INDICE GENERAL (en fase de elaboración)

viernes, 29 de noviembre de 2019

La revista El Fascio, catalizador de energías. Los misterios de un proyecto frustrado (3) – La paternidad del proyecto


Tras conocer el contexto histórico y a los protagonistas de la aventura, en la tercera etapa de nuestro estudio trataremos identificar sobre cuál de todos ellos recae la paternidad del proyecto. Y aquí las cosas no están muy claras, existen testimonios discordantes que impiden percibir a la mente inspiradora de la que surgió aquella aventura tan breve.

La paternidad del proyecto

El plantel de colaboradores reunidos para impulsar la revista era, pues, de primer orden. La pregunta que subyace en este momento es ¿de quién partió la idea de publicar una revista que llevara como nombre El Fascio? Y no hay unanimidad al respecto.

Se suele convenir que a lo largo de 1932 se convocaron reuniones previas y que el 23 de febrero de 1933 quedó ultimado el proyecto, formado el comité de redacción y decidido el contenido de los primeros artículos a publicar. Pero, hasta llegar allí hubo que recorrer un tortuoso camino. Por otra parte, nunca ha quedado claro de quien fue la idea. Existe cierta unanimidad en argumentar que la idea partió de José Antonio Primo de Rivera que, desde hacía tiempo, quería hacer algo más que recordar la memoria de su padre y que convenció a Delgado Barreto para que lo encabezara públicamente. Al menos eso es lo que piensa Felipe Ximénez de Sandoval, quien se formula retóricamente la pregunta a la que, acto seguido, contesta:
“¿Quién decidió a quién a lanzar ese periódico? ¿Delgado Barreto a José Antonio o José Antonio a Delgado Barreto? ¿Quién sugirió al director de La Nación los nombres de los dirigentes jonsistas? Sería muy interesante -yo lo doy por seguro- que fuese José Antonio el que en las conversaciones preliminares con el fundador de El Fascio le hiciese ver la conveniencia de contar, en lugar de con los viejos figurones de la intelectualidad derechista, con aquel grupo juvenil y revolucionario que tantas consignas para el futuro lanzara desde las páginas de su periodiquito, estériles por falta de aliento y espacio vital que más tarde les daría la fusión con la Falange y el caudillaje de José Antonio” (1).

No es esta la opinión de Ramiro Ledesma:
“La idea de la fundación de El Fascio corresponde íntegra a Delgado Barreto, entonces, y creo que todavía ahora, director de La Nación. Se le ocurrió, naturalmente, a la vista del triunfo de Hitler, cuando la enorme masa española, que comenzaba a estar de uñas con el Gobierno Azaña, asistía con admiración a las gestas del fascismo alemán. Delgado Barreto, con su formidable olfato de periodista garduño, vio con claridad que en un momento así, en una atmósfera como aquélla, si un semanario lograba concentrar la atención y el interés de las gentes por el fascismo, tenía asegurada una tirada de 100.000 ejemplares. Barreto no se engañaba en esta apreciación. Era un hombre que no tenía, posiblemente, del fascismo más que ideas muy elementales, y hasta incluso falsas; pero sabía a la perfección el arte de hacer un periódico fascista para el tendero de la esquina, para el hombre de la calle. Lo que es, desde luego, un valor” (2).
… Si bien es cierto que en un párrafo posterior matiza esta opinión añadiendo:
“Indudablemente, tras de Barreto estaba ya José Antonio Primo de Rivera. No se olviden las relaciones de Delgado Barreto con el general. Y ahora, ante la empresa fascista, operaba de acuerdo con los propósitos políticos del hijo, de José Antonio, que en estas fechas comenzó a soñar con un partido fascista del que él fuese el jefe (3).
Así pues, hay dos opiniones encontradas: la de quienes sostienen que la autoría del proyecto corresponde a Primo de Rivera (mayoritarios) y los que opinan que corresponde a Delgado Barreto (minoritarios) con o sin Primo de Rivera moviendo los hilos. Los hechos objetivos parecen dar la razón a la segunda línea de interpretación. Para sostenerlo nos basaremos inicialmente en la técnica periodística que se siguió para componer El Fascio.

Es habitual en periodismo situar en las “mejores páginas” (las primeras y especialmente las impares, situadas a la derecha) los artículos que más interesan a la dirección que sean leídos. Igualmente, cuanto más alto es el número de la página, menos interés tiene el artículo para la dirección (salvo la última página que siempre ha figurado entre las más leídas de la revistas tabloides). Si aplicamos ese criterio periodístico, veremos claramente que en la página 3 (la más leída en cualquier publicación), figura un artículo titulado Puntos de partida. Plan para un gran movimiento nacional. Para una conquista del Estado. Para una organización sindical de España. El artículo carece de firma y, por tanto, expresa el sentir unánime de la redacción, pero no fue escrito especialmente para la revista, sino que no era otra cosa que el resumen del libro de Giménez Caballero Genio de España (4) que se había publicado el año anterior. Dado que, en esa época, Giménez Caballero mantenía amistad con todas las fracciones que participaban en el proyecto y que era, sin duda, el que tenía más prestigio de entre los intelectuales que formaban parte del círculo, se le debió encargar el artículo más destacado y que debía resumir los puntos de vista de la revista. Su lectura no llama a engaños: se trata de crear un “fascismo español”. Escribe Gecé:
“Estos son puntos de partida, puntos programáticos. Pero no un programa. Son estos puntos como el tirado a cordel de un gran solar. El solar nacional, ese solar sobre el que hay que construir la Gran España nuestra. Que no por ser nuestra será grande, sino porque nosotros hemos escuchado la voz eterna de España, el alma de esa España genuina, hoy enterrada bajo los cascotes de los derribos nacionales. Estos son “puntos de partida”, pero por eso que son de partida deberán ser siempre tenidos en cuenta para caminar y para reorientarse son guiones para que el movimiento sentimental e ideológico que hoy enciende a España se encauce, se discipline, se uniformice, son conducciones que impedirán el desbarre de las inevitables tentativas de desbarramiento reducidos estos puntos a esquemas seguirán en nuestros próximos números marcando como luces la extensión de este “plan”. Lo que importará de ahora en adelante es hacerlos buenos, vitales, reales, pasar del “plano” a la “construcción”, marchar y no marchitarse, como decían los futuristas. “Marciare, non marciré”. ¡Vida, entusiasmo, trabajo, heroísmo, grandeza, virilidad! Todos esos mágicos ingredientes que reunidos componen esta suprema virtud humana: “patriotismo”. ¡Caminad españoles por esas sacras vías! ¡Llenadlas de patriotismo! Veréis como florecen en una España grande y eterna. La España nuestra que será nuestra por ser la de nuestros padres y la de nuestros hijos” (5).
Evidentemente no hacía falta que el artículo no estuviera firmado por Giménez Caballero, su estilo y su retórico son suficientemente explícitos. Llama la atención la referencia entrecomillada al “plan”, un tema recurrente en algunas ramas del fascismo francés o del parafascismo y que nunca antes se había utilizado en España (6). Tiene razón Ledesma cuando considera el artículo como “un plan programático de bastante interés, si bien quizás demasiado severo, intelectual y seco” (7).

Antes, en la página 2, Primo de Rivera publicó lo que Ledesma califica de “artículo teórico contra el Estado liberal, que firmó con la inicial E” (8). El artículo, efectivamente, está situado en la mitad inferior de la página 2 (así pues, es relevante, pero no especialmente relevante, pues no está ni en la portada, ni en la página 3, siempre la más leída). Se titula Hacia un nuevo Estado y es, efectivamente, un artículo contra el liberalismo. La primera página está ocupada por artículos meramente agitativos (A la juventud española, Llamamiento a las gente de izquierda), un dibujo alegórico de Orbegozo (a un lado se ve a la “anarquía” con un tea incendiaria: “A mí no hay quien me detenga”, mientras que a la derecha un sol naciente y un brazo en alto con la inscripción “fascismo”, dice “Yo”) y un artículo normativo titulado Propósitos claros y misión concreta en donde se intenta definir a lo que aspira la revista. Todo esto se debe a la pluma ágil de Barreto. Ahora entendemos por qué Ledesma escribió: “Y Barreto, periodista fecundo, escribió innumerables cuartillas haciendo llamamientos, perfilando la futura organización, etc.” (9).


