sábado, 16 de octubre de 2010

Franco contra la República. ¿"Existió un esoterismo franquista"?

Infokrisis.- A diferencia de otros artículos que hemos encontrado en nuestro archivo, éste no pasó del estadio de recopilación de documentos. En 1990 contemplábamos la posibilidad de realizar un estudio amplio sobre la historia de España interpretándola en la clave ofrecida por Julius Evola en "Rivolta contro il mondo moderno", es decir, como el enfrentamiento entre dos influencias: la Luz del Norte y la Luz del Sur. Creemos que, aún hoy es posible realizar ese trabajo y que incluso sería interesante... pero a nosotros nos falta el tiempo suficiente para poder dedicarlo a una obra para la que se precisa, además de un conocimiento de la obra evoliana, una formación histórica universitaria de la que carecemos. Aquí están los apuntes, desordenados, por si alguie quiere abordar la tarea.

FRANCO CONTRA LA REPUBLICA

    El franquismo es uno de esos regímenes que, por su proximidad, es imposible que sea juzgado objetivamente hasta pasadas unas décadas; tal el tiempo que los historiadores precisan para desenpolvar todo un precioso material que yace en archivos, no por recientes, menos olvidados. Mientras eso no ocurra, solo podremos realizar aproximaciones parciales y subjetivas, subordinadas a nuestras filias y fobias. A pesar de lo reciente del fenómeno, estamos obligados a tratarlo en el contexto de la presente obra. Lo que nos interesa, recuérdese, es aislar la presencia de elementos mágicos y esotéricos, en las distintas fuerzas político-sociales en conflicto, a través de los tiempos, gracias a los cuales podamos deducir unas constantes en la historia de nuestro país. En este sentido, no podíamos eludir el análisis de los hechos de nuestra historia reciente, si bien reconocemos lo incómodo de tal postura.

    Gregorio Marañón y otros representantes del liberalismo español y del republicanismo (como Salvador de Madariaga), terminó distanciándose del régimen surgido el 14 de abril de 1931, cuando se fue evidenciando su incapacidad para mantener la estabilidad del país. Durante la guerra, Marañón se refugió en Francia y, desde allí, en la "Revue de Paris" escribió sus "Reflexiones sobre la revolución española", un duro alegato contra la República. Marañón reconocía en la guerra civil la lucha entre "un régimen antidemocrático, comunista y oriental y otro régimen antidemocrática, anticomunista y europeo". Y acto seguido pasaba a reconocer en este segundo, los valores propios de Europa, desde el mundo clásico hasta su época, pasando por el Renacimiento, la epopeya de las Cruzadas, los descubrimientos, etc. Marañón percibía oscuramente la gran contradicción que ensombreció a España desde 1931 a 1939 y la sumió en la mayor tragedia del siglo.

    Así como en el siglo anterior, la contradicción fundamental había sido entre absolutismo y liberalismo, en los años treinta, lo que se planteaba era una lucha entre dos formas de antiliberalismo. De un lado el comunismo, de otro el fascismo. Probablemente, solo estos dos extremos del arco político tenían muy claro lo que querían. Totalitarismo de izquierdas y totalitarismo de derechas, ambos con la voluntad titánica de llevar a la práctica sus proyectos políticos, si era preciso a costa de verter sangre, incluso la de sus propios militantes. A un lado el Partido Comunista y la FAI, al otro la Falange y el Carlismo. Entre ambos un inmenso magma oscilante, moderado, jugando una carta ecléctica en relación a las dos polaridades extremas.

    Es difícil definir con rasgos esquemáticos los carácteres de ambas opciones, en realidad no eran tan diferentes unas de otras: ambas rechazaban las categorías políticas burguesas aparecidas en el siglo XIX. Para el comunismo y el anarquismo, la democracia republicana era un sinónimo de democracia burguesa, por tanto, atentatoria contra los intereses de las clases trabajadoras. Para la Falange y el Carlismo, la democracia era la "anti-España", el poder de los demagogos, la ausencia de valores estables. Sectores de la CEDA (y en particular de la Juventud de Acción Popular) y del PSOE (y especialmente de las Juventudes Socialistas) constituían áreas próximos a uno y otro bando respectivamente.

