info-Krisis.- La versión oficial sobre Bin Laden y Al Qaeda, no solamente plantean un nuevo modelo terrorista, sino que son algo peor, se trata casi de un “imposible metafísico”. Digámoslo ya: son entes extremadamente improbables. Ya hemos dicho que se han transformado en “iconos”, es decir, en representaciones esquemáticas del “mal absoluto”. A fin de cuentas, el pobre Gavrilo Prinzip era un “don nadie” comparado con Bin Laden.
A pesar de su apellido, no era ni príncipe árabe, ni hijo de millonarios y millonario a su vez, ni trabajaba para ningún servicio secreto. Y, sin embargo, Gavrilo Prinzip vació un cargador cuyas detonaciones fueron las primeras de un conflicto que se prolongó durante cuatro años sobre suelo europeo y generó millones de muertos. Una semana después de que se acallara el revuelo ocasionado por el crimen de Prinzip, los países europeos se habían enzarzado en una inextricable maraña de declaraciones mutuas de guerra entre las que la figura del estudiante serbio se difuminó. Fue, naturalmente, ejecutado. Prinzip fue la muestra de que una pequeña causa puede producir grandes efectos.
De hecho, la acción del estudiante serbio se vio, a la postre, recompensada con el hundimiento del Imperio Austro-Húngaro y la liberación de su país. Estamos seguros de que Prinzip aceptó gustoso su sacrificio: una vida por la libertad de un país. Y le hubiera importado muy poco irse acompañado por 37 millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial. La libertad Serbia era, para él, lo primero. Otro tanto cabe decir de “Argala”: asesina a Carrero y, a su vez, es asesinado por un grupo anti-ETA, pero logra su objetivo: el franquismo se ve imposibilitado de prolongarse en el tiempo y “evolucionar” a causa de la muerte del delfín. Objetivo alcanzado. “Argala”, al ser asesinado, ya tenía claro que la democracia se había instaurado en España y que el movimiento independentista vasco se encontraba en mejores condiciones de trabajo que unos años antes.
¿Y Bin Laden? Extraño terrorista éste cuyas acciones ocasionan el hundimiento del único Estado del mundo regido por fundamentalistas religiosos, Afganistán. ¿Qué hubiéramos pensado si una gacetilla nos hubiera informado de que Gavrilo Prinzip, antes de su magnicidio, hubiera trabajado para la inteligencia austro-húngara. O lo que es mas, si alguien nos informara que su familia mantenía negocios con el Kaiser alemán o con el Emperador austríaco… simplemente nos hubiéramos frotado los ojos y hubiéramos pensado: “Imposible”. Más aún: impensable y obsceno. Pues bien, hoy sabemos –mucho antes de que lo desvelara a nivel mediático el documental de Michael Moore “Fahrenheit 9/11” que, efectivamente, Bin Laden había sido un soldado de la CIA y que la familia Bush y la suya estaban imbricadas en los mismos negocios petroleros. Lo dicho: obsceno, impensable… pero rigurosamente cierto. Y es que el 11-S es una fuente de sorpresas y aspectos inexplicables, mal explicados o simplemente falseados, que ponen en cuestión la versión oficial.
Nuestra tesis es que el icono Bin Laden y su Al Qaeda han sido prefabricados desde mediados de los años 90 aprovechando a un personaje real y a los residuos de una formación reclutada, efectivamente, por él durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán. El icono ha sido perfilado primorosamente entre 1997 y el verano de 2001, hasta que ha estado listo para ser lanzado como reflejo del “mal absoluto”. ¿Lo es? Desde nuestra óptica importa poco si Bin Laden vive o no, si es cooperador necesario de una gigantesca maniobra de provocación y distracción o si, efectivamente, se trata de un tipo peligroso capaz de planificar las mayores atrocidades. Lo que nos importa es establecer a qué fines sirve y de dónde ha salido la inspiración para la creación del personaje y de su organización maligna. Empecemos por esto.
DONDE IAN FLEMMING CREA A AL QAEDA
El mal en los años 30 tuvo un nombre: Fumanchú, un chino que dirigía una banda internacional de delincuentes. Había sido precedido por dos personajes, igualmente tan poco recomendables como atractivos desde el punto de vista literario y cinematográfico: Moriarty, la réplica al exuberante detective Sherlock Holmes, afamado criminal de los arrabales de Londres, capaz de contar con el apoyo y la complicidad de criminales de todo el mundo, o bien el doctor Mabuse, médico alienista y cerebro pervertido que encarno, mejor que cualquier otro, el aspecto mas angustioso y malvado del expresionismo alemán. Moriarty, Fumanchú, Mabuse, son “genios del mal” que cuentan con una estructura organizativa criminal. Su imagen, su leyenda, sus crímenes, circularon abundantemente por la sociedad europea que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Se filmaron varias películas que alcanzaron indudable éxito y aparecieron decenas de folletones que completaban las historias originales. Hubo otros muchos. “Lex Luthor”, por ejemplo, réplica de “Superman”, era un genio del mal, pero no contaba con una estructura criminal propia, sino solamente con un cerebro tan privilegiado como malvado. Así mismo, otros personajes novelescos no lograron prolongar su existencia, derrotados en la primera entrega por el héroe o superhéroe de turno. Nada importante.
Hubo de llegar un hombre extraordinario, Ian Flemming para aportar algo más interesante. Flemming había nacido en 1908 en Londres. Su padre, diputado conservador y militar, murió en la Batalla del Somme en 1916. Tras la guerra viajó a Alemania y Suiza en donde aprendió idiomas. Fue destacado como corresponsal de Reuter en Moscú y agente de bolsa y cambio en Londres hasta que se inició la II Guerra Mundial. En ese momento ingresó en la Inteligencia Naval. Tras el conflicto fue periodista de éxito y se estableció en Jamaica. Fue allí donde creó el personaje de James Bond, el agente 007 del servicio secreto británico.
Años después, Flemming confesó que se había inspirado en un personaje real, el comandante Patrick Dazel-Job. Dazel conoció a Flemming durante la guerra, en la que formó parte de un equipo de operaciones especiales en Noruega. Fleming lo describió como "un hombre que llevaba la aventura escrita en las venas". Entre sus hazañas más recordadas, figura el salvamento de un grupo de ciudadanos de Narvick. "Ignorando las ordenes de sus superiores, él evacuó a hombres, mujeres, niños y ancianos antes de que el enemigo bombardeara el pueblo; sabía que el pueblo iba a ser atacado. Lo único que lo salvó de una corte marcial fue que el rey de Noruega le agradeció personalmente su hazaña", explicó el hijo de Flemming tras la muerte de su padre. Dalzel era un mujeriego impenitente. Años más tarde, regresó a buscar a una joven de la que se había enamorado en el lugar. La encontró y se casaron. Su carrera se había desarrollado en la inteligencia militar y en la división de operaciones especiales. Estaba habituado a trabajar con lanchas rápidas y submarinos, tal como luego hizo Bond en las novelas. Dazel trabajó con Ian Flemming durante 2 años detrás de líneas enemigas, pero siempre negó que fue el modelo para el agente 007. Murió con 90 años en 1997. El hijo de Flemming le rindió tributo revelando que había sido el modelo para las novelas de su padre.
Flemming escribió un ciclo de 12 novelas sobre el agente 007 James Bond, Casino Royale (1953), Desde Rusia con amor (1957), Doctor No (1958), Goldfinger (1959), Thunderball (1961) El hombre de la pistola de oro (1965), etc. Tomó el nombre del ornitólogo James Bond que escribió uno de sus libros preferidos. Flemming explicó: "Decidí que mi agente secreto tuviera una personalidad lo más anónima posible. Me pareció que ese nombre, breve y poco romántico pero masculino era justo lo que necesitaba". Sólo en los Estados Unidos, hasta el momento de la muerte del escritor, se vendieron catorce millones de ejemplares. Luego se tradujeron a otros idiomas y fueron ampliamente aceptadas por un público devoto de este tipo de literatura. Falleció en 1964 de un ataque al corazón, a la edad de 56 años, y con más de una veintena de novelas a sus espaldas.