Así mismo las páginas de las que se encargaban los jonsistas, dos, significativamente están sumidas en las profundidades de la revista: la 14 y la 15 (sobre 16)… Justo antes de estas se reproduce una entrevista con Ruiz de Alda. Y antes aún (en la página 9 y 10) se publica un capítulo entero de Genio de España dedicado al Genio romano de Mussolini (10). Tanto el orden de los artículos como las interpolaciones sin firma, como los entrefilets han sido decididas indudablemente por el director, Delgado Barreto. Así pues, hay que concluir que:
- Delgado Barreto no fue un director decorativo, sino que, sobre él recayó la responsabilidad de publicar una revista que “gustara” a los lectores y que realizó este cometido componiendo una primera plana que resultaba atractiva y provocativa. Su firma no aparece en los artículos, por lo que no cabe aludir a egomanía o egocentrismo el hecho de que toda la primera plana haya sido escrita por él, sino a un interés en el éxito periodístico de la empresa.
- Primo de Rivera aparece en segunda página y en la parte inferior, así pues, no se trata de un espacio secundario, pero tampoco excesivamente relevante. Si en ese momento ya hubiera tenido en la cabeza ponerse al frente del “fascismo español” y los demás lo hubieran considerado como el futuro líder, es evidente que su artículo hubiera estado situado en primera o en tercera página y que hubiera firmado con su nombre.
- La situación de los artículos compuestos por los jonsistas está situada hacia el final de la revista con lo que, así mismo, hay que pensar que eran el “eslabón más débil”: no podía prescindirse completamente de ellos, porque eran el único grupo organizado que en ese momento hacía “política fascista a la española” y porque Ledesma ya había llamado la atención con La Conquista del Estado, con las JONS y con sus colaboraciones, tanto en Acción Española como en La Gaceta Literaria.
- El artículo de Giménez Caballero figura en lugar destacado (página 3) porque era el intelectual más conocido del círculo en ese momento y, obviamente, Delgado Barreto sabía que atraería a lectores e intelectuales.
- El papel de Ruiz de Alda era considerado como necesario, pero secundario. Se quería aprovechar su prestigio extraordinario como aviador, pero se era consciente de sus limitaciones personales y de su falta de carisma para liderar una organización fascista.
- Si bien los artículos de Delgado Barreto están dispersos por toda la revista, no hay ninguno que demuestre vinculación con el Partido Nacionalista de Albiñana, pero se incluye uno de temática antimasónica sobre la masonería española republicana con cuyo contenido, sin duda, se debió identificar el médico valenciano.
- La figura de Hitler aparece en varias ocasiones, hay fotos de concentraciones de Cascos de Acero y también un fragmento del Mi Lucha de Hitler. Abundan las referencias al fascismo italiano e incluso una caricatura en la que a los rostros de Hitler y Mussolini, el caricaturista se pregunta “¿… y en España?”.
¿Qué podemos deducir de todo esto? Simplemente que no está claro que el proyecta fuera algo más que un intento unilateral del periodista Delgado Barreto de aprovechar una circunstancia favorable para lanzar un medio de comunicación que, por su título, por sus colaboradores, estaba llamado a tener éxito e interesar a muchos más lectores que los que hasta ese momento atraían las columnas de La Nación, un diario excesivamente monárquico y con más pasado que futuro.

Si Delgado logró concentrar en torno suyo a gentes de muy distintas tendencias, el común denominador de todas ellas era que estaban interesadas en la estructuración de un “fascismo español”. Los dados estaban lanzados, pero nadie sabía exactamente cuál sería el resultado de la partida: Primo de Rivera no se decidía a abandonar su despacho de abogado (11), Albiñana en esos momentos estaba siendo arrinconado por las autoridades republicanas y confinado en las Urdes, el grupo de Ledesma era joven, dinámico, pero hasta ese momento excesivamente reducido, Giménez Caballero, como Sánchez Mazas, eran solo intelectuales pero no estaban en condiciones de encabezar un movimiento político. Así pues, lo más prudente, era darles a todos ellos cabida en una sola revista que los potenciara a la espera de que uno de ellos, o alguien venido del exterior, ocupara el puesto similar en España al que Hitler y Mussolini habían ocupado en sus respectivos países tal como mostraba la caricatura de Orbegozo en el faldón de la página 4. Así pues Delgado Barreto quería jugar con todas las cartas en la manga (dando cabida a todos los sectores del incipiente “fascismo español”, ofreciéndoles las columnas de la revista para su lucimiento y el de sus fracciones, a la espera de que alguna de ellas destacara sobre las demás) y tiene razón Ledesma cuando escribe: “No obstante, Delgado Barreto daba ya entonces la sensación de que no le dominaba una fe absoluta en cuanto a la capacidad de José Antonio, y con mucha prudencia eludía jugarlo todo a la carta exclusiva de éste” (12).

Así pues, los intereses de las partes eran, a la vez, convergentes y hasta cierto punto divergentes: les unía a todos ellos la intuición de que, antes o después, aparecería un partido fascista en España en el que todos estarían presentes, pero, al mismo tiempo, sabían que el partido aún non nato, tendría un jefe; algunos todavía dudaban sobre si lanzarse o no al ruedo político (Primo de Rivera), otros ya lo estaban y temían que el futuro partido estuviera dominado por “upetistas”, reaccionarios o simplemente gentes que tenían una visión particular y no siempre exacta de lo que era el fascismo (tal era el temor de Ledesma), y los había incluso que no estaban presentes pero observaban en las proximidades y contaban entre los promotores a correligionarios de toda confianza (como ocurría con Albiñana y Delgado Barreto y con el hijo del marqués de Hijar); así mismo, los había que ni siquiera eran fascistas pero que querían estar informados sobre lo que se cocinaba en los fogones que aun funcionaban a medio gas del radicalismo político español (y así se entiende la presencia de Juan Pujol, hombre del financiero Juan March, en el proyecto); y, por último había intelectuales interesados solamente por el mundo de la cultura y por la promoción de sus puntos de vista sobre el fascismo y sobre el futuro (y aquí entra Giménez Caballero).

Delgado Barreto supo jugar con las esperanzas, los temores, las ansias de avanzar en la construcción de un fascismo español y, como periodista profesional que era, aspiraba a que su nueva aventura periodística pudiera alcanzar pronto los 200-250.000 ejemplares que había conseguido vender con anteriores publicaciones por él impulsadas.

Por todo ello y a falta de testimonios más concluyentes, la lógica de los hechos y la forma como se desarrollaron nos inducen a afirmar que el promotor de la iniciativa fue Manuel Delgado Barreto y que se sumaron al carro todos los demás a petición del propio periodista.

NOTAS
(1)  Cfr. Biografía apasionada… op. cit., pág. 99.
(2) Cfr. ¿Fascismo en España? op. cit., pág. 35.
(3)  Idem.
(4)  Genio de España, Ernesto Giménez Caballero, tercera edición. Ediciones Jerarquía. Zaragoza 1938.
(5)  El Fascio, nº 1, 16 de marzo de 1933, pág. 3
(6)  Sobre el planismo véanse: Revista de historia del Fascismo – nº XXI – Los no conformistas de los años 30, E. Milá, pág. 4-125, especialmente las relativas a la Jeune Droite y las referencias a X-Crise, dentro del parágrafo dedicado a L’Ordre Nouveau.
(7)  Cfr. ¿Fascismo en España?, op cit., pág. 36.
(8)  Idem. Obviamente la inicial E correspondía a la primera letra del marquesado de Estella. Resaltando este hecho, Ximénez de Sandoval lo atribuye a “su timidez -no obstante los elogios de los compañeros de Redacción- le movió a no firmar su ensayo magnífico, boceto del discurso de 29 de octubre”, añadiendo a modo de coletilla “…cosa que no volvió a hacer jamás” (op. cit., pág. 97).
(9)  Idem, pág. 32.
(10)  En la edición original del libro encontramos el texto literal del artículo solo que con otro título: El secreto del Duce Italiano: Mussolini, pág. 157-169, constituyendo el último capítulo de la obra
(11)  Cuando en las JONS se enteraron de que en el proyecto de El Fascio estaba implicado  Primo de Rivera lo acogieron así, en palabras de Juan Aparicio: «Durante las etapas de pasividad forzosa de nuestro Sindicalismo Nacional habíamos conversado Ramiro Ledesma y yo sobre el dinamismo y la fascinación que podría traer a nuestras esperanzas la persona atrayente, aunque un tanto enigmática dentro de su aureola, del hijo primogénito, del heredero del Marqués de Estella. Veíamos a José Antonio con nosotros, tal vez al frente de nosotros; pero la ilusión se desvanecía enseguida, porque le sabíamos recluido voluntariamente en su bufete y en su círculo estricto del intelectual y del aristócrata. Gran sorpresa e inmensa alegría fueron las que nos proporcionó la noticia y el aviso siguiente: José Antonio se decidía a intervenir en la vida pública de España. Don Manuel Delgado Barreto iba a dirigir un semanario político, donde colaboraría José Antonio y para cuya Redacción se nos llamaba. La Nación estaba a punto de anunciar el primer número de El Fascio.» (fragmento de un texto de Juan Aparicio, secretario de las JONS, citado por X. de Sandoval en Biografía apasionada… op. cit., pág. 99)
(12)  Cfr. ¿Fascismo en España? Op. cit., pág. 35.

jueves, 28 de noviembre de 2019

La revista El Fascio, catalizador de energías. Los misterios de un proyecto frustrado (2) - los protagonistas


El equipo que impulsó la revista El Fascio, estaba compuesta por un grupo de personas vinculadas a los distintos sectores que entonces estaban a la expectativa de lanzar un partido fascista en España. Existían en aquel momento, grupos que trabajaban en esa dirección. Vale la pena pasar revista a los protagonistas, especialmente a los menos conocidos, para advertir la magnitud y el carácter de la empresa.

