Infokrisis.- Lo que se ha dado en llamar “la revolución alemana” y que en realidad no fue más que la “insurrección de los bolcheviques alemanes” en noviembre de 1918 y que se prolongó –con altibajos- hasta la “acción de marzo” en 1921 constituyó un error histórico para el movimiento comunista de aquel país seguramente debido a la inexperiencia revolucionaria de los núcleos espartakistas de aquel momento. Pero cuando, la Internacional Comunista desplazó a Karl Radek en aquel país, las cosas no mejoraron y los fondos destinados para el KPD (los más grandes entregados a partido comunista alguno: 42.872.832 marcos alemanes en 1922) apenas lograron crear situaciones de inestabilidad en la República de Weimar que nunca estuvo verdaderamente en peligro a causa de los comunistas y siempre logró desembarazarse de ellos gracias a la efectividad en el combate de los Freikorps.
La administración y del destino de estos fondos, así como la “tutela” del KPD corrió a cargo de un funcionario de la IC, Karl Radek. Radeck “tocó los cielos” junto a Lenin para acto seguido caer en desgracia con Stalin. En una película tomada durante unas sesiones del II Congreso de la Tercera Internacional, las imágenes nos muestran a Radeck felicitando a Lenin tras el discurso de apertura. En la cinta original se veía a Radeck adelantando las manos para estrecharlas con las de Lenin, pues bien, esta escena fue adulterada –como otras muchas- durante el período de Stalin: la imagen de Radeck fue borrada, pero era imposible hacer otro tanto con las manos especialmente cuando estrechaban a las de Lenin. Parece como si Lenin estuviera saludando a un fantasma. Y así era en realidad.
Karl Radeck: un judío internacionalista en Alemania
Hijo de judíos –lo que era habitual entre la primera generación bolchevique- Radeck había nacido en Lemberg, la parte de Ucracia que pertenecía al Imperio Austro-Húngaro. Su verdadero nombre era Karol Sobolsohn. Forjó sus primeras armas en política en el Partido Obrero Socialdemócrata en 1898 y participó en la revolución de 1905 en Varsovia. Exiliado en Suiza donde conoció a Lenin apoyó a los bolcheviques y era uno de los pasajeros del tren alemán que condujo a Lenin hasta San Petersburgo, sin embargo solo ingresó en el Partido tras la revolución de Octubre, siendo destinado luego a Alemania en donde ocupó un papel central entre 1918 y 1920.
Permaneció durante un tiempo en prisión en Alemania gozando de un regimen de extrema comodidad y pudiendo recibir en su celda a personalidad de la política alemana y de su propio partido. Una vez puesto en libertad regresó a Moscú en donde dirigió la IC antes de enfrentarse con Stalin que, finalmente, lo expulsó del partido en 1927.
Radeck era partidario de acelerar la construcción del comunismo y, en especial, de enfatizar el desarrollo de las plantas industriales, mientras que Stalin se mostraba más favorable a hacer del país una potencia agrícola. Cuando en 1929, Stalin apostó decididamente por la industrialización, Radeck intentó mejorar sus relaciones con él y pidió su readmission dentro del partido, pidiendo perdón por su actitud anterior (1) y, a partir de ese momento se convertiría en uno de los principales propagandistas de Stalin y en uno de sus consejeros más importantes en política exterior. Escribía a menudo artículos de fondo en la prensa soviética y nadie dudaba que su pluma reflejaba las opiniones del propio Stalin. Sin embargo, nada pudo impedir que su nombre fuera incluido en el acta de acusación de la pugna iniciada en septiembre de 1936.
