INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

domingo, 17 de octubre de 2010

Reflexiones sobre la crisis (I de IV). 4. Hacia una nueva política mundial: el eje accidental China-EEUU

Infokrisis.- Estamos asistiendo, casi sin darnos cuenta, a un nuevo reajuste de la geopolítica mundial. De la geopolítica y de la geoeconomía. Cada vez más, el eje de la economía mundial se desplaza del Atlántico hacia el Pacífico. Hoy, pocos politólogos dudan de que en los próximos 20 años el comercio en el Pacífico va a crecer como lo hizo en los años 20 y, luego del 45 al 70 el comercio en el Atlántico Norte. California a un lado en el Norte, Brasil (a través de Chile) en el Sur, la República Popular China, Japón y Australia, se configuran como los principales “muelles” de este gigantesco movimiento de mercancías y de capitales.

El Atlántico, lógicamente, seguirá manteniendo un nivel de comercio entre sus dos orillas, y si los norteamericanos siguen surcando este Océano mientras puedan es solamente para resguardar “su” ruta del petróleo desde el Golfo Pérsico y desde el Golfo de Guinea hasta la costa Este de los EEUU. Fuera de esta finalidad, la realidad es que el tránsito de manufacturas entre Europa e Iberoamérica y entre Europa y EEUU, ha alcanzado ya su tope máximo y se estancará, sino disminuirá en los próximos años, en beneficio del comercio entre los actores del Pacífico.
En esta perspectiva residen las gran incógnitas geopolíticas del siglo XI. En primer lugar. Hasta ahora, la tensión geopolítica, especialmente durante la Guerra Fría se había producido entre un Estado Continental (URSS) y un Estado Oceánico (EEUU), pero a partir de ahora, China tiene que redefinir su orientación geopolítica. Algunos datos nos ayudarán a entender cuál será a fin de cuentas su opción.
Es cierto que China  está anclada en “eurasia” o, con mucha más precisión, en la “isla mundial” formada por Europa-Asia-África. China jamás ha tenido una marina poderosa y su historia carece de vocación oceánica. Así pues, a primera vista, costaría poco definir a China como una potencia “continental”. A ello ayudaría también la tradicional burocracia china que parece corresponder al sentido del Estado propia de toda potencia continental (desde Esparta hasta Roma y desde la URSS hasta Alemania del II y III Reich). Sin embargo, China hoy es una planta de ensamblado de manufacturas y esto exige un cambio en su orientación geopolítica. Solamente es capaz de comerciar quien está presente en los mares. No en vano, el sector militar chino que en estos momentos recibe un mayor impulso es… la marina. Ya se han visto barcos de la flota china surcando el Ïndico, el Pacífico e incluso bordeando las costas atlánticas de África. Es sólo el principio: si los chinos quieren comerciar con todo el mundo, están obligados a estar presentes en todos los mares; eso, o de lo contrario deberán pagar peajes.
Y el problema es justamente éste: que, por primera vez en la historia, van a ser dos potencias oceánicas y comerciales las que entren en conflicto en el escenario del océano Pacífico. El proceso histórico es siempre el mismo: dos potencias de similar orientación, primero son competidoras, luego rivales y, finalmente, enemigas. En esta perspectiva quizás sea mucho más fácil entender lo que decíamos antes sobre las consideraciones del Estado Mayor del ejército chino en torno a los EEUU como “enemigo”. China hoy no esá preparada para ningún conflicto de envergadura, pero se está preparando para él.
El gobierno Chino contempla tres etapas: una primera en la que el excedente de capital chino es invertido en EEUU, creándose una situación de interdependencia entre la economía norteamericana y las inversiones chinas. Este etapa ha durado los ocho primeros años del milenio… pero la crisis financiera mundial la ha llevado al traste. Para los chinos ahora se trata, de ir reduciendo progresivamente sus inversiones en EEUU y deshacerse progresivamente de los dos billones de dólares que tienen almacenados en previsión de un colapso de esa moneda. Pero China nunca jamás, seguirá invirtiendo masivamente en los EEUU como ha hecho hasta ahora.
Es significativo que los economistas chinos consideren –y en Internet hay una amplia fuente de información al respecto con sólo colocar en Google “China EEUU situación comercio mútuo”- que sus inversiones en EEUU ya están “al rojo”. A partir de ahora son peligrosas para su propia estabilidad. Nunca más volverán a ha producirse inversiones como las que tuvieron lugar entre 2001 y 2007 cuando China inyectó en Morgan Stanley 5.000 millones de dólares y en Blackstone otros 3.000. Ese dinero está hoy fuertemente desvalorizado y parece difícil que vuelva a representar algún día el mismo valor que cuando se realizaron. Cuando Lehman Brothers empezó a dar síntomas de desplome, sus directivos se desplazaron a China y ofrecieron accionariado en aquel país. En vano. El gobierno chino había entendido lo que eran “activos tóxicos”, en su jerga particular “activos dudosos”.