Las novelas de Flemming son simplistas en su desarrollo: el principio del bien está representado por Bond y los demás agentes británicos. Pero el principio del mal está representado por una serie de personajes que tienen todos un común denominador: son socios de una multinacional del crimen que trata de adueñarse del mundo. Se llama SPECTRE, siglas de Special Executive for Counter-Terrorism, Revenge and Extortion. SPECTRE (o SPECTRA en la versión española) está compuesto por distintos escalones organizativos: jefes, subjefes, cortesanas, espías, mercenarios ejecutores. SPECTRA tiene su sede en lugares inaccesibles, a menudo exóticos, extremadamente ocultos y alejados de cualquier centro de civilización. Desde ahí, los malvados “mueven los hilos”. Estos centros de control están dotados de moderno material tecnológico (lassers, armas ultrasofisticadas, sistemas informáticos de control, etc.). Todos los dirigentes de SPECTRA son, además de cerebros criminales, hábiles negociantes, suelen participar en operaciones especulativas bursátiles, mantienen redes económicas y de empresas que son la cobertura para sus actividades criminales. Y todos ellos, sin excepción, buscan proveerse del arma definitiva que les otorgará el dominio del mundo. Están en todas partes, se les encuentra en el Caribe, en Brasil, en medio del mar, en el sudeste asiático, en Rusia, China o en plataformas situadas en el mar o bajo las aguas. Resulta difícil evitar la comparación de todas estas características con Bin Laden y Al Qaeda. Por que Al Qaeda, en efecto, es esa organización criminal internacional, que aspira al control mundial, situada en un lugar inaccesible –una red de cuevas en las montañas de Tora Bora, en una zona indefinida en la frontera afgano-pakistaní, desde la que “mueve los hilos” rodeado de sus fieles y –se supone- apoyado por un despliegue tecnológico que, como se ha dicho, le permite rentabilizar sus inversiones en las bolsas de los cinco continentes. Al Qaeda es SPECTRA.
En cuanto a la figura de Bin Laden, la serie de James Bond presenta todos sus rasgos en la amplia serie de personajes que son, en el fondo, distintos matices de la figura del mal absoluto. El primer malvado digno de tal nombre fue el “Doctor No” en la película del mismo título. Pero el malvado que más veces apareció en la serie, uno de los socios de SPECTRA, fue Ernst Stavro Blofeld (Solo se vive dos veces, 1967, 007 al servicio de su majestad británica, 1969, y Diamantes para la eternidad, 1971) al que dieron vida (y por orden cronológico de película) los actores Donald Pleasence (probablemente la mejor representación de ese malvado personaje en una más que aceptable película de serie gracias sobre todo al guión del escritor Roald Dahl), Telly Savalas (el Kojak televisivo) y Charles Gray. Robert Shaw en Desde Rusia con amor (1963); Gert Froebe el eficiente y sofisticado Goldfinger (1964); Yaphet Kotto (Kananga) de raza negra cuyo objetivo es llenar de droga “gratuita” las calles de todas las ciudades de Estados Unidos (Vive y deja morir, 1973); Curt Jürgens (Stromberg) en La espía que me amó, 1977); Michael Londsdale (Hugo Drax) en Moonraker (1979); Julien Glover (Kristatos) en el papel de un riquísimo armador griego (Sólo para tus ojos, 1981); Louis Jourdan (Kamal Khan) en Octopussy (1983) y así sucesivamente. Dos jefes de SPECTRA alcanzaron cierta notoridad: Chisrhopher Lee, encarnando a Francisco Scaramanga, socio de SPECTRA, aureolado con tres pezones y protagonista de El hombre de las pistolas de oro (1974), Chistopher Walken que da vida a Max Zorin, magnate de la informática ansioso por provocar el caos mundial, en Panorama para matar (1985).
Todos estos jefes y socios de SPECTRA están rodeados de un harén de mujeres hermosas y feroces guardaespaldas como Odjob (armado con un sombrero de ala afilada, Goldfinger). Nick Nack, (un enano traidorzuelo al servicio Scaramanga) y, especialmente Richad Kiel (el malvado “Tiburón” con su dentadura de acero, La espía que me amó y Moonraker).
En total, la serie consta de 20 títulos y 12 libros. Se ha prolongado durante 40 años. Es un caso único en la historia de la cinematografía: nunca una serie había podido abarcar un espacio de tiempo tan amplio. A lo largo de estos 40 años, el mensaje de la serie no ha variado a pesar de que siempre hayan variado los horizontes geográficos sobre los que se desarrolla la trama. A recordar, necesariamente, la pelea espectacular en el teleférico del Pan de Azúcar de Río de Janeiro en “Moonraker”, persecución con un Renault 11 por París en “Panorama para matar”, la India en “Octopussy”, en Japón de “Sólo se vive dos veces”, en Amsterdam de “Diamantes para la eternidad”, en Thailandia de “El hombre de la pistola de oro”, Grecia en “Sólo para tus ojos”, Viena en “Alta Tensión”, e incluso España en “Sólo para tus ojos” y el museo Guggenheim en una de las últimas entregas, “El mundo no es suficiente”.
Tres generaciones de hombres y mujeres del siglo XX han consumido prácticamente todas las películas de 007. Para estas generaciones, en especial en EEUU, donde la serie, con mucho es donde ha tenido más éxito, la idea de una organización internacional creada para hacer el mal (el “terrorismo, la venganza y la extorsión”, principios que forman parte del anagrama de SPECTRA), estaba ya insertada en su psicología profunda. Ya hemos visto que todos los caracteres de SPECTRA, literarios y cinematográficos, coinciden sin excepción con los atribuidos a Al Qaeda. Y en cuanto a la personalidad de Bin Laden (personaje exótico, cultivado, profesional brillante, organizador infatigable, malvado impenitente, negociante de éxito y especulador bursátil) son los mismos que han sido extraídos de los distintos socios de SPECTRA (Blofeld, Scaramanga, Doctor No, Goldfinger, etc). El único elemento que se ha incorporado a la personalidad de Bin Laden es su rasgo de fundamentalista islámico que deriva de su tarea reclutadora de islamistas durante la primera campaña de Afganistán contra los soviéticos. Es preciso recordar que Bin Laden era en aquella época un “soldado de la CIA” y que reclutó islamistas en tanto que la resistencia antisoviética se estableció, no sobra las bases de la liberación nacional (Afganistán era y es un conglomerado de tribus en el que la idea de “nación” está completamente ausente), sino sobre los principios religiosos del Islam. Bin Laden, organizó a todos estos reclutas, estableció sus canales de aprovisionamiento y sus bases de entrenamiento en la frontera pakistaní y, finalmente, los contabilizó y enumeró en una base de datos informatizada… en árabe: Al Qaeda, esto es “la base”. Probablemente, alguien pensó algún día que el nombre de Al Qaeda respondía a una ignora base de entrenamiento de comandos terroristas, pero no, era simplemente una “base de datos”, la mayoría de cuyos combatientes pereció en Afganistán o, posteriormente, en los distintos episodios de la guerra civil que siguió hasta la expulsión del gobierno que dejaron los rusos en Kabul, luego en la guerra civil entre la Alianza del Norte y los talibán, posteriormente en la guerra de Chechenia, y en las guerras balcánicas en donde restos de esta “legión árabe”, se dice, que combatieron contra los rusos y los serbios respectivamente. Si tenemos en cuenta que el reclutamiento de voluntarios islámicos para luchar en Afganistán se produjo entre 1984 y 1988, es decir, hace entre 16 y 20 años, y que la edad media de los reclutados estaba en torno a los 24 años, los supervivientes de aquellos episodios –que no deben ser muchos dada la brutalidad expeditiva con la que soviéticos en Afganistán, rusos en Chechenia y serbios en Bosnia, atacaron a sus oponentes- deben contar hoy una media de edad muy superior a los 40 años. Nadie, por fanático que sea, resiste tanto tiempo la tensión del conflicto, la guerra, los bombardeos y las vicisitudes posteriores de la clandestinidad. Por lo demás, si “la base” estaba en poder de Bin Laden, es seguro que estaba también en poder de sus mentores, esto es, de la CIA. Y resulta absolutamente increíble pensar que en 20 años, la CIA no ha logrado identificar y localizar a los antiguos miembros de Al Qaeda que siguen en activo y que, según la mitología oficial, constituyen el núcleo duro de la organización.