Los protagonistas

Todo lo que puede decirse sobre las vicisitudes que llevaron a la publicación de la revista El Fascio han sido contados hasta la saciedad por distinto autores cuyas obras vamos a utilizar para componer esta parte del artículo (1).

Los impulsores del proyecto con distintos grados de compromiso e interés, no pasaron de la docena. Se conocen perfectamente sus nombres, apellidos y grado de implicación. Por lo demás, hace falta examinar las 16 páginas del único número publicado para advertir la línea que habían adoptado.

Se trató de una revista de síntesis (2) en la que participaron las distintas fracciones del fascismo español de la época, a saber:
  • El grupo que actuaba con el nombre de Frente Español que tenía por líder a Francisco García Valdecasas.
  • El grupo formado en torno a José Antonio Primo de Rivera y en el que participaron Sarrión, el pasante del bufete profesional de Primo de Rivera, Rafael Sánchez Mazas y Eduardo Rodríguez Tarduchy.
  • El grupo que actuaba con el nombre de Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas formado por Ramiro Ledesma, Juan Aparicio y Carlos Rivas.
  • El Partido Nacionalista Español, a pesar de que el Doctor Albiñana no apareció nunca en las reuniones delegando en uno de los hijos del Duque de Hijar y el propio Delgado Barreto, miembro del PNE y llamado a ser director de El Fascio.
  • Un grupo de personalidades notables, más o menos vinculadas a todos los anteriores: Julio Ruiz de Alda, Ernesto Giménez Caballero, Carlos Rivas y Juan Pujol, y José Ignacio Escobar y Kirpatrick.


Algunas trayectorias de este grupo resultaban sorprendentemente brillantes. Tal era el caso de Alfonso García-Valdecasas (1904-1993), discípulo de Ortega y Gasset y miembro en 1931 de la Agrupación al Servicio de la República (ASR). Diputado en las Cortes Constituyentes, fue el secretario de la potencia constitucional. Al año siguiente, atraído por la experiencia fascista y desengañado por el caos republicano, abandona la ASR y funda el Frente Español junto a otros apellidos ilustres: el historiador José Antonio Maravall (3), Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate (4), María Zambrano (5). El grupo estuvo dirigido por García-Valdecasas y sus tres ilustres colaboradores y su manifiesto fue publicado en la revista Luz el 7 de marzo de 1932. El grupo, de carácter minoritario, estuvo compuesto por un grupo de estudiantes: Antonio Riaño Lanzarote, Salvador Lissarrague Novoa, Antonio Bouthelier Espasa, J. Santeiro, Eliseo García del Moral y Bujalarcey A. Vázquez. 


El partido fue impulsado por Ortega y Gasset justo en los momentos en los que éste mantenía correspondencia con el grupo L’Ordre Nouveau y acudió a París a dar una conferencia auspiciada por los seguidores de Robert Aron, Arnaud Dandieu y Denys de Rougemont [RECTIFICACIÓN: en el texto original se deslizó este error: en realidad, no fue Ortega quien fue a París sino Eugenio D'Ors, NdA]  (6). Riaño había colaborado con Ramiro Ledesma en La Conquista del Estado, mientras que García-Valdecasas, tras la disolución del Frente Español, pasaría a colaborar con el Movimiento Español Sindicalista y en 1932-33 mantendría contactos con José Antonio Primo de Rivera, siendo el “tercer hombre” que habló en el mitin del Teatro de la Comedia, en el considerado como “mitin fundacional” de Falange Española. Lo hizo antes que Primo de Rivera y después de Ruiz de Alda. Se cuenta que fue él quien recomendó que el partido se llamara “Falange Española” y que lo hizo para que las siglas fueran las mismas que las de su frustrado “Frente Español”. En el curso del mitin de la Comedia dijo unas palabras que debieron gustar a Ramiro Ledesma, quien se encontraba en uno de los palcos: "Se ha dicho que esto es un acto fascista, y yo digo que, en siendo españolísimo, que lo llamen como quieran. Que con los fascistas, que es una experiencia extranjera, podremos tener todas las afinidades y todas las coincidencias que en el futuro resulten; pero que nosotros, españoles, no queremos vivir de fórmulas extranjeras".

A pesar de ser nombrado miembro del Comité de Mando de Falange, recibiendo de Primo de Rivera el carné número 10 de la organización, poco después, en noviembre de 1933, se presentará como candidato del Bloque de Derechas por Granada, siendo sustituido por Ramón Ruiz Alonso. A partir de ese momento desapareció de la política activa. Al estallar la guerra civil Franco lo nombrada subsecretario de Educación y primer presidente del Instituto de Estudios Políticos. Sin embargo, en 1944 es apartado de sus cargos al evidenciarse su lealtad monárquica hacia don Juan de Borbón, Conde de Barcelona. Se trató de alguien con inquietudes filosóficas (como demuestra su relación con Ortega y con María Zambrano) y poéticas (fue amigo de García Lorca al que presentó a Primo de Rivera (7)), seguramente por eso sintonizó muy bien con el otro “peso pesado” del proyecto, Primo de Rivera, con quien compartía idénticas inquietudes, y tuvo el mérito de ser apreciado por el poco condescendiente Ramiro Ledesma (8).

Obviando a Ramiro Ledesma, suficientemente conocido, los representantes de las JONS en el proyecto, Carlos Rivas y Juan Aparicio corresponden perfectamente a la militancia que había buscado el fundador del grupo: Rivas era un antiguo trotskista y unía a la minuciosidad analítica propia de ese origen, un sentido del periodismo y de la propaganda que, tras la fusión de FE con las JONS, le hizo ocupar el cargo de Jefe Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española en 1934 y 1935. Durante la guerra trabajó con la Falange clandestina de Madrid, siendo detenido y permaneciendo en la cárcel hasta el final del conflicto. En la postguerra ocuparía el puesto de Jefe Provincial de Madrid de Prensa y Propaganda (9). Rivas fue quien introdujo a Manuel Mateo en Falange Española en diciembre de 1934 y le dio una pistola (había tenido un choque personal con Antón, el compañero de La Pasionaria, tras la revolución de Asturias). Dada la distinta procedencia marxista de ambos, tenían tendencia a desconfiar uno del otro, por lo que Mateo se fue a la Casa de Campo a probar si la pistola funcionaba (10).


En cuanto a Juan Aparicio, Ledesma lo conoció unas semanas antes de la aparición del primer número de La Conquista del Estado “cuando se debatía en la sima comunista, pugnando por entrar en ella, aun cuando no pasaba de la puerta” (11). Fue secretario de redacción de la revista y “hasta el final una de sus mejores lumas” (12). Recuerda Ledesma, igualmente, que fue él quien tuvo el acierto de recordar que el profesor Fernando de los Ríos comentó que un movimiento fascista en España debería de ostentar como emblema el yugo y las flechas (13). Permaneció con Ledesma encerrado en el penal de Ocaña y colaboró con varios artículos en la revista JONS. Siguió a Ledesma en la escisión y participó en sus siguientes aventuras periodísticas, reintegrándose en Falange durante la guerra civil. Mientras duró el conflicto dirigió La Gaceta Regional de Salamanca. En la postguerra fue el fundador de la Escuela Nacional de Periodismo. Se le considera como uno de los responsables de la estructuración de la prensa franquista y establecedor de las normas de la censura, sin embargo, también se le reconoce que medió a favor de antiguos periodistas republicanos (14). Fue uno de los fundadores de la Unión Militar Española.

