Infokrisis.- Los textos que presentamos a continuación debían de haber configuado un libro titulado Satanás y su puta madre... El libro se escribió, incluso se concluyó, pero nuestra amada esposa amenazo con separarse si me atrevía a editarlo o enviarlo a alguna editoria. El texto, compuesto en un 50% por artículos publicados en revistas, quedó olvidado hasta esta noche a las 4:00 de la madrugada, cuando intentaremos rescatar algunos capítulos de la obra...
El Hollywood que adora y busca al Diablo
Satanás el impuro, Satanás el gran tentador, Satanás el malvado químicamente puro, Satanás la antítesis de lo sagrado… era evidente que en Satanás, Hollywood iba a encontrar al perfecto malvado. Sin embargo, el respeto y la circunspección de la que hizo gala la meca del cine en sus primeras décadas, alejó al Diablo de las pantallas; su aparición fue tardía. Tardía, pero podidamente gloriosa.
A partir de los años setenta, oscuro e irracional, el Diablo saldría frecuentemente victorioso en su confrontación con el bien y, con él, la maldad, el pecado, la corrupción más absoluta y los instintos más pervertidos y animales. En tanto que gran seductor, al Diablo le quieren las cámaras. Suele ser fotogénico y además, resulta atractivo para la mayoría, pues no en vano, lo que propone es un canto al hedonismo y al “todo está permitido” al que aludiera Crowley. La inmensa mayoría de nosotros firmaríamos el pacto diabólico con la tinta verde que dicen que utiliza el Diablo, renunciando a la posesión de nuestra alma inmortal y a la contemplación de Dios Padre durante toda la eternidad, por alcanzar algún bien material, desde el cuerpo que nos vuelve locos hasta el dinero sin fin que obviará cualquier dificultad nuestra y de nuestros descendentes por los siglos de los siglos. Eludimos pensar en el sufrimiento futuro y preferimos un aquí y ahora hecho de placer calentón u opulento. El “valle de lágrimas” no es para nosotros, lo nuestro es buscar el gustirrinín y huir del dolor y, por lo demás, el placer es mejor que el remordimiento, así que Satanás siempre tiene las de ganar.
A Hollywood le gusta lo que gusta al público. Si alguien conoce los bajos fondos del espíritu humano son los guionistas de Hollywood. Por eso, hay algo en Hollywood enfermizo a insano: lo percibió Kenneth Anger en su “Hollywood-Babilonia” y lo corroboran muchas de las biografías de los grandes del cine, ídolos de masas, depravados en la intimidad, grandes seductores ante su público, malas bestias con los suyos, mujeres de sonrisa divina y dulzura angelical ante la cámara y hetaira pervertida y viciosa cuando se apagan los focos. Eso es Hollywood. Un Hollywood que llega marcado a fuego el sello indeleble de lo demoníaco. Eso, y algún tipo majo. La historia del cine es la de una gigantesca pirámide de rarezas más próximas al Diablo que al buen Dios. Esto por lo que se refiere al carburante que mueve Hollywood, los actores, mero material humano, consumible de lujo, excepcionalmente bien pagado, que se va agotando de película en película.
Y qué decir de los argumentos… Si unimos las películas que tocan directamente la figura del Diablo a las que aluden a variaciones sobre el mismo tema (licantropía, brujería, vampirismo, posesión, mundo siniestro, anticristo, serial-killers, etc.), el número de filmes que podríamos incluir aquí tiende directamente hacia lo infinito o poco menos.
De todos ellos, hemos decidido seleccionar cuatro de reconocidos valores artísticos que han marcado cuatro épocas en la historia del Diablo en la pantalla. Las cintas sobre el Diablo son tan frecuentes casi como las comedias intrascendentes chico-busca-chica. Pero cuatro de todas ellas alcanzan los rasgos de la obra maestra. Vamos a ver si coincidimos.
La Semilla del Diablo. Satanistas libres de toda sospecha
Se ha dicho que la película más terrorífica de toda la historia del cine es “El Exorcista”. Primera parte, por supuesto. El padre Karras es un encanto de jesuita torturado por sus dudas y la niña, Regan por más señas, de acarameladas, melosas y empalagosas facciones, casi gana al transformarse en encarnación misma del Diablo. Falla el vómito verde, pero en aquella época, los efectos digitales todavía no se habían afianzado. Mejor por que cuando el exorcista propiamente dicho, Max von Sydow, se quita la plasta de la cara, la expresión jamás hubiera podido simularla actor alguno de no ser completamente verídica.
A partir de los años setenta, oscuro e irracional, el Diablo saldría frecuentemente victorioso en su confrontación con el bien y, con él, la maldad, el pecado, la corrupción más absoluta y los instintos más pervertidos y animales. En tanto que gran seductor, al Diablo le quieren las cámaras. Suele ser fotogénico y además, resulta atractivo para la mayoría, pues no en vano, lo que propone es un canto al hedonismo y al “todo está permitido” al que aludiera Crowley. La inmensa mayoría de nosotros firmaríamos el pacto diabólico con la tinta verde que dicen que utiliza el Diablo, renunciando a la posesión de nuestra alma inmortal y a la contemplación de Dios Padre durante toda la eternidad, por alcanzar algún bien material, desde el cuerpo que nos vuelve locos hasta el dinero sin fin que obviará cualquier dificultad nuestra y de nuestros descendentes por los siglos de los siglos. Eludimos pensar en el sufrimiento futuro y preferimos un aquí y ahora hecho de placer calentón u opulento. El “valle de lágrimas” no es para nosotros, lo nuestro es buscar el gustirrinín y huir del dolor y, por lo demás, el placer es mejor que el remordimiento, así que Satanás siempre tiene las de ganar.
A Hollywood le gusta lo que gusta al público. Si alguien conoce los bajos fondos del espíritu humano son los guionistas de Hollywood. Por eso, hay algo en Hollywood enfermizo a insano: lo percibió Kenneth Anger en su “Hollywood-Babilonia” y lo corroboran muchas de las biografías de los grandes del cine, ídolos de masas, depravados en la intimidad, grandes seductores ante su público, malas bestias con los suyos, mujeres de sonrisa divina y dulzura angelical ante la cámara y hetaira pervertida y viciosa cuando se apagan los focos. Eso es Hollywood. Un Hollywood que llega marcado a fuego el sello indeleble de lo demoníaco. Eso, y algún tipo majo. La historia del cine es la de una gigantesca pirámide de rarezas más próximas al Diablo que al buen Dios. Esto por lo que se refiere al carburante que mueve Hollywood, los actores, mero material humano, consumible de lujo, excepcionalmente bien pagado, que se va agotando de película en película.
Y qué decir de los argumentos… Si unimos las películas que tocan directamente la figura del Diablo a las que aluden a variaciones sobre el mismo tema (licantropía, brujería, vampirismo, posesión, mundo siniestro, anticristo, serial-killers, etc.), el número de filmes que podríamos incluir aquí tiende directamente hacia lo infinito o poco menos.
De todos ellos, hemos decidido seleccionar cuatro de reconocidos valores artísticos que han marcado cuatro épocas en la historia del Diablo en la pantalla. Las cintas sobre el Diablo son tan frecuentes casi como las comedias intrascendentes chico-busca-chica. Pero cuatro de todas ellas alcanzan los rasgos de la obra maestra. Vamos a ver si coincidimos.
La Semilla del Diablo. Satanistas libres de toda sospecha
Se ha dicho que la película más terrorífica de toda la historia del cine es “El Exorcista”. Primera parte, por supuesto. El padre Karras es un encanto de jesuita torturado por sus dudas y la niña, Regan por más señas, de acarameladas, melosas y empalagosas facciones, casi gana al transformarse en encarnación misma del Diablo. Falla el vómito verde, pero en aquella época, los efectos digitales todavía no se habían afianzado. Mejor por que cuando el exorcista propiamente dicho, Max von Sydow, se quita la plasta de la cara, la expresión jamás hubiera podido simularla actor alguno de no ser completamente verídica.