Seamos claros: la lógica indica que si Al Qaeda tuvo alguna vez alguna realidad autónoma de la CIA y de las guerras afganas, de eso hace ya mucho tiempo y el desgaste inexorable de sus militantes debe haberla convertido en algo insignificante y, en cualquier caso, en absoluto operativa. Por lo demás, resulta muy evidente que las pinceladas con las que se ha descrito al personaje y a su creación coinciden demasiado con los rasgos de los oponentes del agente 007 y que SPECTRA es indiscutiblemente la prefiguración de Al Qaeda.
Ciertamente, la superabundancia de títulos de la serie 007, ha hecho que anidara en la mentalidad del espectador, la idea de que existe una poderosa red de hacedores del mal, dirigida por un malvado. Las terroríficas descripciones de Al Qaeda y la maldad de Bin Laden encontraban en el subconsciente del espectador una resonancia: en efecto, ahí estaba almacenada la trama inverosímil de la serie cinematográfica que fue reactualizada mediante una serie de informaciones incipientes que se fueron publicando a partir de 1996. Lo ficticio se convertía en “real” y lo “real” pasaba a ser retroalimentado por los rasgos de lo ficticio: ¿por qué no iba a existir una organización terrorista para realizar “terrorismo, venganza y extorsión”? de hecho ya existía: era SPECTRA y, por lo demás, Ian Flemming se inspiraba en personajes y situaciones reales que, solo, alteraba ligeramente. Así pues, Bin Laden ponía en peligro la humanidad, como Blofeld pretendía hacer apropiándose de un arma definitiva. ¿Acaso Bin Laden no estaba intentado construir armas biológicas en Kandahar? No, pero los medios de comunicación intoxicados por el Pentágono y las agencias de seguridad de EEUU, habían decretado que sí. Se publicó que Bin Laden-Blofeld-Kamal Khan, habían adquirido una bomba nuclear que podían hacer estallar en cualquier momento o bien gases neurotóxicos. Efectivamente, en la serie de 007, esto se había apuntado… a partir de ahí, la ficción latente en el subconsciente se superpuso a la realidad y se hipostatizó en el icono del mal: Blofeld pasó a ser Bin Laden y todo lo que Fleming y los guionistas de la serie, atribuyeron al primero y fue visto por millones de espectadores, pasó a ser patrimonio del segundo. La realidad y la ficción se convirtieron en inseparables. El icono ficticio, mero reflejo distorsionado de la realidad, tomó el relevo de la realidad del personaje Bin Laden (un “soldado de la CIA”, cuya familia había hecho buenos negocios petroleros con la familia Bush…). Esta realidad se relegó al olvido y se ocultó. Pero está ahí y es absolutamente incompatible con el icono Bin Laden, antiamericano impenitente, cerebro del mal que mueve los hilos desde un lugar inaccesible y exótico.
Las cuevas de Tora-Bora son lugares insanos, inhabitables. De hecho, todo Afganistán es lo más inadaptado para guiar desde allí una guerra tecnológica. En un país en el que no existe operativa ni una sola máquina de diálisis, un teléfono móvil es casi un tesoro, hay pocos y fácilmente localizables por un simple scanner de sobremesa y, no digamos, por la red internacional de escucha “Echelon”. En el supuesto de que Bin Laden hubiera estado alguna vez en aquella zona, habría sido descubierto y aunque no lo hubiera sido jamás, desde allí nunca, absolutamente nunca, hubiera podido dirigir –él, un hombre aquejado de una dolencia renal degenerativa que precisa de varias sesiones semanales de diálisis- más allá de un rebaño de cabras.
Redimensionar lo que se ha dicho y escrito en torno a Bin Laden y Al Qaeda, tamizarlo y reinterpretarlo, supone caer en la cuenta de la “imposibilidad metafísica” que supone su existencia. En efecto, en el fondo, creer en la existencia de Al Qaeda o en el papel de Bin Laden es un acto de fe. Algo irracional.
A QUIEN SIRVE LA “ESPADA DEL ISLAM”
No podemos decir exactamente quién mueve los hilos del terrorismo internacional. Ni siquiera podemos afirmar que exista un solo titiritero. Más bien estamos movidos a pensar que cada atentado responde a una lógica diferente y que existen distintos actores y una multiplicidad de centros de poder que han aprendido a beneficiarse del mito Bin Laden. A fin de cuentas, casi automáticamente, cualquier atentado cometido en el lugar más remoto del mundo, si revista unos rasgos de brutalidad máxima, es atribuido, inmediatamente a Al Qaeda, ocurra en Casablanca, en Bali, en Madrid o en Nueva York. La “versión oficial” sobre el nacimiento de al Qaeda, sobre la personalidad de Bin Laden y sobre los atentados del “terrorismo internacional”, no sólo no está demostrada, ni viene avalada por pruebas objetivas, sino que constituye una especie de mitología moderna y, como tal, dotada de un aspecto fantástico y terrible.
Toda organización terrorista se basa en unos objetivos políticos que se pretenden alcanzar y al servicio de los cuales se elabora una estrategia (la “lucha armada”) y unas tácticas (las diferentes modalidades de operaciones terroristas). Se supone que, por mínima que sea la lucidez de una organización terrorista, ésta intenta avanzar en la marcha hacia sus objetivos políticos y mejorar sus posiciones. Procurará mantener una estructura clandestina capaz de resistir al máximo la represión que, indudablemente, se abatirá con ella y, paralelamente, un plan de captación que le permitirá cubrir las bajas que puedan producirse. Utilizará a sus activistas en operaciones tácticas coherentes en relación con la línea estratégica adoptada e intentarán “perforar” los frentes en los que la posición del adversario sea más vulnerable. No lo conseguirán con un solo atentado, sino que será preciso una reiteración de golpes criminales, hasta que, finalmente, el adversario dé muestras de debilidad. Dado que el tiempo medio de actividad de un terrorista no es ilimitada, se tratará de aplicar la “teoría de limón” (exprimir al máximo al militante antes de que resulte descubierto, detenido o muerto). Bien, pues nada de todo esto se percibe en Al Qaeda.
Los atentados de Al Qaeda están desperdigados en el tiempo y en la geografía. Si se analizan todos los golpes protagonizados por Al Qaeda a lo largo de los últimos 8 años, se percibe que no están guiados por ningún tipo de coherencia: hoy en Balí, ayer en Washington, mañana en Casablanca, pasado en Madrid, al otro en Irak y luego en Arabia Saudí… Ni uno solo de estos atentados tiene una lógica política que lo una a los anteriores, se diría que todo son vectores orientados en distintas direcciones y que, por tanto, no tienen capacidad para sumar sus esfuerzos. La gran dispersión geográfica de los atentados evidencia la existencia de una estrategia única y definida e impide pensar en un solo centro diseñador del terrorismo internacional.
Pero además, todos estos atentados están muy dispersos en el tiempo. Se intenta explicar que el “terrorismo internacional” está protagonizado por “células durmientes” que permanecen inactivas durante lustros para, bruscamente, autodestruirse un buen día. Cualquier instructor militar sabe que, después de unos meses de interrumpirse el proceso de acondicionamiento físico y mental de un combatiente, éste vuelve a los usos y costumbres propios de una vida normal, relajada e integrada en la sociedad que le rodea. Para ser eficaz, el entrenamiento debe preceder en pocos días a las operaciones militares o de lo contrario es tiempo perdido. No vale decir: el terrorista X estuvo hace diez años en un campamento perdido en las selvas de Malasia y, hoy –esto es, diez años después- se ha suicidado mediante atentado con explosivos. A lo largo de esos diez años, la vida de las personas cambia, los ideales se pierden o son sustituidos por otros; psicológicamente un suicida que lleve meditando diez años su opción, es completamente imposible y cuando se dan casos de este tipo es entre gentes que no tienen la más mínima intención de suicidarse. Por lo demás, casi todos los miembros de supuestas “células durmientes” que han salido a la superficie tras el 11-S, en ningún momento han demostrado una inequívoca y acrisolada fe religiosa. Puede decirse que, piadosamente, jamás han exteriorizado su fe, ni siquiera entre su círculo de amistades más íntimas.
