Infokrisis.- Iniciamos una serie de entregas sobre el fascismo español y concretamente sobre lo que hemos llamado “la derecha fascista española”. La falta de tiempo y otros compromisos harán que esta serie se prolongue algunas semanas y no estemos en condiciones de establecer cuando concluirá. Sin embargo, sí podemos adelantar la estructura de la serie:
- Introducción: El fascismo uno y trino
- Charles Maurras en España
- Acción Española: autor intelectual de la sublevación franquista
- Renovación Española y el Bloque Nacional
- Falange Española y el “fascismo de derechas”
- Después de la guerra civil.
1. Introducción: Fascismo uno y trino
Sesenta y cinco años después de la desaparición del fenómeno histórico del fascismo subsisten las preguntas sobre lo que realmente fue esta doctrina política. El fascismo histórico, a fin de cuentas, sigue presentándose como un caleidoscopio en el que es posible ver distintas realidades compartiendo el mismo espacio.
Mussolini y los fascistas de la época eran los primeros en decir que el fascismo es más acción que teoría y así fue en realidad, pero el hecho de que en sus filas formara buen número de intelectuales y gentes que procedían de distintos sectores políticos, hizo que existiera una inevitable reflexión teórico y –lo que era peor- que cada cual diera al fascismo la orientación que mejor cuadraba con sus intereses, su historia pasada y, por qué no, con sus obsesiones y lastres originarios. El hecho, además, de que la opinión de los exponentes del fascismo cambiara a lo largo de los años, dificulta aún más la percepción de lo que fue en su conjunto el fenómeno.
Podría decirse a modo de simplificación que existieron tres variedades de fascismo que, a efectos de simplificación nos obliga a utilizar una clasificación espacial:
1) Un fascismo de “derechas”, habitualmente monárquico y conservador pero que incorporaba orientaciones nuevas surgidas en la primera postguerra europea y no se limitaba a ser la expresión de los intereses de las clases habitualmente conservadoras. Atraídos por el dinamismo anticomunista y por el deseo de orden, este fascismo exaspera la exaltación nacionalista propia de la derecha y, a diferencia de esta, tiene una vocación de “partido de masas”.
2) Un fascismo de “izquierdas” que hace especial énfasis en las ideas de “revolución social” y que enfatiza la “lucha contra el capital” (frecuentemente con la coletilla de “contra el capital judío”). Se siente anticomunista pero no en nombre del conservadurismo, sino por la sensación de que el materialismo dialéctico no es la respuesta a los problemas del momento y la oscura percepción de que más allá de la materia hay algo irreductible a ella.
3) Un fascismo “centrista” que se considera a sí mismo como una síntesis de tradición y revolución, que procura ser realista desde el punto de vista político y que se va acomodando a las distintas circunstancias cambiantes de la política. Es una forma de adaptacionismo mucho más que de eclecticismo.
Estas tres tendencias se perciben claramente en Italia (Farinacci por la izquierda, Mussolini por el centro y Roberto Rocco por la derecha), otro tanto ocurre en Alemania (con los Strasser y el propio Goebels en la izquierda, Hitler, Borman y Goerin en el centro y Himler a la derecha) y, por supuesto, en España.
El extraño caso del fascismo español
Sin embargo en el caso español se produce un fenómeno que complica aún más las cosas. Cuando estalla la guerra civil las distintas organizaciones que podrían asimilarse a los fascismos europeos todavía no han consolidado una organización única, son, en general, débiles y se encuentran divididas en las tres tendencias habituales de todo fascismo. En este sentido, el caso español es parecido al francés, en donde un sector de los Cruces de Fuego del coronel La Rocque podrían ser considerados fascistas al igual que las Jeunesses Patriotiques et Sociales o la misma Cagôule, el sector de Doriot, a pesar de su procedencia comunista, terminó siendo la componente centrista –a la que incluso, podían añadirse varios de los “no-conformistas” de los años 30-, mientras que una serie de grupos, a partir de Le Faisceau de Georges Valois y luego el Parti Fasciste Révolutionnaire de Philippe Lamour o el Parti Républicain Syndicaliste, fueron la componente de izquierdas.
El caso francés se explica por los precedentes. El fascismo francés de derechas tenía su origen en Action Française y el de izquierdas en las concepciones sorelianas y proudhonianas (tesis de Zeev Sternhell) en determinados socialistas que durante la guerra se volvieron nacionalistas. La falta de un liderazgo único, o más bien, la existencia de distintos liderazgos, unido a ese origen, los resentimientos de Francia en relación a Alemania (y el hecho de que el “enemigo secular” de Francia se orientara a partir de los años 30 por el fascismo) y a la aparición de una cohorte de intelectuales celosos de su independencia, fueron los elementos que explican la dispersión del fascismo francés, sus distintas orientaciones e incluso la riqueza ideológica del fenómeno.
