Infokrisis.- En mayo del 68, los maoístas criaron la fama, tal como sentencia el viejo refrán castellano, pero fueron los trotskystas quienes cardaron la lana. Al menos en cierta medida, porque si el papel del maoísmo es discutible (léase todo lo escrito en relación a la Operación CHAOS), el del trotskysmo no lo es menos. La diferencia estriba en que, mientras hacia 1975 ya no quedaban ni los restos del maoísmo francés, el trotskysmo ha conseguido sobrevivir, con distintos azares de la fortuna, hasta nuestros días. A 40 años de los sucesos de mayo, vamos a intentar establecer cuál fue el papel del trotskysmo en las tres próximas entregas.
Habría que hablar más bien de “los trotkysmos” pues, en 1968 no había uno sino varias corrientes que se reclamaban con mayor o menor razón, “de la IVInternacional”. Y eso que en el ámbito francés no estaba presente el “posadismo”, esa escisión trotskysta a medio camino entre el marxismo revolucionario y el pensamiento sectario puro y duro. Un amigo que estuvo en su momento próximo al Partido Obrero Revolucionario (trotskysta) que existió en los últimos años 60 y principios de los 60, me comentaba que sus miembros tenían por costumbre dormir con la ventana abierta previendo la llegada de los extraterrestres considerando que estos serían… “trotskystas”. Y el razonamiento era sorprendente: si son extraterrestres es ue pueden viajar de un planeta a otro, osea que disponen de una tecnología científica extremadamente desarrollada y si eso es así, no puede ser más que porque hayan asumido el marxismo como método científicos. Y, claro está, de entre todas las corrientes del marxismo, el trotskysmo es la más refinada. Ergo: los marcianos son trotskystas. Y, habría que decir, siguiendo esta locura, que seguramente también son posadistas.
Desde el asesinato de Trotsky –que algo debía de saber sobre trotskysmo- la IV Internacional por él fundada, sufrió un continuo proceso de escisiones, recomposiciones, seguidas de nuevos cismas, que dura ya 70 años. Y en eso siguen imperturbables.
1. IV Internacional y servicios de inteligencia
La cuestión es que, han tenido la habilidad de plantear todas estas escisiones como conflictos doctrinales o diferencias de enfoques. Todas las fracciones, sin embargo, por lo bajini, han acusado unas o otras de “ser agentes de la CIA” o del “FBI”. Las acusaciones han sido repetidas con tanta insistencia que es muy posible que hubiera algo de cierto. De todas formas, lo más sorprendente no es eso –a fin de cuentas los servicios especiales de cualquier país tienen la obligación de controlar a los elementos que juzga desestabilizadores y el radicalismo trotskysta seguramente tiene algo de inquietante, así que es probable que el entrismo, la infiltración y la manipulación entraran dentro de las perspectivas de los servicios secretos norteamericanos, por muchos motivos, como veremos. No, esto no es sorprendente, en absoluto. Lo sorprendente es que la inmensa mayoría de jefes de filas del neo-conservadurismo norteamericano que ha constituido la guardia blanca de George W. Bush, casi sin excepción, durante su juventud, es decir, en los años 60 y 70, militaron en el trotkysmo. Como ex trotskysta es también Lyndon Larouche que constituiría la extrema-derecha norteamericana propiamente dicha. Decididamente hay algo extraño en el trotskysmo y en sus distintas variantes.
Es evidente que, cuando se produce una escisión –y el viejo proverbio dice: “dos trotskystas un partido, tres una escisión” – tanto los que se van como los que se quedan enconan sus posiciones unos contra otras y siempre tienen a flor de piel las acusaciones más inverosímiles, la cuestión es si el trotskymo podía ser, considerado objetivamente, una estructura que conviniera infiltrar o mediatizar para algún servicio de inteligencia. Y ahí las cosas se presentan desde un punto de vista más verosímil.
Desde este punto de vista, vale la pena plantear las cosas remontándonos a los orígenes: desde el punto de vista de los EEUU y de sus doctrinas sobre la seguridad nacional, el marxismo, en sí mismo, no es un riesgo que mereciera más consideración que cualquier otra doctrina política. El problema era que el marxismo era un peligro solamente en la medida en que existía un cordón artificial entre los Partidos Comunistas nacionales y la URSS, cuyo PCUS, no lo olvidemos, tenía en sus manos al competidor de los EEUU desde el final de la II Guerra Mundial.
