanti!. Con la
publicación Al di là del Comunismo (1920), Marinetti da por concluida su
aventura política y retorna a la literatura. Pero su hora ha pasado: ya no es
considerado ni en Roma ni en París, “la cafeína de Europa”. Han surgido otras
vanguardias, el dadaísmo durante la guerra y el surrealismo cuando esta última
periclitó.
Su decadencia artística le vuelve a aproximar al fascismo.
Es entonces cuando recibe honores del régimen y cuando corresponde sumando su
nombre al Manifiesto de los Intelectuales Fascistas publicado en 1925. Luego
viajó como representante del régimen fascista a varios países, entre ellos
España (24). En 1929, Marinetti entrará, por deseo expreso de Mussolini en la
Academia de Italia recién fundada. En esos años vuelve a reverdecer en su
espíritu la fascinación por la guerra: cantará la guerra de Etiopía y a los 66
años se enrolará en la Armata Italiana in Russia, el cuerpo expedicionario
italiano que apoyó a la Werthmach en la Operación Barbarroja. Volvió con la
salud quebrantada y murió el 2 de diciembre de 1944, después de adherirse
incondicionalmente a la República Social Italiana en la que identificó la
pureza del fascismo de los orígenes.
Conclusión
El futurismo fue, inequívocamente, otra de las tendencias
que dieron vida al fascismo, pero a su vez, era un conjunto de tendencias cuyo
comportamiento político no era siempre homogéneo. Las relaciones entre
futurismo y fascismo fueron oscilantes, pero lo esencial es reconocer que el proyecto
político de Marinetti terminó convergiendo mayoritariamente con el de
Mussolini, tal como demuestra inequívocamente su presencia entre los
“sansepolcristas”. No todo el futurismo fue fascista, pero sí que lo esencial
del futurismo y de los Arditis, se decantó hacia el futurismo.
Desde el punto de vista doctrinal la personalidad fascista,
tanto en Italia como en otros países en los que se manifestó, debe mucho al
futurismo y, en lo esencial, supone una modulación de las posiciones radicales
de Marinetti en la década de 1909-1919. De ahí surge la transformación del
pesimismo en acción, de ahí también la consideración de la guerra como “única
higiene”, el canto a la juventud (los futuristas sostenían que todo lo que no
se hiciera antes de la edad de 40 años ya no tenía importancia), la vida
aventurera, casi de lansquenete, los golpes de audacia, la violencia como arma
política, el gusto por el enfrentamiento directo, que estuvieron presentes en
el futurismo, reaparecieron incluso en modelos de fascismo en otros países que
ni siquiera habían oído hablar del futurismo.
¿Dónde situar geométricamente a la componente futurista
dentro del fascismo? ¿A la derecha, en el centro, a la izquierda? No era, desde
luego, un movimiento conservador… si bien Carli y muchos más entre los Arditi
futuristas se orientaron a la derecha, incluso mucho más a la derecha que
Mussolini y asumieron la defensa de la monarquía. Su polémica anticlerical y
sus contactos iniciales son los sindicalistas revolucionarios podía asimilarlos
a la izquierda, sin olvidar que llamaron al enfrentamiento con anarquistas
socialistas y comunistas. Y si bien es cierto que compartieron algunos de los
puntos de vista de Mussolini (intervencionismo, necesidad del imperio,
corporativismo) también es cierto que Marinetti denostó algunas de las
orientaciones del futuro Duce (especialmente el “posibilismo” y su aproximación
posterior al Vaticano).
De hecho, el futurismo tuvo también tres componentes, a modo
de fotocopia reducida de lo que luego sería el fascismo y estas tres
componentes luego se superpusieron a las que aparecieron en el Partido Nacional
Fascista.
Notas:
(1) R. Paris, explica que Marinetti “fue la única personalidad de cierta importancia que participó en la reunión de la plaza San Sepolcro del 23 de marzo de 1919. La elaboración del programa de los Fasci debía mucho, entre otros, a los futuristas. Marinetti fue elegido, pues, miembro del Comité Central y, a continuación, de la comisión de propaganda y prensa” (op. cit., pág. 57).
(2) El partido también fue ocasionalmente conocido como “Partido Futurista Italiano”, así se le cita, por ejemplo, en Marinetti Futurista (obra colectiva, Guida Editori, Nápoles 1977, pág. 98) probablemente la exposición más completa del pensamiento estético-político de Marinetti. En cuanto a la intervención política de los futuristas es tratada de manera exhaustiva en La nostra sfida alle stelle: futuristi in política, Emilio Gentile, Laterza 2009. En esta obra también se alude al “Partido Futurista Italiano” (pág. 53).