Pero si “El Exorcista” (el montaje del director estrenada en el 2000, es decir, 25 años después del montaje primigenio, mejora el original) merece la primera mención, no es menos cierto que siguió a otra película que abrió las pantallas del gran cine al Maligno. En efecto, la fama adquirida por “La Semilla del Diablo”, unos años antes, la situó en el arranque del cine de Terror, subgénero de Satanismo. Polansky coqueteaba en aquella época con lo diabólico. Finalmente, su esposa resultó despanzurrada por un grupo de alienados satanistas. La película de Polanski es, sin duda, la primera gran película sobre el Diablo.
El argumento se basó en la novela de Ira Levin, “El bebé de Rosemary” y puede ser considerada como un verdadero descenso a los infiernos de la protagonista, la enfermiza Mia Farrow. Poco a poco, se da cuenta de que sus afables vecinos son conspicuos satanistas y que el hijo que lleva en sus entrañas ha sido concebido con el concurso de Satanás. Todo un poema.
Llama la atención que, en el filme de Polansky no hay ni una sola escena en donde aparezca el Diablo o alguna forma terrorífica. Y sin embargo, la película causa angustia y desasosiego en el espectador. Lo más angustioso, sin duda, es la normalidad banal y pequeño-burguesa de los devotos de Satán. Nada que ver con los heavys convertidos en los noventa en comparsas del Diablo. El mensaje es claro: lo demoníaco está en el núcleo mismo de la sociedad más tranquila y conservadora, una tesis que compartimos al ciento por ciento y que hoy es incluso mucho más actual que cuando Polansky dirigió el film.
Para colmo Polansky se documentó hasta la saciedad para realizar la película. Ya hemos vito que LaVey fue su “asesor satánico”. A lo largo de toda la cinta hay guiños hacia el satanismo organizado, el primero de los cuales es, sin duda, la ubicación del escenario en el Edificio Dakota, donde vivió en su periplo neoyorkino Aleister Crowley. Un inmueble que parece incorporar el mal dentro de sus muros.
El protagonista John Cassavetes se sintió incómodo a lo largo de todo el film. Cineasta independiente, entonces era una estrella ascendente, pero aquel guión le superaba y le resultaba extremadamente desagradable. Pero lo más desagradable estaba por llegar: a los pocos meses de proyectarse el film con gran éxito, los anónimos que Polansky había ido recibiendo, se materializaron y su esposa, Sharon Tate y cuatro de sus amigos, resultaron horriblemente asesinados por “discípulos del Diablo” propiamente dichos. Manson y las chicas de su tribu eran algo más que hippis desarrapados: adoraban a Satanás y en anteriores encarcelamientos, el siniestro personaje pudo conocer el mundo del ocultismo, la magia y el satanismo. Cuando fue puesto en libertad, su cerebro, completamente desorganizado, le llevó a inducir el horripilante crimen… sin duda un daño colateral de “La Semilla del Diablo”.
El Exorcista. El Diablo y la inocencia
En 1973 ya se habían disipado los ecos del film de Polansky, si bien el horror de los asesinatos de Manson, seguía vivo. Fue entonces cuando William Friedkin rodó “El Exorcista”. Y si, en efecto, puede ser considerada en rigor como la película más terrorífica de la historia del cine.
Lo de menos son los efectos especiales, lo verdaderamente terrorífico es que Friedkin logra enraizar con terrores atávicos que figuran en nuestro subconsciente. ¿De dónde procede el mal? Y responde: de la más remota antigüedad. El Diablo ya estaba presente en un tiempo en el que todavía la humanidad estaba balbuciente. Se conoció primero al Diablo que a Dios. En Babilonia. Allí el exorcista von Sydow tiene su primer encuentro con el Maligno. Allí lo conoce y se enfrenta a él. Allí lo vence por vez primera.
El segundo gran hallazgo de la película es que el Mal es mucho más lacerante cuando se proyecta sobre el ser más ingenuo e inocente (a la sazón Lynda Blair con sus apenas quince años). Un zombi cincuentón más parece un patán caminando sobre huevos, incita a la carcajada más que al escalofrío; la Blair y su progresiva transformación desde la memorable meada ante el público que tanto le quiere y al que tanto debe, hasta el combate final con lanzamiento sin paracaídas del padre Karras por la ventana, nos induce progresivamente a identificar lo malvado encarnado en el rostro de una niña.
Se suele olvidar que la película está basada en la novela original de William Meter Blatty, inspirada en un caso real de posesión demoníaca sobre un adolescente. En torno al film, ocurrieron tal cantidad de anécdotas que ha pasado a la crónica del séptimo arte como uno de los “films más malditos de la historia”. Es bien conocido que Lynda Blair, a la que por su edad no se dejó ver el resultado de su trabajo, cayó inmediatamente después en crisis de alcoholismo y toxicomanía que estuvieron a punto de destruirla completamente. Abundaron los fallecimientos entre los allegados a los actores y la filmación prosiguió en medio de indecibles incidentes.
Finalmente Friedkin se decidió a llamar a un sacerdote y exorcizar a todos los participantes en la película. Tras el estreno se produjo una verdadera epidemia de posesiones demoníacas, hubieron ataques de nervios entre los espectadores y para colmo una embaraza abortó. El éxito estaba asegurado: la película se vendía como si verdaderamente hubiera en torno a ella algo maligno. El público había aprendido a amar lo maligno y acudió masivamente a las salas de proyección. Olvidables las dos secuelas del filme que inducían a la carcajada o, en su defecto, a la conmiseración.
“La Profecía”. El Anticristo apuntaba para Presidente de EEUU
Tres años después llegó la primera entrega de “La Profecía” (los otras dos fueron, tan olvidables como las secuelas de “El Exorcista”). Aquí se jugaba con todos los trucos del cine de terror: cabezas cortadas, efectos especiales escalofriantes, perros ladrando en la oscuridad, cementerios, y nuevamente el Diablo tenía facciones de un criajo que causaba más estragos que Atila en una fábrica de porcelana. Richard Donner hizo bien su trabajo y los guionistas también estuvieron sembrados.
Gregory Peck, al adoptar un niño, va y adopta al hijo del Diablo. Niñeras suicidadas, accidentes inexplicables, la misma madre que palma… Peck, ante tanta desgracia, concluye que la criatura es la encarnación del Anticristo. Hay algo en el film de Donner que remite a “La Semilla del Diablo”, acaso por que a medida que avanza el metraje se desmadeja el cerebro de la madre de la criatura.
Otra película maldita en la que el propio Gregory Peck se salvó por los pelos de un accidente de aviación, un atentado del IRA en el hotel donde se encontraba Donner y decenas de pequeños incidentes que rompieron los nervios a todos los presentes.
Y ¿qué decir de la banda sonora? Tanto en ésta como en las otras tres películas precedentes, la música creaba un clima de ansiedad difícilmente alcanzable, solo que en “La profecía”, la letra que acompañaba el tema central era espeluznante, recréense en ella: "sangre bebemos / carne comemos / elevad el cuerpo de Satanás / saludad al Anticristo / Saludad a Satanás". Goldsmith salió oscarizado del trance.