Es cierto que el marxismo era “ateo” y hasta cierto punto “anticristiano” (aunque no para todos), pero todo esto no eran más que las excusas que se daban para combatir a lo que se consideraba como una quinta columna del expansionismo soviético.
Desde este punto de vista, el trotskysmo era una variante del marxismo, pero su interés no radicaba, por supuesto, en su filosofía y a nadie con dos dedos de frente le podían interesar las discusiones para iniciados propias de comunistas stalinistas y comunistas trotskystas y no digamos entre las distintas fracciones del trotskysmo en las que es fácil perderse y contemplar que se producen escisiones por un simple matiz. No, el interés de los servicios de inteligencia por el trotskysmo, a partir de los años 40 procedía de su doble condición de oposición al stalinismo con posibilidades de debilitar tanto a la URSS como a los partidos comunistas en la órbita de Moscú.
El hecho de que Trotsky fuera expulsado de la URSS y que la IV Internacional mantuviera una política esencialmente stalinista, era el elemento esencial que debió hacer en los años 40 que los nacientes servicios de inteligencia norteamericanos se fijaran en el pequeño grupo de intelectuales que llamaban a la “reconstrucción de la Internacional” y a la lucha contra el stalinismo.
Por otra parte, el trotskysmo siempre ha mantenido lo que podríamos llamar cierto “relativismo estratégico”. La estrategia se adapta a lo que más conviene en cada momento. Y hoy mucho más. Es frecuente que los trotskystas practicaran el “entrismo” en los más inverosímiles partidos y organizaciones de masas. ¿Por qué no iban, a nivel de cúpula, aceptar ayuda y medios procedentes del odiado enemigo, si estos medios les ayudaban a combatir a los odiados stalinistas. Ningún estratega ignora la imposibilidad de combatir en dos frentes contra el stalinismo (que los asesinaba) y contra el “capitalismo” algunos de cuyos servidores los miraban con cierta condescendencia sabedores de que un grupúsculo extremista y dogmática está abocado a seguir siendo per in secula seculorum, un grupúsculo.
Hay otro elemento sorprendente. Cuando examinamos la documentación de nuestro archivos personales, procedente del mismo mes de mayo de 1968 y que recogimos a principios de los años 70, sorprende que algunos autores, que difundían “información averiada” sobre los grupúsculos de mayo del 68, insistieran, con una extraña unanimidad, en atribuir la responsabilidad en la revitalización del trotskysmo francés, especialmente a los servicios secretos de Alemania Oriental (ya lo veremos más adelante). Intentando justificarlo como una forma de desestabilizar Europa Occidental.
El planteamiento no resiste un análisis: Trotsky fue asesinado por los esbirros estalinistas. Era difícil que sus émulos aceptaran ayudas y connivencias de quienes habían fusilado a militantes trotskystas en el interior de la URSS o en las vendettas que se produjeron en la Europa de la postguerra, por lo hablar de las purgas stalinistas que sacudieron España y que liquidaron al trotskysmo sin miramientos y de un plumazo. Por maquiavelicos que fueran los dirigentes trotskystas de los años 60, difícilmente podían admitir algún contacto y mucho menos alguna ayuda de quienes consideraban como sus enemigos mortales. Y con razón.
Pero hay algo más: la opinión de los propios trotskystas. No podemos liquidar los rumores y acusaciones que las propias fracciones trotskystas se han cruzado unos contra otros y la extremada floración de escisiones que han sufrido y que indican un grado supino de desconfianzas interiores. Ninguna de las fracciones ha acusado a la otra de estar pagados “por el stalinismo” (ni siquiera cuando en los años 80 y 90 algunas fracciones trotskystas terminaran haciendo causa común con los odiados stalinistas: por ejemplo el PORE y la LCR que terminaron en Izquierda Unida). Sin embargo, las acusaciones mutuas de “agentes de la CIA” han sido proverbiales y manejadas en el fragor del todos contra todos.