Stalin lo tenía por alguien débil de carácter y tornadizo, sin excesiva fuerza de voluntad y que por tanto aceptaría fácilmente los delitos más disparatados a poco que se le presionara. Sin embargo, Radeck se negó de plano a firmar las confesiones que la NKVD le puso delante, exigió ver personalmente a Stalin a lo que éste se negó durante tres meses hasta que finalmente, de manera inesperada, apareció en la Lubianka y tuvo una conversación con él con Yezhov (2) como testigo. Tras la conversación Radeck finalmente aceptó firmar la “confesión”, pero rechazó el primer documento propuesto por la NKVD y redactó la acusación contra él de su puño y letra.
La acusación del llamado “Proceso de los 17” o “Segundo Proceso de Moscú” sostenía que siguiendo las instrucciones de Trotsky fue organizado un centro paralelo compuesto por los acusados en 1933 con el fín de “dirigir las actividades criminales antosoviéticas que tenían por objeto minar el poder military de la URSS, ayudar a agresores extranjeros a poderarse de territorios de la URSS y diezmar ésta, acelerar una Guerra invasora contra la URSSS, derribar el poder soviético y restaurar el capitalismo y el poder de la burguesía en la URSS” (3). Se sostenía que Trotsky, a través de Radeck había tomado contacto en determinados países extranjeros para preparar la caída de Stalin y haber transmitido secretos militares a otras potencias. Y, por supuesto, se les acusaba sabotear bienes del Estado y preparar la comisión de distintos atentdos contra dirigentes del partido y del gobierno.
El proceso, como los anteriores, fue presidido por Vishinsky y trece de los acusados, fusilados. Radeck salió relativamente bien parado con solo 10 años de cárcel. Colocado bajo arresto en su finca, incluso se ha dicho que con posterioridad llegó a escribir algunos editoriales sin firma en Izvestia (4), aunque también ha circulado la version de que murió en 1939 en el curso de una riña con otro preso de la misma forma que tras la desestalinización se publicó que había sido ejecutado por Laurenti Beria (5).
Se ha atribuido a la paranoia de Stalin la celebración de estos procesos-farsa que ocuparon todos los años 30 y salpicaron incluso al movimiento comunista internacional, lo que quizás sea simplificar las cosas, tal como veremos mas adelante. Más parece que las purgas de Stalin se iniciaron desde el momento en que el líder soviética había decidido pactar con Alemania y necesitaba hacer público ese pacto solamente después de haberse asegurado que no tendría consecuencias nefastas en su política interior (de ahí las purgas contra viejos bolcheviques y contra los altos mandos del Ejército Rojo -en las que se suele olvidar que Buena parte de las pruebas fueron fabricadas por Reinhard Heydrich- que podían oponerse a esta política.
¿Hubo nacional-comunismo?
El caso de Radek es particularmente curioso por las orientaciones que intentó dar al movimiento comunista alemán lo que ha permitdo a algunos hablar de experimento “nacional-comunista” (6).
Ya en Hamburgo en 1919 aparecieron en Hamburgo, en plena “revolución alemana” algunos personajes más nacionalistas que internacionalistas dentro del magma de organizaciones de izquierda que proliferaron en Alemania después de la Guerra. Se ha aludido a Heinrich Laufenberg y Friedrich Wolfheim como “nacional-bolcheviques”, cuando lo cierto es que ingresaron en el KPD del que fueron expulsados unos meses después para formar el Partido Comunista Obrero de Alemania (KAPD) el 3 de abril de 1920. Los miembros del KAPD procedían de la “Oposición de Izquierdas” del KPD que o habían sido expulsados o se habían retirado del partido cuando la IC apoyó la línea de Paul Levi y el llamado “Ejército Rojo del Ruhr” fue desarmado. Laufenberg y Wolfheim eran influyentes en la Oposición de Izquierdas de Hamburgo y se unieron al Nuevo partido. Desde el principio consideraron al modelo bolchevique como una “dictadura de partido” y no del proletariado. Al “centralismo democrático” leninista oponían la “democracia de los consejos obreros” que luego Anton Pannekoeck recuperaría y daría forma.