¿Avanzar? El terrorismo internacional, no solamente no ha hecho avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino que la ha hecho retroceder allí en donde ha aparecido: los atentados del 11-S sirvieron como excusa –previsible por lo demás- para que el gobierno norteamericano decretara el fin del régimen talibán, el único que, en rigor, se identificaba con el fundamentalismo islámico. Los atentados de Casablanca sirvieron para que el gobierno de Mohammed VI desencadenase una campaña contra los medios políticos islamistas moderados (ajenos por completo a los atentados), identificándolos con los islamistas radicales. El Partido de la Justicia y el Desarrollo que había avanzado extraordinariamente en las elecciones legislativas de 2002, se vio detenido en su crecimiento y entró en recesión en las elecciones municipales de 2003 a causa del impacto negativo que los atentados de Casablanca, atribuidos a Al Qaeda, tuvieron sobre la opinión pública. Y, en cuando a los atentados atribuidos a Al Qaeda en Irak –en donde, por lo demás, nadie ha estado en condiciones de demostrar fehacientemente que entre la resistencia chiíta, la sunnita y la baasista, existan bolsas de combatientes de Al Qaeda- más bien han contribuido a desviar la atención de la opinión pública del único hecho real, que en Irak existe una resistencia nacional contra el invasor y no la actividad de unos grupos terroristas contra ciudadanos norteamericanos aislados.
Digámoslo ya: ni un solo atentado de Al Qaeda ha contribuido a hacer avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino todo lo contrario. Entonces ¿qué lógica tiene la acción de Bin Laden? Tradicionalmente, el principio de toda investigación criminal ha sido la pregunta “¿a quién beneficia el crimen?”. Aplicado este principio inmemorial, se percibe que los crímenes de Al Qaeda han beneficiado a cualquiera… menos al fundamentalismo islámico. Luego, los culpables están en otro lugar. De manera absolutamente irresponsable, el principio por el que se guían todas las investigaciones sobre el terrorismo internacional parte de otro principio: “¿quién reivindica el crimen?”. Al Qaeda reivindica el crimen, luego Al Qaeda es responsable del crimen. Por increíble que parezca, Al Qaeda nunca ha pactado con ningún medio de comunicación, ni siquiera con Al Jazzira o algún diario islámico en cualquier parte del mundo, una clave de reconocimiento para sus reivindicaciones de atentados. Por increíble que parezca, cualquiera puede reivindicar cualquier atentado en nombre de Al Qaeda. Y, de hecho, frecuentemente, así ocurre, tal como mostraron dramáticamente los atentados del 11-M, reivindicados el mismo día por tres organizaciones y, atribuido provisionalmente, a las «Brigadas Abu Hafs Al Marsi» que, de paso, había reivindicado el apagón de Nueva York en agosto de 2003 y el atentado contra la sede de NNUU en Bagdad. Lo más sorprendente fue que la reivindicación encontrada en una papelera cerca de la mezquita de la M-30 de Madrid, estaba firmado por la “dirección europea de Al Qaeda”… que el propio ex Ministro del Interior, Antonio Acebes, consideraba absolutamente inexistente. De hecho, seis meses después de la comisión de los atentados no ha sido posible establecer ni un solo vínculo entre los sospechosos de haber cometido los atentados de Madrid con Al Qaeda. ¿Atentado firmado por Al Qaeda? Reivindicación improbable.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Si alguna vez existió una red terrorista en Afganistán, llamada Al Qaeda, se trató solamente de un grupo de árabes voluntarios contra la URSS. De eso hace ya veinte años. En esos veinte años una docena de atentados han dejado constancia aparente de la supervivencia de Al Qaeda. Pero es absolutamente imposible que todos estos atentados hayan tenido el mismo origen. En realidad, todo induce a pensar que se ha tratado de fenómenos muy diversos: resistencia irakí, servicios especiales marroquíes (en Casablanca), oposición a la monarquía de los Saud (Arabia Saudí), o simplemente son de origen desconocido (como el 11-S o el 11-M) sobre los que son admisibles todo tipo de especulaciones partiendo siempre del principio “¿a quién beneficia el crimen?” y, dando por supuesto, que la respuesta a esta pregunta es, necesariamente, muy compleja.
“Alguien” ha creado el icono Bin Laden, “alguien” se ha inspirado en los relatos de Ian Flemming y en la serie cinematográfica de 007 para lanzar la espectacular -pero improbable- posibilidad de existencia de una red internacional criminal, idea que ha calado hondo en la psicología de un público habituado a esta temática de ficción que alguien ha querido transplantar a la realidad.
El fenómeno Bin Laden y Al Qaeda son convincentes… mientras se perciben globalmente. En el Corán existen, efectivamente, llamamientos a la guerra santa y a la lucha contra el infiel. Por lo demás, tanto en Palestina como en Irán, Argelia o Afganistán y hoy en Irak, han aparecido movimientos fundamentalistas islámicos que no han dudado en cometer crímenes en nombre de su religión. Esto parece dar credibilidad a la tesis de una seudo SPECTRA constituida por fanáticos islamistas. Pero es una ilusión. O lo que es peor: es una falsificación flagrante. Si se examina con detalle cada atentado cometido por Al Qaeda, se percibe que son inconexos unos con otros, que no están orientados por una misma estrategia y que responden sólo a situaciones locales (con excepción del 11-S y del 11-M, los cuales, por lo demás, son contradictorios entre sí). Por que, si se observa Al Qaeda con algo de detalle se percibe inmediatamente lo inconsistente de la visión que se nos ha proyectado de ella. Ni el icono del mal –Bin Laden-, ni la traslación de SPECTRA al mundo real, son convincentes.
Nuestro razonamiento es palmario: ETA existe, los Tupamaros existieron, el IRA existió, el GIA todavía opera en Argelia. Ciertamente, los gobiernos implicados pueden, en ocasiones, exagerar la crueldad de estas organizaciones, difundir datos falsos sobre sus propósitos o, simplemente, intentar desprestigiarlos para limitar su acción. Pero con Al Qaeda todo esto queda corto: da la sensación de que se ha aprovechado un residuo de la guerra contra los soviéticos en Afganistán y un personaje “de confianza” (los lazos entre la familia Bin Laden y la familia Bush están fuera de dudas y su carácter de “soldado de la CIA” ha sido ampliamente demostrado) se ha transformado en icono. A partir de ahí, todo ha sido, no solamente exagerado, sino creado artificialmente a efectos de reforzar la sensación de omnipresencia de la SPECTRA fundamentalista y la onminiscencia del icono del mal, Bin Laden, extremadamente elusivo durante toda una década, a la persecución y control de los servicios de seguridad y de las fuerzas armadas más poderosas del mundo.
Desde el 11-S –pero también antes ocasionalmente- los medios de comunicación se han visto saturados con informaciones sobre Al Qaeda y Bin Laden. A medida que el tiempo ha ido pasando, se ha podido saber que la mayoría de esas informaciones eran falsas: Bin Laden ni fabricaba en Afganistán armas de destrucción masiva, químicas o bacteriológicas, ni su participación directa o indirecta ha podido ser demostrada ¡en ningún atentado concreto!
¿Qué está ocurriendo? El terrorismo se ha transformado en espectáculo y ya no son personas los que lo impulsan, sino iconos mediáticos. Un icono mediático, a este respecto, es un conjunto de imágenes y proyecciones artificiosas y artificiales de personas físicamente existentes. Esta proyección no tiene nada que ver con el “original”, sino que en ese proceso resulta deformada en la dirección pretendida: Bin Laden pasa de ser uno de tantos cientos de príncipes árabes, uno de tantos “soldados de la CIA”, a ser la imagen metafísica del mal. De un ciclo novelesco, más o menos exitoso, y de la serie cinematográfica más dilatada en la historia del cine, se extrae el modelo para Al Qaeda.
Todo esto es extremadamente útil y sirve a intereses muy diversos. Una vez construido el monstruo, cualquiera puede orientarlo en beneficio propio. Todo funciona y adquiere una viabilidad suficiente mientras se examina globalmente, sin entrar en el detalle, pero en cuando se desciende a un análisis pormenorizado, las contradicciones, las lagunas, los “imposibles metafísicos”, se advierten inmediatamente.