En España se dieron otras circunstancias completamente diferentes: en primer lugar la ausencia de excombatientes y de un sentimiento patriótico y de solidaridad forjado en los campos de batalla. En segundo lugar el aislamiento español generado a partir de 1898 que todavía se prolongaba en los años 20 y que hacía que buena parte de la población permaneciera ajena a los nuevos movimientos europeos y manifestara desconfianza en relación a ellos. Así mismo, la solidez del anarcosindicalismo y la estabilidad de las principales fuerzas políticas de derechas e izquierdas (que tuvieron sus problemas internos –especialmente la derecha y los socialista- pero que no supusieron grandes rupturas ni debates ideológicos en profundidad), y, finalmente, la falta de una tradición previa –a diferencia de lo que ocurría en Francia en donde los ensayos pro-fascistas precedieron incluso al movimiento histórico del fascismo italiano-… todo esto, en conclusión hizo que el fascismo español previo a 1936 apenas pudiera despuntar.
Dentro de ese amplio espectro existieron también las tres corrientes del fascismo internacional: un fascismo de izquierdas que estaría representado por Ramiro Ledesma y su pequeño grupo de las JONS (que apenas pasó nunca de las 200 personas, en su mayoría bachilleres, estudiantes y dependientes), Falange Española como representante del “fascismo centrista” (y en el que, escarbando las opiniones de José Antonio Primo se pueden encontrar frases extremadamente conservadoras y también otras de indudable cariz “social”) y, finalmente, un “fascismo de derechas” encarnado especialmente en la figura de Calvo Sotelo y en la organización Renovación Española, mientras que la revista Acción Española y el grupo de intelectuales que se encontraban detrás, más que la expresión de las ideas de Charles Maurras en nuestro país o como un proto-fascismo, podría ser considerada como puntal de ese “fascismo de derechas” que siempre existió en Europa. Este estudio está consagrado precisamente a esa componente de derechas.
Las dificultades que encierra son evidentes: entre la derecha liberal española y la derecha fascista de los años 30 existen espacios comunes, zonas grises en las que es difícil determinar dónde está la frontera. Ramiro Ledesma sería el representante de esa mínima izquierda fascista española (aunque los fondos con los que publicó sus últimas revistas procedían, según ha explicado José María de Areilza, de “industriales vascos de Neguri”), José Antonio Primo el representante del “centrismo” fascista y Calvo Sotelo de la “derecha”. Y esta es la clasificación “espacial” de la que partimos para nuestro análisis sobre la “derecha fascista española”.
Habitualmente, ha quedado para la historia que el “fascismo español” lo compusieron José Antonio Primo y sus colaboradores en primer lugar, luego Ramiro Ledesma (figura prácticamente solitaria) y, en ocasiones incluso se ha considerado al Doctor Albiñana y a su Partido Nacionalista como el representante de un protofascismo o de un fascismo de derechas (que ciertamente lo era). Pero también hay que valorar el elemento “cuantitativo”. Ramiro Ledesma siempre estuvo acompañado por ínfimas minorías de gente extremadamente joven. Su valor como teórico no venía acompañado de un carisma que le facilitase la atracción, no sólo de masas, sino de pequeños núcleos de colaboradores. En lo que se refiere a Falange Española seguramente estuvo en una relación militante de 500 a 1 en relación al grupo de Ramiro Ledesma, pero al estallar la guerra civil era todavía un grupo incipiente y ya en clandestinidad del que resultaba muy difícil saber cómo habría evolucionado con el tiempo. Todo esto palidecía frente a la “derecha fascista española” representada por Renovación Española, Calvo Sotelo y la revista Acción Española, conjunto que disponía de incomparablemente más efectivos, de diputados en Cortes y, lo que es más importante, de un nutrido grupo de intelectuales conservadores que miraban con simpatía al fascismo.
De ahí que estimemos que el error de los estudios sobre el “fascismo español” hayan consistido en centrarse sobre Falange Española y el grupo de Ramiro Ledesma, cuando en realidad el eje central debería haber sido… la “derecha fascista”. Si no lo fue se debió a distintas circunstancias: de un lado el que en la “unificación” franquista participaran solamente de un lado “FE-JONS” y de otros la Comunión Tradicionalista. La “derecha fascista” pareció quedar disuelta (aunque de hecho se integró en el movimiento franquista directamente y tuvo –como veremos- un peso indudable en el aparato franquista) en ese magma. Por otra parte, buena parte de los estudios sobre el “fascismo español” han sido elaborados por gente procedente de la izquierda o por liberales de derecha que habitualmente se cebaban en el hecho de que la doctrina nacional-sindicalista jamás estuvo concluida, ni presentada en forma de doctrina orgánica. La tesis era que “el fascismo español optó por los puños y las pistolas antes que por las ideas”. Además, buena parte de la “derecha fascista español”, tras el marasmo de la guerra civil, de la postguerra europea, volvió a reciclarse como “derecha-derecha” y quería hacer olvidar sus coqueteos con el “fascismo español”. En general, los supervivientes volvieron a confesarse monárquicos (“juanistas” en varios casos) o bien a sentar las bases doctrinales del franquismo cuando su período “fascista imperial” (1939-1943) quedaba ya lejos.
Por todo ello existen pocos estudios consagrados a Renovación Española y menos aún a Acción Española y la mayoría de los que existen sitúan a este sector dentro de la derecha-derecha y no en el área del “fascismo español”. Lo que nosotros hemos intentado hacer es justamente desplazar el eje del “fascismo español” a este sector, a la “derecha fascista española” que, en nuestra opinión, constituye lo esencial del fenómeno fascista en España, tanto numérica como intelectualmente.
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