    A partir del triunfo del Frente Popular y de la situación de violencia civil que precedió al 18 de julio, resultaba evidente que el Ejército terminaría descendiendo al ruedo político. Y lo hizo brutalmente, colocando en la balanza el peso de las armas. Fue la señal que los elementos más radicales de uno y otro bando estaban esperando. Para la CNT-FAI fue el 18 de julio de 1936 es el inicio de la "Revolución Española". Para los comunistas, una situación de crisis en la que la clase trabajadora, liderada por el PCE, afianzaría sus posiciones dentro del Frente Popular. Para los carlistas, una ruptura con la república liberal, que, sin necesidad de volver a la monarquía alfonsina, posibilitaba el inicio de la Cuarta Guerra Carlista y, una esperanza de instaurar la "legitimidad" de su rama dinástica. Para la Falange, simplemente, era el denotante de la "revolución nacional".

    Los ideales políticos, a nuestros efectos, son secundarios, en relación a la corriente principal de los acontecimientos. Los abusos cometidos a uno y otro lado de las trincheras, los fusilamientos masivos, las chekas y detenciones arbitrarias, los encarcelamientos, las levas forzosas, los bombardeos, la destrucción bárbara del patrimonio artístico e histórico, hicieron que la guerra civil española no se diferenciara en nada de los conflictos de nuestro siglo. Junto a las bajezas y salvajadas, menudearon las acciones heróicas y las trincheras generaron una escala de valores que supusieron impactos transformadores para muchos combatientes.

    Se ha dicho que la guerra civil española fue la última guerra por motivos ideológicos. No lo creemos, hubo intereses creados en ambos bandos, grupos de presión y objetivos inconfesables, a cual más miserable. Pero si es cierto, en cambio, que a ambos lados, junto al extremismo homicida de unos, el oportunismo de otros y la indiferencia laxa de parte de la población, hubo militantes políticos que estuvieron dispuestos -y a menudo se les requirió efectivamente para el sacrificio- a dar y recibir la muerte por sus ideales. La gesta de las Brigadas Internacionales o de los Alféreces Provisionales, el heroismo desplegado por las milicias falangistas y los tercios de Requétes a un lado y por las columnas anarquistas y comunistas de otro, nos dicen que, a ambos lados de la línea del frente, se vivía una tensión existencial que hizo despertar sobre nuestro suelo y, por última vez, el ideal guerrero no como fin en sí mismo, sino como medio para alcanzar un fin: dar forma al propio proyecto político que, no era, en el fondo, más que una opción existencial.

    Y fueron tres años de dura contienda. Luego unos volvieron a sus países o fueron al exilio, pero continuaron combatiendo durante los años de la guerra mundial, en la resistencia o en unidades regulares, mientras que los otros se iban voluntarios a la División Azul cuando podían haber explotado sus medallas solo para obtener prebendas y beneficios.

    Volveremos sobre este extremo. La cuestión que ahora nos interesa es la composición de las fuerzas en conflicto y su génesis.

    La II República fue hija predilecta de la masonería. La historiografía masónica ha dudado, durante años entre arrogarse la paternidad de la República y negarla.

El misterio del VICTOR


    Uno de los emblemas estéticamente mas curiosos que ostentó el franquismo, especialmente en el período de la guerra civil, fue el "Víctor". El concepto de "víctor" no procede del franquismo, es muy anterior a él. En la Barcelona del siglo XVII los estudiantes pintaban "víctores" en las fachadas de sus compañeros que habían destacado por un hecho memorable; hasta principios de siglo todavía podían verse algunos en las fachadas del casco antiguo de la ciudad. El "víctor" era, pues, un distintivo, cuyo grafismo se adaptaba a las características del hecho que quería conmemorar.

    Sin embargo el "víctor" que ostentó Franco como distintivo aludía en su grafismo a la misma palabra y en él se encontraban las mismas letras que la conformaban.

    Se trataba de un símbolo, aparentemente, cortado de toda tradición anterior; no tenía, ni el prestigio histórico de la cruz de San Andrés que ostentaban tanto las banderas de los tercios de requetés, como el timón de cola de la aviación franquista; tampoco arraigaba en lo más profundo de la hispanidad como el yugo y las flechas de la Falange; era un emblema que nadie sabía de donde había llegado pero que estaba allí donde iba Franco: se situó en todas las tribunas desde las que el dictador contempló los desfiles militales o los grandes actos del régimen, presidió el gran salón de las Cortes, lucía en el "guión del Generalísimo" y era evidente que Franco le tenía un apego particular. Extraño símbolo éste que desaparece con la muerte de Franco.

    Podemos realizar una excursión por el universo simbólico intentando desentrañar los contenidos de este símbolo para luego ver si respondía a una inquietud meramente estética o si bien, realmente, trascendía este nivel interpretativo.