“El Corazón del Ángel”. El Diablo cobra cualquier servicio
La última cinta que vale la pena mencionar en el pelotón de cabeza es, sin duda, “El corazón del Ángel”. Alan Parker se lució y mereció vuelta al ruedo, oreja y rabo. Y otro tanto, el cuadro de actores del que destaa un Mickey Rourke que borda el mejor papel de su alcohólica filmografía (“Nueve semanas y media” con la Bassinger de réplica era demasiado fácil como para no interiorizar el papel). Robert De Niro es uno de los Diablos más convincentes y originales de la historia del cine. Y las actrices –Lisa Bonet y Charlote Rampling- cumplen gloriosamente con su papel de víctimas.
El ambiente de los años 40 y 50 es recreado con un detallismo obsesivo. Harry Angel, el detective-protagonista sufre la peor de las experiencias humanas: el desconocimiento de la propia identidad. Un pacto diabólico le dio el triunfo como cantante –como Johnny Favorite-, pero la guerra se lo hurtó. Así que hubo que robar un alma. Mediante un rito satánico, el clásico millonario depravado y su hija, transfirieron el alma del soldado machacado por la guerra a un cuerpo nuevo secuestrado y asesinado el día de la victoria sobre el nazismo. Ese fue el origen de “Harry Angel”. Pero Satanás-De Niro-Cyphe no ha cobrado su precio: quiere el alma del signatario del pacto, de “Johnny Favorite”. Harry Angel termina reconociendo que él es Jhony Favorite, el cantante que alcanzó el éxito vendiendo su alma al Diablo.
Por la película desfilan médicos toxicómanos, policías corruptos, casposos y grasosos, músicos de jazz pasotas, adivinas torturadas por su pasado, adolescentes mulatas calientes como y tostadas como el más cargado de los cafés, ocultistas luciferinos que no dudaron en sacrificar a los propios miembros de su familia, servidores del Maligno devorados finalmente por el Maligno, predicadores negros en su salsa. Y, sobre todo, mucho, colgados, muchos colgados en aquella América de la postguerra, gris, ramplona, sórdida, casi en blanco y negro. Todo un plantel de freakis que crean un ambiente hiperrealista con la turbadora imagen obsesiva del ascensor descendiendo seguramente al infierno más torturador. Ahí va “Jhonny Farovite”, esto es, “Harry Angel”. Así le fue luego a Mickel Rourke que bordó el que probablemente sería su único gran papel, solo por el cual merece figurar en la Historia del Cine.
La novela original escrita por William Hjortsberg fue magistralmente llevada al cine por Alan Parker. La Nueva Orleáns que recrea es la ciudad decadente que debió ser a principios de los cincuenta. La confusión entre sueño y realidad, los instantes perdidos en los que Harry Angel pierde la conciencia de sí mismo, construyen una trama que desde el primer momento se va complicando y ganando en intriga.
“El Corazón del Ángel” es una historia de búsqueda de redención, pero esa redención, ese bien preciado, no llega nunca. No hay redención posible para quien estrecha la mano al Diablo. Pactar con el Maligno tiene un precio, y ese precio es la condenación eterna del alma. Y por mucho que intentemos ocultarnos o darle esquiva, el Diablo siempre acabará encontrándonos, porque, qué duda cabe, siempre será el más astuto. ¿Saben ustedes que es lo más trágico en esta película? Que no hay perdón, la deuda se cobra siempre; quien vende su alma al Diablo, la paga y poco importa si ha perdido la memoria o si se ha reivindicado como hombres honesto: no hay redención posible, solo angustia trágica, drama sanguinolento con abono final de la deuda.
Algunas conclusiones
“Los Diez Mandamientos” o “La Túnica Sagrada”, no popularizaron la imagen de Dios. Estas cuatro películas, han convertido al Diablo en un ser omnipresente en la modernidad. Vean la publicidad: ningún anuncio utiliza el icono divino o angélico, son muchos, por el contrario, quienes venden sus productos utilizando el olor a azufre y el aroma luciferino como reclamos.
Estas cuatro películas tuvieron un efecto deletéreo sobre el público: popularizaron al Diablo. Las secuelas y las imitaciones o derivaciones han sido abundantes. Recuerdo ahora, “La Bendición” de Chuck Russell, protagonizada por la Basinger, o “Poseídos” del polaco Kaminski que nos resitúa en medio de un exorcismo. O “La Novena Puerta”, sobre un relato de Pérez Reverte, un “producto Polanski” de 1999, en el que Johnny Deep, persigue un libro maldito del siglo XVIII, escrito por el mismísimo Diablo. O “Pactar con el Diablo” en el que un satánico Al Pacino apadrina a Keanu Rives, a cambio, claro está de la liquidación de su alma a bajo precio. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero, en mi opinión, las cuatro primeras cintas que he enumerado contribuyeron, más que cualquier otra iniciativa, en acercar el Diablo al público. A partir de estas cuatro películas la sociedad empezó a tener la sensación de que el Diablo se paseaba por el mundo y que no se trataba solo de una patraña urdida por clérigos troglodíticos o predicadores iracundos. Ya hemos dicho que tras “El Exorcista”, los casos de posesión aumentaron, de la misma forma que “La semilla del Diablo” sirvió tanto para propulsar a la fama a Sandor LaVey y su Iglesia Satánica, y ocmo inducción intelectual para los crímenes de Charles Manson. “La Profecía”, por su parte, nos sitúa en un contexto inédito hasta entonces: el Anticristo se dispone a tomar posesión del mundo. Y además, el sentido de la anticipación de la película es notable: el mejor empleo al que puede aspirar el Anticristo en este mundo es al de Presidente de los EEUU. Demian se quedará en las puertas en la tercera entrega de la serie, pero no siempre ganan los buenos, y si no, miren quien se sienta en el despacho oval.
Esta muestra autolimitada a cuatro películas y no más, nos indica que el satanismo funciona bien en Hollywood. Así mismo, en el primer capítulo de esta obra, hemos visto como los primeros pasos de la Iglesia de Satán hubieran sido inconcebibles sin el concurso de glorias de Hollywood que durante unos años (hasta la masacre de Sharon Tate y de sus amigos) consideraron lo más snobs subir los tres peldaños del Templo Satánico de Sandor LaVey para casarse por el rito demoníaco. Si el satanismo funciona bien en Hollywood, no es menos cierto que muchos actores, si pudieran, venderían su alma al Diablo a cambio de no envejecer y de mantener una carrera triunfal de Oscar en Oscar.
La Nueva Religión de Hollywood y el satanismo
Pero algunos rostros de Hollywood son iconos populares de una nueva confesión religiosa. Algunos no han dudado en acusar a esa confesión de satánica. Nosotros no diremos tanto, simplemente nos limitaremos a contarles una curiosa historia.
John Travolta es un actor excelente y Tom Cruise, sin estar tan próximo a la excelencia, goza de un reconocido prestigio en Hollywood. Pues bien, como se sabe, ambos forman parte de la Iglesia de Cientología. A partir de ellos, pasaremos revista a las excelentes relaciones entre Hollyood y satanás.
Un famoso libro de Kenneth Anger, si no recuerdo mal, lleva por título “Hollywood Babilonia”. Y Babilonia es una de las sedes bíblicas del mal más absoluto. La “Gran Prostituta de Babilonia” no era la mujer de Saddam Hussein, sino el icono apocalíptico del Mal descrita por San Juan. Resulta significativa la extraña fascinación que siempre ha experimentado Hollywood por el Mal. Si hay la sensación de que Satán actúa en la modernidad, eso se debe fundamentalmente a las películas del Hollywood más siniestro.
Se diría que en Hollywood se está más cerca del infierno que en ningún otro lugar. O que Satán está más próximo de Hollywood que de los pagus del infierno. Por eso, ahí donde hay un actor de Hollywood hay algo que remite a las proximidades del infierno. Y es entonces en donde queda justificada esta pequeña digresión sobre el origen de Cientología y sus presuntas relaciones con una rama del satanismo contemporáneo.