Sobre los acompañantes de Primo de Rivera en la aventura de El Fascio cabe decir que Emilio Rodríguez Tarduchy, comandante de infantería, fue próximo colaborador del General Miguel Primo de Rivera y, desde entonces acompañó a su hijo en toda su trayectoria política. Fue jefe de seguridad interior de Falange (15) antes de la guerra y en la postguerra, muy tempranamente, en diciembre de 1939 reunió en su domicilio a varios dirigentes falangistas opuestos a que el partido se difuminara en el movimiento franquista dando origen a Falange Auténtica. Durante la dictadura de Primo de Rivera fue uno de los jefes de la Junta de Propaganda Patriótica y Ciudadana (16) y autor de un libro en el que glosó la figura del dictador por quien sentía verdadera devoción (17). Ledesma lo trata con distanciamiento y lo considera como un representante de la clase política de la dictadura, un hombre bastante alejado del fascismo (18). Hasta poco antes de su fallecimiento en 1962, Rodríguez Tarduchy fue procurador en las Cortes franquistas y terminó su vida militar con el grado de coronel (19).

Análoga amistad personal, mucho más que identificación política, mantenía Primo de Rivera con Manuel Sarrión San Martín, su pasante. Sin embargo, Sarrión aparece siempre como uno de los más estrechos colaboradores del fundador de la Falange e incluso lo sustituyó en muchos casos de defensa ante los tribunales de falangistas detenidos (20). Primo de Rivera lo cita en tres de las cartas que envió desde la prisión de Alicante pocos días antes de su fusilamiento (21). Participó como miembro activo en la actividad de Falange Española y al producirse la sublevación cívico-militar de julio de 1936, acudió con otros falangistas al Cuartel de la Montaña en donde resultó muerto (22). Había sido el enlace designado por Primo de Rivera con los mandos militares que preparaban la conspiración (23). Una calle madrileña llevó su nombre desde 1941.

En lo que respecta a los dos miembros del Partido Nacionalista Español que participaron en el proyecto periodístico, se sabe que uno era uno de los hijos del Duque de Hijar y el otro era quien debería ser director de la publicación Manuel Delgado Barreto. El primero era un aristócrata con aspiraciones intelectuales, militante convencido de la extrema-derecha, que se sintió atraído por los fascismos como forma de reacomodación de sus ideales monárquicos (a fin de cuentas, Mussolini coexistía con la monarquía de los Saboya). Así pues, el segundo hijo del duque de Hijar asistió a las reuniones preparatorias para el lanzamiento de El Fascio (24). Poco más se sabe de él, ni siquiera su nombre de pila. Mucho mejor se conoce la trayectoria política y periodística de Manuel Delgado Barreto (25).

Periodista desde muy joven, utilizó a partir de 1901 el seudónimo de “Taf” para sus colaboraciones en La Correspondencia de España. Se inició políticamente en el maurismo y fue diputado conservador. Dirigió innumerables medios: Gente nueva, La Opinión, fue redactor-jefe de El Globo, revistas cada vez más importantes y de mayor calado, ubicadas siempre en el ámbito conservador. Como buena parte de los conservadores de la época no era sentido del humor lo que le faltaba, así que destacó también en el periodismo satírico. Colaboró en Bromas y Veras (que apareció en 1932) y dirigió El Mentidero (que llegó a tirar 250.000 ejemplares (26)) y Gracia y Justicia (en donde Delgado acumulaba los cargos de Director, Redactor-Jefe, redactor de calle, etc.), que gozaron de amplia fama y difusión (27). Se alinearía con la dictadura de Primo de Rivera, dirigiendo el diario semi oficial de la Unión Patriótica, La Nación que prolongó su vida entre septiembre de 1925 y abril de 1936 cuando fue arrasado por las huestes republicanas y ya no pudo salir de nuevo. Desde su retorno a España había mantenido buenas relaciones con el doctor Albiñana, militando en el Partido Nacionalista Español, pero eso no fue obstáculo para que en 1933 se aproximara al círculo capitaneado por José Antonio Primo de Rivera. De esa aproximación nació el proyecto de El Fascio.

Tras la frustrada aventura, Delgado Barreto continuará con su militancia albiñanista e irá a parar con Albiñana al bloque Nacional al servicio del cual puso al diario La Nación. Opuesto radicalmente a la política de Gil Robles y por lo tanto contrario a la CEDA y a su política de condescendencia con la República, apoyó al Bloque Nacional, augurando una derrota de las derechas y de las fuerzas contrarrevolucionarias, dejando como alternativa el pronunciamiento militar. Tras el incendio de La Nación por radicales de izquierdas, el 18 de julio de 1936 le cogió en su domicilio madrileño, siendo detenido dos días después, llevado a la Cárcel Modelo y asesinato entre el 5 y el 6 de noviembre, probablemente en las fosas de Paracuellos o en el Rivas-Vaciamadrid (28). En 2017, todavía había en la provincia de Madrid alguna calle que lleva su nombre. Delgado Barreto fue definido como “el ingenio satírico más agudo de la época” (29).


Desde el inicio de la andadura republicana, Delgado Barreto advirtió que el régimen estaba destinado a fracasar, a diferencia de otros colaboradores de El Fascio y del propio Ledesma que inicialmente saludó la instauración de la república como oportunidad para “las juventudes”. Rápidamente supo que un régimen que fracasaría inevitablemente podía ser objeto de sátiras y burlas más que cualquier otro. Y a ello se dedicó desde la caída de la dictadura (30). Entendió que la única forma de unificar a las derechas y a todas las fuerzas reaccionarias era presentándoles una figura política de peso a la que pudieran odiar y sobre la que pudieran descargar sus iras: y esa figura fue Manuel Azaña.

En cuanto a Luis Escobar y Kirpatrick, segundo marqués de las Marismas, suficientemente conocido hasta los años 80 entre los cinéfilos españoles por haber protagonizado en sus últimos años diversas películas que gozaron del favor del público (31) y numerosos papeles televisivos, ostento entre 1933 y 1936 la dirección del diario La Época, que se jactaba de ser el más caro de su tiempo y, por tanto, destinado a élites, no tanto económicas, como del blasón. Se trató de una revista propiedad de la familia Escobar de carácter monárquico, pero abierta a las experiencias fascistas (y, por tanto, que cabe dentro del concepto de “fascistizada”). En su mejor momento, hacia 1927, tiró en torno a 20.000 ejemplares, luego, durante los años de la República descendió hasta los 5.000, pero se trataba de lectores influyentes y fieles. A lo largo de su dilatada trayectoria (había sido fundado el 1 de abril de 1849 como diario liberal y prolongó su existencia, ya virado hacia el monarquismo alfonsino hasta el 11 de julio de 1936) se configuró como una revista influyente y habitualmente bien informada, cuyos lectores pertenecían al ejército y a la aristocracia heráldica y económica. Especialmente cuando Luis Escobar asumió la dirección, se convirtió en un medio contra-revolucionario próximo al Bloque Nacional (32). Precisamente por eso, su concurso era fundamental para el proyecto de El Fascio: a través de los lectores de Escobar podía llegar la noticia de la fundación de una nueva revista a las élites conservadoras y ganarlas para la tarea del “fascismo español”. Escobar, por lo demás, durante la guerra civil, fue nombrado Jefe de la Sección de Teatro dependiente de la Jefatura de Propaganda del Ministerio del Interior del primer gobierno de Franco, y fundó y dirigió la Compañía de Teatro Nacional de FET y de las JONS, que al final de la guerra pasaría al Teatro Español de Madrid.