¿Qué hay de cierto en todo esto? Poco, pero lo suficiente como para que dediquemos unas páginas, por que, en efecto, los creadores del icono Bin Laden y de la adaptación fundamentalista de SPECTRA, han dado en el clavo en un solo elemento. Véamoslo
(c) Ernesto Milà - info Krisis - infokrisis@yahoo.es
A pesar de su apellido, no era ni príncipe árabe, ni hijo de millonarios y millonario a su vez, ni trabajaba para ningún servicio secreto. Y, sin embargo, Gavrilo Prinzip vació un cargador cuyas detonaciones fueron las primeras de un conflicto que se prolongó durante cuatro años sobre suelo europeo y generó millones de muertos. Una semana después de que se acallara el revuelo ocasionado por el crimen de Prinzip, los países europeos se habían enzarzado en una inextricable maraña de declaraciones mutuas de guerra entre las que la figura del estudiante serbio se difuminó. Fue, naturalmente, ejecutado. Prinzip fue la muestra de que una pequeña causa puede producir grandes efectos.
De hecho, la acción del estudiante serbio se vio, a la postre, recompensada con el hundimiento del Imperio Austro-Húngaro y la liberación de su país. Estamos seguros de que Prinzip aceptó gustoso su sacrificio: una vida por la libertad de un país. Y le hubiera importado muy poco irse acompañado por 37 millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial. La libertad Serbia era, para él, lo primero. Otro tanto cabe decir de “Argala”: asesina a Carrero y, a su vez, es asesinado por un grupo anti-ETA, pero logra su objetivo: el franquismo se ve imposibilitado de prolongarse en el tiempo y “evolucionar” a causa de la muerte del delfín. Objetivo alcanzado. “Argala”, al ser asesinado, ya tenía claro que la democracia se había instaurado en España y que el movimiento independentista vasco se encontraba en mejores condiciones de trabajo que unos años antes.
¿Y Bin Laden? Extraño terrorista éste cuyas acciones ocasionan el hundimiento del único Estado del mundo regido por fundamentalistas religiosos, Afganistán. ¿Qué hubiéramos pensado si una gacetilla nos hubiera informado de que Gavrilo Prinzip, antes de su magnicidio, hubiera trabajado para la inteligencia austro-húngara. O lo que es mas, si alguien nos informara que su familia mantenía negocios con el Kaiser alemán o con el Emperador austríaco… simplemente nos hubiéramos frotado los ojos y hubiéramos pensado: “Imposible”. Más aún: impensable y obsceno. Pues bien, hoy sabemos –mucho antes de que lo desvelara a nivel mediático el documental de Michael Moore “Fahrenheit 9/11” que, efectivamente, Bin Laden había sido un soldado de la CIA y que la familia Bush y la suya estaban imbricadas en los mismos negocios petroleros. Lo dicho: obsceno, impensable… pero rigurosamente cierto. Y es que el 11-S es una fuente de sorpresas y aspectos inexplicables, mal explicados o simplemente falseados, que ponen en cuestión la versión oficial.
Nuestra tesis es que el icono Bin Laden y su Al Qaeda han sido prefabricados desde mediados de los años 90 aprovechando a un personaje real y a los residuos de una formación reclutada, efectivamente, por él durante la guerra contra los soviéticos en Afganistán. El icono ha sido perfilado primorosamente entre 1997 y el verano de 2001, hasta que ha estado listo para ser lanzado como reflejo del “mal absoluto”. ¿Lo es? Desde nuestra óptica importa poco si Bin Laden vive o no, si es cooperador necesario de una gigantesca maniobra de provocación y distracción o si, efectivamente, se trata de un tipo peligroso capaz de planificar las mayores atrocidades. Lo que nos importa es establecer a qué fines sirve y de dónde ha salido la inspiración para la creación del personaje y de su organización maligna. Empecemos por esto.
DONDE IAN FLEMMING CREA A AL QAEDA
El mal en los años 30 tuvo un nombre: Fumanchú, un chino que dirigía una banda internacional de delincuentes. Había sido precedido por dos personajes, igualmente tan poco recomendables como atractivos desde el punto de vista literario y cinematográfico: Moriarty, la réplica al exuberante detective Sherlock Holmes, afamado criminal de los arrabales de Londres, capaz de contar con el apoyo y la complicidad de criminales de todo el mundo, o bien el doctor Mabuse, médico alienista y cerebro pervertido que encarno, mejor que cualquier otro, el aspecto mas angustioso y malvado del expresionismo alemán. Moriarty, Fumanchú, Mabuse, son “genios del mal” que cuentan con una estructura organizativa criminal. Su imagen, su leyenda, sus crímenes, circularon abundantemente por la sociedad europea que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Se filmaron varias películas que alcanzaron indudable éxito y aparecieron decenas de folletones que completaban las historias originales. Hubo otros muchos. “Lex Luthor”, por ejemplo, réplica de “Superman”, era un genio del mal, pero no contaba con una estructura criminal propia, sino solamente con un cerebro tan privilegiado como malvado. Así mismo, otros personajes novelescos no lograron prolongar su existencia, derrotados en la primera entrega por el héroe o superhéroe de turno. Nada importante.
Hubo de llegar un hombre extraordinario, Ian Flemming para aportar algo más interesante. Flemming había nacido en 1908 en Londres. Su padre, diputado conservador y militar, murió en la Batalla del Somme en 1916. Tras la guerra viajó a Alemania y Suiza en donde aprendió idiomas. Fue destacado como corresponsal de Reuter en Moscú y agente de bolsa y cambio en Londres hasta que se inició la II Guerra Mundial. En ese momento ingresó en la Inteligencia Naval. Tras el conflicto fue periodista de éxito y se estableció en Jamaica. Fue allí donde creó el personaje de James Bond, el agente 007 del servicio secreto británico.
Años después, Flemming confesó que se había inspirado en un personaje real, el comandante Patrick Dazel-Job. Dazel conoció a Flemming durante la guerra, en la que formó parte de un equipo de operaciones especiales en Noruega. Fleming lo describió como "un hombre que llevaba la aventura escrita en las venas". Entre sus hazañas más recordadas, figura el salvamento de un grupo de ciudadanos de Narvick. "Ignorando las ordenes de sus superiores, él evacuó a hombres, mujeres, niños y ancianos antes de que el enemigo bombardeara el pueblo; sabía que el pueblo iba a ser atacado. Lo único que lo salvó de una corte marcial fue que el rey de Noruega le agradeció personalmente su hazaña", explicó el hijo de Flemming tras la muerte de su padre. Dalzel era un mujeriego impenitente. Años más tarde, regresó a buscar a una joven de la que se había enamorado en el lugar. La encontró y se casaron. Su carrera se había desarrollado en la inteligencia militar y en la división de operaciones especiales. Estaba habituado a trabajar con lanchas rápidas y submarinos, tal como luego hizo Bond en las novelas. Dazel trabajó con Ian Flemming durante 2 años detrás de líneas enemigas, pero siempre negó que fue el modelo para el agente 007. Murió con 90 años en 1997. El hijo de Flemming le rindió tributo revelando que había sido el modelo para las novelas de su padre.
Flemming escribió un ciclo de 12 novelas sobre el agente 007 James Bond, Casino Royale (1953), Desde Rusia con amor (1957), Doctor No (1958), Goldfinger (1959), Thunderball (1961) El hombre de la pistola de oro (1965), etc. Tomó el nombre del ornitólogo James Bond que escribió uno de sus libros preferidos. Flemming explicó: "Decidí que mi agente secreto tuviera una personalidad lo más anónima posible. Me pareció que ese nombre, breve y poco romántico pero masculino era justo lo que necesitaba". Sólo en los Estados Unidos, hasta el momento de la muerte del escritor, se vendieron catorce millones de ejemplares. Luego se tradujeron a otros idiomas y fueron ampliamente aceptadas por un público devoto de este tipo de literatura. Falleció en 1964 de un ataque al corazón, a la edad de 56 años, y con más de una veintena de novelas a sus espaldas.