Cuando conocimos a los dirigentes de Cientología, estaban muy alejados de la idea que uno se forja del grupo debido a las acusaciones de secta destructiva que les han acompañado. En efecto, se trata de jóvenes normales, preocupados por los problemas de la sociedad (toxicomanías, problemas de stress, alteraciones psicológicas del individuo) y capaces, en cualquier caso, de dialogar sin evidenciar en ningún momento actitudes agresivas o sectarias. Cuando Cientología ha ayudado a amigos nuestros a salir de baches y crisis personales muy agudas... una está predispuesto a conceder a Cientología el beneficio de la duda y plantear la cuestión en otros términos. Lo cual no quita que Cientología tenga un agujero negro: las relaciones entre Jack Parsons y Ron Hubbard
El origen de la Iglesia del Thelema en EEUU
En 1912 Theodor Reuss fundó una pequeña orden ocultista, la Ordo Templis Orientis que presidió hasta su muerte. Al ocurrir ésta, en 1923, el famoso mago inglés Aleister Crowley, asumió la dirección del grupo que sólo contaba miembros en Europa. A partir de 1932, el centro de gravedad de la Orden se desplazó de Europa a los EE.UU.
La orden fue implantada en Canadá por Charles Stansfeld Jones que había emigrado desde Inglaterra y fijó finalmente su residencia en Vancouver. Durante su estancia en EEUU, Crowley realizó algunas iniciaciones y conoció a Spencer Lewis, fundador de AMORC, que ingresó –al menos nominalmente- en la OTO.
A pesar de todo, en 1930 solo existía una logia en el nuevo continente, la de Vancouver que se disolvió cuando su animador, Wilfred Smith, emigró a los EEUU. Establecido en California, Smith trabajó para reunir a los discípulos de Crowley dispersos. En 1934, crea una Iglesia del Thelema, y en 1936 funda la Logia Agape en Pasadena que pronto contó rápidamente con ochenta miembros. La prensa habló abundantemente de escandalosas misas gnósticas abiertas al público. En 1940, pudo alquilar en el mejor barrio de Pasadena un inmueble de tres pisos y veintiocho habitaciones donde estableció la nueva Abadía del Thelema. Smith fue pronto reemplazado a la cabeza de esta logia por John Whiteside (“Jack”) Parsons (1914-1952).
Parsons, experto en explosivos era investigador del Instituto de Tecnología de California. Fue uno de los científicos que organizaron el Jet Propulsión Laboratory de Arroyo Seco, una de las primeras iniciativas de la industria aeroespacial americana. En 1974, 20 años después de su muerte, la International Astronominal Union, en reconocimiento de su tarea en los primeros tiempos de la astronáutica, dio su nombre a un cráter lunar.
Parsons era miembro de la OTO desde 1941 y, junto a su mujer, se fue a vivir con Wilfred Smith. En 1943, abandonó a su mujer y se fue a vivir con la hermana de ésta, Sara (“Betty”) Northrup, si bien siguió alternando a la escultora Marjorie Cameron con quien realizó varios “trabajos” de magia sexual.
Parsons soñaba con crear un homunculus, es decir, un hombre artificial que sería el vehículo del anticristo. Crowley había establecido el ritual en su novela más famosa, The Moonchil, literalmente, “el niño de la Luna”.
En 1948, Parsons fue despedido del colegio donde enseñaba por haber hecho circular los textos de Crowley entre sus alumnos; a partir de entonces inició una serie de trabajos mágicos conocidos bajo el nombre de Babalon Working que terminaron enfrentándolo a Crowley. En esa época se declaró "anticristo" con el nombre de “Belarion Armilus Al Dajjal”. Cuando, según sus propias declaraciones se preparaba bajo asumir la dirección de la lucha contra el cristianismo, murió al explotar su laboratorio químico. La Logia Agape no sobrevivió a la muerte de su animador y sus miembros se dispersaron.
Las amistades peligrosas
En los Trabajos de Babalon, junto a Marjorie Cameron y Jack Parsons, participó una tercera persona que en el relato aparece con el nombre de “el escriba”. Esta tercera persona era Lafayette Ronald Hubbard. Jon Atack, uno de los más enconados adversarios de cientología, sostiene que esta relación muestra evidentemente que el grupo formado por Hubbard es, en realidad, una secta satánica. No parece evidente. Atack, al parecer ignora que Hubbard, en aquella época, trabajaba para la policía de Los Angeles, dato que la Iglesia de Cientología ha confirmado. Era preocupante que un científico cmo Parsons, implicado en proyectos de investigación estratégica, mantuviera relaciones con grupos satanistas.
Parsons encontró por vez primera a Hubbard en agosto de 1945. Se sintió entusiasmado con él e incluso escribió a Crowley comentándole el encuentro y diciendo que “había descrito su ángel como una maravillosa mujer alada de rojos cabellos, que él llamaba “la Emperatriz” y que le había guiado a través de su vida y salvado en varias ocasiones”. Cuando Hubbard se licenció de la marina el 6 de diciembre de 1945, fue a visitar a Parsons en Pasadena y se quedó a vivir en un remolque en el jardín.
En enero de 1946, realizaron un ritual llamado por Crowley “bodas secretas de los dioses con los hombres”. La función de este ritual es facilitar la búsqueda de una partener sexual femenina para los trabajos mágicos; lo que Crowley llamaba “una mujer escarlata”. Marjorie Cameron se unió a estos ritos de carácter sexual en marzo de 1946. Parsons y la Marjorie se tomaban muy en serio todo esto. Déjemne que dude de que Hubbard hiciera otro tanto. El tipo tenía un gran sentido del humor.
Parsons registró en cinta magnetofónico el ritual y se lo envió a Crowley. A pesar de que, básicamente, este “trabajo mágico” suponía reproducir el ritual del IX Grado de la OTO, Crowley no pareció dispuesto a dar su aprobación. A partir de aquí Parsons fue distanciándose de Crowley que creía que los tiempos aún no estaban maduros para realizar una operación mágica cuyo fin fuera el nacimiento del anticristo.
Finalmente se produjo la ruptura, no sólo con Crowley, sino también con Marjorie y Hubbard que huyeron juntos a la costa Oeste, siendo demandados por Parsons en julio de 1946. Jon Atack sostiene que si bien el ritual protagonizado por Marjorie, Parsons y Hubbard no dio como resultado el nacimiento del Moonchil, sino que Dianética primero y Cientología después son los hijos de la relación entre Hubbard y el entorno crowleyano de California.
¿Qué hay que pensar de todo esto?
¿Creía Ron Hubbard en la magia? ¿fue, o se consideró, discípulo de Crowley durante su juventud?, o ¿se trató sólo de una tarea de infiltración a cuenta de la Inteligencia Naval? De todas formas, no sólo el episodio protagonizado junto a Jack Parsons, sino otros varios muestran su interés por el ocultismo. Ya hemos dicho que estuvo afiliado a AMORC y completó la formación en sus dos primeros grados. También mantuvo relación con Gerald Brosseau Gardner (1884-1964) fundador de la WICCA, una sociedad de origen anglosajón especializada en brujería práctica. Así mismo, distintos elementos que luego incorporó a cientología (ver recuadro), inducen a pensar que efectivamente, en su juventud y quizás hasta principios de los años 50, la influencia de estas corrientes fue determinante en el pensamiento de Hubbard.
A partir de entonces, se sintió más atraído por tendencias psicológicas y psiquiátricas. Esto unido al interés de Hubbard por la ciencia de vanguardia y la ciencia ficción literaria, generaron las bases del movimiento conocido hoy como “Iglesia de Cientología”.