Queda mencionar a un último “verso libre” entre los promotores de El Fascio, un nombre poco conocido y en absoluto asociado al fascismo español: Juan Pujol Martínez y, sin embargo, de entre todos los miembros del proyecto, será uno de los que tuvieron a lo largo de su vida mayores responsabilidades periodísticas. Había nacido en La Unión en 1883 hijo de burgueses acomodados. Estudió derecho en Barcelona e ingresó en filas de la CNT, de la que, bruscamente se desenganchó recalando en la extrema-derecha ya en los años 20. Fue un periodista de prestigio al que distintos medios españoles destacaron como corresponsal en el exterior durante la Primera Guerra Mundial. ABC y El Imparcial lo enviaron a París, Londres, Bélgica, Polonia, Italia y Turquía. De retorno a España escribió varios artículos para Acción Española (era amigo de Maeztu) y fue el redactor del manifiesto golpista de Sanjurjo. Iniciada la guerra civil, Pujol fue designado por la Junta de Defensa como Jefe de Prensa y Propaganda y en calidad de tal denunció a Fernando Sánchez Monreal (padre de Fernando Sánchez Drago), periodista republicano conservador, lo que le costó el ser fusilado en noviembre de 1936. Entre 1939 y 1944 dirigió el diario Madrid. Fue diputado por Madrid en las elecciones de 1933 y bajo las listas de Acción Popular y en 1936 volvió a serlo por Mallorca. A pesar de ello, mantuvo siempre lazos con el Bloque Nacional y con otras fuerzas de la derecha, incluida Falange Española. También estuvo vinculado al financiero mallorquín Juan March quien lo puso al frente de Informaciones (33). Escribió varias novelas, alguna de las cuales –El hoyo en la arena (1934)- es considerada antisemita (34). Mientras estuvo al frente de Informaciones el diario (propiedad de Juan March, no se olvide, de origen “chueta”) adoptó a partir de 1933 una orientación pro-nazi (35) y abrió sus puertas a colaboraciones de escritores notoriamente fascistas: Federico de Urrutia, Alfredo Marqueríe, Víctor de la Serna, Giménez Caballero y César González Ruano (36). A partir de 1934 parecía trabajar para la Embajada Alemana y eso le dio cierto prestigio en los ambientes del fascismo español. Es posible que su presencia en el proyecto se debiera a su vinculación al financiero Juan March (lo que garantizaba una fuente inagotable de recursos económicos, justo lo que había faltado en todas las iniciativas para lanzar un partido fascista en España hasta ese momento) o bien que los promotores se forjaran ilusiones sobre sus relaciones con medios alemanes y sobre la naturaleza de estas.

Creemos que sobre el resto de promotores huelga aportar datos al ser suficientemente conocidos: Rafael Sánchez Mazas, José Antonio Primo de Rivera, Ernesto Giménez Caballero, Julio Ruiz de Alda y Ramiro Ledesma. Todos ellos participaron en las reuniones previas que debieron desembocar en la decisión de publicar la revista.