Las novelas de Flemming son simplistas en su desarrollo: el principio del bien está representado por Bond y los demás agentes británicos. Pero el principio del mal está representado por una serie de personajes que tienen todos un común denominador: son socios de una multinacional del crimen que trata de adueñarse del mundo. Se llama SPECTRE, siglas de Special Executive for Counter-Terrorism, Revenge and Extortion. SPECTRE (o SPECTRA en la versión española) está compuesto por distintos escalones organizativos: jefes, subjefes, cortesanas, espías, mercenarios ejecutores. SPECTRA tiene su sede en lugares inaccesibles, a menudo exóticos, extremadamente ocultos y alejados de cualquier centro de civilización. Desde ahí, los malvados “mueven los hilos”. Estos centros de control están dotados de moderno material tecnológico (lassers, armas ultrasofisticadas, sistemas informáticos de control, etc.). Todos los dirigentes de SPECTRA son, además de cerebros criminales, hábiles negociantes, suelen participar en operaciones especulativas bursátiles, mantienen redes económicas y de empresas que son la cobertura para sus actividades criminales. Y todos ellos, sin excepción, buscan proveerse del arma definitiva que les otorgará el dominio del mundo. Están en todas partes, se les encuentra en el Caribe, en Brasil, en medio del mar, en el sudeste asiático, en Rusia, China o en plataformas situadas en el mar o bajo las aguas. Resulta difícil evitar la comparación de todas estas características con Bin Laden y Al Qaeda. Por que Al Qaeda, en efecto, es esa organización criminal internacional, que aspira al control mundial, situada en un lugar inaccesible –una red de cuevas en las montañas de Tora Bora, en una zona indefinida en la frontera afgano-pakistaní, desde la que “mueve los hilos” rodeado de sus fieles y –se supone- apoyado por un despliegue tecnológico que, como se ha dicho, le permite rentabilizar sus inversiones en las bolsas de los cinco continentes. Al Qaeda es SPECTRA.
En cuanto a la figura de Bin Laden, la serie de James Bond presenta todos sus rasgos en la amplia serie de personajes que son, en el fondo, distintos matices de la figura del mal absoluto. El primer malvado digno de tal nombre fue el “Doctor No” en la película del mismo título. Pero el malvado que más veces apareció en la serie, uno de los socios de SPECTRA, fue Ernst Stavro Blofeld (Solo se vive dos veces, 1967, 007 al servicio de su majestad británica, 1969, y Diamantes para la eternidad, 1971) al que dieron vida (y por orden cronológico de película) los actores Donald Pleasence (probablemente la mejor representación de ese malvado personaje en una más que aceptable película de serie gracias sobre todo al guión del escritor Roald Dahl), Telly Savalas (el Kojak televisivo) y Charles Gray. Robert Shaw en Desde Rusia con amor (1963); Gert Froebe el eficiente y sofisticado Goldfinger (1964); Yaphet Kotto (Kananga) de raza negra cuyo objetivo es llenar de droga “gratuita” las calles de todas las ciudades de Estados Unidos (Vive y deja morir, 1973); Curt Jürgens (Stromberg) en La espía que me amó, 1977); Michael Londsdale (Hugo Drax) en Moonraker (1979); Julien Glover (Kristatos) en el papel de un riquísimo armador griego (Sólo para tus ojos, 1981); Louis Jourdan (Kamal Khan) en Octopussy (1983) y así sucesivamente. Dos jefes de SPECTRA alcanzaron cierta notoridad: Chisrhopher Lee, encarnando a Francisco Scaramanga, socio de SPECTRA, aureolado con tres pezones y protagonista de El hombre de las pistolas de oro (1974), Chistopher Walken que da vida a Max Zorin, magnate de la informática ansioso por provocar el caos mundial, en Panorama para matar (1985).
Todos estos jefes y socios de SPECTRA están rodeados de un harén de mujeres hermosas y feroces guardaespaldas como Odjob (armado con un sombrero de ala afilada, Goldfinger). Nick Nack, (un enano traidorzuelo al servicio Scaramanga) y, especialmente Richad Kiel (el malvado “Tiburón” con su dentadura de acero, La espía que me amó y Moonraker).
En total, la serie consta de 20 títulos y 12 libros. Se ha prolongado durante 40 años. Es un caso único en la historia de la cinematografía: nunca una serie había podido abarcar un espacio de tiempo tan amplio. A lo largo de estos 40 años, el mensaje de la serie no ha variado a pesar de que siempre hayan variado los horizontes geográficos sobre los que se desarrolla la trama. A recordar, necesariamente, la pelea espectacular en el teleférico del Pan de Azúcar de Río de Janeiro en “Moonraker”, persecución con un Renault 11 por París en “Panorama para matar”, la India en “Octopussy”, en Japón de “Sólo se vive dos veces”, en Amsterdam de “Diamantes para la eternidad”, en Thailandia de “El hombre de la pistola de oro”, Grecia en “Sólo para tus ojos”, Viena en “Alta Tensión”, e incluso España en “Sólo para tus ojos” y el museo Guggenheim en una de las últimas entregas, “El mundo no es suficiente”.
Tres generaciones de hombres y mujeres del siglo XX han consumido prácticamente todas las películas de 007. Para estas generaciones, en especial en EEUU, donde la serie, con mucho es donde ha tenido más éxito, la idea de una organización internacional creada para hacer el mal (el “terrorismo, la venganza y la extorsión”, principios que forman parte del anagrama de SPECTRA), estaba ya insertada en su psicología profunda. Ya hemos visto que todos los caracteres de SPECTRA, literarios y cinematográficos, coinciden sin excepción con los atribuidos a Al Qaeda. Y en cuanto a la personalidad de Bin Laden (personaje exótico, cultivado, profesional brillante, organizador infatigable, malvado impenitente, negociante de éxito y especulador bursátil) son los mismos que han sido extraídos de los distintos socios de SPECTRA (Blofeld, Scaramanga, Doctor No, Goldfinger, etc). El único elemento que se ha incorporado a la personalidad de Bin Laden es su rasgo de fundamentalista islámico que deriva de su tarea reclutadora de islamistas durante la primera campaña de Afganistán contra los soviéticos. Es preciso recordar que Bin Laden era en aquella época un “soldado de la CIA” y que reclutó islamistas en tanto que la resistencia antisoviética se estableció, no sobra las bases de la liberación nacional (Afganistán era y es un conglomerado de tribus en el que la idea de “nación” está completamente ausente), sino sobre los principios religiosos del Islam. Bin Laden, organizó a todos estos reclutas, estableció sus canales de aprovisionamiento y sus bases de entrenamiento en la frontera pakistaní y, finalmente, los contabilizó y enumeró en una base de datos informatizada… en árabe: Al Qaeda, esto es “la base”. Probablemente, alguien pensó algún día que el nombre de Al Qaeda respondía a una ignora base de entrenamiento de comandos terroristas, pero no, era simplemente una “base de datos”, la mayoría de cuyos combatientes pereció en Afganistán o, posteriormente, en los distintos episodios de la guerra civil que siguió hasta la expulsión del gobierno que dejaron los rusos en Kabul, luego en la guerra civil entre la Alianza del Norte y los talibán, posteriormente en la guerra de Chechenia, y en las guerras balcánicas en donde restos de esta “legión árabe”, se dice, que combatieron contra los rusos y los serbios respectivamente. Si tenemos en cuenta que el reclutamiento de voluntarios islámicos para luchar en Afganistán se produjo entre 1984 y 1988, es decir, hace entre 16 y 20 años, y que la edad media de los reclutados estaba en torno a los 24 años, los supervivientes de aquellos episodios –que no deben ser muchos dada la brutalidad expeditiva con la que soviéticos en Afganistán, rusos en Chechenia y serbios en Bosnia, atacaron a sus oponentes- deben contar hoy una media de edad muy superior a los 40 años. Nadie, por fanático que sea, resiste tanto tiempo la tensión del conflicto, la guerra, los bombardeos y las vicisitudes posteriores de la clandestinidad. Por lo demás, si “la base” estaba en poder de Bin Laden, es seguro que estaba también en poder de sus mentores, esto es, de la CIA. Y resulta absolutamente increíble pensar que en 20 años, la CIA no ha logrado identificar y localizar a los antiguos miembros de Al Qaeda que siguen en activo y que, según la mitología oficial, constituyen el núcleo duro de la organización.