A diferencia de la Operación CHAOS, la infiltración en el ámbito del trotskysmo se inicia mucho antes, probablemente incluso antes del inicio de la II Guerra Mundial. El hecho de que el trotskysmo fuera prácticamente hegemónico en algunos países iberoamericanos (Bolivia, por ejemplo) y tuviera cierta importancia en el movimiento comunista de los EEUU, confirma el interés que los servicios secretos norteamericanos podían tener en esta excrecencia que había surgido en su “patio trasero”. Por el contrario, no parece probable que esas operaciones influyeran en Europa. No será sino hasta mediados de los años 50 cuando la CIA empiece a realizar operaciones especiales fuera del continente americano y de su precedente el OSS no consta que lo hiciera como no fueran trabajos de inteligencia en el marco de la guerra contra Alemania y, posteriormente, durante la ocupación de éste país.
Sin embargo, a partir de 1966, el trotskysmo francés –y, por extensión, el europeo– registra signos de revitalización. Y, es curioso, porque ese mismo año es cuando debuta la Operación CHAOS. Da la sensación de que se echa mano a estructuras que hasta ese momento apenas habían merecido atención. A partir de ahora, las dos ramas del trotskysmo francés universitario, darán mucho que hablar.
2. La Jeunesse Communiste Revolutionnaire
La Juventud Comunista Revolucionario, JCR, nace, como no podía ser de otra forma, en 1966 y de la nada. Es el mes de marzo de ese año y 450 estudiantes de la Unión de Estudiantes Comunistas, ligada al Partido Comunista de Francia, se escinden en París y en provincia y constituyen esta organización que, de partida, asume la etiqueta trotskysta con gran entusiasmo del que hasta ese momento era el partido trostkysta histórico: Parti Communiste Internationaliste de Pierre Frank.
Pierre Frank era el “gran viejo” del trotslysmo francés… y esto a pesar de haberse opuesto a la consigna de trotsky de permanecer en el interior del socialismo francés en contra de la decisión de Trotsky de escindirse. Esto excluirá a Frank del Mouvement pour la Quiatrième internacional. Funda luego el grupo La Commune y, cuando se inicia la II Guerra Mundial se establece en Londres desde donde publicara la revista Imprecor. Al acabar la guerra vuelve a Francia y desde entonces hace campaña por la unificación de las capillas trotskystas francesas. De ahí saldrá el Partido Comunista Internacionalista que sobrevivirá hasta 1968. En 1948 se une a la IV Internacional, junto a Ernest Mandel y Michel Pablo y pertenecerá al Secretariano Unificado de la IV Internacional desde 1963. Antes, en 1952, en la primera fase de la Guerra Fría, el PCI de Frank sufre una escisión que le vale la pérdida de buen número de sus estudiantes que terminarán constituyendo la Organisation Communiste Internacionalista (OCI) dirigida por Pierre Lambert, la otra fracción trostksysta. EL PCI saludará con júbilo la creación de la JCR y su toma de posición en mayo del 68 con una inusitada violencia verbal le costará la disolución junto al resto de grupúsculos que participaron en la revuelta. .
Inicialmente, el núcleo dirigiente de la JCR está formado por Alain Krivinne y Pierre Goldberg, jefe de su servicio de orden y reputado como “duro entre los duros”.A pesar de que Goldberg intentara “abrirse” hacia la clase obrero, lo cierto es que la totalidad de los 450 primeros miembros de la JCR son estudiantes, muchos de ellos pertenecientes a familias acomodadas o muy acomodadas o incluso, extremadamente acomodadas. En 1967, el grupo se ha hecho prácticamente con el control de los Comités de apoyo al Vietcong (Comités Vietnam de Base). Inicialmente, el grupo solamente está unido en apariencia. Los “sindicalistas” (es decir, los partidarios de realizar sindicalismo en la Universidad) suelen tener tensiones con los “duros”. Goldberg, jefe de esta tendencia, aspira a crear grupos dechoque protoda Francia capaces de jugar algún papel en un futuro proceso insurreccional. Esta fantasía durará hasta 1973 cuando, a raíz de unos enfrentamientos entre la Liga comunista y el movimiento Ordre Nouveau, cuando los primeros atacaron un mitin de los segundos en la Mutualité, el gobierno disuelve a ambas organizaciones.