Quizás sea por los residuos de lógica confuciana o acaso por un simple y elemental sentido de la prudencia, los chinos han invertido poco en los nuevos productos financieros (ver a este respecto el artículo de Martine Bulard en Le monde Diplomatique de noviembre 2008) puestos en circulación en EEUU desde 2001. Bulard cita una frase propiamente confuciana que ha sido utilizada por los dirigentes chinos ante estos productos: “No se juega con lo que no se comprende” y han evitado repetir algunos errores que ya cometieron en sus primeras inversiones en Fanny Mae y Freddie Mac. Bulard cita como fuente de su información al Industrial and Comercial Bank of China.
Pero si China, decide ralentizar sus inversiones en EEUU y, por decirlo así, el que en los últimos ocho años ha sido “el banquero de los EEUU”, exige más garantías y avales para invertir allí (de hecho, en el fondo, esta ha sido la gran exigencia de China en la pasada reunión del G-20: “más mercado, sí, pero más vigilado por organismos internacionales de control de calidad financiera” y no como ha dicho el bobo de Pepinho Blanco “menos mercado y más Estado”). De hecho, en la reunión del G-20, el gran triunfador ha sido China pues no en vano quien más invierte es quien más puede exigir garantías y, todos los actores coinciden en que la actual crisis se ha originado precisamente por falta de garantías. Cuando Zapatero habla de la “solvencia de nuestro sistema bancario” hay que echarse a reír: nuestro sistema bancario está exactamente en las mismas condiciones que el norteamericano, de lo contrario no hubiera hecho falta habilitar 50.000 millones para sacarlo del agujero en el que él mismo se ha metido y, por lo demás, la burbuja inmobiliaria es, posiblemente, más notable en España que en EEUU con lo cual la caída en picado de los precios de la vivienda es posible –recalcamos, “es posible- que sea superior a la de EEUU. En China, el sistema bancario y financiero está bajo control directo del Estado: claro que pueden aparecer desajustes (y de hecho toda China es un puro desajuste entre nuevos ricos y sempiternos pobres; en China hay 40.000.000 de sin techo, tantos como habitantes tiene España, las diferencias entre el campo y la ciudad son abismales y entre las ciudades y las excolonias –Shangai, Honk-Kong- simplemente brutales. Miles de años de mandarinato permitieron que el comunismo chino fuera modélico en su búsqueda de destrucción de la personalidad y aún hoy China dista mucho de ser algo parecido a un Estado Occidental.
La duda que surge es: si China se coloca en segundo plano en las inversiones en EEUU ¿quién salvará la economía norteamericana que precisa cada vez más mayores aportaciones exteriores para evitar el desplome del dólar? Es un misterio: ¿la city londinense seguirá mirando al otro lado del océano? Siempre les quedará Japón y los petrodólares, pero ¿por cuánto tiempo?
Así hay que pensar que a la fase de “China = banquero de los EEUU” seguirá otra de desacoplado de China de las finanzas norteamericanas. Esta fase ya ha comenzado. ¿Los síntomas? Su presencia creciente en África mediante inversiones y ayudas muy tentadoras para los gobiernos de aquellos países en la medida en que son ayudas, créditos y préstamos obtenidos fuera del FMI y del Banco Mundial. Otra muestra: la red de acuerdos trenzada por China con los países del Grupo de Shangai y los acuerdos suscritos con países “disidentes”: Venezuela, Irán, incluso Rusia e Iraq). Más aún: sus esfuerzos por mejorar las relaciones y borrar las suspicacias con Japón y con India, seculares enemigos de China y países en donde el comercio de éste país intenta penetrar con redoblados bríos. Finalmente –y es Martine Bulard quien lo señala- la inyección de 80.000 millones de dólares puesto sobre la mesa por China para crear un Fondo Monetario Asiático que asegure los recursos financieros para los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Sin olvidar el “BRIC” (Brasil, Rusia, India y China) que tienen como objetivo preparar la segunda fase del salto de China a primera potencia mundial: no favorecer, pero sí estar preparada para un eventual derrumbe del dólar, esto, es de la potencia estadounidense. Si tenemos en cuenta que el FMI y el Banco Mundial fueron instituciones creadas por los EEUU (fundamentalmente) para convertir al dólar en divisa mundial como resultado de su sólida situación durante la II Guerra Mundial, se entenderá perfectamente el alcance de todas estas maniobras chinas: emanciparse del dólar en beneficio de… ¿de una idea euroasiática? En absoluto, China ha entendido que con Rusia a un lado solamente puede cultivar su amistad mientras que su área de expansión es… el Pacífico. El mismo terreno en el cual los EEUU desde principios del siglo XX se consideran hegemónicos.