Seamos claros: la lógica indica que si Al Qaeda tuvo alguna vez alguna realidad autónoma de la CIA y de las guerras afganas, de eso hace ya mucho tiempo y el desgaste inexorable de sus militantes debe haberla convertido en algo insignificante y, en cualquier caso, en absoluto operativa. Por lo demás, resulta muy evidente que las pinceladas con las que se ha descrito al personaje y a su creación coinciden demasiado con los rasgos de los oponentes del agente 007 y que SPECTRA es indiscutiblemente la prefiguración de Al Qaeda.
Ciertamente, la superabundancia de títulos de la serie 007, ha hecho que anidara en la mentalidad del espectador, la idea de que existe una poderosa red de hacedores del mal, dirigida por un malvado. Las terroríficas descripciones de Al Qaeda y la maldad de Bin Laden encontraban en el subconsciente del espectador una resonancia: en efecto, ahí estaba almacenada la trama inverosímil de la serie cinematográfica que fue reactualizada mediante una serie de informaciones incipientes que se fueron publicando a partir de 1996. Lo ficticio se convertía en “real” y lo “real” pasaba a ser retroalimentado por los rasgos de lo ficticio: ¿por qué no iba a existir una organización terrorista para realizar “terrorismo, venganza y extorsión”? de hecho ya existía: era SPECTRA y, por lo demás, Ian Flemming se inspiraba en personajes y situaciones reales que, solo, alteraba ligeramente. Así pues, Bin Laden ponía en peligro la humanidad, como Blofeld pretendía hacer apropiándose de un arma definitiva. ¿Acaso Bin Laden no estaba intentado construir armas biológicas en Kandahar? No, pero los medios de comunicación intoxicados por el Pentágono y las agencias de seguridad de EEUU, habían decretado que sí. Se publicó que Bin Laden-Blofeld-Kamal Khan, habían adquirido una bomba nuclear que podían hacer estallar en cualquier momento o bien gases neurotóxicos. Efectivamente, en la serie de 007, esto se había apuntado… a partir de ahí, la ficción latente en el subconsciente se superpuso a la realidad y se hipostatizó en el icono del mal: Blofeld pasó a ser Bin Laden y todo lo que Fleming y los guionistas de la serie, atribuyeron al primero y fue visto por millones de espectadores, pasó a ser patrimonio del segundo. La realidad y la ficción se convirtieron en inseparables. El icono ficticio, mero reflejo distorsionado de la realidad, tomó el relevo de la realidad del personaje Bin Laden (un “soldado de la CIA”, cuya familia había hecho buenos negocios petroleros con la familia Bush…). Esta realidad se relegó al olvido y se ocultó. Pero está ahí y es absolutamente incompatible con el icono Bin Laden, antiamericano impenitente, cerebro del mal que mueve los hilos desde un lugar inaccesible y exótico.
Las cuevas de Tora-Bora son lugares insanos, inhabitables. De hecho, todo Afganistán es lo más inadaptado para guiar desde allí una guerra tecnológica. En un país en el que no existe operativa ni una sola máquina de diálisis, un teléfono móvil es casi un tesoro, hay pocos y fácilmente localizables por un simple scanner de sobremesa y, no digamos, por la red internacional de escucha “Echelon”. En el supuesto de que Bin Laden hubiera estado alguna vez en aquella zona, habría sido descubierto y aunque no lo hubiera sido jamás, desde allí nunca, absolutamente nunca, hubiera podido dirigir –él, un hombre aquejado de una dolencia renal degenerativa que precisa de varias sesiones semanales de diálisis- más allá de un rebaño de cabras.
Redimensionar lo que se ha dicho y escrito en torno a Bin Laden y Al Qaeda, tamizarlo y reinterpretarlo, supone caer en la cuenta de la “imposibilidad metafísica” que supone su existencia. En efecto, en el fondo, creer en la existencia de Al Qaeda o en el papel de Bin Laden es un acto de fe. Algo irracional.
A QUIEN SIRVE LA “ESPADA DEL ISLAM”
No podemos decir exactamente quién mueve los hilos del terrorismo internacional. Ni siquiera podemos afirmar que exista un solo titiritero. Más bien estamos movidos a pensar que cada atentado responde a una lógica diferente y que existen distintos actores y una multiplicidad de centros de poder que han aprendido a beneficiarse del mito Bin Laden. A fin de cuentas, casi automáticamente, cualquier atentado cometido en el lugar más remoto del mundo, si revista unos rasgos de brutalidad máxima, es atribuido, inmediatamente a Al Qaeda, ocurra en Casablanca, en Bali, en Madrid o en Nueva York. La “versión oficial” sobre el nacimiento de al Qaeda, sobre la personalidad de Bin Laden y sobre los atentados del “terrorismo internacional”, no sólo no está demostrada, ni viene avalada por pruebas objetivas, sino que constituye una especie de mitología moderna y, como tal, dotada de un aspecto fantástico y terrible.
Toda organización terrorista se basa en unos objetivos políticos que se pretenden alcanzar y al servicio de los cuales se elabora una estrategia (la “lucha armada”) y unas tácticas (las diferentes modalidades de operaciones terroristas). Se supone que, por mínima que sea la lucidez de una organización terrorista, ésta intenta avanzar en la marcha hacia sus objetivos políticos y mejorar sus posiciones. Procurará mantener una estructura clandestina capaz de resistir al máximo la represión que, indudablemente, se abatirá con ella y, paralelamente, un plan de captación que le permitirá cubrir las bajas que puedan producirse. Utilizará a sus activistas en operaciones tácticas coherentes en relación con la línea estratégica adoptada e intentarán “perforar” los frentes en los que la posición del adversario sea más vulnerable. No lo conseguirán con un solo atentado, sino que será preciso una reiteración de golpes criminales, hasta que, finalmente, el adversario dé muestras de debilidad. Dado que el tiempo medio de actividad de un terrorista no es ilimitada, se tratará de aplicar la “teoría de limón” (exprimir al máximo al militante antes de que resulte descubierto, detenido o muerto). Bien, pues nada de todo esto se percibe en Al Qaeda.
Los atentados de Al Qaeda están desperdigados en el tiempo y en la geografía. Si se analizan todos los golpes protagonizados por Al Qaeda a lo largo de los últimos 8 años, se percibe que no están guiados por ningún tipo de coherencia: hoy en Balí, ayer en Washington, mañana en Casablanca, pasado en Madrid, al otro en Irak y luego en Arabia Saudí… Ni uno solo de estos atentados tiene una lógica política que lo una a los anteriores, se diría que todo son vectores orientados en distintas direcciones y que, por tanto, no tienen capacidad para sumar sus esfuerzos. La gran dispersión geográfica de los atentados evidencia la existencia de una estrategia única y definida e impide pensar en un solo centro diseñador del terrorismo internacional.
Pero además, todos estos atentados están muy dispersos en el tiempo. Se intenta explicar que el “terrorismo internacional” está protagonizado por “células durmientes” que permanecen inactivas durante lustros para, bruscamente, autodestruirse un buen día. Cualquier instructor militar sabe que, después de unos meses de interrumpirse el proceso de acondicionamiento físico y mental de un combatiente, éste vuelve a los usos y costumbres propios de una vida normal, relajada e integrada en la sociedad que le rodea. Para ser eficaz, el entrenamiento debe preceder en pocos días a las operaciones militares o de lo contrario es tiempo perdido. No vale decir: el terrorista X estuvo hace diez años en un campamento perdido en las selvas de Malasia y, hoy –esto es, diez años después- se ha suicidado mediante atentado con explosivos. A lo largo de esos diez años, la vida de las personas cambia, los ideales se pierden o son sustituidos por otros; psicológicamente un suicida que lleve meditando diez años su opción, es completamente imposible y cuando se dan casos de este tipo es entre gentes que no tienen la más mínima intención de suicidarse. Por lo demás, casi todos los miembros de supuestas “células durmientes” que han salido a la superficie tras el 11-S, en ningún momento han demostrado una inequívoca y acrisolada fe religiosa. Puede decirse que, piadosamente, jamás han exteriorizado su fe, ni siquiera entre su círculo de amistades más íntimas.