En 1967, la JCR, crea su sección en los liceos, los Comités d’action Lycéens (CAL). Cuando ese año se producen violentos incidentes en el liceo Condorcet contra la expulsión de algunos dirigentes de los CAL de ese centro, la JCR participa y apoya a los CAL experimentando un segundo impulso con la adhesión de varias decenas de bachilleres. El año siguiente, cuando se produzcan los incidentes de mayo, resulta difícil evaluar los efectivos de la JCR, probablemente llegaran en el inicio de los incidentes a los 600 militantes y terminaran en torno a 1.000 o 1.200, no más. En cuanto al partido de Frank, apenas pasaría de 200 afiliados, como máximo. Así pues, la JCR inicia los incidentes casi moribunda y termina revitalizada.
Cuando el 8 de mayo la JCR celebra su primer gran mitin, ellos son los primeros sorprendidos por la asistencia de 4.000 estudiantes. En este mitin participa Cohn Bendit presentado como “líder estudiantil”. Y, a partir de ese momento, y durante los 20 días siguientes existirá una unidad de acción tácita entre la JCR y el Mouvement 22 Marz de Cohn Bendit. El artífice de esta aproximación es Daniel Ben Saïd que les permite cierta presencia en Nanterre. Pero donde la JCR se va a convertir en el eje de la revuelta es en la Sorbonne ocupada y es la organización que organiza directamente los grandes incidentes de la llamada “noche de las barricadas” en la rue Gay Luzca, del 10 al 11 de mayo. Mientras el M22M llama a la calma a través de Cohn Bendit, Geismar y Sauvageot, Krivinne y Goldberg elevarán por su cuenta las primeras barricas en la tarde del 10 de mayo. Apenas son 200 ó 300, pero están entrenados en lucha callejera y mantienen las barricadas hasta la mañana del 11 de mayo. Será allí en donde aparezcan las famosas “granadas germano orientales” y de ahí partirá la leyenda de que son los servicios secretos germano orientales quienes “mueven los hilos”.
3. La Federationdes Etudiants Revolutionnaires
Si la JCR eran los “duros”, a la Federation des Etudiants Revolutionnaires les gustaba presentarse como “durísimos”. Tal era la principal característica de la corriente “lambertista” habituada a presentarse, tanto en Francia como en España (aquí el PORE fue durante un tiempo su quintaesencia) como devoradores de fascistas. De todo ello hoy no queda nada.
La FER procedía del antiguo Comité de Liasion des Etudiants Révolutionaires (CLER) creada en plena guerra de Argelia para contestar el presunto moderantismo del PCF. Al acabar la guerra de Argelia, el CLER siguió existiendo mal que bien y no volvió a oírse hablarse de él hasta –oh, maravilla de maravillas- hasta… el año 1966. El 10 de marzo atacaron a un grupo de estudiantes de la Federación de Estudiantes Nacionalistas y estuvieron a punto de matar a uno de ellos.
El CLER no era nada más que un servicio de orden que se entrenaba en un gimnasio de la Montaña de Santa Genoveva, en el Barrio Latino y en el gimnasio universitario de Censier. En 1967, este servicio de orden se enfrentaba a partes iguales con la gente del PCF deseoso de evitar más disidencias por su izquierda y de Occident adquiriendo prestigio de ser los únicos en condiciones de presentar batalla a esta formación de extrema-derecha.
Parece increíble que este grupo, acusado por gente de izquierdas y de derechas de ser verdaderamente una banda de energúmenos agresivos, no encontrara ningún tipo de problemas con los servicios policiales. No era raro que Frank, que tenía buen olfato para esto, les acusara públicamente de provocadores, y mucho más discretamente, de estar al… servicio de la CIA. Para colmo de misterios, en 1967, el jefe del grupo, un tal Goldman, desapareció bruscamente alegando que tenía misiones que cumplir en América Latina. Le sucedió, como no podía ser de otra manera, Jacques Remi, jefe del servicio de orden. Obreros había algunos a título de excepción, organizados en minúsculos “Jóvenes Revolucionaros Obreros”.
El CLER no se perdía nunca en discusiones estériles. Eso lo dejaban para las otras ramas del trotskysmo mucho más preocupadas por el análisis y la ortodoxia doctrinal. A ellos les interesaba “la revolución”, esto es el activismo frenético. Las únicas divergencias que aparecían eran de tipo táctico: si utilizar cócteles molotov con o sin arena, si atacar a los stalinistas o a los fascistas martes jueves y sábados o lunes, miércoles y viernes. En fin, sesudas discusiones sobre la “praxis revolucionaria”. O así.