A pesar de que los estatutos de la IC solamente permitían la existencia de una sola sección nacional en cada país, el KAPD fue admitido como “miembro simpatizante” y, como tal, participó junto al KPD en la llamada “acción de marzo”. Los sucesivos fracasos del comunismo alemán harían que este partido fuera reduciendo efectivos e influencia, sufriendo escisiones y luchas fraccionales que le llevaron en apenas un año a perder el 50% de sus 80.000 militantes iniciales (7). Contrariamente a lo que han sugerido algunos “nacional-comunistas” surgidos del entorno de Jean Thiriart (8), ni Laufenberg ni Wolfheim tuvieron gran peso en la dirección del KAPD, ni siquiera defendieron con énfasis sus posiciones “nacional-comunistas”. Así mismo ha sostenido que “Tras la victoria del nacional-socialismo en 1933, ciertas estructuras nacional-bolcheviques llegaron con todo a subsistir en el aparato político e intelectual del III Reich. En particular el Fichte-Bund, creado en Hamburgo siguiendo la línea del K.A.P.D., llegará a integrarse y a sobrevivir en el seno del III Reich. Dirigido por el profesor Kessemaier de Hamburgo, este movimiento universitario e intelectual tuvo muchos paralelos en Europa. Entre ellos, un joven de Lieja salido de las filas de la extrema izquierda comunista, un tal Jean Thiriart". Estos círculos tienen también como referencia inevitable a Ernst Nieksch (9) cuyos contactos con la “revolución conservadora” fueron esporádicos y siempre se consideró un “prusiano de izquierdas”, sector político en el que militó hasta su muerte como partidario de la República Democratica Alemana.
En realidad, el “nacional-comunismo” es una interpretación actual. Era normal que en la Alemania posterior a noviembre de 1918 en donde la característica principal fue el radicalismo político y el que movimientos radicales pudieran configurarse como movimientos de masas, hubiera representantes de todas las tendencias posibles en el espectro político… incluidos nacional-comunistas y/o nacional-bolcheviques. Harina de otro costal es si esas tendencias eran más bien individuos que sostenían opiniones personales con unos pocos partidarios o si se trataba de un movimiento organizado ligeramente significativo. No lo fueron, en absoluto, contrariamente a lo que tienen tendencia a pensar los “nacional-comunistas” y “nacional-bolcheviques” actuales, en realidad coleccionistas de meras rarezas y exotismos de tiempos pasados.
Karl Radeck y la “línea Schlageter”
En realidad, el único personaje relevante al que remotamente le cabría el calificativo de “nacional-bolchevique” fue Radeck y en un momento concreto de su experiencia alemana. En efecto, al producirse la invasión del Rhur y, tras un período de encarcelamiento que pasó Radeck en la Alemania weimariana, retornó a Moscú y tomó la palabra en una reunión de la IC en donde deparó unas encendidas palabras a la figura de Albert Leo Schlageter en lo que pudo ser considera en la época como una mano tendida a los nacionalistas radicales. No se trató, como veremos de una declaración única, sino que en esa época otros exponentes del comunismo alemán realizaron declaraciones similares. Pero no hay que ver en ello –como hacen los actuales nacional-bolcheviques- más que un episodio táctico, en absoluto un cambio de orientación ideológico, una renuncia al internacinalismo proletario en beneficio del nacionalismo alemán, ni mucho menos una renuncia a los principios del marxismo-leninismo que en esos momentos gobernaban la IC.
El 20 de junio de 192, Radeck pronunció un famoso discurso en el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista con un título que algunos han calificado como “heideggeriano”: “Leo Schlageter, el viajero de la nada”. Radeck en el curso de ese discurso distingue entre “nacionalistas buenos” y “nacionalistas malos”. Los segundos serían los nostalgicos del Kaiser, los reaccionarios irredentos e incapaces de asumir la realidad de los tiempos nuevos, anticomunistas impenitentes que habían combatido por Weimar contra el bolchevismo y que se habían adentrado en Curlandia contra el comunismo y contra la URSS. Luego estarían los “nacionalistas buenos” que luchaban contra el “capitalismo y el imperialismo” en Alta Silesia y en el Ruhr… como Schlageter a quien califica de “valeroso soldado de la contrarrevolución”.