¿Avanzar? El terrorismo internacional, no solamente no ha hecho avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino que la ha hecho retroceder allí en donde ha aparecido: los atentados del 11-S sirvieron como excusa –previsible por lo demás- para que el gobierno norteamericano decretara el fin del régimen talibán, el único que, en rigor, se identificaba con el fundamentalismo islámico. Los atentados de Casablanca sirvieron para que el gobierno de Mohammed VI desencadenase una campaña contra los medios políticos islamistas moderados (ajenos por completo a los atentados), identificándolos con los islamistas radicales. El Partido de la Justicia y el Desarrollo que había avanzado extraordinariamente en las elecciones legislativas de 2002, se vio detenido en su crecimiento y entró en recesión en las elecciones municipales de 2003 a causa del impacto negativo que los atentados de Casablanca, atribuidos a Al Qaeda, tuvieron sobre la opinión pública. Y, en cuando a los atentados atribuidos a Al Qaeda en Irak –en donde, por lo demás, nadie ha estado en condiciones de demostrar fehacientemente que entre la resistencia chiíta, la sunnita y la baasista, existan bolsas de combatientes de Al Qaeda- más bien han contribuido a desviar la atención de la opinión pública del único hecho real, que en Irak existe una resistencia nacional contra el invasor y no la actividad de unos grupos terroristas contra ciudadanos norteamericanos aislados.
Digámoslo ya: ni un solo atentado de Al Qaeda ha contribuido a hacer avanzar la causa del fundamentalismo islámico, sino todo lo contrario. Entonces ¿qué lógica tiene la acción de Bin Laden? Tradicionalmente, el principio de toda investigación criminal ha sido la pregunta “¿a quién beneficia el crimen?”. Aplicado este principio inmemorial, se percibe que los crímenes de Al Qaeda han beneficiado a cualquiera… menos al fundamentalismo islámico. Luego, los culpables están en otro lugar. De manera absolutamente irresponsable, el principio por el que se guían todas las investigaciones sobre el terrorismo internacional parte de otro principio: “¿quién reivindica el crimen?”. Al Qaeda reivindica el crimen, luego Al Qaeda es responsable del crimen. Por increíble que parezca, Al Qaeda nunca ha pactado con ningún medio de comunicación, ni siquiera con Al Jazzira o algún diario islámico en cualquier parte del mundo, una clave de reconocimiento para sus reivindicaciones de atentados. Por increíble que parezca, cualquiera puede reivindicar cualquier atentado en nombre de Al Qaeda. Y, de hecho, frecuentemente, así ocurre, tal como mostraron dramáticamente los atentados del 11-M, reivindicados el mismo día por tres organizaciones y, atribuido provisionalmente, a las «Brigadas Abu Hafs Al Marsi» que, de paso, había reivindicado el apagón de Nueva York en agosto de 2003 y el atentado contra la sede de NNUU en Bagdad. Lo más sorprendente fue que la reivindicación encontrada en una papelera cerca de la mezquita de la M-30 de Madrid, estaba firmado por la “dirección europea de Al Qaeda”… que el propio ex Ministro del Interior, Antonio Acebes, consideraba absolutamente inexistente. De hecho, seis meses después de la comisión de los atentados no ha sido posible establecer ni un solo vínculo entre los sospechosos de haber cometido los atentados de Madrid con Al Qaeda. ¿Atentado firmado por Al Qaeda? Reivindicación improbable.
ALGUNAS CONCLUSIONES
Si alguna vez existió una red terrorista en Afganistán, llamada Al Qaeda, se trató solamente de un grupo de árabes voluntarios contra la URSS. De eso hace ya veinte años. En esos veinte años una docena de atentados han dejado constancia aparente de la supervivencia de Al Qaeda. Pero es absolutamente imposible que todos estos atentados hayan tenido el mismo origen. En realidad, todo induce a pensar que se ha tratado de fenómenos muy diversos: resistencia irakí, servicios especiales marroquíes (en Casablanca), oposición a la monarquía de los Saud (Arabia Saudí), o simplemente son de origen desconocido (como el 11-S o el 11-M) sobre los que son admisibles todo tipo de especulaciones partiendo siempre del principio “¿a quién beneficia el crimen?” y, dando por supuesto, que la respuesta a esta pregunta es, necesariamente, muy compleja.
“Alguien” ha creado el icono Bin Laden, “alguien” se ha inspirado en los relatos de Ian Flemming y en la serie cinematográfica de 007 para lanzar la espectacular -pero improbable- posibilidad de existencia de una red internacional criminal, idea que ha calado hondo en la psicología de un público habituado a esta temática de ficción que alguien ha querido transplantar a la realidad.
El fenómeno Bin Laden y Al Qaeda son convincentes… mientras se perciben globalmente. En el Corán existen, efectivamente, llamamientos a la guerra santa y a la lucha contra el infiel. Por lo demás, tanto en Palestina como en Irán, Argelia o Afganistán y hoy en Irak, han aparecido movimientos fundamentalistas islámicos que no han dudado en cometer crímenes en nombre de su religión. Esto parece dar credibilidad a la tesis de una seudo SPECTRA constituida por fanáticos islamistas. Pero es una ilusión. O lo que es peor: es una falsificación flagrante. Si se examina con detalle cada atentado cometido por Al Qaeda, se percibe que son inconexos unos con otros, que no están orientados por una misma estrategia y que responden sólo a situaciones locales (con excepción del 11-S y del 11-M, los cuales, por lo demás, son contradictorios entre sí). Por que, si se observa Al Qaeda con algo de detalle se percibe inmediatamente lo inconsistente de la visión que se nos ha proyectado de ella. Ni el icono del mal –Bin Laden-, ni la traslación de SPECTRA al mundo real, son convincentes.
Nuestro razonamiento es palmario: ETA existe, los Tupamaros existieron, el IRA existió, el GIA todavía opera en Argelia. Ciertamente, los gobiernos implicados pueden, en ocasiones, exagerar la crueldad de estas organizaciones, difundir datos falsos sobre sus propósitos o, simplemente, intentar desprestigiarlos para limitar su acción. Pero con Al Qaeda todo esto queda corto: da la sensación de que se ha aprovechado un residuo de la guerra contra los soviéticos en Afganistán y un personaje “de confianza” (los lazos entre la familia Bin Laden y la familia Bush están fuera de dudas y su carácter de “soldado de la CIA” ha sido ampliamente demostrado) se ha transformado en icono. A partir de ahí, todo ha sido, no solamente exagerado, sino creado artificialmente a efectos de reforzar la sensación de omnipresencia de la SPECTRA fundamentalista y la onminiscencia del icono del mal, Bin Laden, extremadamente elusivo durante toda una década, a la persecución y control de los servicios de seguridad y de las fuerzas armadas más poderosas del mundo.
Desde el 11-S –pero también antes ocasionalmente- los medios de comunicación se han visto saturados con informaciones sobre Al Qaeda y Bin Laden. A medida que el tiempo ha ido pasando, se ha podido saber que la mayoría de esas informaciones eran falsas: Bin Laden ni fabricaba en Afganistán armas de destrucción masiva, químicas o bacteriológicas, ni su participación directa o indirecta ha podido ser demostrada ¡en ningún atentado concreto!
¿Qué está ocurriendo? El terrorismo se ha transformado en espectáculo y ya no son personas los que lo impulsan, sino iconos mediáticos. Un icono mediático, a este respecto, es un conjunto de imágenes y proyecciones artificiosas y artificiales de personas físicamente existentes. Esta proyección no tiene nada que ver con el “original”, sino que en ese proceso resulta deformada en la dirección pretendida: Bin Laden pasa de ser uno de tantos cientos de príncipes árabes, uno de tantos “soldados de la CIA”, a ser la imagen metafísica del mal. De un ciclo novelesco, más o menos exitoso, y de la serie cinematográfica más dilatada en la historia del cine, se extrae el modelo para Al Qaeda.
Todo esto es extremadamente útil y sirve a intereses muy diversos. Una vez construido el monstruo, cualquiera puede orientarlo en beneficio propio. Todo funciona y adquiere una viabilidad suficiente mientras se examina globalmente, sin entrar en el detalle, pero en cuando se desciende a un análisis pormenorizado, las contradicciones, las lagunas, los “imposibles metafísicos”, se advierten inmediatamente.
¿Qué hay de cierto en todo esto? Poco, pero lo suficiente como para que dediquemos unas páginas, por que, en efecto, los creadores del icono Bin Laden y de la adaptación fundamentalista de SPECTRA, han dado en el clavo en un solo elemento. Véamoslo
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