En la segunda mitad de 1966, el CLER estaba aletargado y preocupado por la concurrencia de las JCR y de la UJC-ML recién estrenadas. En los Comités Vietnam de Base, habían sido rebasados por ambos organizaciones. Menos mal que el Movimiento Occident vino en su ayuda. En efecto, Occident intentó implantarse en la facultad de Nanterre y en los meses de octubre y noviembre de 1966 se multiplicaron los incidentes con el CLER que era la única fuerza organizada capaz de enfrentarse eficazmente. Eso les dio mucho prestigio y en el curso siguiente se convirtieron en la organización mayoritaria en Nanterre. Visto el resultado volvieron a utilizarlo en la Sorbonne y en algunos liceos enfrentándose a los grupos de extrema-derecha.
A pesar de todo esto, poco antes de los incidentes de mayo de 68, el CLER era solamente un grupúsculo. Inopinadamente –no hubo razón para ello- quince días antes del estallido de la revuelta, el CLER se transforma en Federación de Estudiantes Revolucionarios y se instala en un amplio y fortificado local del 5, rue de Charonne, donde establece su cuartel general. Y es en el curso de los incidentes donde los militantes de la FER tienen ocasión de demostrar su entrenamiento para la guerrilla urbana y el combate callejero. Como si el FER hubiera sido creado previendo lo que iba a suceder unos días después.
Su táctica era diferente de la de las JCR. Mientras estos pretendía “defender” el barrio latino mediante barricadas, la FER optaba por una actitud más ofensiva: crear pequeños grupos de combate y hostigar a las fuerzas del orden fuera del Barrio Latino, allí donde estuvieran. Y lo ponen en práctica: se apostan en los tejados y arrojan sobre la policía cócteles molotov, ladrillos y tornillos. Estudian concienzudamente las zonas donde operan, se transmiten órdenes mediante militantes que se trasladan de un lado a otro en vespa. Atacan furgones policiales y huyen. Es una verdadera guerrilla urbana que, para los militantes de la FER –esos “intelectuales” puros…- es simplemente la primera etapa de la “revolución proletaria”.
El 22 de mayo, en plena locura, la FER propone una nueva genialidad: ocupar el Ayuntamiento de París y proclamar una nueva “comuna”.
En plena revuelta, la FER se pelea con todos los grupúsculos y va por su cuenta. No participa en la “noche de las barricadas” y en los mismos momentos en los que se están levantando las primeras barricadas, la FER tiene su primer mitin “de masas”, con 3.000 asistentes, en la Mutualité. Justifica su ausencia de las barricadas a causa de la actitud defensiva que implican: lo que hay que hacer –recomiendan- es atacar fuera del Latino. En realidad, lo que está detrás de estas actitudes son las querellas aptas solo para iniciados que separan a las distintas capillas trotskystas. La FER tiene su proyecto propio. Cree verdaderamente –o dice creer- que los incidentes de mayo son una “revolución” en marcha y preparan una acción espectacular para el 24 de mayo . Levantar una red de barricadas para declarar el Barrio Latino “zona liberada”. Y lo preparan en secreto sistemáticamente. Hacen un censo de obras y construcciones de donde poder extraer elementos para las barricadas. Convocarán una manifestación y su servicio de orden la encuadrará. Pero, cuando llega el día, la FER, mediante sus militantes móviles en vespa se da cuenta de que los puntos clave de su dispositivo están controlados por la policía y resulta imposible desbordar a la policía.
La locura siguiente consiste en convocar una manifestación contra el palacio del Elíseo tras el discurso del general De Gaulle, el 31 de mayo. Traducirán esta idea en una consigna “Todos al Eliseo” que se trasformó en “Un millón de trabajadores al Elíseo”, antes de que De Gaulle, de regreso de Alemania, consiguiera desmovilizar la aventura revoltosa.
Entonces llega el reflujo. Han quedado en minoría: los maoístas se han llevado el prestigio de la revuelta (UJC-ML), el Movimiento 22 de marzo con se ha llevado el disponer de la imagen pública de la revuelta (Cohn Bendit), la JCR ha logrado fusionar en torno suyo al resto de grupos totskystas (Voz Obrera y PCI). Así que a la FER no le queda nada más que intentar prolongar la huelga en algunos bastiones obreros e impedir el retorno al trabajo. El 7 de junio se les ve intentando provocar enfrentamientos entre los obreros de la Renault en Flins y la policía.