Hoy existen en torno a 100 obras publicadas por Hubbard que, además pronunció unas 2500 conferencias. Lo esencial es determinar el hecho de si estas enseñanzas pueden ayudar a determinadas personas a superar sus crisis. De hecho el principal problema que se percibe cuando se leen las opiniones críticas en torno a cientología es su frecuente exageración. En efecto, hemos detectado intentos de vincular Hubbard al nazismo, a los cultos de brujería (se ha llegado a decir que “Cientología es la brujería del siglo XX”) y a rituales siniestros a la diosa Kali... cuando, en realidad, la única posibilidad de vincular a Hubbard con el mundo mágico pasa por Crowley a través de Parsons.
Crowley y Hubbard ¿mismo combate?
Un pensamiento tan complejo como el de Hubbard, no sale de la nada. En algunos temas, es fácil encontrar la influencia freudiana: la “mente reactiva” de Hubbard es un concepto similar al inconsciente freudiano; la teoría de los “engramas” es muy similar a la de los traumas de Otto Rank; también se han detectado posibles influencias del psiquiatra inglés William Sargant, autor de “Battle for the Mind” y de los americanos Grinker y Spiegel (“Men Under Stress”).
Sin embargo, lo que nos interesan ahora son las influencias ocultistas. Se ha hablado mucho del papel de “La Emperatriz” en la vida de Hubbard. Arthur J. Burks fue amigo de Crowley en los años 30. En su libro “Monitors” explica que “el Pelirrojo [Hubbard] había estado volando en un planeador y fue salvado por una “mujer sonriente” que apareció sobre el ala del aparato”. Se trataría del “ángel guardián” de Hubbard. Esta visión se produce en un momento en el que, Hubbard mantenía relaciones con AMORC. Hubbard permaneció en este grupo, como mínimo, desde 1940. Cuando ya había fundado Cientología en 1952, en el curso de una conferencia, Hubbard se refirió a “Aleister Crowley, mi buen amigo” (Hubbard, Philadelphia Doctorate Course, conferencia 18 “Conditions of Space-Time-Energy”). Ese mismo año, en el curso de otra conferencia, aludió al Tarot como una “máquina filosófica” y, al referirse a la carta de El Loco dijo textualmente “El Loco que baja por el camino con los cocodrilos y los perros ladrando a sus pies, sabe que todo está ahí para ser conocido”. Pero sólo el tarot diseñado por Crowley tiene un cocodrilo en esa carta…
También aludió a la carta de La Emperatriz (su ángel guardián) cómo la Gran Madre cuya fuerza se trata de dominar y encarnar (a diferencia de Crowley que era partidario de someterse a su fuerza). La Gran Madre es también Diana, demasiado próxima al nombre de “Dianética” como para que no lo tengamos en cuenta. Los cientólogos desean crear lo que llaman un “Thetan Operativo”, según Hubbard, “un thetan exterior que puede tener un cuerpo aunque no lo necesite para controlar y operar a través de la vida, la materia, la energía, el espacio y el tiempo”. Esto remite a la idea del “homunculus” ya sostenida por Parsons. Cientología enseña a controlar la propia vida que es exactamente lo que proponía Crowley: “haz lo que quieras”.
Mientras Cientología enseña que “la realidad es básicamente conformidad” (Hubbard, “Phoenix Lectures”, pág. 175), Crowley explicaba que “el universo es una proyección de nosotros mismos”.
Hubbard explicó el símbolo de Cientología lo había visto en una iglesia española de Arizona; resulta muy similar al símbolo rosacruciano y a la cruz de la OTO. Medios católicos integristas han querido ver en ella una cruz cristiana tachada con una X. Estos mismos medios afirman que otro de los símbolos más habitualmente utilizados por Cientología son los dos triángulos unidos por una “S”, lo que ellos interpretarían como la prueba del carácter satánico del grupo al enlazar la primera letra de Satán con los dos triángulos propios del sello de Salomón o estrella de los magos... Pero cientología da otra versión no particularmente forzada. Los dos triángulos, en efecto, serían símbolos de “Afinidad-Realidad-Comunicación” y “Conocimiento-Responsabilidad-Control”. La S sería la primera letra de la palabra inglesa... Scientology.
(c) Ernesto Milà - infokrisis - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicr origen.
El argumento se basó en la novela de Ira Levin, “El bebé de Rosemary” y puede ser considerada como un verdadero descenso a los infiernos de la protagonista, la enfermiza Mia Farrow. Poco a poco, se da cuenta de que sus afables vecinos son conspicuos satanistas y que el hijo que lleva en sus entrañas ha sido concebido con el concurso de Satanás. Todo un poema.
Llama la atención que, en el filme de Polansky no hay ni una sola escena en donde aparezca el Diablo o alguna forma terrorífica. Y sin embargo, la película causa angustia y desasosiego en el espectador. Lo más angustioso, sin duda, es la normalidad banal y pequeño-burguesa de los devotos de Satán. Nada que ver con los heavys convertidos en los noventa en comparsas del Diablo. El mensaje es claro: lo demoníaco está en el núcleo mismo de la sociedad más tranquila y conservadora, una tesis que compartimos al ciento por ciento y que hoy es incluso mucho más actual que cuando Polansky dirigió el film.
Para colmo Polansky se documentó hasta la saciedad para realizar la película. Ya hemos vito que LaVey fue su “asesor satánico”. A lo largo de toda la cinta hay guiños hacia el satanismo organizado, el primero de los cuales es, sin duda, la ubicación del escenario en el Edificio Dakota, donde vivió en su periplo neoyorkino Aleister Crowley. Un inmueble que parece incorporar el mal dentro de sus muros.
El protagonista John Cassavetes se sintió incómodo a lo largo de todo el film. Cineasta independiente, entonces era una estrella ascendente, pero aquel guión le superaba y le resultaba extremadamente desagradable. Pero lo más desagradable estaba por llegar: a los pocos meses de proyectarse el film con gran éxito, los anónimos que Polansky había ido recibiendo, se materializaron y su esposa, Sharon Tate y cuatro de sus amigos, resultaron horriblemente asesinados por “discípulos del Diablo” propiamente dichos. Manson y las chicas de su tribu eran algo más que hippis desarrapados: adoraban a Satanás y en anteriores encarcelamientos, el siniestro personaje pudo conocer el mundo del ocultismo, la magia y el satanismo. Cuando fue puesto en libertad, su cerebro, completamente desorganizado, le llevó a inducir el horripilante crimen… sin duda un daño colateral de “La Semilla del Diablo”.
El Exorcista. El Diablo y la inocencia
En 1973 ya se habían disipado los ecos del film de Polansky, si bien el horror de los asesinatos de Manson, seguía vivo. Fue entonces cuando William Friedkin rodó “El Exorcista”. Y si, en efecto, puede ser considerada en rigor como la película más terrorífica de la historia del cine.
Lo de menos son los efectos especiales, lo verdaderamente terrorífico es que Friedkin logra enraizar con terrores atávicos que figuran en nuestro subconsciente. ¿De dónde procede el mal? Y responde: de la más remota antigüedad. El Diablo ya estaba presente en un tiempo en el que todavía la humanidad estaba balbuciente. Se conoció primero al Diablo que a Dios. En Babilonia. Allí el exorcista von Sydow tiene su primer encuentro con el Maligno. Allí lo conoce y se enfrenta a él. Allí lo vence por vez primera.