NOTAS
(1)  Básicamente estas obras son: ¿Fascismo en España? R. Ledesma, Ed. Ariel, Barcelona 1968, Biografía apasionada de José Antonio, Felipe Ximénez de Sandoval, Fuerza Nueva Editorial, Madrid 1980; Historia de Falange Española de las JONS, Francisco Bravo, Ediciones FE, Madrid 1940; y Arriba España, de Antonio Pérez de Cabo, 1ª Ed. 1935, 2ª Ed. Corregida, Orense 1939. Estas son nuestras fuentes principales. Hemos utilizado, así mismo, una bibliografía secundaria de autores que citan en sus libros el episodio pero que no lo vivieron en primera fila y, por supuesto, distintos trabajos de investigación histórica.
(2)  Tal es también la opinión de David Jato Miranda que en su obra La rebelión de los estudiantes (Edición del autor Madrid 1975) escribe: “Los acontecimientos de fuera de las fronteras, sumados a los sucesos interiores, produjeron en el primer trimestre de 1933 una polarización de núcleos importantes en número, alrededor de la anunciada aparición de un semanario titulado descaradamente El Fascio. No se mostró ajeno a este proyecto periodístico Ramiro y su equipo, ansiosos de encontrar vehículo para exponer sus ideas. También Rafael Sánchez Mazas y José Antonio Primo de Rivera, sobre quien ya convergían muchas miradas esperanzadoras. El periódico tenía por subtítulo «Haz Hispano», y en el centro de la primera plana figuraba el inevitable llamamiento «a la juventud española». Por fortuna, aquel brote, sospechosamente poblado por antiguos servidores de la Unión Patriótica, fracasó al recoger la policía, el 16 de marzo, la edición casi íntegra”. Ramiro Ledesma opinaba exactamente lo mismo (escribía en ¿Fascismo en España, op. cit., pág. 34: “No se olviden las relaciones de Delgado Barreto con el general”). Sin embargo, salvo por la presencia de Delgado Barreto y en mucha menor medida de Emilio Rodríguez Tarduchy, en el proyecto los “upetistas” eran por completo inexistentes e incluso en el único número publicano no hay ninguna referencia ni a la dictadura ni la menor alabanza al dictador, ni siquiera como deferencia a su hijo.
(3)  José Antonio Maravall Casesnoves (1911-1983), historiador, ensayista y poeta, discípulo de Ortega, pasado a Falange Española, fundó con Leopoldo Panero y José Antonio Muñoz Rojas, la Nueva Revista. Superado el fascismo de su juventud, se orientó hacia el pensamiento progresista. Su hijo fue ministro de educación con el primer gobierno de Felipe González. Datos biográficos en Homenaje a José Antonio Maravall, Valencia, Generalitat, 1988.
(4)  Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate (1904-2004), abogado y diplomático, Director General de Notarías en 1931. Con José Bergamín y Eugenio Imaz creó la revista Cruz y Raya. Trabajó en Madrid durante la guerra civil con la Quinta Columna, al estar casado con la hija del antiguo ingeniero jefe de ITT y ondear en su casa la bandera norteamericana. Fundó el bufete de abogados J&A Garrigues, uno de los más importantes de España. En 1962 fue nombrado embajador en EEUU al mantener amistad con la familia Kennedy. Ministro de justicia en 1976 con Carlos Arias. Presidente de Citröen España y de la SER en varios períodos. Padre de Antonio y Joaquín Garrigues Walker.
(5)  María Zambrano (1904-1991), filosofa y ensayista, discípula de Ortega. Colaboró en Cruz y Raya y en la Revista de Occidente, fue profesora y catedrática de filosofía en varios centros de España e Iberoamérica. Publicará sus obras más importantes sobre Descartes y Spinoza, fuera de España. Cuando Primo de Rivera intenta sumarse al Frente Español, es Maria Zambrano quien se lo impide. Según escribió ella misma, la participación en Frente Español y la firma de su manifiesto fue el “error más grave de su vida”. Será cuando advierta el carácter “casi fascista” del partido cuando ella misma disolvió el partido “como tenía poder para hacerlo”.
(6)  Cfr. Revista de Historia del Fascismo, nº XXI, artículo Los no conformistas de los años 30, Ernesto Milá, págs. 4-125.
(7)  Se da la circunstancia de que Ramón Luis Alonso, quien arrebató el escaño a García Valdecasas en las elecciones de 1933, tendría participación en el asesinato de García Lorca (cfr. El Tercer hombre, Aldanum http://latronerafascista.me/2012/05/14/el-tercer-hombre/).
(8)  Escribió Ledesma en ¿Fascismo en España?, alternando el elogio con la acidez: “A los quince días escasos [del acto de fundación de Falange], Valdecasas, obedeciendo nadie sabe a qué motivos, desapareció de la órbita de F.E. sin dejar rastro. Parece que hizo un gran matrimonio con una marquesa y, dejando a un lado sus propósitos de salvación nacional, estiró su luna de miel por el extranjero durante más de seis meses. Fue, desde luego, un percance para F.E., porque Valdecasas tiene un talento claro y eficaz, ingrediente del que no anduvo nunca muy sobrada la organización fascista” (op. cit., pág. 53).
(9)  Cfr. ABC de Madrid, 25 de octubre de 1941, pág. 14.
(10)  Cfr. Ceferino L. Maestú, Manuel Mateo y La Ballena Alegre, medio siglo después, 17 de septiembre 2010, http://www.hispaniainfo.es/web/2010/09/17/ceferino-l-maestu-manuel-mateo-y-la-ballena-alegre-medio-siglo-despues/
(11)  Cfr. ¿Fascismo en España? Op. cit., pág. 21.
(12)  Cfr. Idem.
(13)  Cfr. Idem, pág. 31.
(14)  Para una biografía completad e Juan Aparicio puede consultarse: http://www.filosofia.org/ave/001/a017.htm
(15)  La salvaguarda de lo permanente. Las extremas-derechas militares en la España del siglo XX, Carlos Navajas, Zubeldía, revista Hispania, LXI/1, núm. 207 (2001) págs. 69-98
(16)  Seguramente por eso es por lo que Ledesma dice que “desempeñaba funciones de gran misterio” (¿Fascismo en España?, op. cit., pág. 58.
(17)  Cfr. La llama de la pasión. La Unión Patriótica y la nacionalización de masas durante la dictadura de Primo de Rivera, Alejandro Quiroga, pág. 239. Dialnet Doc nº 3927020.
(18)  Emilio Rodríguez Tarduchy, Psicología del dictador y caracteres más salientes, morales, sociales y políticos de la dictadura española, Madrid, Sáez Hermanos, 1929. En este libro escribió que “alabar lo extranjero equivale a desespañolizar España” (págs. 309-310).
(19)  “El señor Tarduchy, pequeñito y canoso, era en F.E. otro representante del pasadismo primorriverista, ortodoxamente fiel a la memoria de la Dictadura.” (R. Ledesma, op. cit., pág. 58).
(20)  Se conoce por ejemplo un caso en el que consiguió la absolución de los acusados: “El día 12 de junio se produjo una explosión en la sede de Falange en Oviedo (Campomanes 23), en la que fallecen dos obreros y otro resulta herido grave (falleciendo a los pocos días): los tres eran falangistas procedentes del comunismo; la policía sospecha que la explosión se debe a un artefacto que estaban manipulando y el gobernador ordena la detención de todos los dirigentes de Falange en Asturias: una docena de personas entre las que se encuentra Yela Utrilla. Permanecen en la cárcel hasta que se celebra el juicio, el 8 de julio de 1935, encargándose de la defensa de Yela el abogado Manuel Sarrión, pasante de José Antonio, llegado de Madrid. «Después es Yela Utrilla quien contesta a las preguntas del fiscal. Afirmó que no es posible que en el local pudiera haber explosivos porque estaba terminantemente prohibido. A su juicio, la explosión fue a consecuencia de un atentado y que Molina [el obrero herido que luego falleció] tenía algunos temores por haber pertenecido al Partido Comunista». Ese mismo día, a pesar de que el fiscal pedía doce años de cárcel para cada acusado, quedaron todos en libertad, con una multa de cinco mil pesetas que impuso el gobernador a cada miembro de Falange”. http://www.filosofia.org/ave/001/a117.htm
(21)  Se le cita, por ejemplo, en el testamento ológrafo de José Antonio y en las cuartillas que contenían disposiciones sobre su herencia, enviadas a Margot Larios, acompañada de una carta adjunta y fechada el 18 de noviembre de 1936: “Ahí van unos documentos que os harán falta si se cumple mi sentencia. Te los mando a ti y ruego al Director que te los dé sin que mi tía Má los vea, para no asustarla. Hazme el favor de guardarlos. Si Dios quiere que no llegue el caso de hacer uso de ellos, mejor; y si llega el caso, tú lo sacarás y darás a Raimundo, a Ramón Serrano, a Sarrión o a algún otro de los abogados que sabes son amigos míos” (Obras completas: discursos y escritos: (1922-1936), José Antonio Primo de Rivera, Instituto de Estudios Políticos, Madrid 1976, pág. 1187). Así mismo se le menciona igualmente en la última carta de José Antonio a su hermana política Margot Larios, recluida en el reformatorio de adultos de la ciudad de Alicante y fechada el 19 de noviembre, día antes de su fusilamiento: Para que la censura las vaya despachando y yo quede tranquilo sabiendo que están en tu poder te mando cartas para: Los hermanos ausentes – Rafael Sánchez Mazas; tía Carmen, la monja; Lola, mi ahijada; Garcerán, Cuerda y Sarrión; Raimundo y Serrano Suñer; tío Antón, Julio, Manolo Valdés, Sancho, Carmen Werner, Julián Pemartín (total doce).– Hazme el favor de guardarlas y no darles curso si no llega la ocasión triste para que han sido escritas. Mil gracias por todo y un abrazo” (Papeles póstumos de José Antonio, Palaza&Janés, Barcelona 1996, pág. 199).
(22)  Su nombre aparece en la relación de muertos en el interior del Cuartel de la Montaña publicada en el blog de la Fundación Francisco Franco http://www.generalisimofranco.com/caidos/monta%C3%B1a/021.htm
(23)  El 15 de julio de 1936 en el curso de una reunión con los militares que preparaban la conspiración en el domicilio del comandante Fernández, Sarrión leyó las instrucciones dadas por Primo de Rivera. Cfr. José Antonio, abogado, Agustín del Río Cisneros y Enrique Pavón Pereyra, Ediciones del Movimiento, Madrid 1963, Pavón Pereyra, op. cit., pág. 168.
(24)  Cfr. Historia de la cruzada española, Carlos Sáenz de Tejada, Ediciones Españolas, SA, Madrid 1940, pág. 594.El dato es reiterado en El Madrid de la Falange, José Luis Jerez Riesco, Editorial Actas, Madrid 2006, pág. 121.
(25)  Cfr. Revista de Historia del Fascismo, nº XVII – Dossier Albiñana y el paleofascismo español, II Parte, E. Milá, especialmente las páginas 71 y 72, hay amplias referencias a Delgado Barreto.
(26)  Delgado Barreto publicó en varios números de la revista que “tirar, lo que se dice tirar, solamente tiraban 14 ó 15, el resto, hasta llegar a 200.000 los vendemos” (J. Peña, op. cit., pág. 63).
(27)  El Mentidero tenía como protagonistas a “Don Miguel del Mamporro y de la Sonrisa”. Sobre estos semanarios y sobre la prensa satírica durante la República y en el primer tercio del siglo XX español puede leerse El único Estadista: una visión satírico-burlesca de Don Manuel Azaña, José Peña González, Editorial Fundamentos, Madrid 2007 En la pág. 52 de dicha obra se incluye una biografía de Delgado Barreto. En Gracia y Justicia, aparecido poco después de la proclamación de la República Delgado escribía: “La alegría de la república somos nosotros” y calificaba a Ortega y Gasset y a su Agrupación al Servicio de la República de “simpático iluso”.
(28)  Rafael Casas de la Vega afirma que Manuel Delgado Barreto fue sacado de la Cárcel Modelo en la madrugada del 4 de noviembre de 1936 en una saca organizada por un miliciano socialista apellidado “Vergara” y conocido con el alias de “Papá pistolas”. Según esta versión, sería asesinado en las inmediaciones del cementerio de Rivas-Vaciamadrid. Otros redactores y colaboradores de La Nación corrieron el mismo destino: Sangermán Ocaña, redactor jefe fue preso en la cárcel Modelo y fusilado en Paracuellos el 7 de noviembre de 1936. Juan Laguia Lliteras redactor, fue fusilado en Madrid. Gonzalo Latorre Martínez, también redactor de La Nación, asesinado el 12 de octubre de 1936. El sobrino de Manuel, Leoncio Delgado Cruz, encargado de los deportes y que firmaba con el seudónimo de El Capitán Grant, fue fusilado en Madrid, así como Gerardo Fernández de la Reguera ‘Areuger’, renombrado dibujante que acompañó a Manuel Delgado Barreto desde el proyecto de El Mentidero, realizando los dibujos de las portadas (Datos extraídos del artículo Sobre el periodista Manuel Delgado Barreto, Eduardo Palomar Baró, 30 de enero 2005, http://www.generalisimofranco.com/opinion/109.htm).
(29)  Cfr. J. Peña, op. cit., pág. 73.
(30)  Fue implacable en sus ataques a la constitución republicana. Escribió por ejemplo sobre El Título II, De la Nacionalidad: “Art. 21. Son españoles: 1º, Los hijos de padre y madre que no se hayan divorciado con anterioridad, nacidos dentro o fuera de España, siempre que sean republicanos y trabajadores liberales democráticos, 2º Los nacidos en España de padres desconocidos o que tengan dos o más padres, porque de todo hay. 3º Los rusos que vengan a encauzar la cuestión social. Art. 22. La calidad de español se pierde: 1º Por no creer en Don Niceto, 2º Por no serle simpático a Galarza, 3º Por aburrimiento. Título III. Derechos y deberes de los españoles. Capítulo 1º. Garantías individuales y políticas. Art. 23. Se establece la igualdad de derechos de dos sexos, excepción hecha de las suegras que podrán siempre más. No habrá ricos ni pobres. Tampoco habrá nobles. Todos seremos villanos. Art. 24. No habrá religión. Se disolverán las órdenes religiosas. Se quemarán los conventos. Art. 25. La conciencia es libre y cada uno profesará la religión que le dé la gana, siempre que no sea una religión reaccionaria. Art. 27 Queda abolida la pena de muerte. Solo podrán aplicarla los anarcosindicalistas” (J. Peña, op. cit., pág. 73-74).
(31)  Indudablemente la que más fama le reportó fue encarnar el papel de “Marqués de Leguineche” en La Escopeta Nacional dirigida por Luis García Berlanga, en la que Escobar parecía caricaturizarse a sí mismo. El éxito de la cinta fue tal que tuvo dos secuelas en las que él fue protagonista indiscutible de Patrimonio Nacional y Nacional III.
(32)  Los datos sobre el diario La Época están extraídos de http://www.arbil.org/(74)epoc.htm.
(33)  Cfr. El antisemitismo en España: la imagen del judío, 1812-2002, Gonzalo Alvárez Chillida, pág. 312.
(34)  Idem.
(35)  Eduardo González Calleja, escribe textualmente: “Juan Pujol, el filonazi director de Informaciones, que hacia mayo de 1934 ofreció los servicios de su diario a la Embajada alemana por 3-4.000 pesetas mensuales.” (Eduardo González Calleja, La prensa carlista y falangista durante la Segunda República y la Guerra Civil (1931-1937), El Argonauta español [En línea], 9 | 2012, Publicado el 15 enero 2012, consultado el 08 abril 2013. URL : http://argonauta.revues.org/819).(36)  Idem. El autor de esta obre confunde a Juan Pujol Martínez, el colaborador en el nacimiento de El Fascio, con Juan Pujol García, quien pasará a la historia con el nombre de “Garbo”, agente doble que consiguió engañar a la inteligencia alemana dando una ubicación errónea del desembarco de tropas aliadas en Normandía.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