Mientras los freikorps y los nacionalistas alemanes se obstinaran en dudar quien era su enemigo real, Schlageter y sus camaradas serían “los viajeros de la nada” (título de una famosa novela de la época), pero en el momento en el que percibieran que su enemigo era el “capitalismo y el imperialismo” pasarían a ser los “viajeros de un porvenir mejor para la humanidad”. Radeck añadió: "La mayoría del pueblo alemán se compone de hombres que trabajan y que se consagran a la lucha contra la burguesía alemana. Si los ambientes patrióticos de Alemania no se deciden a hacer suya la causa de esta mayoría de la nación y a constituir así un frente contra el capital de la Entente y el capital alemán, entonces el camino abierto por Schlageter será el camino de la nada".
Otras declaraciones de comunistas alemanes en la época (10) iban en direcciones parecidas: Ruth Fischer, por ejemplo, judía, explica que en aquel momento se consideraba que si los nazis estaban en contra de los judíos, de los jesuitas y de los capitalistas es porque estaban en el terreno de la revolución socialista aunque ellos mismos no fueran conscientes de ello… Así mismo, la propaganda conservadora hablaba de las “secciones bistec” (pardas por fuera, rojas por dentro) refiriéndose a las Secciones de Asalto del NSDAP (11) y en la literatura nazi de la época abundan las descripciones de mitines de cervezería en la que un grupo de comunistas que habían acudido a boicotear la reunión eran ganados pára el NSDAP (12). El propio Hitler en Mi Lucha explica que un comunista podrá ser un buen nacionalsocialista, pero un socialdemócrata no lo será jamás.
Algunos se han obstinado en ver en todo esto la aparición de una “línea Schlageter” en el KPD. Louis Dupeux escribe, por ejemplo: "En el año 1923 [se produjo] una nueva gran oleada de nacional-bolchevismo, en el sentido vago y vulgar del contactos entre nacionalistas y comunistas. El orígen de esta oleada, en realidad muy pendenciera, es la línea de Schlageter en medio de la cual el Partido Comunista Alemán (K.P.D.) intenta "ganarse las clases medias en vías de proletarización" usando deliberadamente el tema patriótico. En el curso de esta campaña se pudo ver a los líderes del partido comprometidos e incluso buscar el debate con los elementos calificados como "fascistas" o "fascistizantes". Los socialdemócratas y los partidos "burgueses" relanzaron de nuevo la vieja acusación de convergencia de los extremos... el heraldo de la nueva línea era Radek" (12b).
En realidad, el fantasma del “nacional-comunismo” era inexistente e históricamente siempre lo fue.: nunca contó detrás con efectivos humanos suficientes como para poder ser considerados como una tendencia, se trató siempre de individuos que sostenían posiciones personales, siempre marginales. Sin embargo, es rigurosamente cierto que Radeck durante su encierro en Alemania practicó una política de mano tendida hacia las organizaciones nacionales y unos meses después elogió a Schlageter… pero no hay que confundirse: Radeck era, de entre todos los fundadores de la IC y, como buen judío, uno de los internacionalistas más conspicuos, sin duda el más “auténticamente apátrida” (13). Durante su estancia en Alemania, acompañado permanentemente de su pipa, perteneció hasta 1918 a los “bolcheviques no leninistas” (junto a Félix Dzerzhinsky fundador de la CHEKA), Bujarin (purgado luego con él) y Alexandra Kollantai. Luego entró en el redil leninista del que ya no saldría jamás. En su doctrina el nacionalismo no ocupaba otro lugar que el de una “ideología pequeño burguesa” cuyos partidarios eran, por buenas que fueran sus intenciones, “viajeros de la nada”… Lo que no entendió Radeck, fue que la concepción del último Lenin tendía a que la URSS mediante la centralización alcanzara un nivel de desarrollo económico semejante a los EEUU, mientras que Stalin –que llegó a la misma conclusión en 1929- aspiraba a algo más desde que llegó al poder: a una alianza con Alemania contra los aliados occidentales…
Dominique Venner comenta a est respecto: "Incluso los comunistas celebraron la memoria de Schlageter, presentándolo como un héroe perdido. La política exterior soviética buscaba por esa época una alianza con Alemania contra Polonia, Francia y el Oeste en general. La idea de una alianza entre las naciones favorecía una posible revolución nacional-bolchevique en Alemania" (14).