El segundo gran hallazgo de la película es que el Mal es mucho más lacerante cuando se proyecta sobre el ser más ingenuo e inocente (a la sazón Lynda Blair con sus apenas quince años). Un zombi cincuentón más parece un patán caminando sobre huevos, incita a la carcajada más que al escalofrío; la Blair y su progresiva transformación desde la memorable meada ante el público que tanto le quiere y al que tanto debe, hasta el combate final con lanzamiento sin paracaídas del padre Karras por la ventana, nos induce progresivamente a identificar lo malvado encarnado en el rostro de una niña.
Se suele olvidar que la película está basada en la novela original de William Meter Blatty, inspirada en un caso real de posesión demoníaca sobre un adolescente. En torno al film, ocurrieron tal cantidad de anécdotas que ha pasado a la crónica del séptimo arte como uno de los “films más malditos de la historia”. Es bien conocido que Lynda Blair, a la que por su edad no se dejó ver el resultado de su trabajo, cayó inmediatamente después en crisis de alcoholismo y toxicomanía que estuvieron a punto de destruirla completamente. Abundaron los fallecimientos entre los allegados a los actores y la filmación prosiguió en medio de indecibles incidentes.
Finalmente Friedkin se decidió a llamar a un sacerdote y exorcizar a todos los participantes en la película. Tras el estreno se produjo una verdadera epidemia de posesiones demoníacas, hubieron ataques de nervios entre los espectadores y para colmo una embaraza abortó. El éxito estaba asegurado: la película se vendía como si verdaderamente hubiera en torno a ella algo maligno. El público había aprendido a amar lo maligno y acudió masivamente a las salas de proyección. Olvidables las dos secuelas del filme que inducían a la carcajada o, en su defecto, a la conmiseración.
“La Profecía”. El Anticristo apuntaba para Presidente de EEUU
Tres años después llegó la primera entrega de “La Profecía” (los otras dos fueron, tan olvidables como las secuelas de “El Exorcista”). Aquí se jugaba con todos los trucos del cine de terror: cabezas cortadas, efectos especiales escalofriantes, perros ladrando en la oscuridad, cementerios, y nuevamente el Diablo tenía facciones de un criajo que causaba más estragos que Atila en una fábrica de porcelana. Richard Donner hizo bien su trabajo y los guionistas también estuvieron sembrados.
Gregory Peck, al adoptar un niño, va y adopta al hijo del Diablo. Niñeras suicidadas, accidentes inexplicables, la misma madre que palma… Peck, ante tanta desgracia, concluye que la criatura es la encarnación del Anticristo. Hay algo en el film de Donner que remite a “La Semilla del Diablo”, acaso por que a medida que avanza el metraje se desmadeja el cerebro de la madre de la criatura.
Otra película maldita en la que el propio Gregory Peck se salvó por los pelos de un accidente de aviación, un atentado del IRA en el hotel donde se encontraba Donner y decenas de pequeños incidentes que rompieron los nervios a todos los presentes.
Y ¿qué decir de la banda sonora? Tanto en ésta como en las otras tres películas precedentes, la música creaba un clima de ansiedad difícilmente alcanzable, solo que en “La profecía”, la letra que acompañaba el tema central era espeluznante, recréense en ella: "sangre bebemos / carne comemos / elevad el cuerpo de Satanás / saludad al Anticristo / Saludad a Satanás". Goldsmith salió oscarizado del trance.
“El Corazón del Ángel”. El Diablo cobra cualquier servicio
La última cinta que vale la pena mencionar en el pelotón de cabeza es, sin duda, “El corazón del Ángel”. Alan Parker se lució y mereció vuelta al ruedo, oreja y rabo. Y otro tanto, el cuadro de actores del que destaa un Mickey Rourke que borda el mejor papel de su alcohólica filmografía (“Nueve semanas y media” con la Bassinger de réplica era demasiado fácil como para no interiorizar el papel). Robert De Niro es uno de los Diablos más convincentes y originales de la historia del cine. Y las actrices –Lisa Bonet y Charlote Rampling- cumplen gloriosamente con su papel de víctimas.
El ambiente de los años 40 y 50 es recreado con un detallismo obsesivo. Harry Angel, el detective-protagonista sufre la peor de las experiencias humanas: el desconocimiento de la propia identidad. Un pacto diabólico le dio el triunfo como cantante –como Johnny Favorite-, pero la guerra se lo hurtó. Así que hubo que robar un alma. Mediante un rito satánico, el clásico millonario depravado y su hija, transfirieron el alma del soldado machacado por la guerra a un cuerpo nuevo secuestrado y asesinado el día de la victoria sobre el nazismo. Ese fue el origen de “Harry Angel”. Pero Satanás-De Niro-Cyphe no ha cobrado su precio: quiere el alma del signatario del pacto, de “Johnny Favorite”. Harry Angel termina reconociendo que él es Jhony Favorite, el cantante que alcanzó el éxito vendiendo su alma al Diablo.
Por la película desfilan médicos toxicómanos, policías corruptos, casposos y grasosos, músicos de jazz pasotas, adivinas torturadas por su pasado, adolescentes mulatas calientes como y tostadas como el más cargado de los cafés, ocultistas luciferinos que no dudaron en sacrificar a los propios miembros de su familia, servidores del Maligno devorados finalmente por el Maligno, predicadores negros en su salsa. Y, sobre todo, mucho, colgados, muchos colgados en aquella América de la postguerra, gris, ramplona, sórdida, casi en blanco y negro. Todo un plantel de freakis que crean un ambiente hiperrealista con la turbadora imagen obsesiva del ascensor descendiendo seguramente al infierno más torturador. Ahí va “Jhonny Farovite”, esto es, “Harry Angel”. Así le fue luego a Mickel Rourke que bordó el que probablemente sería su único gran papel, solo por el cual merece figurar en la Historia del Cine.
La novela original escrita por William Hjortsberg fue magistralmente llevada al cine por Alan Parker. La Nueva Orleáns que recrea es la ciudad decadente que debió ser a principios de los cincuenta. La confusión entre sueño y realidad, los instantes perdidos en los que Harry Angel pierde la conciencia de sí mismo, construyen una trama que desde el primer momento se va complicando y ganando en intriga.
“El Corazón del Ángel” es una historia de búsqueda de redención, pero esa redención, ese bien preciado, no llega nunca. No hay redención posible para quien estrecha la mano al Diablo. Pactar con el Maligno tiene un precio, y ese precio es la condenación eterna del alma. Y por mucho que intentemos ocultarnos o darle esquiva, el Diablo siempre acabará encontrándonos, porque, qué duda cabe, siempre será el más astuto. ¿Saben ustedes que es lo más trágico en esta película? Que no hay perdón, la deuda se cobra siempre; quien vende su alma al Diablo, la paga y poco importa si ha perdido la memoria o si se ha reivindicado como hombres honesto: no hay redención posible, solo angustia trágica, drama sanguinolento con abono final de la deuda.
Algunas conclusiones
“Los Diez Mandamientos” o “La Túnica Sagrada”, no popularizaron la imagen de Dios. Estas cuatro películas, han convertido al Diablo en un ser omnipresente en la modernidad. Vean la publicidad: ningún anuncio utiliza el icono divino o angélico, son muchos, por el contrario, quienes venden sus productos utilizando el olor a azufre y el aroma luciferino como reclamos.