La revista El Fascio, catalizador de energías. Los misterios de un proyecto frustrado (1)


El 16 de marzo de 1933 hizo su fugaz aparición el número 1 de la revista El Fascio, subtitulada “Haz Hispano”. Hitler había llegado al poder 45 días antes. Las circunstancias en las que nació eran, pues, de máxima tensión internacional por no hablar de la situación específicamente española, marcada por la “sanjurjada” y la “matanza de Casas Viejas”. Sobre esa efímera publicación de apenas 16 páginas, se ha dicho todo lo que podía decirse, salvo en tres temas: la presencia considerable de Ramiro Ledesma, la intencionalidad de la revista y el por qué sus fundadores renunciaron inmediatamente a seguirla editando. Este artículo pretende contestar a estas cuestiones. Veamos, inicialmente, el contexto.

El clima republicano en marzo de 1933

Cuando aparece (o, más bien, intenta aparecer) el número 1 de la revista El Fascio, se están a punto de cumplir los dos años de régimen republicano. El camino hasta allí había sido complicado, difícil y caótico. Muchos de quienes, inicialmente, habían apoyado el advenimiento de la República, empezaban a considerar que no estaban los tiempos maduros y simplemente que aquella República no era, exactamente, una panacea. El régimen recién estrenado estaba experimentando una pérdida de base social generada por dos episodios antagónicos que tendieron a “recortar” su influencia entre las masas de los dos extremos del arco político: el frustrado golpe militar del general Sanjurjo y los incidentes de Casas Viejas, colofón de un proyecto, igualmente frustrado, de huelga general anarcosindicalista.

1) La “sanjurjada” y sus implicaciones

En año 1932 había terminado con el sabor amargo y premonitorio de la “sanjurjada”. Los únicos combates de aquella jornada se habían producido en Cibeles, justo bajo la ventana del Ministerio de la Guerra desde donde Manuel Azaña observaba. El triunfo de Sanjurjo (1) en Sevilla no pudo extenderse al resto de capitanías y el golpe se agotó pronto seguido por apenas 145 oficiales. Sanjurjo intentó huir a Portugal en donde se establecieron algunos civiles comprometidos con el pronunciamiento, entre ellos Onésimo Redondo. Sin embargo, Sanjurjo resultó detenido en Ayamonte, pasando una temporada en el penal del Dueso. Tal como Curzio Malaparte había enunciado en su Técnica del Golpe de Estado, la CNT utilizó el arma de la huelga general, no para derribar a la República, sino para defenderla del golpismo. El presidente de la República Alcalá Zamora consiguió que se le pusiera en libertad tras serle conmutada la sentencia de muerte. Fue entonces cuando pudo alcanzar Portugal residiendo cómodamente en Estoril hasta el estallido de la Guerra Civil. Justo al volar para asumir la dirección del banco nacional, si avión se estrelló el 20 de julio.

El fracaso del golpe de Sanjurjo evidenciaba que la extrema-derecha (los grupos carlistas dirigidos por el Conde de Rodezno y por Manuel Fal Conde, pero también círculos de la derecha monárquica e incluso núcleos que intentaban estructurar un incipiente movimiento de carácter fascista, como el núcleo vallisoletano de Redondo) ya estaba pensando en la vía de la conspiración como alternativa a la República. En los cuatro años que mediarán hasta el estallido de la guerra civil, este sector irá aumentando cada vez más su peso.

2) La matanza de Casas Viejas. La República contra la CNT

Pero si la República perdía base social por la derecha, le ocurría otro tanto en su izquierda. A principios de enero de 1933 nadie hubiera pensado que una pequeña localidad gaditana iba a desencadenar una formidable crisis que consiguió derribar al gobierno presidido por Manuel Azaña. Era mucho más previsible, desde los incendios de conventos que siguieron a la proclamación de la República, que los elementos más radicales del anarcosindicalismo, tratarían de impedir la “consolidación de la república burguesa”. Desde diciembre de 1931, los radicales de la CNT pedían que la organización declarase la “huelga general” y si otros dirigentes se oponían era porque no estaba claro que se produjera un seguimiento masivo. Sin embargo, el Comité Regional de Cataluña de la CNT, dirigido por Juan García Oliver, optó por practicar una “gimnasia revolucionaria” que incluía una “acción insurreccional” para el 8 de enero de 1933. Pero no ocurrió gran cosa en Cataluña y sí, en cambio, en la Comunidad Valencia, en donde los disparos de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto, ocasionaron la muerte de 10 personas en Pedralba. 


El Comité Nacional de la CNT se desvinculó de la insurrección, pero no la condenó y reiteró su voluntad revolucionaria en cuanto existieran condiciones para ella. Fue en Cádiz en donde se produjeron algunos conatos insurreccionales tardíos, así que el 10 de enero, el gobierno decidió enviar una compañía de Guardias de Asalto dirigida por el capitán Manuel Rojas que llegó al día siguiente a Jerez de la Frontera. Allí se les informó de que los revolucionarios de Casas Viejas (pueblo de apenas 2.000 habitantes) habían cortado la línea telefónica habiendo proclamado el “comunismo libertario” en la noche del 10 al 11 de enero. Al día siguiente por la mañana, armados con pistolas y escopetas, asaltaron el cuartel de la Guardia Civil, asesinando a un sargento, hiriendo a un guardia y reteniendo a los otros dos. Al día siguiente llegaron 12 Guardias de Asalto y 4 Guardias Civiles, cuando parte de la población había huido al monte temiendo represalias. Fueron detenidos varios vecinos que acusaron a la familia “Seisdedos” de ser los instigadores de los sucesos. Estos se atrincheraron en una casa de piedra y adobe, matando a otro Guardia de Asalto e hiriendo a otro. 

En la noche del 11, llegó el capitán Rojas con 40 Guardias de Asalto con la orden de actuar sin piedad contra quienes dispararan a las fuerzas del orden (2). La choza fue ametrallada e incendiada, pereciendo “Seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera. Pero la cosa no terminó allí. Rojas ordenó que fueran detenidos los militantes anarquistas más destacados de la población y que cualquier resistencia, por pequeña que fuera, se castigara con la muerte. Un anciano que nada tenía que ver con los anarquistas resultó muerto y otras doce personas resultaron detenidas y luego fusiladas sin contemplaciones (3). En total habían muerto 19 hombres, 3 mujeres, 1 niño y 3 Guardias. Otras dos personas murieron víctimas de palizas y otras dos más sufrieron sendos infartos. En total 28 personas.

A poco de callar las balas se inició la investigación y en el parlamento se exigieron, tanto desde la derecha como desde la izquierda, responsabilidades políticas. El gobierno Azaña eludió responsabilidades y achacó todas las muertes a la irresponsabilidad de la Federación Anarquista Ibérica (4). La comisión de investigación formada al efecto, exculpó al gobierno (5), se produjeron destituciones en el Ministerio de Gobernación (6). El capitán Rojas terminó condenado a 21 años de prisión. Otros 26 campesinos fueron juzgados como insurrectos y 16 condenados a diversas penas de entre 5 y 1 año de prisión (7).