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Notas a pie de página
(1) H. Saña lo califica como persona “de carácter débil y voluble” y más adelante como “mercenario de la pluma” al servicio de Stalin que incluían “panfletos y artículos indecentes contra Trotsky, mezclados con apologias serviles a favor de Stalin” (op. cit., pág. 113.)
(2) Yezhov fue uno de los grandes cómplices de Stalin en las purgas que asolaron la URSS en los años 30 en tanto que jefe de la NKVD y él mismo terminó siendo purgado después de un enfrentamiento con Molotov en 1938, cuando ya se estaba fraguando el Pacto Germano-Soviético. Resultó arrestado en abri de 1939 y se ignora la fecha y las circunstancias de su muerte. Hoy se le considera como el “autor intellectual” de las purgas stalinistas y responsible de cientos de miles de fusilamientos. Véase el artículo en ingles de Paul Callan (21 de junio de 2008). «Stalin's poison dwarf». Daily Express.
(3) Citado por H. Saña en op. cit., Vol II, pág. 114.
(4) Walter Duranty, Stalin and Co., William Sloane Associates, New York, 1949, pág. 10.
(5) Dato publicado sin referencia en http://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Radek
(6) Véase el artículo www.pcn-ncp.com/lenine.htm
(7) Una sucinta, pero suficiente, información sobre el KAPD puede encontrarse en http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Comunista_Obrero_de_Alemania
(8) http://www.pcn-ncp.com/alternNB.htm. El Partido Comunitario Nacional Europeo que se reconoce en el pensamiento del fundador de Joven Europa, Jean Thiriart, defiende un “nacional-comunismo” que encuentra sus orígenes en el “comunismo hamburgués” de 1919. Este grupo ha sido el que ha sostenido la idea de que Laufenberg y Wolfhaim fueron los antecedentes originarios de su tendencia.
(9) Una biografía de Ernst Niekisch puede leerse en http://www.arrakis.es/~fsln/niekisch.htm, con todas las reservas pertinentes, pues es una de las Fuentes de las que ha surgido la leyenda de que Laufenberg y Wolfheim dirigían el KAPD.
(10) Ruth Fischer en sus memorias, op. cit., pág. 210.
(11) Dominique Venner, Baltikum, Ciarrapico Editores, Roma 1981, pág. 227
(12) Goebels en Mi lucha por Berlín cuenta varios de estos episodios y George L. Mosse en La cultura nazi, op. cit., pág. 148 y sigs. Trae a colación un texto de la época en la que se narra uno de estos episodios.
(12b) La existencia de esta línea ha sido analizada por Louis Dupeux, en su tesis presentada en la Universidad de Paris I en 1974 titulada : Strategie Comuniste et dynamique conservatrice sur les differents sens de l'expression "National-Bolchevisme" en Allemagne, sous la Republique de
Weimar (1919-1933)", Ed. Libreire Honoré Champion, Paris 1976, pág. 207
Weimar (1919-1933)", Ed. Libreire Honoré Champion, Paris 1976, pág. 207
(14) D. Venner, Baltikum, op. cit., pág. 251.