Estas cuatro películas tuvieron un efecto deletéreo sobre el público: popularizaron al Diablo. Las secuelas y las imitaciones o derivaciones han sido abundantes. Recuerdo ahora, “La Bendición” de Chuck Russell, protagonizada por la Basinger, o “Poseídos” del polaco Kaminski que nos resitúa en medio de un exorcismo. O “La Novena Puerta”, sobre un relato de Pérez Reverte, un “producto Polanski” de 1999, en el que Johnny Deep, persigue un libro maldito del siglo XVIII, escrito por el mismísimo Diablo. O “Pactar con el Diablo” en el que un satánico Al Pacino apadrina a Keanu Rives, a cambio, claro está de la liquidación de su alma a bajo precio. Los ejemplos podrían multiplicarse, pero, en mi opinión, las cuatro primeras cintas que he enumerado contribuyeron, más que cualquier otra iniciativa, en acercar el Diablo al público. A partir de estas cuatro películas la sociedad empezó a tener la sensación de que el Diablo se paseaba por el mundo y que no se trataba solo de una patraña urdida por clérigos troglodíticos o predicadores iracundos. Ya hemos dicho que tras “El Exorcista”, los casos de posesión aumentaron, de la misma forma que “La semilla del Diablo” sirvió tanto para propulsar a la fama a Sandor LaVey y su Iglesia Satánica, y ocmo inducción intelectual para los crímenes de Charles Manson. “La Profecía”, por su parte, nos sitúa en un contexto inédito hasta entonces: el Anticristo se dispone a tomar posesión del mundo. Y además, el sentido de la anticipación de la película es notable: el mejor empleo al que puede aspirar el Anticristo en este mundo es al de Presidente de los EEUU. Demian se quedará en las puertas en la tercera entrega de la serie, pero no siempre ganan los buenos, y si no, miren quien se sienta en el despacho oval.
Esta muestra autolimitada a cuatro películas y no más, nos indica que el satanismo funciona bien en Hollywood. Así mismo, en el primer capítulo de esta obra, hemos visto como los primeros pasos de la Iglesia de Satán hubieran sido inconcebibles sin el concurso de glorias de Hollywood que durante unos años (hasta la masacre de Sharon Tate y de sus amigos) consideraron lo más snobs subir los tres peldaños del Templo Satánico de Sandor LaVey para casarse por el rito demoníaco. Si el satanismo funciona bien en Hollywood, no es menos cierto que muchos actores, si pudieran, venderían su alma al Diablo a cambio de no envejecer y de mantener una carrera triunfal de Oscar en Oscar.
La Nueva Religión de Hollywood y el satanismo
Pero algunos rostros de Hollywood son iconos populares de una nueva confesión religiosa. Algunos no han dudado en acusar a esa confesión de satánica. Nosotros no diremos tanto, simplemente nos limitaremos a contarles una curiosa historia.
John Travolta es un actor excelente y Tom Cruise, sin estar tan próximo a la excelencia, goza de un reconocido prestigio en Hollywood. Pues bien, como se sabe, ambos forman parte de la Iglesia de Cientología. A partir de ellos, pasaremos revista a las excelentes relaciones entre Hollyood y satanás.
Un famoso libro de Kenneth Anger, si no recuerdo mal, lleva por título “Hollywood Babilonia”. Y Babilonia es una de las sedes bíblicas del mal más absoluto. La “Gran Prostituta de Babilonia” no era la mujer de Saddam Hussein, sino el icono apocalíptico del Mal descrita por San Juan. Resulta significativa la extraña fascinación que siempre ha experimentado Hollywood por el Mal. Si hay la sensación de que Satán actúa en la modernidad, eso se debe fundamentalmente a las películas del Hollywood más siniestro.
Se diría que en Hollywood se está más cerca del infierno que en ningún otro lugar. O que Satán está más próximo de Hollywood que de los pagus del infierno. Por eso, ahí donde hay un actor de Hollywood hay algo que remite a las proximidades del infierno. Y es entonces en donde queda justificada esta pequeña digresión sobre el origen de Cientología y sus presuntas relaciones con una rama del satanismo contemporáneo.
Cuando conocimos a los dirigentes de Cientología, estaban muy alejados de la idea que uno se forja del grupo debido a las acusaciones de secta destructiva que les han acompañado. En efecto, se trata de jóvenes normales, preocupados por los problemas de la sociedad (toxicomanías, problemas de stress, alteraciones psicológicas del individuo) y capaces, en cualquier caso, de dialogar sin evidenciar en ningún momento actitudes agresivas o sectarias. Cuando Cientología ha ayudado a amigos nuestros a salir de baches y crisis personales muy agudas... una está predispuesto a conceder a Cientología el beneficio de la duda y plantear la cuestión en otros términos. Lo cual no quita que Cientología tenga un agujero negro: las relaciones entre Jack Parsons y Ron Hubbard
El origen de la Iglesia del Thelema en EEUU
En 1912 Theodor Reuss fundó una pequeña orden ocultista, la Ordo Templis Orientis que presidió hasta su muerte. Al ocurrir ésta, en 1923, el famoso mago inglés Aleister Crowley, asumió la dirección del grupo que sólo contaba miembros en Europa. A partir de 1932, el centro de gravedad de la Orden se desplazó de Europa a los EE.UU.
La orden fue implantada en Canadá por Charles Stansfeld Jones que había emigrado desde Inglaterra y fijó finalmente su residencia en Vancouver. Durante su estancia en EEUU, Crowley realizó algunas iniciaciones y conoció a Spencer Lewis, fundador de AMORC, que ingresó –al menos nominalmente- en la OTO.
A pesar de todo, en 1930 solo existía una logia en el nuevo continente, la de Vancouver que se disolvió cuando su animador, Wilfred Smith, emigró a los EEUU. Establecido en California, Smith trabajó para reunir a los discípulos de Crowley dispersos. En 1934, crea una Iglesia del Thelema, y en 1936 funda la Logia Agape en Pasadena que pronto contó rápidamente con ochenta miembros. La prensa habló abundantemente de escandalosas misas gnósticas abiertas al público. En 1940, pudo alquilar en el mejor barrio de Pasadena un inmueble de tres pisos y veintiocho habitaciones donde estableció la nueva Abadía del Thelema. Smith fue pronto reemplazado a la cabeza de esta logia por John Whiteside (“Jack”) Parsons (1914-1952).
Parsons, experto en explosivos era investigador del Instituto de Tecnología de California. Fue uno de los científicos que organizaron el Jet Propulsión Laboratory de Arroyo Seco, una de las primeras iniciativas de la industria aeroespacial americana. En 1974, 20 años después de su muerte, la International Astronominal Union, en reconocimiento de su tarea en los primeros tiempos de la astronáutica, dio su nombre a un cráter lunar.
Parsons era miembro de la OTO desde 1941 y, junto a su mujer, se fue a vivir con Wilfred Smith. En 1943, abandonó a su mujer y se fue a vivir con la hermana de ésta, Sara (“Betty”) Northrup, si bien siguió alternando a la escultora Marjorie Cameron con quien realizó varios “trabajos” de magia sexual.
Parsons soñaba con crear un homunculus, es decir, un hombre artificial que sería el vehículo del anticristo. Crowley había establecido el ritual en su novela más famosa, The Moonchil, literalmente, “el niño de la Luna”.
En 1948, Parsons fue despedido del colegio donde enseñaba por haber hecho circular los textos de Crowley entre sus alumnos; a partir de entonces inició una serie de trabajos mágicos conocidos bajo el nombre de Babalon Working que terminaron enfrentándolo a Crowley. En esa época se declaró "anticristo" con el nombre de “Belarion Armilus Al Dajjal”. Cuando, según sus propias declaraciones se preparaba bajo asumir la dirección de la lucha contra el cristianismo, murió al explotar su laboratorio químico. La Logia Agape no sobrevivió a la muerte de su animador y sus miembros se dispersaron.
Las amistades peligrosas
En los Trabajos de Babalon, junto a Marjorie Cameron y Jack Parsons, participó una tercera persona que en el relato aparece con el nombre de “el escriba”. Esta tercera persona era Lafayette Ronald Hubbard. Jon Atack, uno de los más enconados adversarios de cientología, sostiene que esta relación muestra evidentemente que el grupo formado por Hubbard es, en realidad, una secta satánica. No parece evidente. Atack, al parecer ignora que Hubbard, en aquella época, trabajaba para la policía de Los Angeles, dato que la Iglesia de Cientología ha confirmado. Era preocupante que un científico cmo Parsons, implicado en proyectos de investigación estratégica, mantuviera relaciones con grupos satanistas.