(3) “Cuando el
Estado fascista de Mussolini se alzó con el poder tras la “Marcha sobre Roma”
de 1922, aunque pareció encarnar todas estas expresiones anteriores de
renovación cultural y política, también heredó todas las incertidumbres y
contradicciones propias de la esfera artística y cultural que, como siempre,
quedaron sin resorber. El futurismo y el fascismo estuvieron indisolublemente
unidos pero mantuvieron una relación sutilmente tensa, confusa e incluso
cómica. Mussolini promovió ciertos aspectos del futurismo, mientras que actuó
con extrema precaución e incluso hostilidad, frente a otros”, Richard Humpheys,
Futurismo, Movimientos en el Arte Moderno, Serie Tate Gallery, Encuentro
Ediciones, 2000, pág. 15.
(4) El
positivismo afirma que el único conocimiento auténtico es el científico y
solamente puede afirmarse a través del método científico. En sus
interpretaciones más extremistas terminó desembocando en una especie de
religiosidad laica. En cuanto a Benedetto Croce, reprochaba a Compté, máximo
representante francés de esta corriente, el que “dejaba insatisfecha la
necesidad religiosa del hombre” que era justamente lo mismo que le reprochaba
Bergson.
(5) R. Paris, op.
cit., pág. 48.
(6) El artículo
en cuestión llevaba este mismo título y fue publicado en Il Popolo d’Italia en
1º de enero de 1920: “… contra los demás, contra nosotros mismos… Nosotros
hemos destrozado todas las verdades reveladas, hemos escupido sobre todos los
dogmas, hemos rechazado todos los paraísos, hemos ridiculizado a todos los
charlatanes –blancos, negros y rojos- que ponen en venta las drogas milagrosas
para proporcionar la “felicidad” al género humano. No creemos en los programas,
en los esquemas, en los santos, en los apóstoles; sobre todo, no creemos en la
felicidad, en la salvación, en la tierra prometida… Volvamos al individuo.
Nosotros apoyamos todo lo que exalta y engrandece al individuo, todo lo que le
da mayor bienestar, libertad y una mayor independencia; combatimos todo lo que
deprime y mortifica al individuo. En las actualidad hay dos religiones que se
disputan el dominio sobre el individuo y sobre el mundo: la negra y la roja;
las encíclicas provienen, hoy, de dos Vaticanos, el de Roma y el de Moscú.
Nosotros somos los herejes de estas dos religiones” (Citado por A. Tasca, op.
cit., págs. 48-49), puede observarse la retórica danunziana que destila el
artículo –se diría que es el propio poeta el que habla en algunas frases– y que
define perfectamente la personalidad apasionada, vitalista y rebelde del
Mussolini de 1920
(7) Al estallar la
Primera guerra Mundial, D’Annunzio, que se encontraba en esos momentos en
Francia, regresó a Italia, realiza una campaña a favor del intervencionismo
italiano a favor de Francia e Inglaterra y fue piloto de guerra voluntario. El
9 de agosto de 1918 protagonizó una de sus habituales “acciones heroicas”
sobrevolando Viena con el Escuadrón 87 “La Serenísima” del que era comandante,
lanzando panfletos, un trayecto extremadamente difícil para la aviación de la
época. Esta acción y la ocupación de Fiume le valieron el ser considerado como
el mayor héroe italiano de la época.
(8) El entones
secretario general del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci escribió el
8 de septiembre de 1922 una Carta sobre el futurismo fechada en Moscú, en donde
dice: “D'Annunzio nunca ha tomado posición pública respecto al futurismo. Hay
que señalar que el futurismo, en su nacimiento, surgió expresamente contra
D'Annunzio. Uno de los primeros libros de Marinetti tenía por título Les
Dieux s'en vont, d'Annunzio reste. Aunque durante la guerra los programas
políticos de Marinetti y de D'Annunzio hayan coincidido en todos los puntos,
los futuristas han permanecido antid'annunzianos. Prácticamente no han
demostrado interés alguno por el movimiento de Fiume, aunque luego hayan
participado en las manifestaciones.” (el texto completo puede leerse en
http://www.ddooss.org/articulos/textos/Gramsci.htm). A pesar de que Gramsci
exagera algo, lo cierto es que D’Annunzio y Marinetti nunca se llevaron bien:
“D’Annunzio dirá a sus amigos que Marinetti es "una nulidad
atronadora" o "un necio fosforescente" o también –parece–
"un necio con algunos rayos de imbecilidad"; y Marinetti le
contestará definiéndolo confidencialmente como un tradicionalista, un
"Montecarlo de todas las literaturas", "aburrido y anacrónico".
Pero en público, a regañadientes, se alabarán recíprocamente y en sus pocos
encuentros se intercambiarán hasta flores, regalos y abrazos; sin menoscabo de
la admiración que siente Marinetti por la "vida futurista" de
d’Annunzio; o, durante los años siguientes, la aprobación sufrida y limitada de
d’Annunzio por las novedades introducidas por el Futurismo en las letras, las
artes figurativas, la música e incluso en las expresiones más corrientes del
gusto, como el periodismo, la publicidad y la moda.”
(http://www.internetculturale.it/genera.jsp?id=893&l=es).