    Hay un elemento que destaca entre todos los que componen el símbolo: se trata del círculo que se encuentra justo en el centro. La explicación que dan los viejos franquistas, era que correspondía a la "O" de la palabra "Víctor". Pero un elemento, nimio si se quiere, destruye esta interpretación: el punto situado en el centro de la "O". No es una vocal la que tenemos ante nosotros, sino el símbolo solar tal como lo representaron los alquimistas: un círculo, el del caos, ordenado en función de un centro irradiante, el sol. Fuera de la simbología hermética sería difícil encontrar este símbolo en otro lugar. La cuestión es ¿qué hace aquí?

    El segundo elemento que requiere nuestra atención acto seguido es la V y la T, en la que el palo descendente de esta última está acoplada al vértice de la primera. La T es, en realidad, una "tau" y, como tal, un martillo. La V, por su parte, está abierta en ángulo de 45º y refuerza el sentido descendente de la "tau". Esta letra no es más que una cruz a la que se ha amputado su palo superior, pasando a indicar, por tanto, una dirección excusivamente descendente, ya no es la cruz griega de los cuatro elementos, ni siquiera la cruz latina en la que el palo vertical, más largo que el horizontal, indica línea ascendente arriba-abajo. No, la "tau" sugiere horizontalidad, materialidad, sentido que queda reforzado por la punta que indica el vértice de la "V", quedando el conjunto con la forma de una flecha que apunta en dirección inferior.

    Ahora bien, colocar el signo solar, el signo del orden, dentro de este conjunto, significa aportar un elemento trascendente y superior, a la victoria que se persigue. Esta no puede ser solo una victoria militar, debe ser también y sobre todo, la victoria de las fuerzas luminosas.

    El conjunto del "Víctor" franquista está complementado por dos elementos que al decir de los partidarios de Franco constituyen la "C" y la "R" de la palabra. Pero son algo más que eso. La "C" es la representación de la media luna, mientras que la "R", tal como está incluida en el conjunto evoca el signo de Saturno. En efecto, de procedencia astrológica y hermética, este símbolo está compuesto por la cruz de los cuatro elementos y un añadido en el extremo del palo inferior, idéntico al trazo de la "R" del "Víctor". Y, ya hemos visto, como Franco, tomando como modelo a Felipe II, por lo mismo, se situaba bajo el signo de Saturno.

    Tanto la Luna como Saturno son astros de la noche, de la negrura abisal. Representan lo contrario al círculo solar, Saturno es el señor de la muerte mientras que la Luna es la imagen misma de lo mutable y mercurial. Tenemos aquí los tres elementos de la alquimia clásica reunidos: el símbolo del Alma, el Sol; el símbolo del Espíritu, la Luna; el símbolo del Cuerpo, Saturno. Todo ello dentro de la flecha descendente, el universo de lo contingente sobre lo que tiene que actuar diariamente lo humano. Esa actuación debe tener, para ser metafísicamente correcta, debe tener como centro el Alma, el Sol y así es como está representado símbólicamente esta figura en el centro del esquema. Por lo demás, la Luna y Saturno evocan el negro, el color de Felipe II de quien Franco tomaba su ejemplo histórico.

    Franco, como buena parte de sus allegados, eran africanistas, habían servido en las tropas coloniales y conocían a la perfección la sociedad marroquí. La magia es inseparable de esta sociedad. El escritor Peter Bowles cuenta historias absolutamente sorprendentes sobre la magia y la brujería norteafricana; explica, por ejemplo, como una bruja, amante de su mujer, la mantenía hechizada a través de una planta entre cuyas raíces había enterrado un paño de seda conteniendo antimonio, sangre menstrual de la interesada y una foto de la misma. Es de suponer que, a principios de siglo, cuando Franco sirvió a las órdenes de Millán Astray en la Legión, estas prácticas y ritos estaban todavía mucho más arraigados. Y todo esto es importante porque el "Víctor" no es otra cosa que un amuleto que Franco trajo de Marruecos...

    Para demostrar esto hace falta recurrir a un curioso artículo firmado por Lilith Alcantara-León Ustherlitz, en el que se hace alusión al Círculo Halado, instalado en el Cono Sur. Al parecer creían en la teoría de la "tierra hueca" y otras excentricidades ocultistas; es muy probable que procediera de una de las muchas ramas en las que se partió la teosofía argentina. durante los años 1955-59 este círculo publicó la revista "Halada" en Buenos Aires. Se dice que, entre otros miembros, el círculo contó con la presencia de Juan Domingo Perón; pero nada de todo esto, fuera de la existencia bien real de la revista "Halada", parece confirmado. En uno de los números, bajo el seudónimo de "Alimundo" se publicó un artículo en el que se aludía a las relaciones de Franco con un notorio personaje marroquí, que la autora del artículo identificó como Corintio Haza, judío sefardita, radicado en Tetuán, comerciante de oficio, mago, vidente y nigromante de vocación. Haza -siempre siguiendo el artículo citado- conocía a Franco desde sus tiempos de joven oficial y, anteriormente, ya había asesorado a Millan Astray en la elección de la simbología que acompaña aun hoy a la Legión. Millán Astray, por cierto, escribió la introducción de "El Bushido", famoso libro de Inazo Nitobe sobre las tradiciones guerreras japonesas y su relación con el esoterismo y las doctrinas Zen. También se menciona entre los amigos de Haza al General de Gaulle.

