REPASO AL “POPULISMO” DE NUESTROS DÍAS
El “populismo” se ha convertido en la bestia negra de los
tertulianos y de cualquier forma de corrección política. Y se entiende. Porque
lo más preocupante de eso que se ha dado en llamar “populismo” es su imposible
ubicación en el esquema derecha-izquierda que es la base de todos los
parlamentarismos. Y esto trae malos recuerdos. Nos explicamos.
En los años 30, el parlamentarismo era un fenómeno
indefendible. Nadie, absolutamente nadie, tenía excesivo interés en defender un
sistema que estaba en franca retirada ante los fascismos de un lado y ante el
bolchevismo de otro. Quien decía “parlamentarismo” decía división,
partidocracia, intereses de los partidos por delante del interés nacional,
falta de liderazgo, discusiones estériles, intereses espúreos, corrupción… Por
eso la República de Weimar cayó sin que nadie –ni siquiera la izquierda
socialista- hiciera nada por intentar salvarla. Por eso la III República
francesa estuvo a punto de caer tras las jornadas insurreccionales de febrero
de 1934. Y por eso, eran pocos representantes italianos en el exilio los que se
oponían a Mussolini y en muchas ocasiones desde posiciones igualmente antiparlamentarias.
La República Española, en esos mismos años, era frecuentemente utilizada para
mostrar los límites del parlamentarismo y hasta qué punto podían conducir al
caos. Incluso en el Reino Unido, cuna del primer parlamento (por mucho que
Puigdemont se empeñe en que fue una institución catalana) Mosley desde un lado
y los comunistas desde otro, torpedeaban una y otra vez al sistema
parlamentario.
Pero el parlamentarismo sobrevivió, no por la fuerza de la
razón, sino de las armas. En 1945 se impuso en todo el mundo como forma “correcta”
de ordenar la cosa pública. Nunca, desde entonces, absolutamente nadie se preocupó
de rebatir a la crítica contra el parlamentarismo que, hoy sigue vigente y sin
refutación a pesar de que los fascismos hayan desaparecido. Su derrota militar
ha entrañado un largo ciclo de 70 años de rehabilitación del parlamentarismo.
En las crisis es cuando los sistemas políticos demuestran su
fortaleza y solidez. La gran crisis económica iniciada en 2007 y que evidencia
la imposibilidad de estabilizar un mundo globalizado, dura todavía hoy. Es en
ese contexto en el que han aparecido las formaciones “populistas”. No es que
antes no existieran: desde los años 70 eran “opciones refugio” para
descontentos que habitualmente se inspiraban en doctrinas de la derecha o
incluso del neofascismo. Eso se ha terminado. La crisis de 2007 generó en toda
Europa nuevos modelos de organización provistos de nuevos objetivos. Ninguna se
presentaba como antidemocrática, pero sí como antiparlamentarista. Todas, estas
formaciones, en mayor o menor medida insisten de la necesidad de constituciones
presidencialistas y en restar poder y peso a los partidos políticos en
beneficio de la sociedad civil. Hoy, el concepto “corporativismo” ha
desaparecido del lenguaje político, pero lo que amagan algunas de estas
opciones y el lugar al que
inevitablemente irán a parar, es una reedición del corporativismo bajo formas
inéditas.
Si estas opciones “populistas” emergen y lo hacen con el
apoyo de amplios sectores sociales, es porque en toda Europa se ha extendido el
hastío e incluso la repugnancia hacia las formulaciones políticas tradicionales
de derechas e izquierdas. En efecto, las soluciones “populistas” no pueden ser
definidas en términos de derechas e izquierdas. Hay un gran trecho entre el
Front National de Jean Marie Le Pen que quería presentarse como “la droite National”
y el encabezado por su hija que se sitúa “au delá de la droite et de la gauche”.
Su presidenta ha sintetizado este punto de vista en una consigna: “La derecha
ha traicionado a la Nación – La izquierda ha traicionado a los trabajadores”.
Su característica, la del “populismo” es el no ser dogmático, sino eminentemente
pragmático. Cada declaración de los considerados como “líderes populistas”,
abunda en esta dirección.
Obviamente, no estos “populismos” no son ni “fascismos” ni “neofascismos”.
Están más próximos, eso sí, a las doctrinas identitarias, porque si lo que
aspiran es a recuperar el sentido de la nación, deben de atribuirle a esta una
rostro propio y defenderlo frente a las amenazas. Pero si es cierto que, los
fascismos surgieron de sectores críticos con el parlamentarismo y que los
nuevos “populismos”, tienen su fuerza en la superación de la dicotomía
dogmática derecha-izquierda. Hoy por hoy, no critican al parlamentarismo sino a
lo limitado de las soluciones de derechas e izquierdas y a los equívocos que
conllevan.
En España no existe “populismo” en la medida en que, al
haber llegado más tarde a la democracia y al carecer por completo de capacidad
crítica y refugiándose en la apatía, el pueblo español está fuera de cualquier
debate político. Se suele decir que Podemos es “populista”: ¿Lo es? No,
verdaderamente: Podemos es, simplemente, un producto de la izquierda en crisis,
o dicho de otra manera: el modelo de izquierda que llegó tras el hundimiento de
la URSS (y de los Partidos Comunistas) y tras el hundimiento de la
socialdemocracia zapaterista al no ser capaz de afrontar la crisis y, ante
ella, ponerse del lado de la banca.
¿Por qué no existe “populismo” en España? Para que existe se
deben dar una serie de circunstancias: la primera de todas ellas es que exista
debate político en la sociedad. No hay que confundir el hastío de las
sociedades europeas hacia las estériles polémicas derecha-izquierda, con la
apatía del pueblo español ante el hecho político. Sin olvidar la mala calidad
de la democracia española y lo que es todavía peor, la destrucción de cualquier
sombra de capacidad crítica operada por los medios y por el sistema educativo.
Por eso, a pesar de que la situación española es, posiblemente, más dramática
que la dada en Alemania o Francia, aquí no hay posibilidades ni a corto ni a
medio plazo de un movimiento de este tipo.
Y es que en España, la verdadera tragedia es que nadie,
absolutamente ningún medio, ningún canal, ningún tertuliano, ningún partido, se
atreve a decir en voz alta que la división derecha-izquierda ya no responde ni
a las necesidades ni a los planteamientos de eficacia mínima que requiere
nuestro momento histórico. Podemos se califica como “de izquierdas”,
Ciudadanos, después de un período de ambigüedad situándose en el “centro-izquierda”,
se ha reformulado como “partido de centro democrático”. Y en cuanto al PP, está
donde Cánovas hará más de 125 años, dijo que debía estar la derecha… Así pues,
no pidamos peras al olmo: el sistema político español, da de sí lo que da de sí
y no hay más cera que la que arde. Es decir, poco o nada.