Al acabar la revuelta la FER contaba con 800 militantes… 200 más que al iniciarse los incidentes. No es un gran éxito, pero algo es algo. Sin embargo, las esperanzas que la FER se había forjado unas semanas antes de mayo fracaso. El “Partido Revolucionario” que debía haber surgido de la fusión entre la Organización Comunista Internacional (OCI) de Pierre Lambert y la Organización Revolucionaria de la Juventud (la FER y el entorno de organizaciones juveniles que gravitaban en torno a ella). Jamás se pudo organizar la “gran manifestación central” que debería haber agrupado a 20.000 estudiantes en el Barrio Latino, ni tampoco la “gran manifestación obrera” que debía haber movilizado otros cientos de miles de trabajadores. Además, a lo largo de la revuelta, las consignas impartidas por la FER habían ido unos cuantos kilómetros por delante de la revuelta, con signas unitarias tan aventuradas como irrealizables especialmente en un mundillo de partidos en el cual todos aspiraban a constituir el “verdadero partido revolucionario”. Además la tendencia de la FER por la violencia y su errónea valoración de la existencia de una situación pre-revolucionaria sugería tácticas que solamente podían aplicarse en el tercer mundo y que parecían meros transplantes de la guerrilla urbana iberoamericana. El aventurerismo y la provocación se alternaron de manera inquietante en la actuación de la FER en mayo del 68. Y eso denota que algo no “funcionaba bien” en su interior.
Esta sensación aumenta cuando se percibe que hasta abril del 68, la FER –como el lambertismo en general- carecía de medios económicos suficientes –como por otra parte la UJC-ML- para jugar un papel cualquiera en la revuelta. Sin embargo, poco antes de la revuelta, como hemos visto, abren un céntrico local que fortifican pronto convirtiéndolo en un bunker inexpugnable. En poco tiempo, el CLER se transforma en FER y, por lo demás, en las jornadas de mayo publican varias revistas no precisamente baratas y difundidas en varios miles de ejemplares: 12.000 ejemplares de un cuaderno sobre la creación y objetivos de la FER, un número de Revoltes de 16 páginas y 10.000 ejemplares, dos números especiales más el 15 y el 22 de mayo, con 30.000 ejemplares, un número de Etudiant Revolutionaire con 8.000 ejemplares de tirada y varias decenas de miles de panfletos y carteles, en total, un esfuerzo económicos desproporcionado para un grupúsculo juvenil sin medios dos meses antes.
* * *
La violencia nunca es gratuita, sino que SIEMPRE obedece a la existencia de provocadores y los medios económicos nunca aparecen debajo de las piedras, sino que los pone sobre la mesa el patrón de la provocación. Mayo del 68 se presentó como un movimiento arrebatado de jóvenes revolucionarios que por última vez intentaron tomar la palabra. Es cierto que, a medida que se desarrollaron los incidentes, esta tendencia emergió como lo mejor de mayo. Pero también es cierto que la revuelta fue desencadenada por aventureros y provocadores y con fines muy concretos.
Mayo del 68 no fue nada diferente a otros episodios anteriores y posteriores en los que un estallido de violencia provocado artificialmente sirve para recomponer situaciones, debilitar a unos y reforzar a otros. Mientras los verdaderos revolucionarios que tomaron la palabra en las comisiones que dieron “forma” a mayo del 68 (quienes elaboraron los famosos afiches de la revuelta, la comisión Nous sommes en marche, algunos documentos surgidos de liceos y facultades ocupadas, etc.) surgieron de un estado de ánimo y de la crisis de la universidad francesa, eso mismo podría haber ocurrido en un clima de paz cívica y reflexión intelectual. Pero quienes tiraban los hilos querían violencia, espectáculo, tensión en la calle. No la podían desencadenar ellos mismos y lo hicieron comprando al peso a los grupúsculos más absurdos y atrabiliarios.
En el último capítulo de esta serie abundaremos en esta tesis.
© Ernesto Milà – Infokrisis – Infokrisis@yahoo.es – http://infokrisis.blogia.com