    El segundo día de la sublevación militar, cuando Franco abandonó Canarias para preparar el cruce del estrecho de Gibraltar, Haza se entrevistó con él y le entregó el diseño del "Víctor", amuleto que le debía de procurar la "baraka", la buena fortuna. Y a juzgar por los 38 años que duró su régimen así debió ser...
    A pesar del paso de los años Franco nunca pudo dejar de tener un gran resentimiento hacia la franc-masonería a la que identificaba con los ideales republicanos. Quizás fuera por ello por lo que encontró en el Almirante Carrero Blanco un colaborador estrecho y excepcional. Ambos estaban unidos por una concepción integrista del catolicismo hostil al "aggiornamento" conciliar. Ambos consideraban que la masonería y el judaismo jugaban papeles subversivos en la historia de España y que el comunismo no era más que un peón en sus manos. Creían ciegamente en una concepción "conspiracionista" de la Historia. Franco mismo el 1 de octubre de 1975 en su balcón habitual de la Plaza de Oriente lo dijo claramente: "...todo obedece a una conspiración del comunismo internacional en contubernio con la masonería". Si esto que pudieron oir millones de personas es incuestionable, no hay motivo para dudar de la veracidad de que en la mesilla de noche del Almirante Carrero Blanco, quedó el día de su muerte, una edición de "Los Protocolos de los Sabios de Sión" a medio leer. Carrero debía conocer ya la obra, solo la repasaba.

El Valle de los Caídos y su misterio

    La obra más polémica del régimen fue, sin duda, el Valle de los Caídos. Allí los "víctores" son abundantes y la magnificencia del lugar da que pensar sobre las verdaderas intenciones que tuvo su constructor. Poco se sabe de las opiniones personales de Franco en muchos temas, hablaba poco y decía menos, sin embargo de su habilidad política para mantenerse en el poder y aprovechar las distintas coyunturas nacionales e internacionales en beneficio de su permanencia en el poder, no quedan dudas. Las explicaciones oficiales que dió Franco sobre el Valle de los Caídos son banales, no concuerdan con la evergadura del lugar y apenas pasan de ser motivos propagandísticos para jugar la carta de la "reconciliación" (por el hecho de que allí están enterrados combatientes de ambos bandos) o estéticos (la obra responde a los criterios artísticos y arquitectónicos del régimen predominantes hasta inicio de los años sesenta cuando el desarrollismo sustituyó a la retórica imperial). Justo es reconocer que, a pesar de su proximidad, lo ignoramos casi todo sobre el Valle de los Caídos. Y sin embargo la cruz de Juan de Avalos, proyecta una sombra inquietante, tan inquietante al menos, como la naturaleza del "Víctor".

    La obsesión antimasónica venía de lejos. En septiembre de 1936 se publica el primer decreto de Franco contra la franc-masonería; la pertenencia a las logias era considerada como "delito de rebelión". Inmediatamente los propagandistas de la "España Nacional" se ponen en marcha para popularizar sus consignas antimasónicas. Los nombres del padre Juan Tusquets, de Mauricio Carlavilla, Urraca Pastor, ocupan, en las crónicas de la época, lugares destacados; pronuncian mítines y actos de masa, verdaderas profesiones de fé antimasónica. A este seguirán otros decretos antimasónicos; el marzo de 1940 masonería y comunismo  -que tienen muy poco que ver- son colocados en el mismo saco con una ley al efecto. Militar en las logias puede costar entre 20 y 30 años. A partir de 1945 la presión disminuyó pero las logias no dejaron de estar prohibidas.

    Queipo de Llano, siempre tan expeditivo, dinamita varias logias y fusila a un número indeterminado de masones. El 90% de los masones son encarcelados; habrá logias que sufrirán una verdadera sangría: 30 miembros de la logia "Constancia" de Zaragoza serán fusilados, 26 de la logia "trafalgar" de Algeciras, otros 30 de la "Constancia" de Valladolid, y así sucesivamente. No es raro que la Asamblea Nacional de la francmasonería reunida en Barcelona en mayo del 38, ratifica el apoyo a la república. Un mes antes del final de la guerra el Gran Oriente comunicaba la imposibilidad de seguir en territorio nacional y anunciaba su voluntad de expatriarse.