El impacto de los sucesos fue inmenso porque demostró, no solamente la fragilidad del gobierno, sino por el intento de ocultación de lo que había ocurrido en realidad (lo que se consideró como una muestra de hasta qué punto la corrupción se había insertado en el nuevo régimen. El propio Azaña debió reconocer que había actuado incorrectamente en el episodio (8). Los incidentes de Casas Viejas sirvieron para que definitivamente la CNT se insolidarizara con el destino de la República y siempre –incluso durante la guerra civil- la considerase ajena a los intereses de los trabajadores.

Por si esto fuera poco, en enero de 1933, núcleos de la extrema-derecha fundarán Renovación Española cuyo denominador común fue un sentimiento monárquico que difícilmente podía encajar con la República (9). En las elecciones municipales de abril, los partidos marxistas obtuvieron 1585 concejales, los republicanos de centro y de izquierdas 5.918 y los de las derechas 4.337. Así pues, un tercio del total, los procedentes de la derecha, albergaban la más profunda desconfianza hacia la República, mientras que los marxistas (y anarquistas que, siguiendo su tradición, no se presentaron a las elecciones), la consideraban como una “etapa de transición” hacia un gobierno proletario (10).

La irrupción del “fascismo alemán” y sus implicaciones

Si ese era el clima puntual que se daba en España en el primer trimestre de 1933, a nivel internacional también se habían producido vuelcos importantes. Menos de tres semanas después de que se produjeran los sucesos de Casas Viejas, en Alemania se producía el Machtergreifung, la subida al poder de Hitler. El partido comunista más fuerte de Europa había sido derrotado y pocas semanas después sería prohibido tras el incendio del Reichstag el 27 de febrero siguiente, así mismo, la socialdemocracia que parecía intocable y uno de los partidos destinados por la constitución de Weimar a alternarse en el poder, se desplomaba. El fascismo se hacía con el control de otro país europeo. El impacto de este episodio entre la izquierda española fue extraordinario y tendía a demostrar que ninguna democracia quedaba fuera del radio de acción creciente del fascismo.

Era evidente que las autoridades republicanas se alarmaron por la posibilidad de que existiera la posibilidad de un contagio en España. Hasta ese momento solamente el Partido Nacionalista Español del Doctor Albiñana (11) y la intentona polarizada en torno a Ramiro Ledesma Ramos y a sus JONS (12). La fundación de Renovación Española dio algo más de cuerpo al entonces débil fascismo español, pero la formación liderada inicialmente por Goicoechea y luego por Calvo Sotelo tras el regreso de su exilio, entonces era solamente un partido monárquico de preponderancia alfonsina y en sus primeros momentos distaba mucho de haber culminado su proceso de “fascistización” que alcanzaría su clímax cuando se produjo el asesinato de Calvo Sotelo a mediados de julio de 1936. La República estaba, pues, dispuesta, no solamente a detectar, sino también a “aplastar en el huevo”, al fascismo español. 

Las iniciativas periodísticas de Ledesma se habían visto obstaculizadas por la policía, mientras que a Albiñana se le había hecho prácticamente imposible que las convocatorias de sus mítines recibieran la autorización gubernamental. Existía, pues, un clima de contención del fascismo en el gobierno republicano-radical de Azaña. Y fue en estas circunstancias y en ese preciso momento cuando se difundió la noticia del lanzamiento de una revista de amplia tirada (las de Ramiro, nunca habían pasado de 6.000 ejemplares y los medios de Albiñana era, igualmente limitados, en ambos casos impropios de un trabajo político de envergadura) y nombre provocador: El Fascio.

Es importante, pues, situar la aparición de esta publicación dentro del contexto que le es propio: crisis de la república por la derecha (“sanjurjada”) y por la izquierda (Casas Viejas) y presión psicológica por la subida al poder del NSDAP.



NOTAS
(1)  Para una biografía sobre el general Sanjurjo puede leerse el folleto de César González Ruano, Sanjurjo, Publicaciones Españolas, Madrid 1959 y, con más detalle, El general Sanjurjo, su vida y su gloria, José María Carretero, Ediciones Caballero Audaz, Madrid 1940. Sobre el episodio específico de la “sanjurjada” puede recurrirse a Las sublevaciones contra la Segunda república, la sanjurjada octubre de 1934, julio de 1936 y el golpe de Casado, Francisco Márquez Hidalgo, Editorial Síntesis, Madrid 2010.

(2) Cfr. Julián Casanova. De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1936). Barcelona 1977, pág. 111-112
(3) Todavía se ignora exactamente el motivo por el que el capitán Rojas realizó aquella masacre. En el juicio que siguió se limitó a declarar: “«Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma..., que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a ver el guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos lados de la República», Manuel Ballbé (1983). Orden público y militarismo en la España constitucional (1812-1983). Madrid: Alianza Editorial, pág. 358.
(4) En su discurso parlamentario, Azaña se expresó en estos términos: “No se encontrará un atisbo de responsabilidad en el gobierno. En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir. Se produce un alzamiento en Casas Viejas, con el emblema que han llevado al cerebro de la clase trabajadora española de los pueblos sin instrucción y sin trabajo, con el emblema del comunismo libertario, y se levantan unas docenas de hombres enarbolando esa bandera del comunismo libertario, y se hacen fuertes, y agreden a la Guardia Civil, y causan víctimas a la Guardia Civil. ¿Qué iba a hacer el Gobierno? (…)  Nosotros, este Gobierno, cualquier Gobierno, ¿hemos sembrado en España el anarquismo? ¿Hemos fundado nosotros la FAI? ¿Hemos amparado de alguna manera los manejos de los agitadores que van sembrando por los pueblos este lema del comunismo libertario? (J. Casanova, op. cit., pág. 113)
(5) La comisión declaró falso el rumor sobre la famosa orden que habría dado Azaña: “Ni heridos, ni prisioneros: tiros a la barriga” (Gil Pecharromán, La Segunda República. Esperanzas y frustraciones. Madrid 1977: Historia 16. pp. 68). Al parecer dicho rumor había tenido como origen al capital Rojas quien alegó que había recibido esa orden para descargarse de la responsabilidad de los fusilamientos. Sin embargo, otros testigos aseguraron que habían recibido la misma orden en los mismos términos.
(6) El comandante Arturo Menéndez, director general de Seguridad cuando se produjeron los hechos, sería destituido. En la noche del 19 al 20 de julio de 1936, fue detenido en Calatayud, trasladado a Pamplona y fusilado por los sublevados (J. Casanova, op. cit., pág. 114). El capitán Rojas en la cárcel alegó que Menéndez le había visitado en su celda ofreciéndole un millón de pesetas para que no le involucrara a él y a Azaña.
(7) El capitán Rojas sería liberado tras el 18 de julio de 1936 e incorporado al ejército de Franco como capitán de artillería. Otro capitán que participó en los hechos, Bartolomé Barba, figuro entre los fundadores de la Unión Militar Española, participando luego en la administración franquista (J. Casanova, op. cit., pág. 114). En cuanto al general Cabanellas, director de la Guardia Civil en la época, al ser el militar de mayor edad entre los sublevados, presidió la Junta de Defensa Nacional que luego entregaría el mando a Franco. En el juicio tuvo una actitud dubitativa y su declaración no contribuyó a reforzar la posición del gobierno (M. Ballbé, op. cit., pág. 358).
(8) Cfr. Diarios completos. Monarquía, República, guerra Civil, Manuel Azaña, Introducción Santos Juliá, Editorial Crítica, Barcelona 2000, págs. 546-570.
(9) Sobre Renovación Español, Calvo Sotelo y la influencia del pensamiento de Charles Maurras en España puede leerse Revista de Historia del Fascismo, nº II, La influencia de Maurrás en España, E. Milá, págs. 90-113, y nº III, El campo monárquico durante la Segunda República, E. Milá, págs. 154-179.
(10) Tal como quedaría ampliamente demostrado en los sucesos de octubre de 1934 especialmente en Asturias. Véase: Octubre de 1934, obra colectiva, Editorial siglo XXI, Madrid 1985. Y, desde la perspectiva de la extrema-derecha puede consultarse: El golpe socialista del 6 de octubre de 1934, Enrique Barco Teruel, Dyrsa, Madrid 1984.
(11) Cfr. Revista de Historia del Fascismo, nº XVI, Albiñana y el Partido Nacionalista Español, paleo fascismo, I parte, E. Milá, págs. 94-143 y II parte, nº XVII, págs. 68-93 
(12) Cfr. Revista de Historia del Fascismo, nº XX, La concepción estratégica de Ramiro Ledesma, E. Milá, págs. 4-128.