En este momento, China no puede aspirar a ser primera potencia mundial. Y lo sabe. Tiene todavía muchas asignaturas pendientes. Se dedica a ganar experiencia internacional (nadie nace enseñado tampoco en este terreno), va consolidando su presencia en algunas zonas geográficas. Cultiva la amistad con Rusia, país que teme y con el que no está dispuesta a enzarzarse en un conflicto a la vista de la rusticidad y resistencia del soldado ruso. Gana tiempo. Construye una inmensa flota de altura que estará presente en todos los mares antes de 10 años. Disminuye discretamente sus inversiones en EEUU, deriva esos excedentes hacia mercados financieros más seguros y hacia la ayuda exterior que es, a fin de cuentas, una inversión de futuro.
China hoy no está en condiciones de disputar la hegemonía mundial a los EEUU (y es posible incluso que sus estrategas ni siquiera aspiren a eso, pues no en vano carecen del mesianismo iluminado de los dirigentes norteamericanos y han perdido el impulso inicial del comunismo como forma de internacionalismo). Su burguesía es todavía débil y vacilante. Sus campesinos forman una legión de descontentos que viven en el siglo XIX sin apenas gozar de la modernidad. Sus sistemas de previsión, ayuda y protección social son mucho más débiles que los que dejarían presagiar sus 40 años de comunismo a la vieja usanza. Es deficitario en carburantes y energía. Y, para colmo, su masa demográfica hace que toda mejora de sus condiciones de vida deba hacerse con cierta prudencia, o de lo contrario, el planeta entero puede salir perjudicado y, con ello, los propios chinos. Dejando, aparte, por supuesto, que la gran masa de la población china, carece de educación sanitaria y cultura ecológica, no va a ser raro que de aquel país partan de nuevo epidemias y nuevas enfermedades. Luego están los condicionantes económicos. La moneda China debería reevaluarse en relación a las principales divisas, pero hacerlo implica disminuir las ventas, así que éste país se encuentra en una situación contraria a los EEUU: su moneda vale más, pero no accede a reevaluarla, mientras que el dólar norteamericano vale mucho menos de su valor nominal… pero devaluarlo implicaría nuevos desequilibrios interiores. El yuan dista mucho todavía de ser una divisa consolidada y que genere confianza.
Todos estos obstáculos impiden que China sea hoy una potencia de alcance mundial en condiciones de disputar a los EEUU su hegemonía. Por eso, China hoy, contemporiza con los EEUU, gana tiempo, mejora su situación, resuelve sus problemas interiores, se inhibe de los de EEUU, labra la paz en su retaguardia (URSS), y entra en la segunda fase, la actual: el equilibrio de fuerzas que sigue a la inferioridad estratégica que ha tenido hasta ahora. La siguiente fase es la de superioridad estratégica china. ¿Cuánto empezará esta fase? No antes de 10 años. El tiempo justo en el que se tardará en resolver la actual crisis financiera mundial y, cuando los EEUU hayan entrado en un repliegue inevitable.
Así pues, el eje China-EEUU es un eje coyuntural que no se podrá prolongar durante mucho tiempo. Si bien el centro del comercio mundial se desplazará al Pacífico, también en esa región aparecerán las mayores tensiones que vayamos a vivir en el siglo XXI. Parece difícil que en las dos próximas décadas los EEUU puedan competir con China en el Pacífico… ¿Qué pueden exportar los norteamericanos? ¿qué tienen que pueda interesar en esa área? Realmente poco. ¿Tecnología? Sólo durante un tiempo. Alimentos, seguramente, pero no a los precios que pueden interesar a China. ¿Inversiones…? Es difícil que el dinero chino siga llegando a EEUU para que EEUU lo recicle en forma de “inversiones” de sus multinacionales…
El tiempo se agota para EEUU. El día que sus tropas entraron en Bagdad se encontró en  el cenit oficial de su potencia. Desde ese momento, sólo le quedaba declinar. Y es, en el fondo, lo que está ocurriendo. La crisis financiera ha acelerado este declive. Las cosas nunca serán como antes. EEUU es una estrella declinante. China una estrella ascendente. Quieran o no, el destino de ambos países está interrelacionado. Como el de Rusia y Europa.
© Ernesto Milà – infokrisis – infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com