(9) R. Paris, op.cit.,
pág. 52.
(10) Sobre las
relaciones entre futurismo y fascismo y sobre otros movimientos artísticos de
vanguardia del novecento puede leerse la Historia de las literaturas de
vanguardia, Guillermo de Torre, Ediciones Guadarrama, Madrid, especialmente
el capítulo La esquina peligrosa: futurismo y fascismo, págs. 149-152.
(11) Nos ha sido
imposible establecer el origen de este apelativo que suele acompañar a nombre
de Marinetti. Mientras que para unos se trata de un mote puesto por algún
crítico avisado, para otros el propio Marinetti se lo dio a sí mismo y se
autoproclamó como tal (Cfr.
http://desdemendoza.com.ar/index.php/revistasdmza/revista-artedmza/957-a-100-anos-de-qla-cafeina-del-mundoq.html).
(12) Para el texto
completo del manifiesto cfr.:
http://elcraneo.8m.com/manifiestosfuturistas.htm
(13) La frase se ha
atribuido habitualmente a Drieu la Rochelle, el cual, a su vez se consideraba
como tal y decía que un “pesimista activo” será siempre un fascista. Sea esta
atribución cierta o no, André Malraux pudo decir, a su vez, que “el pesimismo
activo era la antesala fatal del fascismo” (Citado en La diversidad
asediada, Escritos sobre culturas y mundialización, Pedro Susz K., Plural Editores, La Paz 2005, pág. 385).
(14) “En ese
momento en el que empieza a esbozarse en el seno del sindicalismo
revolucionario la tendencia “nacionalista revolucionaria” [1910], Marinetti
decide dar una conferencia sobre “la belleza y la necesidad de la violencia”,
además de mover todos los hilos a su alcance para obtener un mandato
parlamentario en la circunscripción del Piamonte. Ahora bien, en esta
circunscripción ha surgido una corriente política en torno del periódico Il
Tricolore, que preconiza una alianza del nacionalismo y del sindicalismo
revolucionario. Marinetti pronuncia su conferencia en Nápoles, en Milán y en
Parma, donde Alceste de Ambris publica la revista L’Internazionale,
órgano del sindicalismo revolucionario. Al imprimir el texto casi íntegro de la
conferencia de Marinetti, De Ambris rinde homenaje a este “magnífico y soberbio
himno a la violencia”, a esta hermosa incitación a la vida “en pleno cementerio
de la vida italiana”. En esencia esta conferencia hace apología de la guerra,
entona un himno a la Patria, estigmatiza el utilitarismo estrecho y mezquino de
la democracia reformista y magnifica, en suma, el “gesto destructor de los
anarquistas”, la huelga general y la revolución”, Z. Sternhell, El nacimiento… op.
cit., pág. 361. Tal es el origen del período en el que Marinetti estuvo
próximo al sindicalismo revolucionario.
(15) Z. Sternhell, op.
cit., pág 360. Marinetti dedicó uno de sus famosos manifiestos a este tema
y unas semanas después en mayo de 1910, junto con la revista La demolizione
(revista anarquista de matriz sindicalista-revolucionaria dirigida por Ottavio
Dinale) realiza una encuesta sobre “la fundación de un partido revolucionario”.
(16) Z. Sternhell, op.
cit., pág. 361.
(17) Existe una
reciente edición española de esta obra: Mafarka, F. T. Marinetti,
Editorial Renacimiento, Colección Pompadour, Madrid 2007.
(18) Tal es el
título de una obra publicada por Marinetti en 1915 y editada por las Edizioni
Futuriste de Poesia en Milán: Guerra sola igiene del mondo.
(19) R. Paris, op.
cit., pág. 55.
(20) Cfr. Vintila
Horia, Introducción a la Literatura del Siglo XX, Universidad Gabriela
Mistral, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1989, págs. 27 y sigs,
dedicadas a Marinetti.
(21) Cfr. Z.
Sternhell, op. cit., pág. 362. La historia más accesible actualmente
sobre este cuerpo de élite es Italian Arditi, Elite Assault Troops 1917-20 de
Angelo L. Pirocchi, Osprey Publishing, Oxford 2004. Un resumen puede encontrarse
en Wikipedia edición inglesa http://en.wikipedia.org/wiki/Arditi o bien en la
edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Arditi
(22) Escrito en Roma
Futurista, año 1, nº 1, 20 de septiembre de 1918. Reproducido en Wikipedia
edición italiana http://it.wikipedia.org/wiki/Mario_Carli
(23) R. Paris, op.
cit., pág. 57.
(24) Cfr. Vanguardias
Artísticas en España, Jaime Brihuega, Ediciones Itsmo, Madrid 1981, pág.
296-8 y en Italia-España en la época contemporánea, Assumpta Camps, Peeter Lang
AG, Berna 2009, págs. 89-92, se mencionan ampliamente los desplazamientos de
Marinetti por España.
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