    Y el exilio durará justo cuarenta años.


    Fuera de todos estos elementos, el franquismo no fue sino una forma de paternalismo, más parecida al Portugal de Salazar o a la Francia de Petain, que al nazismo y al fascismo italiano. En él encontramos elementos que remiten a la vieja herencia indo-europea junto a concesiones demagógicas y populistas que hicieron del franquismo un régimen mixto cuya subsistencia, necesariamente, iba ligada a la vida de su fundador.
    Buscando fórmulas alternativas a la democracia formal y al régimen de partidos, los teóricos del franquismo la encontraron en un remedo de la vieja estructura trifuncional europea. A partir de la idea del fundador de la Falange, según la cual "nadie nace en un partido, pero todos nacemos en el seno de una familia, en una ciudad y trabajamos", se desarrolló lo que el franquismo llamó "democracia orgánica". Se dividieron las Cortes en "tres tercios", el familiar, el sindical y el corporativo, agrupando éste último a representantes de los distintos sectores de la sociedad (universidades, clero, ejército, asociaciones, etc.). Las Cortes así constituidas formaban una especie de "Estados Generales" con funciones representativas, deliberativas y legislativas. La idea, en sí, no es condenable, es una forma diferente de representatividad. El punto débil del sistema lo constituía la estructura burocrática del régimen que transformó las Cortes y los distintos niveles de representatividad es algo esclerotizado, ya desde el principio, y por tanto ineficaz. Por lo demás, el franquismo fue una forma activa de "apoliticismo" por paradójico que pueda parecer. El mismo Franco había aconsejado a uno de sus ministros: "Haga como yo, haga política"... El franquismo fue, en definitiva, una forma de pragmatismo que concentró poderes y estructuró de manera autoritaria al Estado a fin de ganar el tiempo perdido por el escuálido capitalismo español de los siglos XIX y XX. Pero el intento de contemporarización entre una forma económica liberal y un una forma política "orgánica" y trifuncional, como veremos, no pudo estabilizarse.

Los intelectuales falangistas que se habían comprometido en la primera fase del régimen con el franquismo, antes o después, se retiraron o, incluso pasaron a la oposición, muchos de ellos amargados y apesadumbrados al ver que la sangre vertida por sus camaradas para dar vida a una "revolución nacional", había desembocado en un régimen nacional-católico y pacato, mientras que sus ansias de "revolución social" habían concluida en un capitalismo tardío sometido a las leyes de oferta y demanda contra las que habían lanzado tantas invectivas.
 
El franquismo, no pudo evitar ser un producto de su tiempo. Buscó los baños de masas y la ratificación de sus medidas mediante movilizaciones populares en la Plaza de Oriente demostrando lo importante que consideraban una sanción por parte de unas masas invertebradas y cambiantes. Esas mismas masas que habían apoyado al franquismo el 1 de octubre de 1975, que desfilaron ante la tumba del dictador 50 días más tarde, esas masas votaron la Ley de Reforma Política que selló el final de la dictadura y fueron los mismos funcionarios del régimen quienes operaron la transición.

En los primeros tiempos del régimen la actitud de la Iglesia fue intolerante para con sus adversarios. Aprovechó las facilidades que el nuevo régimen le dió para lograr una situación de privilegio y presencia en todas las esferas de poder, constituyéndose, especialmente, tras el desenlace de las Segunda Guerra Mundial, como primera fuerza política. Pero no era, como en los antiguos regímenes indo-europeos inspirados en la "Luz del Norte", regímenes en los que el poder político y el religioso fueran un mismo poder, unificado en la realeza sagrada, sino que se trató de una subordinación del poder político a las directrices sacerdotales (tema propio de la "Luz del Sur"), en un tiempo en el que la Iglesia española se mostraba intolerante, sin percibir que la sociedad estaba cambiando rápida y radicalmente. Cuando el Concilio Vaticano y la política papista se "desengacharon" de los criterios religiosos del régimen franquista, éste se encontró con la retaguardia descubierta. Por ese flanco se fugaron miles de jóvenes y religiosos hacia posiciones de izquierda y extrema-izquierda y no faltaron órdenes religiosas (incluso los jesuitas) que quedaron completamente desmanteladas por una crisis iniciado a principios de los sesenta y que solo se cerró parcialmente veinte años despues.

(C) Ernest Milà - infokrisis@yahoo.es - http://infokrisis.blogiacom - prohibida la reproducción de este artículo sin indicar procedencia.