Parsons encontró por vez primera a Hubbard en agosto de 1945. Se sintió entusiasmado con él e incluso escribió a Crowley comentándole el encuentro y diciendo que “había descrito su ángel como una maravillosa mujer alada de rojos cabellos, que él llamaba “la Emperatriz” y que le había guiado a través de su vida y salvado en varias ocasiones”. Cuando Hubbard se licenció de la marina el 6 de diciembre de 1945, fue a visitar a Parsons en Pasadena y se quedó a vivir en un remolque en el jardín.
En enero de 1946, realizaron un ritual llamado por Crowley “bodas secretas de los dioses con los hombres”. La función de este ritual es facilitar la búsqueda de una partener sexual femenina para los trabajos mágicos; lo que Crowley llamaba “una mujer escarlata”. Marjorie Cameron se unió a estos ritos de carácter sexual en marzo de 1946. Parsons y la Marjorie se tomaban muy en serio todo esto. Déjemne que dude de que Hubbard hiciera otro tanto. El tipo tenía un gran sentido del humor.
Parsons registró en cinta magnetofónico el ritual y se lo envió a Crowley. A pesar de que, básicamente, este “trabajo mágico” suponía reproducir el ritual del IX Grado de la OTO, Crowley no pareció dispuesto a dar su aprobación. A partir de aquí Parsons fue distanciándose de Crowley que creía que los tiempos aún no estaban maduros para realizar una operación mágica cuyo fin fuera el nacimiento del anticristo.
Finalmente se produjo la ruptura, no sólo con Crowley, sino también con Marjorie y Hubbard que huyeron juntos a la costa Oeste, siendo demandados por Parsons en julio de 1946. Jon Atack sostiene que si bien el ritual protagonizado por Marjorie, Parsons y Hubbard no dio como resultado el nacimiento del Moonchil, sino que Dianética primero y Cientología después son los hijos de la relación entre Hubbard y el entorno crowleyano de California.
¿Qué hay que pensar de todo esto?
¿Creía Ron Hubbard en la magia? ¿fue, o se consideró, discípulo de Crowley durante su juventud?, o ¿se trató sólo de una tarea de infiltración a cuenta de la Inteligencia Naval? De todas formas, no sólo el episodio protagonizado junto a Jack Parsons, sino otros varios muestran su interés por el ocultismo. Ya hemos dicho que estuvo afiliado a AMORC y completó la formación en sus dos primeros grados. También mantuvo relación con Gerald Brosseau Gardner (1884-1964) fundador de la WICCA, una sociedad de origen anglosajón especializada en brujería práctica. Así mismo, distintos elementos que luego incorporó a cientología (ver recuadro), inducen a pensar que efectivamente, en su juventud y quizás hasta principios de los años 50, la influencia de estas corrientes fue determinante en el pensamiento de Hubbard.
A partir de entonces, se sintió más atraído por tendencias psicológicas y psiquiátricas. Esto unido al interés de Hubbard por la ciencia de vanguardia y la ciencia ficción literaria, generaron las bases del movimiento conocido hoy como “Iglesia de Cientología”.
Hoy existen en torno a 100 obras publicadas por Hubbard que, además pronunció unas 2500 conferencias. Lo esencial es determinar el hecho de si estas enseñanzas pueden ayudar a determinadas personas a superar sus crisis. De hecho el principal problema que se percibe cuando se leen las opiniones críticas en torno a cientología es su frecuente exageración. En efecto, hemos detectado intentos de vincular Hubbard al nazismo, a los cultos de brujería (se ha llegado a decir que “Cientología es la brujería del siglo XX”) y a rituales siniestros a la diosa Kali... cuando, en realidad, la única posibilidad de vincular a Hubbard con el mundo mágico pasa por Crowley a través de Parsons.
Crowley y Hubbard ¿mismo combate?
Un pensamiento tan complejo como el de Hubbard, no sale de la nada. En algunos temas, es fácil encontrar la influencia freudiana: la “mente reactiva” de Hubbard es un concepto similar al inconsciente freudiano; la teoría de los “engramas” es muy similar a la de los traumas de Otto Rank; también se han detectado posibles influencias del psiquiatra inglés William Sargant, autor de “Battle for the Mind” y de los americanos Grinker y Spiegel (“Men Under Stress”).
Sin embargo, lo que nos interesan ahora son las influencias ocultistas. Se ha hablado mucho del papel de “La Emperatriz” en la vida de Hubbard. Arthur J. Burks fue amigo de Crowley en los años 30. En su libro “Monitors” explica que “el Pelirrojo [Hubbard] había estado volando en un planeador y fue salvado por una “mujer sonriente” que apareció sobre el ala del aparato”. Se trataría del “ángel guardián” de Hubbard. Esta visión se produce en un momento en el que, Hubbard mantenía relaciones con AMORC. Hubbard permaneció en este grupo, como mínimo, desde 1940. Cuando ya había fundado Cientología en 1952, en el curso de una conferencia, Hubbard se refirió a “Aleister Crowley, mi buen amigo” (Hubbard, Philadelphia Doctorate Course, conferencia 18 “Conditions of Space-Time-Energy”). Ese mismo año, en el curso de otra conferencia, aludió al Tarot como una “máquina filosófica” y, al referirse a la carta de El Loco dijo textualmente “El Loco que baja por el camino con los cocodrilos y los perros ladrando a sus pies, sabe que todo está ahí para ser conocido”. Pero sólo el tarot diseñado por Crowley tiene un cocodrilo en esa carta…
También aludió a la carta de La Emperatriz (su ángel guardián) cómo la Gran Madre cuya fuerza se trata de dominar y encarnar (a diferencia de Crowley que era partidario de someterse a su fuerza). La Gran Madre es también Diana, demasiado próxima al nombre de “Dianética” como para que no lo tengamos en cuenta. Los cientólogos desean crear lo que llaman un “Thetan Operativo”, según Hubbard, “un thetan exterior que puede tener un cuerpo aunque no lo necesite para controlar y operar a través de la vida, la materia, la energía, el espacio y el tiempo”. Esto remite a la idea del “homunculus” ya sostenida por Parsons. Cientología enseña a controlar la propia vida que es exactamente lo que proponía Crowley: “haz lo que quieras”.
Mientras Cientología enseña que “la realidad es básicamente conformidad” (Hubbard, “Phoenix Lectures”, pág. 175), Crowley explicaba que “el universo es una proyección de nosotros mismos”.
Hubbard explicó el símbolo de Cientología lo había visto en una iglesia española de Arizona; resulta muy similar al símbolo rosacruciano y a la cruz de la OTO. Medios católicos integristas han querido ver en ella una cruz cristiana tachada con una X. Estos mismos medios afirman que otro de los símbolos más habitualmente utilizados por Cientología son los dos triángulos unidos por una “S”, lo que ellos interpretarían como la prueba del carácter satánico del grupo al enlazar la primera letra de Satán con los dos triángulos propios del sello de Salomón o estrella de los magos... Pero cientología da otra versión no particularmente forzada. Los dos triángulos, en efecto, serían símbolos de “Afinidad-Realidad-Comunicación” y “Conocimiento-Responsabilidad-Control”. La S sería la primera letra de la palabra inglesa... Scientology.
(c) Ernesto Milà - infokrisis - http://infokrisis.blogia.com - Prohibida la reproducción de este texto sin indicr origen.